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Intervenciones desde nuestra intersubjetividad transferencial frente a procesos en los que se nos presenta una manifestación somática.                                                                              

                                                                     Eduardo A Grinspon[1] .

Co construcción de “Mi amiga quimio” y “Mi amigo cirujano”.

En esta oportunidad como ejemplo clínico de esta segunda intervención apelare a una experiencia personal vivida “en carne propia” con el Dr Hector Machain.

Este desarrollo intenta conceptualizar nuestra posición, intervenciones y su eficacia en procesos terapéuticos (habitualmente primando sufrimientos narcisistas de sobrevida psíquica) en los que se nos presentan pasajes por el soma[2] mensajeros[3] dentro de nuestra intersubjetividad   transferencial. ¿Qué factores inciden para   que en ciertos vínculos transferenciales nuestras intervenciones, buscando el re- investimiento erotico del cuerpo de nuestro paciente puedan ser eficaces?

Voy a   partir de dos intervenciones que sostengo hace varios años con buenos resultados clínicos e intentaré articular conceptos que subyaces en mi posición clínica 

Una de ellas la de “mi amiga quimio”, se inicia cuando un proceso canceroso, se hace presente dentro de nuestro espacio terapéutico. Un cáncer importante de pulmón ya con metástasis. Surgía un primer cuestionamiento acerca de la causa por la que   hasta ese momento no había surgido ningún registro. Esta duda es lo que luego al conectarme con la escuela de psicosomática de París, pudimos pensar que es un estado previo en el que primando un estado operatorio no hay signos subjetivables. Momento en el que un sector del cuerpo de nuestro paciente resta clivado, anónimo y huérfano. ¿Qué destino o retorno tendrá este resto clivado de la subjetividad de nuestro paciente?

Nos conectamos con el segundo tiempo del trabajo de somatización que enuncia Claude Samadja que es la solución somática “de alguien”. Jerarquizo el término solución, a la que incluyo dentro de otras soluciones narcisistas de sobrevida psíquica[4]. La aparición en “mi paciente” de este cáncer, si bien había una historia muy compleja con mucho sufrimiento histórico, me asombró, pero sobre todo me impactó que mi paciente rápidamente comenzó a mencionar los efectos devastadores de la quimioterapia, mencionando detalladamente el sufrimiento que generaba las sesiones de quimio y el efecto de quedar pelada. En sesión desde mi registro subjetivo transferencial me encontré con un malestar frente a esta afirmación. Mi paciente quizás continuando con su estado operatorio estaba   desmintiendo el mensaje de su soma en búsqueda del cuerpo de alguien.

Intervine planteando que “ella no podía convivir con el cáncer, o ella mata al cáncer o el cáncer la mata a ella”. Pensando en el tipo de anclaje vital posible en pacientes con soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, sabemos que hubo una falla en el núcleo masoquico primario con la consecuente falla en el masoquismo guardián de la vida (B Rossemberg). Decidí junto a la enunciación de cáncer y matar, seguir enunciando que era “la amiga quimio quien nos podía ayudar a matar el cáncer   para seguir viviendo”. Esta afirmación se basaba en los logros subjetivos ya patrimoniados en nuestro proceso por mi paciente. 

Me ofrecí para acompañar en la primera sesión de quimio, estar presente e incluso darle la mano para sostener la recepción de la amiga quimio. El proceso se desarrolló favorablemente y mi paciente siguió viviendo.  

 Lo que me interesa es el registro en la intersubjetividad transferencial, el a deux que formamos mi paciente y yo para que ella me transmita un registro desafectivizado de un pasaje por su soma, y rápidamente me muestra un nivel de desmentida como si la palabra cáncer se hace intolerable. Yo creo que desde nuestro vinculo transferencial   pude acercarme al concepto   que era imposible vivir en la coexistencia con el cáncer[5], “mato al cáncer o el cáncer me mata a mí”. En esta ecuación pude encontrar estos investimientos laterales necesarios en lo psicosomático que fue apelar a la amiga quimio junto al amigo médico.,   

¿Qué me llevó a incluir el significante amigo con la quimio, incluso sostenerla de cuerpo presente en las primeras experiencias de quimio? Se tornó una intervención casi habitual en mis pacientes con cáncer. Pero llegó la hora de pensar cómo surgen estas intervenciones, partiendo de algo ya planteado en la escuela psicosomática de París, que en estos pacientes habita un núcleo masoquico primario fallido concomitante con fallas en su núcleo erógeno primario.

Es decir son personas que como pudieron han sobrevivido a   las fallas en las inscripciones corporales de experiencias primarias objetalmente necesarias para la constitución de su narcisismo, (un objeto necesario para la constitución del yo). Es Marilia Aisenstein quien enuncia una falla en el masoquismo erógeno guardián de la vida. El hecho de poder pensar en el masoquismo erógeno guardián de la vida, que es el egoísmo del sujeto para el sujeto, me reconecto con lo que enuncio como el egoísmo necesario, ese egoísmo al cual hay que apelar cuando un paciente se encuentra en estados límites de vida- muerte y se torna imprescindible su resistir para sobrevivir.

¿En qué medida nuestra posición como objeto disponible y utilizable puede relanzar sectores aun en latencia de este masoquismo erógeno guardián de la vida?

Así como “lo que en ello era en Yo debe advenir” podemos enunciar “lo que en soma era en cuerpo de alguien debe advenir” saliendo del cuerpo anónimo y huérfano.  

¿Cómo podemos pensar el cuerpo que se hace presente en sesión?

Pensamos a la organización psicosomática individual como una economía   psicosomática

Lo procesal a partir del monismo “psique soma”.

La noción de economía psicosomática y los medios variables para asegurar su regulación en los diferentes momentos de la vida, constituyen un modelo teórico – clínico que posibilita pensar los movimientos progredientes y regredientes dentro del monismo “psique soma”. César y Sara Botella integran a este último dentro de “lo procesal”, entendiendo al proceso como posibilidad transformacional de la pulsión que articula permanentemente la capacidad progrediente hacia la psico-lógica conducente hacia la representación, y la capacidad regrediente hacia lo perceptivo alucinatorio, fondo alucinatorio del psiquismo, que subyace a toda representación. Pensamos que la posibilidad de acceso a lo alucinatorio es la interfase entre la última posibilidad de recurso psíquico o de mentalización previo a precipitarse a un “más allá”, hacia el soma como espacio para lograr el pasaje por el soma mensajero hacia una solución bio-lógica. El movimiento pulsional tanto progrediente como regrediente muestra la no reversibilidad de la dirección pulsional que siempre es en el sentido “por venir”. Es este punto en el que pensamos que nuestra disponibilidad a implicarnos posibilita la apertura de circuito co alucinatorio[6] dentro de nuestra intersubjetividad transferencial. Es acá donde nuestras intervenciones adquieren su eficacia. Momento de articulación del médico clínico interlocutor del cuerpo que registra el mensaje somático y al modo del passeur (D Scarfone) opera como un objeto de transición y pasaje posibilitando salir de la preeminencia del clivaje y que los sectores clivados que persistían anónimos y huérfanos, accedan a ser parte del    cuerpo de alguien. 

Al entender la economía psicosomática dentro de este monismo cae la posibilidad de sostener el clivaje psique–soma, para pensar que la línea de clivaje se transfiere al interior del dualismo pulsional. El efecto “psico somático” es producto de la construcción o deconstrucción del juego pulsional, posibilidad singular de mantener un nivel adecuado del masoquismo erógeno guardián de la vida como nivel de resistencia primaria (Daniel Rosé). Todo esto depende de su enlace con la pulsión de autoconservación sostenedora del principio de constancia, del mantenimiento de una tensión vital opuesta a la descarga absoluta del sistema. Si se da una falla en este tipo de masoquismo y no se puede apelar a un movimiento regresivo hacia un punto de fijación adecuado, se sostiene un empecinamiento químico dentro de un automatismo aferrado a lo idéntico, en cuanto identidad de percepción, pudiéndose llegar finalmente a un triunfo de la función desobjetalizante que lleve a la descarga y a la muerte de la pulsión. Este desenlace será la consecuencia del triunfo de la defensa interpulsional desde la pulsión de muerte hacia Eros. (Freud, 1924)

Respecto al resistir es nuestra endurance[7] lo que nos posibilita intervenir más allá de las afirmaciones de nuestro paciente. 

Creo fundamental nuestra implicancia en la apertura del circuito co-alucinatrio que ya evidencia desde nuestro paciente un movimiento pulsional en búsqueda objetalizante y somos nosotros quienes sostenemos al objeto otro sujeto y su pulsión[8]  Por eso cuando se plantean la eficacia de las identificaciones laterales, pensé que en mi experiencia con estos pacientes, partiendo del médico clínico, la amiga quimio es otra identificación lateral. Es decir en nuestro espacio terapéutico estas transferencias laterales incluyen la terceridad necesaria y son ya parte de una escena en la que intervenimos. 

Segunda intervención esta vez a referida a una experiencia vivida en “carne propia”.

Hace mucho tiempo ante los actos quirúrgicos de mis pacientes diferencié el enunciado “me operan” dicho en sesión desde una posición pasiva, muchas veces dentro de un contexto de objeto quejoso y sufriente, de la enunciación “me opero” como un movimiento activo en búsqueda de una respuesta a lo que su cuerpo propio necesitaba y pedía. Este circuito mensajero tiene su complejidad   ya que se torna necesario que mi paciente pueda recibir de su cuerpo, habitualmente intermediado por su médico clínico un mensaje suficientemente doloroso o preocupante que le posibilite pedir una ayuda. A esto es lo que enuncio función passeur del clínico, un objeto de transición o de pasaje entre dos espacios el somático y el corporal.

¿A que cuerpo nos estamos refiriendo? Cristophe Dejours enuncia la posibilidad de acceder a una subversión libidinal que posibilita que el cuerpo biológico (soma) acceda a ser el cuerpo erótico de alguien. Lo denomina segundo cuerpo y es donde habitan los afectos, el circuito pulsional que ya enunciamos, la sexualidad infantil y los restos del tipo de apego al negativo del objeto que fue necesario para sobrevivir. Pienso que nuestra posición implicativa y disponibilidad sin concesiones junto a la posición del clínico es parte de esta subversión libidinal. La apertura del circuito co alucinatorio que hemos definido y desde el cual intervenimos, no podría tener lugar de otro modo.

Como segundo ejemplo voy a tratar de esbozar una situación personal. Se trata de una experiencia recientemente vivida “en carne propia” con mi clínico y el acceso a “mi amigo cirujano Dr. Héctor Machain”.

Hace varios años, mi clínico me diagnosticó un problema valvular cardiaco. Diagnostico surgido por un signo clínico (un soplo) y luego ratificado por estudios específicos. Yo no tenía ningún registro somático y sostuvimos un acuerdo de controlar su evolución anualmente. La lesión valvular iba progresando, aunque de un modo asintomático. Sin embargo yo sabía que el camino final sería la cirugía. ¿Presencia de un sector clivado para mí?

A partir de un tema articular recibo una medicación que descompensa mi equilibrio y me encuentro con una falta de aire que evidencia una insuficiencia cardiaca. Registro subjetivo de malestar que me llevó a una internación en la cual se comprueba que no tengo ninguna lesión arterial pero queda como único elemento la válvula y su agravamiento. Mi primera reacción fue negar el registro del pasaje por el soma mensajero pensando en sostener mi actividad y encarar la cirugía al regreso de mi próximo viaje.

La escucha de mi clínico, no concesiva, continente, “con memoria”, y manteniendo su registro de lo somático, generó que me llamara a los dos días proponiéndome ver a un cardiólogo, con la hora ya tomada. Su tono me llevó a no cuestionarlo. Posición esta que me posibilitó el apropiarme de lo aun clivado. Cuando veo al cardiólogo, me comenta en un clima de diálogo que lo conveniente es ir a cirugía. En ese momento pude aceptar la indicación, pero era muy difícil acceder a una cirugía tan compleja sin ningún síntoma. Yo no tenía aún ningún registro somatocorporal que me permita pedirle algo a algún amigo cirujano. Era simplemente aceptar la lectura del clínico que determinaba que ya era momento de encarar la cirugía. No cuestione esa indicación y pacte un horario para conocer al cirujano que me indicaba mi clínico.  

De inicio, me encuentro con una persona cirujano, es decir “alguien” totalmente disponible a sostener el tiempo necesario para dialogar y sentirme entendido. Pude así aceptar las ventajas respecto a que el cambio de válvula sea en este momento.  

Ese encuentro que tuve con la persona cirujano era exactamente el modelo que en lo conceptual venía sosteniendo con mis pacientes. Pude incluso, debido a que él conocía cual era mi actividad profesional (a partir de su relación con mi clínico), explicitarle lo importante de esa entrevista respecto al concepto de “mi amigo cirujano” e incluso la diferencia entre soma y cuerpo. Cuerpo ya propio desde el cual poder pedir algo. 

El Dr. Machain tiene un equipo con una coherencia notable respecto al trato con el paciente y en carne propia pude comprobar que el equilibrio inmunitario psicosomático era parte importante en esta evolución. Mi experiencia fue que me encontré ante una cirugía compleja, pero permanentemente acompañado por “mi amigo cirujano”.

Creo que el nivel de cicatrización y evolución está organizado por un equilibrio inmunitario al cual ya me refería en las situaciones transferenciales cuando mi paciente se apropia de su cuerpo intermediado por su clínico y accediendo al “amigo cirujano”.  


[1] www.eduardogrinspon.com

Artículos antecedentes:

 1988 “Somatosis y empecinamiento químico”

2016 “Del cuerpo familiar incestual a la singularidad subjetiva. Pasajes por el acto y por el soma como tránsito a la reapropiación del núcleo identitario singular 

  

[3] R Roussillon

[4] E Grinspon a partir de R Roussillon.

[5] Homologo a otros miembros de su familia que hemos enunciado tumores intra familiares.

[6] E Grinspon,”El concepto de lo alucinatorio su aplicación en nuestra especificidad de TPFP ““Posición impicativa de la persona del analista en momentos tóxicos intrsesión. Lo alucinatorio en sesion”

[7] E Grinspon “Posición preonírica del analista en sesión. Endurance necesaria del analista……”

[8] R Roussillon,

Porque vos…! Un modo posible de sostener la coexistencia paradojal de varias realidades..  

                                                                                          Eduardo A Grinspon

Ante la presencia creciente en la clínica actual de sistemas defensivos frente a traumas narcisistas primarios y en nuestro intento de desplegar la especificidad clínico conceptual en la terapia psicoanalítica en pareja y familia (TPPF) , nos encontramos con problemáticas habitualmente pensadas desde el psicoanálisis individual,las que por  constituir un tipo particular de alianza defensiva y su equilibrio interdefensivopatógeno, al vacilar este, llegan a la consulta posible, accediendo a una terapia de pareja o familia. Cuando mencionamos un equilibrio interdefensivo, nos referimos a la articulación de distintas economías singulares y sus corrientes defensivas, dentro de una economía pulsional vincular[3] dada en pareja y familia. Este equilibrio por ser pluripsiquico y plurinarcisita es dinámico y en permanente re- adecuación. Intentaremos pensar nuestra posición clínica frente al estancamiento del proceso analítico de las parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista identitario[4]. Este último refiere tanto a las fallas en la constitución de un narcisismo trófico, como a sus consecuencias en el núcleo identitario posible.

Esta especificidad clínica implica no perder de vista que como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” ante estrategias de sobrevida psíquica, las que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto, y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria, a la que enunciamos, “su apellido otro”. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.  

Pensar en este tipo de estrategia de sobrevida psíquica (imperiosidad, alivio y calma), con una lógica diferente a aquella de la vida psíquica (objetalizacion necesaria, experiencia de satisfacción, acceso al principio de placer), nos permitió dar matices al concepto de perversión narcisista y acercarnos a la solución perversiva narcisista y sus derivaciones patógenas dentro del “siempre presente” espacio relacional. Esto nos posibilitó dar sentido y figurabilidad a las escenas en las que se articula tanto el sufrimiento que el agente perversivo narcisista inflige de un modo compulsivo a un “otro no otro”, quien posicionado tanto como víctima o cómplice, es agente de una solución sacrificial auto-abusiva antinarcisista[5], como al sufrimiento “desesperanzado-desesperado” que subyace en el agente perversivo.

Este neoconcepto de solución perversiva narcisista surge a partir de la articulación del concepto de “solución narcisista” en el que R Roussillon refiere al “esfuerzo y posibilidad del psiquismo, de ligar las experiencias de dolor que retornan compulsivamente evitando el encuentro con la necesidad” del objeto, con el de perversión narcisista de PC Racamier, quien la enuncia como “la manera organizada de defenderse de todo dolor y contradicción interna expulsándolos en otro”. También R Roussillon, enuncia la posibilidad de pervertir las funciones de autoconservación, para asegurarse la descarga de lo que no pudo integrarse y significarse en su tránsito a “ser significativo para alguien”, en la propia economía pulsional. Este espectro clínico nos enfrenta con la necesidad de definir:

  • ¿a qué nos referimos el enunciar la dimensión de las experiencias de dolor? ¿refiere a una dimensión cuantitativa en su camino a ser el sufrimiento de alguien, en su dimensión cualitativa?
  • ¿a qué tipo de retorno referimos lo compulsivo?, ¿al retorno de “lo clivado en” la subjetividad familiar, o a “lo clivado de” la subjetividad de algún hijo, lo que nos conecta con la posibilidad del retorno de “lo aun no subjetivado”? Una referencia a la compulsión a la subjetivación[6] que “no cesa en su insistencia” e implica un tipo de retorno  sosteniendo como lo plantea R Roussillon un cuarto vasallaje del yo , esta vez  ampliado a su dimensión de Yo familiar.
  • Al enunciar la “necesidad del objeto,” tenemos que precisar ¿necesidad de quién? ¿de un Yo? ¿de qué tipo de yo? ¿del Yo sujeto de la pulsión o del yo objeto del investimiento pulsional?
  • Y al referir a objeto ¿objeto de la pulsión en su dimensión intercambiable, u objeto para el yo en su dimensión narcisista?
  • ¿A qué movimiento de descarga y a qué tipo de contradicción interna nos referimos?, ¿necesidad de descargar ¿de quién? y ¿en quién? ¿deja este movimiento expulsivo un resto? ¿un resto para quién?
  •  La autoconservación habla de un egoísmo necesario para el sujeto, ¿de qué sujeto hablamos? ¿está constituido el sujeto para poder referir a él?

Frente a los interrogantes enunciados, se nos impone la diferencia de pensarlos dentro de una economía pulsional singular, o incluir el matiz dado en la economía pulsional vincular de las parejas y familias a las que nos dedicamos. Esta especificidad nos posibilitó conceptualizar el hecho que en las parejas en las que prima un pacto narcisista dado por la articulación de soluciones narcisistas, la marca de una carencia narcisista producto de una falla grave en la presencia del objeto y la terceridad necesaria, se pueda transformar en un “entre deux”, en una herida narcisista, sostenida en la escena actual de un modo atemporal y producida por un agente responsable y “siempre” deudor ahora presente,  

Esta solución “a deux” posibilita salir del dolor “en desesperanza”[7], sin un origen, sin fin, atemporal e innombrable. Nos encontramos subjetiva y transferencialmente implicados, en un circuito trans-subjetivo sostenedor de un apego al negativo del objeto[8], dentro del cual, a partir del “sufrimiento que hoy padezco y “vos me lo provocas” “mi dolor”, último testimonio presubjetivo de las fallas en la presencia del objeto en la constitución del yo sujeto, es sostenido y adquiere en lo actual la dimensión cualitativa de sufrimiento “de alguien” como un organizador posible de la escena vivida. 

A partir de una transformación pasiva activa “a deux” en su estado exitoso y dentro de un tipo de vínculo en el que al operar el “apego al negativo del objeto”[9]el aferramiento al dolor es un organizador y priman la deuda, la queja y el reproche; un Yo puede activamente, reclamar desde una posición de “agente acreedor con su razón”  a un agente “siempre” deudor, el sufrimiento dado a partir de las consecuencias de algo sucedido en una atemporalidad innegociable sostenida por “siempre vos….”en una referencia al “habría o hubiera”. A su vez el agente “siempre” deudor, de un modo desesperado necesita demostrar a “su supuesto otro no otro”, que “yo no soy ese que vos afirmas que soy”.

Queda velada en esta descripción la desesperanza transformada en desesperación y las consecuencias patógenas dadas por las afirmaciones provocantes-convocantes sostenidas por el agente perversivo acreedor.

 Una secuencia posible pensada dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica,

Aclaremos el concepto de “intersubjetividad transferencial”. Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de  transferencia al de subjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[10] que constituimos y en la que se da la posibilidad de la penetración actuada  del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Secuencia posible dada en estos equilibrios interdefensivos, 

 Dolor, una dimensión cuantitativa en búsqueda de la objetalizacion necesaria,

“en desesperanza”, un tipo de desvitalizacion representante de la hemorragia libidinal equivalente a lo agónico,

alerta que lleva a la desesperación, dimensión humana que enuncia la,

  Recuperación pre subjetiva de la condición de posibilidad,

 Ante esto, nos encontramos implicados frente a diversas opciones entre las cuales distinguimos:

A) rumiación “intrasubjetiva” y posibilidad de instalar un incorporatintra somático, o

B) apelar a una agresividad necesaria en su función objetalizante, pero degradada a un tipo de violencia con:  

Tendencia a la descarga provocante y convocante ahora de un “otro no otro”, un tipo de doble narcisista y,

respuesta de este otro acorde a su propia posibilidad, dada por su singular solución narcisista de sobrevida psíquica.

Configuración en acto y en lo actual, en un “entre dos”, de una escena entre un acreedor con “su razón entendible por humanos”, frente a “su pulsión” y al objeto “ahora presente y deudor”,  Al darse esta escena en sesión el registro de presente y deudor implica a una  terceridad demandada  e impotente, por ejemplo “un padre pintado” presente físicamente y ausente en su función tercera, sostenido en latencia en el malestar del analista, pero ¡este registro ya es un resto dentro de nuestra intersubjetividad transferencial! Queda planteada la necesidad de dar matices a la dimensión del malestar intra sesión y sus derivaciones, diferente al dolor como organizador de las escenas habituales, así como a la posición del testigo en su tránsito hacia el testimonio.

En esta secuencia de escenas se recupera de un modo aun pervertido y patógeno, la posibilidad identitaria en su referencia a un otro necesario y a una negatividad singular, dada por las consecuencias del negativo del objeto.

¿Pero negativo de qué objeto y objeto para quién?

Es necesario definir qué tipo de negatividad[11] y sus destinos, opera en cada uno de  los miembros de la pareja, quienes como estrategia de sobrevida psíquica  y una salida posible del dolor, una dimensión cuantitativa sostenida en desesperanza, mantienen en una articulación patógena, una escena atemporal y vigente en la cual a partir de sus posibilidades narcisistas de autoconservación, un yo “sujeto” es sostenido por alguien en una escena atemporal en la que:  “yo puedo reclamar con razón lo que “vos”, o un otro, me debe en una dimensión humana y actual”, es decir en una lógica entendida por humanos y sosteniendo una razón válida frente a la presencia del “analista en persona”. Estas relaciones de pareja habitualmente están centradas en poder pedir desde el reproche, aquello que el “otro no puede dar quedando yo “ligado” o “aferrado” desde mi sufrimiento y siendo mi dolor el testimonio de tu falla o ausencia” (P Denis solución algógena). Son pacientes que al no poder procesar el conflicto de un modo intrapsíquico e inter-instancias, necesitan que éste se juegue permanentemente en una “trans-subjetividad”, tendiendo al acto desubjetivante, predominancia de la descarga en la tendencia entrópica de la pulsión.  Si la pulsión es exigencia del trabajo impuesto a lo psíquico a partir de su articulación con lo somático, pensamos que cuando referimos una negatividad a la presencia fallida del objeto primario, estamos refiriendo a la sumatoria de experiencias de un yo en su momento de constitución, frente a su pulsión y en presencia del objeto en “su singular condición de posibilidad”. Es decir es la resultante de los diversos movimientos pulsionales de cada ser vivo en búsqueda del objeto posible, lo que va a dar como resultado su solución narcisista y  las marcas que quedan en el yo sujeto, a partir de las fallas en la función narcisista del objeto para ese yo en constitución.

Esta clínica nos invita a  profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista. Nos enfrentamos con el núcleo de las defensas narcisistas frente a traumas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[12] para transformar “dentro del medio en el que convive”, sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal y referidas a un agente actual, o en nuestra propuesta, “a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación historizante del sufrimiento padecido y a ser sujeto del propio dolor. Apelando a una metáfora a partir de las heridas dadas en la bio-lógica,  el necesario tejido cicatrizal, evidencia un mecanismo de defensa y auto conservación singular, que pone “hoy de un modo trófico, recursos actuales para cicatrizar”. La marca de la herida sigue vigente y si “uno la busca la encuentra”, pero ya no duele, es una demanda prescripta. ¿Podemos pensar nuestra función implicativa como analistas, la de facilitar o posibilitar, la acción trófica de este tejido cicatrizal[13].

En sesión se despliegan escenas en las que discutiendo la realidad, que nosotros no conocemos, se da un mutuo aferramiento contestatario, una coraza de co-excitación fusional, sostenedora de la posibilidad paradojal de la co existencia de varias realidades, haciendo posible que lo sucedido y padecido quizás no haya sido así. En un clima de acusaciones y defensas posibles, se abre “frente a nosotros” la dimensión de la culpabilidad, pero sostenida por agentes culpables de “algo sucedido y comprobable”.

La preeminencia de esta solución “a deux”, su necesario retornar de un modo circular a sus personajes en posiciones fijas y sin salida, atrapados en una vigencia “a veces mortífera”, en acto de lo actual y la no memoria del proceso recorrido, genera en nosotros un malestar que referimos a un registro del estancamiento o “impasse” del proceso terapéutico, al que por su no acceso al pasado lo enunciamos “impassé[14]. Pensamos que aquello que en lo manifiesto,  se presenta como  una problemática grave y sin salida, en su base, sostiene un equilibrio interdefensivo o una solución narcisista “a deux”[15] en su estado “exitoso fracasado”.

A partir del modo en el que D Maldavsky desarrolla los estados de las defensas y aplicándolo a la especificidad dada en familia y pareja,  podemos suponer que en la formación de estas familias, en algún  momento en la pareja parental se dio una alianza y un equilibrio interdefensivo que en su estado  exitoso,  sostenía la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”. Esto se daba dentro de la articulación exitosa de diferentes desmentidas: de la autonomía narcisista, de la diferenciade sexo, de generaciones, de vivo-muerto, y de la interdicción ante la intercambiabilidad de seres. El estado exitoso lograba rechazar algo fuera del yo “familiar” y al mismo tiempo mantenía la continuidad narcisista identitaria parental.

 En su estado exitoso no hay motivo de consulta, pero ante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras y esta es la opción que estamos planteando.


[1] Publicado en Actualidad psicológica  2015,

[2] A partir de una posición en la que es “la clínica la que interroga la teoría”, este desarrollo expresa un dialogo clínico teórico entre mi experiencia clínica en Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja con patologías narcisistas y el modo en que R Roussillon  describe el sufrimiento narcisista identitario y sus posibilidades en el proceso psicoanalítico.

[3] D. Maldavsky,

[4] R. Roussillon,

[5] F Pasche,

[6] R Roussillon,

[7] R Roussillon, «en desespoir” que refiere a la dimension de la agonía.

[8] R Roussillon D Anzieu,

[9] R Roussillon, D Anzieu,

[10] E Granjon,

[11] A Partir de R Kaes, Transformación posible de la negatividad radical(lo real, inaccesible) en una negatividad relativa, y posible a partir de la situación analizante en la cual se da el retorno de lo aun no subjetivado en busca del trabajo de subjetivación.

[12] R Roussillon; Compulsión a la re-peticion y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,

[13] Diferenciamos la dimensión cuantitativa del dolor, de la dimensión cualitativa del sufrimiento de alguien para alguien.

[14] P Denis,

[15] E Grinspon a partir de R Roussillon,