Dentro de las maniobras desubjetivantes mas frecuentes en el accionar del agente perversivo hemos notado:

1) Ausentarse del espacio terapéutico a partir de un mecanismo de fuga patógeno exitoso que lo torna un omnipresente como ausente, y

2) un movimiento intrusivo a partir de la descarga en una proyección orgánica[1]. Ambos dejan restos en el “cómplice \ victima”, en quien se despliega en nuestra presencia los diferentes grados de desubjetivacion.

Pensando en los momentos de tensión intersubjetiva perversa[2] y la presencia en el movimiento regrediente de la lógica de la libido intrasomatica en el circuito inter-visceral, recordamos que en este nivel una defensa básica es la desestimación del afecto la que suele ir acompañada de la posibilidad de acceso al mecanismo de fuga refleja del yo real primitivo. Cuando esta defensa fracasa, aparece otro tipo de defensa se hace presente a través de un tipo de estallido y son los momentos de proyección orgánica expulsiva[3]. Proceso de evacuación mediante el cual el aparato psíquico delega o impronta sus características al campo motor. Este debe evacuar aquello de lo que no puede fugar, esta salida se le impone compulsivamente al agente de la solución perversiva al no poder apelar al mecanismo de fuga. En el que opera de partenaire, al fracasar la fuga posible ante esta proyección orgánica, aparece la opción de auto-sustarerse pudiendo llegar, en situaciones extremas hasta el acto suicida.

El origen de las defensas psíquicas reside en el éxito inicial de la fuga refleja ante estímulos displacenteros[4]. El mecanismo de “fuga refleja” corresponde a lo que Freud llama el mecanismo de defensa por excelencia del yo real primitivo que pretende eliminar los estímulos displacenteros exógenos, aquellos de los que es posible fugar. Evitamiento motor, fobia primaria[5] o fuga posible es decir alejarse físicamente y mantenerse alejado de la fuente de confusión cuando esto es posible

¿Es posible la fuga en estos momentos altamente tóxicos? ¿Qué es endógeno y que es lo exógeno cuando la pulsionalidad del agente perversivo, en el movimiento intrusivo, se torna para el partenaire cómplice o victima una fuente pulsional “propia-endógena” –“ajena-exógena”?

Hay momentos en los que la dependencia con el agente de la solución perversiva se nos torna fundamental para la continuidad del proceso teraqpeutico ya que este depende de la articulación entre el acceso al mecanismo de fuga, la intensidad de la proyección orgánica y del nivel de autosustracción o desubjetivacion producida junto a nuestra (endurance)  resistencia para sostener la vitalidad y presencia de nuestra memoria subjetiva transferencial.

En quien opera como agente perversivo tiránico habita un núcleo de desvalimiento, desamparo y necesariedad del “otro-no otro” que lo lleva a impedir que aquel que opera como partenaire (ya sea cómplice \ victima) acceda al mecanismo de fuga. Es este registro el que lo lleva a la autosustracción como salida posible. Autosustracción que por darse dentro del espacio terapéutico es “también” hacerse presente como ausente para un analista subjetivamente presente, es decir, al mismo tiempo que adquiere una función confirmatoria del más de lo mismo dentro de la historia familiar, también recupera una función mensajera a partir del registro subjetivo transferencial  del analista.

Cuando su presencia en el espacio terapéutico familiar se le torna insoportable, el agente de la solución perversiva suele abandonar abruptamente el espacio subjetivo transferencial. Esta “huida” nos muestra un tipo de claustrofobia en la que impera un tipo de evitación compulsiva e imparable, no fóbica, sino que es nuevamente una evidencia de la necesariedad de evitación al modo del yo real primitivo.

Las diferentes posiciones dentro de este momento de la economía pulsional vincular frente al mecanismo de fuga patógeno, articula la fuga fracasada en el partenaire y fuga patógena exitosa en el agente perversivo narcisista. El registro subjetivo transferencial de este escollo clínico despierta en nosotros un tipo de malestar y enojo del cual al recuperarnos accedemos a diferentes intervenciones. Entre estas enunciamos, aceptar la posibilidad de continuar el proceso terapéutico dentro del “espacio terapéutico ampliado no escindido”, articulando diferentes espacialidades,singulares y familiares, pudiendo incluirse la co-terapia. Las enuncio singulares ya que como analista de esta familia o pareja es imposible pensarlas como individuales.

Pensar a la intersubjetividad transferencial[6] como transferencia posible y al espacio terapéutico ampliado no escindido[7] como “situación analizante”[8], abre posibilidades en situaciones clínicas en las cuales el narcisismo puesto al servicio de la  estrategia de sobrevida “grita” sus problemas estructurales de constitución[9]. Nos referimos al desvalimiento y sufrimiento subyacente en todos aquello seres vivos atrapados en la solución perversiva narcisista.

La espacialidad terapéutica ampliada no escindida es una situación analizante posible e indicada en estas configuraciones vinculares en un momento dado de la evolución, pero “en camino a lograr una sesión familiar en la que opere un continente que contenga  las diferentes singularidades y “se pueda hablar”.  Dentro de esta espacialidad terapéutica se dan las intervenciones que tienden a des-demonizar al personaje agente de la solución perversiva  y hacer presente a la persona “algunas veces” disponible para esta convocatoria, por ej llamándolo por teléfono desde el espacio de sesión y acordar un encuentro en presencia de su partenaire víctima o  cómplice o del resto del grupo familiar.

El acto analítico de la propuesta del Espacio Terapéutico Ampliado No Escindido (ETANE) es aceptar el límite de estas estructuras vinculares y la puesta en juego de una implementación de defensas más funcionales y acorde a fines, las que aportan una temporalidad no urgente y una espacialidad ampliada que nos permite imaginar un momento de síntesis subjetiva posterior. Un tipo de apoyatura o anaclisis (etayage) del narcisismo fallido de la soluciones narcisistas identitarias sobre el narcisismo del analista en persona.

A partir de nuestro malestar podemos imaginar un tipo de masoquismo erógeno subjetivo transferencial que nos lleva a sostener un Yo piel necesario intersubjetivo transferencial que opere de continente para el momento del retorno de lo aun no subjetivado. Una economía pulsional vincular de urgencia que intenta recupera un  masoquismo guardián de la vida[10] ante la pérdida de la eficacia de la contrainvestidura narcisista patógena que operaba como un guardián del clivaje.

Un ejemplo de fracaso de este abordaje terapéutico ante la preeminencia de alianzas defensivas patógenas defensivas y ofensivas hacia los hijos, se da cuando el agente perversivo  se ubica en un “más allá” del espacio terapéutico, es decir ni adentro ni periférico, sino mas allá de…, rehusándose a seguir sosteniéndose en una posición periférica dentro del espacio terapéutico no escindido.

Es un momento crucial al servicio del sostenimiento transgeneracional de los clivajes de la subjetividad, al darse como “posible” continuar viviendo como si nada hubiera pasado y obturando cualquier posibilidad de subjetivación de aquello que estaba retornando en búsqueda de subjetivación.   

Algunos registros subjetivo transferenciales de la persona del analista.

Previo al momento de fuga patógena exitosa en el agente de la solución perversiva,  es habitual en estos vínculos fusionales,  un momento de  violencia ciega que de un modo toxico y químico-humoral, opera para la adaptabilidad de su partenaire sumiso, como un imperativo de sintonizar las “ descargas viscerales del agente perversivo”.

Son momentos  de desvitalización y terror hipnótico paralizante, en los que la intervención del analista apelando a su memoria y al vínculo previo “con sus pacientes”,  puede convocar y rescatar subjetivamente a aquel ubicado en posición de partenaire sumiso.

La estrategia defensiva vincular en la alianza entre el agente perversivo  tiránico y su partenaire cómplice o victima en posición de sumiso, es una forma “para ambos”, muy elemental de repliegue que opera como un atractor mortífero de la subjetividad de los otros miembros de la familia.

Hemos descripto hasta ahora a partir del agente perversivo narcisista los momentos de  a) proyección orgánica en una violencia ciega y b) aquellos de la eficacia de una fuga patógena exitosa (ambos dejando restos en los otros miembros comprometidos en la escena incluyendo la subjetividad de la persona del analista).

Explicitando el ítem a)

Hay momentos en sesión en los que ante la amenaza de caída de la eficacia de la defensa trans-subjetiva, se produce en el agente perversivo un tipo de angustia señal que lo lleva a desencadenar un movimiento mediante el cual provoca y convoca de un  modo desesperado a un partenaire para lograr por medio de la coparticipación, el tipo particular de co-excitación libidinal proveedora de una cantidad necesaria, para sostener el nivel de tensión de sobrevida psíquica.

Son los momentos en los que se despliega ante nuestra presencia un frenesí argumental, la proyección en acto de un núcleo rumiante que de un modo solitario habitaba en el agente de la solución perversiva, quien manipulando elementos de la realidad provoca y convoca posiciones contestatarias dentro de un clima de contradicciones lógicas y pragmáticas. Un demasiado lleno toxico que opera de contenido perverso toxico obturante de las grietas de un continente fallido.

Nos encontramos frente a un grupo familiar fragmentado que lleva a sus integrantes a discutir la realidad[11] dentro de un frenesí argumental y adhiriéndose adhesivamente a la percepción en una actitud hiperrealitaria[12].

Se despliega de un modo compulsivo la necesidad de fragmentar lo percibido en unidades fuera de tiempo y espacio consensuable y no subjetivables ya que quedan deglutidas en un contexto toxico.

Nos encontramos ante argumentos hiperrealistas sostenidos vehementemente por el agente perversivo quien construye un tipo de realidad externa utilizada como defensa para desmentir  las consecuencias  de lo que hubiera sido el contacto subjetivo singular con la realidad. Se crea un clima paradojal de contradicciones lógicas y pragmáticas en el que se desvirtúa la diferencia  realidad externa-realidad interna.

Pensamos que la realidad “no es discutible” ya que “discutir” permanentemente la realidad es sostener que esta puede ser fragmentable, es tomar la parte por el todo y desestimar que el todo precede a la parte, así como abrir  la “posibilidad” que algo grave que nos pasó, “quizás no pasó”.

De un modo inverso puede suceder que se dé en alguno de los miembros de este tipo de familias, habitualmente un hijo y a veces en el cómplice, una alianza inconsciente defensiva no patógena con nuestra  presencia y disponiilidad subjetiva, mediante la cual su realidad interna logra sostenerse, lo que equivaldría a  un evitamiento fóbico primario[13] es decir un equivalente de una fuga exitosa no patógena.

Bajo la amenaza de confusión psíquica, dice R Roussillon, es de inicio la experiencia de la ilusión primaria la que es limitada o toma formas negativas. La dificultad ante la diferenciación  es secundaria a la dificultad en la construcción de la ilusión. Es fundamental que el analista a partir de sus modos de concebir el sufrimiento psíquico pueda sostener cierta ilusión para que el dolor (“en desespoir”)[14], que habita en desesperanza, “sin causa registrable, sin tiempo posible y sin salida”, pueda acceder al estado de esperanza (“en espoir”) y poner en juego su disponibilidad narcisista para el encuentro co- alucinatorio.

La co-excitación que logra la articulación perverso narcisista-cómplice es un tipo de intrincación pulsional pervertida  en la medida que la erotización está al servicio de sostener la excitación con la que se alcanza una estabilidad mortífera, sobrevida cuantitativa que responde a la necesidad y no al placer o como diría Roussillon se accede al placer pero no a la satisfacción por una no adecuada presencia del objeto.

 

[1] D Maldavsky
[2] M Hurni-G Stoll
[3] D Maldavsky
[4] D Maldavsky
[5] A Green
[6] E Grinspon
[7] E Grinspon
[8] J L Donnet
[9] R Rousillon
[10] B Rosemberg  plantea que el masoquismo guardián de la vida “es la defensa del sujeto por el sujeto”.
[11] En estas discusiones acerca de la realidad jugada dentro del vinculo tiránico “perverso narcisista y su partenaire”, se sostiene un  tipo de comunión de desmentida, en la cual la realidad  es fragmentable y al ser discutible subyace la creencia que algo que  sucedió y dejó una marca traumática, puede no haber sucedido, asumiendo el perverso narcisista la posición de un equivalente pervertido de instancia superyoica.
[12] P C Racamier
[13] A Green
[14] R Roussillon