Lo desmentido o secretado en una generación “resta” como clivado “en la subjetividad de la pareja parental” y retorna como lo forcluido, aquello clivado “de la subjetividad” o aun no subjetivado en la generación de los hijos. Este tipo de retorno lo entendemos como un producto del trabajo de lo secretado dado en la alianza patógena parental y su comunión de desmentida. Es un clivaje de la subjetividad, un clivaje “hacia el Yono un clivaje del Yo”, y la parte no representada, en su status de lo aun no subjetivado deberá pertenecer al Yo. Lo clivado tiende siempre a retornar y en la medida en que no es de naturaleza representativa, el retorno es en acto y actual sosteniendo y re-presentando el estado traumático mismo.Nos encontramos ante problemáticas de fallas de continente o de envolturas psíquicas, en un espacio dominado por la compulsión a la subjetivación[19] de lo aún no advenido de sí mismo.

Lo no advenido de sí mismo, aquello que no pudo ser integrado en el Yo sujeto, resta en estado potencial, pidiendo en un tipo particular de re-petición un sujeto en el cual nacer subjetivamente. Estas huellas presubjetivas preontológicas y atópicas que están más allá del principio del placer, o quizás en un “mas acá” previo a la solución, al ser sometidas a la compulsión a la repetición, tienden a ser alucinatoriamente reinvestidas.

Lo anteriormente desplegado abre la posibilidad del retorno de aquello aun no subjetivado, restos provenientes de la huella de lo alucinado vivido pero no vivenciado, no simbolizado primariamente y que “funciona” clivado de la subjetividad. Decir que “funciona” no es casual ya que como enuncia R Roussillon el automatismo de repetición funciona como un tercer principio el cual, junto al de placer y al de realidad, implica la compulsión a la subjetivación, por medio de la cual, lo aun no subjetivado retorna. Del mismo modo enuncia al retorno de lo aun no subjetivado como un cuarto vasallaje del yo junto al ello, el superyo y la realidad.

En este universo intersubjetivo transferencial impera una tensión toxica fusionante[20] que obtura, tapona las fallas del continente necesario, Un tipo de violencia sostenida por diferentes contrainvestiduras que operan como un “masoquismo  guardián del clivaje” al que articulando el pensamiento de Benno Rosemberg y de R Roussillon lo pensamos como un masoquismo guardián de sobrevida psíquica en lugar del “guardián de la vida” que B Rosemberg enuncia.

Ante este tipo de re-petición el espacio terapéutico individual o familiar muchas veces no alcanza, instalándose un clima toxico de desesperanza, retracción, fragmentación familiar y no salida, siendo el malestar del analista aquello que se torna índice “para alguien” y abre la posibilidad de acceder al “espacio terapéutico ampliado no escindido”. Es decir ampliar el espacio terapéutico convocando en el caso de tratamientos individuales al espacio familiar o del mismo modo en tratamientos familiares y ante momentos de atrapamiento trans-subjetivo, aceptar la demanda de alguno de los miembros a una entrevista singular (a las que diferencio de un modo cualitativo de las “individuales”).

El espacio terapéutico ampliado no escindido, es una indicación  en estas situaciones clínicas  en las que impera la articulación, muchas veces “mortífera”, del clivaje en la subjetividad parental con lo insistencia en su retorno de lo clivado de la subjetividad en un hijo (por ser un clivaje hacia el Yo) Se inaugura una espacialidad internarcisista, donde este resto de dolor sin conciencia, es decir presubjetivo, preontológico y atópico, hasta ese momento sostenido como una descarga somática del afecto “fuera de la presencia del objeto”, en lugar de ser descargado, desvitalizado en una neutralización energética[21], y desestimado en el circuito toxico incesante, pueda ser transformado en recuerdo, a partir de  nuestra implicancia en la inter subjetividad transferencial.

Este  despliegue se da  a partir de nuestra presencia subjetiva dentro de esta espacialidad intersubjetiva transferencial, que contiene y supera a las diferentes espacialidades en juego. Para acceder a esta condición de posibilidad es fundamental de inicio, resistir (endurance necesaria) a la tendencia explicativa, a la agencializacion forzada y  a no demonizar produciendo agentes causales y culpables. Esta posición subjetiva transferencial nos permite pensar que “la comunión de desmentida y lo clivado en la subjetividad parental” condensa también la articulación de fragmentos traumaticos de historias en este tipo de alianza inconsciente y su equilibrio interdefensivo patogeno. Es decir también re- presenta  un tipo de solución en alguien alguna vez hijo y probablemente sosteniendo un resto aun clivado de su subjetividad, Muchos de los “pacientes problemas” por los que consultan este tipo de familias, son actuadores predestinados[22]  siendo el  pasaje por el acto un tipo de re-petición posible para salir del imperativo de la transmisión en términos transgeneracionales. Son hijos fetichizados, dentro de una  solución fetichista parental, que no deliran sino que actúan lo secretado en la pareja parental y es expresión del retorno posible ante la vacilación del clivaje familiar. Pensar en términos de circuito pulsional dentro de la espacialidad intersubjetiva transferencial, posibilita rescatar la descarga somatica del afecto “intra sesión” como  un “acting in” en su funcion semaforizante para el analista en persona y darle al “acting out” que involucra indefectiblemente a otros, una función mensajera[23].

En estos hijos  habita un impasse subjetivo, una vergüenza de ser, o  mejor dicho “en el ser”, que amenaza la existencia misma de la subjetividad, y que a partir de sus pasajes por el acto accede a  un tipo de culpabilidad que es lo que finalmente le posibilita tornar subjetivamente coherente un guión respecto de sus dudas filiativas o de sentirse un hijo producto del desamor o de un “ecuentro desencontrado”.

A partir de las innumerables dificultades técnicas para sostener la continuidad de estos procesos terapéuticos, es útil no pensar en una transferencia negativa  sino que detrás de lo ruidoso de las contrainvestiduras esta la presencia de la negatividad en la transferencia[24] en su función mensajera para alguien disponible y utilizable[25].

Si como analistas soportamos nuestro malestar y resistimos la tendencia a explicar a partir de lo ya conocido, nos podremos conectar  a partir de la percepción actual  con lo que retorna a partir de la marca del dolor que habita en desesperanza en nuestro paciente y su medio familiar. Nuestra capacidad de reverie sosteniendo un holding intersubjetivo va a habilitar el tránsito que permita al dolor, marca o huella cuantitativa, acceder dentro de la complementariedad internarcisista e interimaginaria, a su convalidación intersubjetiva y a la re-subjetivación (o quizás subjetivación) historizante, del sufrimiento de alguien (nuestros pacientes) “para alguien” “nuestro analista”.

 

[19] R Roussillon,

[20]La tensión intersubjetiva perversa descripta por  M Hurni, G Stoll, la entiendo como un demasiado lleno toxico y fusional que opera como un contenido perverso que tapona las fallas de un continente adecuado.

[21] R Roussillon

[22] planteo de A Eiguer a partir del concepto de figurante predestinado de PC Racamier)

[23] R Roussillon,

[24] R Roussillon,

[25] Winnicott