Autor: hc000061 (Página 1 de 7)

Intervenciones desde nuestra intersubjetividad transferencial frente a procesos en los que se nos presenta una manifestación somática.                                                                              

                                                                    Eduardo A Grinspon[1] .

Co construcción de “Mi amiga quimio” y “Mi amigo cirujano”.

En esta oportunidad como ejemplo clínico de esta segunda intervención apelare a una experiencia personal vivida “en carne propia” con el Dr Hector Machain.

Este desarrollo intenta conceptualizar nuestra posición, intervenciones y su eficacia en procesos terapéuticos (habitualmente primando sufrimientos narcisistas de sobrevida psíquica) en los que se nos presentan pasajes por el soma[2] mensajeros[3] dentro de nuestra intersubjetividad   transferencial. ¿Qué factores inciden para   que en ciertos vínculos transferenciales nuestras intervenciones, buscando el re- investimiento erotico del cuerpo de nuestro paciente puedan ser eficaces?

Voy a   partir de dos intervenciones que sostengo hace varios años con buenos resultados clínicos e intentaré articular conceptos que subyaces en mi posición clínica 

Una de ellas la de “mi amiga quimio”, se inicia cuando un proceso canceroso, se hace presente dentro de nuestro espacio terapéutico. Un cáncer importante de pulmón ya con metástasis. Surgía un primer cuestionamiento acerca de la causa por la que   hasta ese momento no había surgido ningún registro. Esta duda es lo que luego al conectarme con la escuela de psicosomática de París, pudimos pensar que es un estado previo en el que primando un estado operatorio no hay signos subjetivables. Momento en el que un sector del cuerpo de nuestro paciente resta clivado, anónimo y huérfano. ¿Qué destino o retorno tendrá este resto clivado de la subjetividad de nuestro paciente?

Nos conectamos con el segundo tiempo del trabajo de somatización que enuncia Claude Samadja que es la solución somática “de alguien”. Jerarquizo el término solución, a la que incluyo dentro de otras soluciones narcisistas de sobrevida psíquica[4]. La aparición en “mi paciente” de este cáncer, si bien había una historia muy compleja con mucho sufrimiento histórico, me asombró, pero sobre todo me impactó que mi paciente rápidamente comenzó a mencionar los efectos devastadores de la quimioterapia, mencionando detalladamente el sufrimiento que generaba las sesiones de quimio y el efecto de quedar pelada. En sesión desde mi registro subjetivo transferencial me encontré con un malestar frente a esta afirmación. Mi paciente quizás continuando con su estado operatorio estaba   desmintiendo el mensaje de su soma en búsqueda del cuerpo de alguien.

Intervine planteando que “ella no podía convivir con el cáncer, o ella mata al cáncer o el cáncer la mata a ella”. Pensando en el tipo de anclaje vital posible en pacientes con soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, sabemos que hubo una falla en el núcleo masoquico primario con la consecuente falla en el masoquismo guardián de la vida (B Rossemberg). Decidí junto a la enunciación de cáncer y matar, seguir enunciando que era “la amiga quimio quien nos podía ayudar a matar el cáncer   para seguir viviendo”. Esta afirmación se basaba en los logros subjetivos ya patrimoniados en nuestro proceso por mi paciente. 

Me ofrecí para acompañar en la primera sesión de quimio, estar presente e incluso darle la mano para sostener la recepción de la amiga quimio. El proceso se desarrolló favorablemente y mi paciente siguió viviendo.  

 Lo que me interesa es el registro en la intersubjetividad transferencial, el a deux que formamos mi paciente y yo para que ella me transmita un registro desafectivizado de un pasaje por su soma, y rápidamente me muestra un nivel de desmentida como si la palabra cáncer se hace intolerable. Yo creo que desde nuestro vinculo transferencial   pude acercarme al concepto   que era imposible vivir en la coexistencia con el cáncer[5], “mato al cáncer o el cáncer me mata a mí”. En esta ecuación pude encontrar estos investimientos laterales necesarios en lo psicosomático que fue apelar a la amiga quimio junto al amigo médico.,   

¿Qué me llevó a incluir el significante amigo con la quimio, incluso sostenerla de cuerpo presente en las primeras experiencias de quimio? Se tornó una intervención casi habitual en mis pacientes con cáncer. Pero llegó la hora de pensar cómo surgen estas intervenciones, partiendo de algo ya planteado en la escuela psicosomática de París, que en estos pacientes habita un núcleo masoquico primario fallido concomitante con fallas en su núcleo erógeno primario.

Es decir son personas que como pudieron han sobrevivido a   las fallas en las inscripciones corporales de experiencias primarias objetalmente necesarias para la constitución de su narcisismo, (un objeto necesario para la constitución del yo). Es Marilia Aisenstein quien enuncia una falla en el masoquismo erógeno guardián de la vida. El hecho de poder pensar en el masoquismo erógeno guardián de la vida, que es el egoísmo del sujeto para el sujeto, me reconecto con lo que enuncio como el egoísmo necesario, ese egoísmo al cual hay que apelar cuando un paciente se encuentra en estados límites de vida- muerte y se torna imprescindible su resistir para sobrevivir.

¿En qué medida nuestra posición como objeto disponible y utilizable puede relanzar sectores aun en latencia de este masoquismo erógeno guardián de la vida?

Así como “lo que en ello era en Yo debe advenir” podemos enunciar “lo que en soma era en cuerpo de alguien debe advenir” saliendo del cuerpo anónimo y huérfano.  

¿Cómo podemos pensar el cuerpo que se hace presente en sesión?

Pensamos a la organización psicosomática individual como una economía   psicosomática

Lo procesal a partir del monismo “psique soma”.

La noción de economía psicosomática y los medios variables para asegurar su regulación en los diferentes momentos de la vida, constituyen un modelo teórico – clínico que posibilita pensar los movimientos progredientes y regredientes dentro del monismo “psique soma”. César y Sara Botella integran a este último dentro de “lo procesal”, entendiendo al proceso como posibilidad transformacional de la pulsión que articula permanentemente la capacidad progrediente hacia la psico-lógica conducente hacia la representación, y la capacidad regrediente hacia lo perceptivo alucinatorio, fondo alucinatorio del psiquismo, que subyace a toda representación. Pensamos que la posibilidad de acceso a lo alucinatorio es la interfase entre la última posibilidad de recurso psíquico o de mentalización previo a precipitarse a un “más allá”, hacia el soma como espacio para lograr el pasaje por el soma mensajero hacia una solución bio-lógica. El movimiento pulsional tanto progrediente como regrediente muestra la no reversibilidad de la dirección pulsional que siempre es en el sentido “por venir”. Es este punto en el que pensamos que nuestra disponibilidad a implicarnos posibilita la apertura de circuito co alucinatorio[6] dentro de nuestra intersubjetividad transferencial. Es acá donde nuestras intervenciones adquieren su eficacia. Momento de articulación del médico clínico interlocutor del cuerpo que registra el mensaje somático y al modo del passeur (D Scarfone) opera como un objeto de transición y pasaje posibilitando salir de la preeminencia del clivaje y que los sectores clivados que persistían anónimos y huérfanos, accedan a ser parte del    cuerpo de alguien. 

Al entender la economía psicosomática dentro de este monismo cae la posibilidad de sostener el clivaje psique–soma, para pensar que la línea de clivaje se transfiere al interior del dualismo pulsional. El efecto “psico somático” es producto de la construcción o deconstrucción del juego pulsional, posibilidad singular de mantener un nivel adecuado del masoquismo erógeno guardián de la vida como nivel de resistencia primaria (Daniel Rosé). Todo esto depende de su enlace con la pulsión de autoconservación sostenedora del principio de constancia, del mantenimiento de una tensión vital opuesta a la descarga absoluta del sistema. Si se da una falla en este tipo de masoquismo y no se puede apelar a un movimiento regresivo hacia un punto de fijación adecuado, se sostiene un empecinamiento químico dentro de un automatismo aferrado a lo idéntico, en cuanto identidad de percepción, pudiéndose llegar finalmente a un triunfo de la función desobjetalizante que lleve a la descarga y a la muerte de la pulsión. Este desenlace será la consecuencia del triunfo de la defensa interpulsional desde la pulsión de muerte hacia Eros. (Freud, 1924)

Respecto al resistir es nuestra endurance[7] lo que nos posibilita intervenir más allá de las afirmaciones de nuestro paciente. 

Creo fundamental nuestra implicancia en la apertura del circuito co-alucinatrio que ya evidencia desde nuestro paciente un movimiento pulsional en búsqueda objetalizante y somos nosotros quienes sostenemos al objeto otro sujeto y su pulsión[8]  Por eso cuando se plantean la eficacia de las identificaciones laterales, pensé que en mi experiencia con estos pacientes, partiendo del médico clínico, la amiga quimio es otra identificación lateral. Es decir en nuestro espacio terapéutico estas transferencias laterales incluyen la terceridad necesaria y son ya parte de una escena en la que intervenimos. 

Segunda intervención esta vez a referida a una experiencia vivida en “carne propia”.

Hace mucho tiempo ante los actos quirúrgicos de mis pacientes diferencié el enunciado “me operan” dicho en sesión desde una posición pasiva, muchas veces dentro de un contexto de objeto quejoso y sufriente, de la enunciación “me opero” como un movimiento activo en búsqueda de una respuesta a lo que su cuerpo propio necesitaba y pedía. Este circuito mensajero tiene su complejidad   ya que se torna necesario que mi paciente pueda recibir de su cuerpo, habitualmente intermediado por su médico clínico un mensaje suficientemente doloroso o preocupante que le posibilite pedir una ayuda. A esto es lo que enuncio función passeur del clínico, un objeto de transición o de pasaje entre dos espacios el somático y el corporal.

¿A que cuerpo nos estamos refiriendo? Cristophe Dejours enuncia la posibilidad de acceder a una subversión libidinal que posibilita que el cuerpo biológico (soma) acceda a ser el cuerpo erótico de alguien. Lo denomina segundo cuerpo y es donde habitan los afectos, el circuito pulsional que ya enunciamos, la sexualidad infantil y los restos del tipo de apego al negativo del objeto que fue necesario para sobrevivir. Pienso que nuestra posición implicativa y disponibilidad sin concesiones junto a la posición del clínico es parte de esta subversión libidinal. La apertura del circuito co alucinatorio que hemos definido y desde el cual intervenimos, no podría tener lugar de otro modo.

Como segundo ejemplo voy a tratar de esbozar una situación personal. Se trata de una experiencia recientemente vivida “en carne propia” con mi clínico y el acceso a “mi amigo cirujano Dr. Héctor Machain”.

Hace varios años, mi clínico me diagnosticó un problema valvular cardiaco. Diagnostico surgido por un signo clínico (un soplo) y luego ratificado por estudios específicos. Yo no tenía ningún registro somático y sostuvimos un acuerdo de controlar su evolución anualmente. La lesión valvular iba progresando, aunque de un modo asintomático. Sin embargo yo sabía que el camino final sería la cirugía. ¿Presencia de un sector clivado para mí?

A partir de un tema articular recibo una medicación que descompensa mi equilibrio y me encuentro con una falta de aire que evidencia una insuficiencia cardiaca. Registro subjetivo de malestar que me llevó a una internación en la cual se comprueba que no tengo ninguna lesión arterial pero queda como único elemento la válvula y su agravamiento. Mi primera reacción fue negar el registro del pasaje por el soma mensajero pensando en sostener mi actividad y encarar la cirugía al regreso de mi próximo viaje.

La escucha de mi clínico, no concesiva, continente, “con memoria”, y manteniendo su registro de lo somático, generó que me llamara a los dos días proponiéndome ver a un cardiólogo, con la hora ya tomada. Su tono me llevó a no cuestionarlo. Posición esta que me posibilitó el apropiarme de lo aun clivado. Cuando veo al cardiólogo, me comenta en un clima de diálogo que lo conveniente es ir a cirugía. En ese momento pude aceptar la indicación, pero era muy difícil acceder a una cirugía tan compleja sin ningún síntoma. Yo no tenía aún ningún registro somatocorporal que me permita pedirle algo a algún amigo cirujano. Era simplemente aceptar la lectura del clínico que determinaba que ya era momento de encarar la cirugía. No cuestione esa indicación y pacte un horario para conocer al cirujano que me indicaba mi clínico.  

De inicio, me encuentro con una persona cirujano, es decir “alguien” totalmente disponible a sostener el tiempo necesario para dialogar y sentirme entendido. Pude así aceptar las ventajas respecto a que el cambio de válvula sea en este momento.  

Ese encuentro que tuve con la persona cirujano era exactamente el modelo que en lo conceptual venía sosteniendo con mis pacientes. Pude incluso, debido a que él conocía cual era mi actividad profesional (a partir de su relación con mi clínico), explicitarle lo importante de esa entrevista respecto al concepto de “mi amigo cirujano” e incluso la diferencia entre soma y cuerpo. Cuerpo ya propio desde el cual poder pedir algo. 

El Dr. Machain tiene un equipo con una coherencia notable respecto al trato con el paciente y en carne propia pude comprobar que el equilibrio inmunitario psicosomático era parte importante en esta evolución. Mi experiencia fue que me encontré ante una cirugía compleja, pero permanentemente acompañado por “mi amigo cirujano”.

Creo que el nivel de cicatrización y evolución está organizado por un equilibrio inmunitario al cual ya me refería en las situaciones transferenciales cuando mi paciente se apropia de su cuerpo intermediado por su clínico y accediendo al “amigo cirujano”.  


[1] www.eduardogrinspon.com

Artículos antecedentes:

 1988 “Somatosis y empecinamiento químico”

2016 “Del cuerpo familiar incestual a la singularidad subjetiva. Pasajes por el acto y por el soma como tránsito a la reapropiación del núcleo identitario singular 

  

[3] R Roussillon

[4] E Grinspon a partir de R Roussillon.

[5] Homologo a otros miembros de su familia que hemos enunciado tumores intra familiares.

[6] E Grinspon,”El concepto de lo alucinatorio su aplicación en nuestra especificidad de TPFP ““Posición impicativa de la persona del analista en momentos tóxicos intrsesión. Lo alucinatorio en sesion”

[7] E Grinspon “Posición preonírica del analista en sesión. Endurance necesaria del analista……”

[8] R Roussillon,

¿Culpabilidad, terceridad, vergüenza?

En este universo de agentes patógenos, y sufrientes con sus matices singulares, ¿Cómo pensar la dimensión de la culpabilidad y luego de la vergüenza? Dimensiones a las que nos vamos a referir solo desde nuestro espacio implicativo subjetivo transferencial.

Cuando pensamos la particularidad de la función narcisista e identitaria del objeto primario[1] en las soluciones narcisistas, referimos a todos los contactos y modo “posibles” de presencia del objeto primario y de la terceridad necesaria. Ante el comentario de R Roussillon acerca de que “el niño se identifica con las representaciones que le son re enviadas por su medio primario, que funciona como un espejo de el mismo con el cual va a  tener que construir su economía narcisista y su yo”, nosotros agregamos que esta es la posibilidad con la que se comienza a acceder a las soluciones narcisistas de sobrevida psíquica posibles. Constituyéndose, por ejemplo en un primer momento el “yo culpable”,

 En la articulación de soluciones narcisistas al recuperarse la dimensión humana de la culpabilidad, podemos imaginar que en estos agentes patógenos, se dio en un primer momento una posición de; Yo soy culpable y deudor de lo que “el otro no puede”, es decir, me dispongo dentro de mi solución a ser “causa del límite del otro”. “Limite que es detectado desde mi sufrimiento y me abre a su vez la posibilidad de encontrar mi solución posible”. Esta posición de “yo culpable” vigente en las escenas que nos implican, es una posibilidad de recuperar la culpabilidad necesaria, muchas veces ausente en los movimientos perversivos de su medio parental. A éste lo pensamos de un modo innegociable, como la articulación de funciones fallidas en su función estructurante y nos corremos de la posibilidad de  sostener desde nuestra posición, la posibilidad de “hijos Únicos de genitor único”[2]

Luego en una situación posterior y quizás más grave por sus consecuencias, o quizás por la intensidad de su pedido, se llega a  “yo soy el mal”[3].

Frente a la hostilidad primaria, en lugar de fundarse un sentimiento  identitario a partir de  “yo soy el seno”, se da un tipo de culpabilidad primaria que termina  constituyendo un núcleo identitario de “yo soy el mal”. La destructividad clásicamente observada en los cuadros de patologías del narcisismo, debe ser relacionada  con esta posición existencial de base a partir de la cual el sujeto se construye, o podemos enunciar que su posición de sujeto fue co-construida.  En diversas situaciones de su vida relacional, el hoy agente de una solución narcisista, retorna desde “su” interior, aun movimiento que enunciamos  “más bien culpable- pues sujeto activo, que ser impotente- sujeto pasivo”.Estos momentos de retorno expresan los primeros proceso por los cuales el sujeto confrontado a una decepción narcisisista traumática, intentó asimilarse y en su solución posible, subjetivar la sombra del objeto narcisista que ha sido incorporada.

También R Roussillon agrega a partir de “matan a un niño” ,formación sin duda central en la melancolía, se lo mata haciéndolo sentir el origen del mal, sentirse intrínsecamente malo. Se mata a un niño no ofreciéndole un contrato narcisista en base viable, aceptable en un mundo organizado bajo la primacía del principio placer. El chico así matado, matado activamente o por el no investimento de su vitalidad, rechazado fuera del mundo puede intentar vengarse matando.

Desde nuestra posición implicativa, es nuestro malestar “al no ser banalizado sosteniendo lo explicativo”, lo que da lugar al retorno de lo “incorporado no aun subjetivado”. Retorno que al ser pensado dentro de la re-petición posible, lo pensamos en busca de la objetalizacion necesaria para acceder a la singularidad subjetiva y al trabajo de subjetivación historizante. Condición ineludible, si estamos en la clínica del sujeto perdido, o ausente, o aun no constituido.

Cuando planteo en sesión, que una legalidad en familia es,  “un cuerpo no se toca, el oído no se viola y el respeto y la dignidad no se negocia[4]” junto a la necesidad de compartir el dolor en presencia de una terceridad, sostengo una legalidad que no refiere a las interdicciones edípicas, sino  aquella que al fallar, nos ubica fuera de la condición humana. Una ley fundamental que refiere a la conciencia de pertenecer a la comunidad de humanos y que hace que  se pueda reconocer en el otro, un desconocido o diferente, pero siempre un semejante. 

 Estos estados traumáticos producen un impasse subjetivo, provocan un desespoir existencial, una vergüenza de ser que amenazan la existencia misma de la subjetividad, dentro de una culpabilidad primaria que es lo que le posibilita tornar subjetivamente coherente un guión respecto del tipo de sufrimiento (desamor) producto del desencuentro primario.


[1]habitualmente referida a la función espejo de la mirada de la madre, 

[2] E Grinspon.

[3]R Roussillon

[4]Refiero a la propia dignidad y el  respeto por uno mismo y por  el otro.  .

Vínculos adictivos a los que enunciamos dentro de la “patología del objeto único”.

En varios procesos estancados con parejas en las que subyace un pacto narcisista de “inseparabilidad”[1], se impone paulatinamente la degradación de la función tercera, en un acuerdo respecto a la impunidad y banalización de las consecuencias de la violencia, expresada en el plano verbal por insultos, paulatina “negociación de la propia dignidad y el respeto por el otro”, llegando incluso a la violencia física. Nuestro malestar frente al estancamiento, nos enfrenta con el concepto, (ya enunciado en la melancolía), de “la incapacidad del sujeto a desplazar su investimiento sobre otro objeto”, es decir con el problema del carácter patógeno de la dimensión irremplazable del objeto transformado en “único”, pero ¿cómo conceptualizar de un modo no explicativo, nuestro malestar coincidente con esta descripción, al referirlo a un pacto dado “entre dos o más de dos, configurando un vínculo adictivo a partir de sus singulares soluciones narcisistas? ¿De qué sujeto hablamos?

Al pensarlo dentro de una economía pulsional vincular, nos enfrentamos con la necesidad de re-definir la cuestión de la especificidad del “objeto otro sujeto” y sus consecuencias, y no solamente referirlo al hecho que la libido tenga una dificultad de abandonar una posición establecida. Al intentar pensar la especificidad del objeto, nos acercamos en primer lugar a la precocidad del vínculo con el objeto en la constitución del yo sujeto, y al hecho que las particularidades singulares del objeto otro sujeto, fue “la puerta abierta”[2] a las marcas o huellas del impacto del objeto sobre la pulsión en el yo sujeto. A la pareja fuente/objeto se agrega ahora, la pareja pulsión introyectada en el seno del yo / receptividad del objeto al aspecto pulsional del sujeto y sus consecuencias[3]. Ampliando la referencia hecha en la melancolía a las patologías narcisistas identitarias, pensamos que el carácter singular de la consecuencia o efecto de la “pérdida”, está dado por el carácter narcisista del objeto, por lo cual la perdida al ser narcisista, es la perdida de una parte del sí mismo (Soi) y está ligada a la huellas de la sobrevida psíquica lograda, a partir de la decepción provocada por la respuesta del objeto.

A partir de lo planteado, no podemos seguir enunciando de un modo generalizante “las consecuencias del objeto perdido”, sino que a partir de la articulación narcisismo, yo sujeto, presencia necesaria del objeto, pensamos que la dimensión a la que referimos está ligada al modo decepcionante, fallido[4] de presencia del objeto. No referimos a una escena única, sino a la multiplicidad de escenas dadas tanto, en “la constitución del yo sujeto”, como a la de “su objeto posible” en su dimensión narcisista. A esta faceta referimos la dimensión singular de las soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, es decir al modo que cada ser vivo pudo sobrevivir psíquicamente. Un efecto traumático dado sobre la regulación narcisista identitaria del sujeto. 

Las consecuencias de las vicisitudes del objeto en su dimensión narcisista, es que este porta una parte del yo y esto hace que su duelo o equivalente se torne imposible, ya que no es respecto a “una pérdida” sino a una “falla en su función necesaria”.

Es importante no perder  de vista que estamos centrados en las posibilidades narcisistas de autoconservación de cada sujeto vivo, ya que  el duelo lo hace el ser vivo para seguir viviendo. En estas situaciones clínicas  nos encontramos frente a estrategias de sobrevida psíquica en las que cada agente de estas ecuaciones vinculares, “hizo lo que pudo y no lo que quiso”. Nos alejamos de la dimensión voluntarista que inaugura un tipo de culpabilidad y terceridad que habita muchas veces en el ideal del analista, obturando la emergencia del sufrimiento en el modo posible para cada singularidad. Esta escena que está en la base de las configuraciones vinculares que estamos encarando, nos enfrenta clínicamente a la difícil pero posible salida del apego al negativo[5] del objeto a partir de la elaboración del “duelo de lo no habido”.  ¿Cuál es la posición clínica adecuada para sostener la objetalizacion necesaria?

En la constitución de un narcisismo de sobrevida psíquica, el objeto en su dimensión narcisista no ha desaparecido de la percepción, ni es perdido, como habitualmente se lo ha descripto, sino ausente y fundamentalmente fallido para alguien. Esta particularidad y sus consecuencias, evidencian su modo de disponibilidad y presencia “alguna vez habida”, frente a los encuentros y a las esperas del sujeto. No hablamos solo de su modo de presencia, sino “y sin duda” también de su deseo[6].

El objeto narcisista participa en la regulación narcisista del Soi y la marca de la decepción o falla en el uso de esta función, ataca la economía narcisista identitaria y este efecto traumático está en la base de la solución narcisista eficaz lograda. Esta característica deja al sujeto ante un tipo de desvalimiento (desamparo) y es su solución posible el modo con el que se presenta en nuestra clínica, a la que R Roussillon enuncia como “clínica del sujeto perdido” y nosotros agregamos, ¿ausentado?, o ¿aún no eficazmente constituido? Un efecto de aquello ausentado del “sí mismo” (Soi) por la sombra del objeto al que resta unido desde su negatividad.

Como analistas de parejas y familias, y buscando su especificidad, tenemos que revisitar estos conceptos que han sido descriptos dentro de una clínica “del impasse”[7]o del “sujeto clivado” o “aun no constituido[8].

El carácter enigmático de la formula “la sombra del objeto cae sobre el yo”, nos lleva en primer lugar a una reflexión, pues la sombra del objeto no es el objeto mismo, sino el doble negativo del objeto[9] necesariamente demandado[10] por un Yo en su constitución, aquel objeto otro sujeto quien por sus características singulares, en su función de objeto narcisista, ha limitado el investimiento necesario, expresión de aquello que no fue reflejado de “sujeto a sujeto”.

La decepción narcisista primaria referida al objeto, concierne a aquello que el objeto, en razón de sus características propias, no reenvía de manera adecuada: estamos refiriendo a “la sombra del objeto para el Yo de alguien”[11]

¿En qué devienen la sombra del objeto cuando esta es caída sobre el yo?

La sombra es el negativo del objeto, aquello que el objeto no reenvía al sujeto o reenvía de manera inaceptable. La incorporación del objeto viene en lugar de una verdadera introyeccion[12] que supone un acceso a la experiencia de satisfacción[13], es decir al principio de placer y una elaboración representativa suficiente. Bion y Winnicott completan este modelo señalando la necesidad delante de la cual se encuentra ubicado el joven niño[14], pero no solo el joven niño ya que es una buena definición de nuestra posición subjetiva transferencial intraproceso, que el medio maternante ¿analizante? le forje representaciones tranquilizantes ¿calmantes? de sus estados internos, es decir que sean compartidos, reconocidos, nombrados de un modo humano e inscriptos en una forma primera de lenguaje de significación. En estas estrategias de sobrevida psíquica, el sujeto, haciendo lo posible, incorpora una parte negativada del objeto, junto a la parte de él que porta “su objeto posible”, es decir se da un incorporar (un incorporat) en lugar de poder introyectar la función narcisista potencial del objeto “su objeto”.  Esto abre la posibilidad del apego a las consecuencias dadas por la negatividad de la objetalizacion necesaria[15]. Este rasgo que lo podemos referir a lo que enunciamos como un rasgo de carácter, R Roussillon lo refiere a[16]la posibilidad que se dé una modificación durable del yo que asimila aquello a lo que fue confrontado para que una respuesta se perfile[17].

¿Cómo encontramos este matiz en nuestra clínica con familias y parejas?

Este efecto del “incorporat[18] es lo que subyace en este tipo de pacto narcisista a deux o más de deux, y el consecuente clima toxico de descarga imparable, provocante y convocante de un modo desesperado de un otro no otro. Una mezcla mortífera de la necesidad de descargar, expulsar lo intolerable, junto a una necesidad de aferramiento contestatario dentro de la coexcitacion”. Este clima intersubjetivo transferencial nos implica, con el riesgo para las posibilidades tróficas de “nuestros pacientes”, que quedemos degradados subjetivamente a ser parte de lo que enunciamos como cuerpo común incestual”[19]. Estas coyunturas clínicas, en las que nuestros pacientes hacen lo que pueden, nos enfrenta con un tipo de retorno que pone en el tapete nuestra capacidad de “endurance” (resistencia) subjetivo transferencial, en la posición clínica de “objeto “destruido-co-alucinado –encontrado”[20].

Nos encontramos en sesión dentro de una escena en la que un agente acreedor con “su razón” necesita que: “alguien convalide mi sufrimiento “frente a mi pulsión y en presencia del objeto”. En esta escena “el objeto”, es tanto la referencia al agente “actual de mi sufrimiento”, como a la terceridad que habilite el tránsito de testigo del sufrimiento padecido, hasta acceder a un testimonio frente a un otro, es decir acceder a la figurabilidad y a la representación.

En estas configuraciones vinculares patógenas, nuestra posición como analistas sostiene esta función del objeto

Son problemáticas en las que el trabajo de acceso a la sublimación[21] esta distorsionado, ya que la función objetalizante, que abriría la posibilidad del investimento significativo hacia el objeto sustitutivo[22], esta obturado. También lo está el sistema de representancia de la pulsión[23], y su producción de “objetos representación” que devendrán representación de objetos.

¿Puede este tránsito, estar mediatizado por nuestra presencia implicativa, nuestro malestar y sus destinos?

Estas descripciones clínicas conducen a profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista.

Nos enfrentamos con la cuestión de las defensas narcisistas frente a traumas narcisistas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[24] para transformar “dentro del medio humano en el que convive”, sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal referido a un agente actual, o a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación del sufrimiento padecido y a una cicatrización posible. 

No olvidemos que el tejido cicatrizal, evidencia un mecanismo de auto conservación singular que pone “hoy de un modo trófico, recursos actuales para cicatrizar”. La marca de la herida sigue vigente y si “uno la busca la encuentra”, pero ya no duele, es una demanda prescripta. ¿Podemos pensar que nuestra función implicativa como analistas es la de facilitar o posibilitar, la acción trófica de este tejido cicatrizal? (Diferenciamos la dimensión cuantitativa del dolor de la dimensión cualitativa del sufrimiento de alguien para alguien)

Reflexión clínico teórico, surgida a partir de una singular intervención y luego sostenida en diversas evoluciones clínicas.

 Como ya lo hemos planteado, en este tipo de coyuntura clínica altamente patógena y con tendencia al estancamiento y la atemporalidad, nos enfrentamos con la ardua tarea de sostener o relanzar de algún modo el proceso del trabajo de subjetivación historizante de lo clivado de la subjetividad, o de lo aun no subjetivado[25].

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa.  En una de estas parejas luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré enunciando  de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. No entiendo aun, porque lo enuncié de este modo pero es notable y me asombró, el efecto trófico que ha tenido. Luego de una primer experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevo a sostener esta posición y en este momento a interrogarme por su origen “en mi”.En esta pareja al enunciar en sesión como analista en persona, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de impasse útil, sin tensión, y en el que yo me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor. De un modo personal y sin preguntar, luego de enunciar al dolor, aporté la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Fue notable para mí que al sostener una posición clínica que:

1) en lugar de explicar “desde afuera” la escena, enuncia “en un plural” ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!

2)  Registrar subjetivamente el momento en el que al ser enunciado “honrar el dolor” por “su analista en persona”, se generó una situación de silencio expectante en ambos, momento que en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, posibilitó que yo continuara hablando y acceder a la dimensión cualitativa de la vergüenza. ¿Referencia a un otro, a una mirada otra?, ¿recuperación del pudor, de la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad? Es notable que tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo sincero y no estratégico.


[1] Refiero a su condición de posibilidad,

[2] R Roussillon

[3]R Roussillon

[4]E Grinspon, Lo consideramos fallido al referirlo a su función que de algún modo opero en todo sujeto vivo, “que tenga ombligo y respire”.

[5]R Roussillon, D Anzieu,

[6]R Roussillon

[7]R Roussillon

[8] en la que como ya dijimos, se abre la cuestión de las marcas o huellas ligadas a la  “fallida función del objeto narcisista en la economía del sujeto.

[9]R Roussillon,

[10]Demandado y no pedido, retomando el concepto de demanda en términos inconscientes.

[11] E Grinspon.

[12]R Roussillon,

[13]P Denis,

[14] R Roussillon,

[15] Apego al negativo del objeto,

[16]Freud 1926,

[17]junto a Winnicott y Bion, a partir de quienes pudimos conceptualizar los interjuegos de la decepción narcisista primaria en el núcleo de la melancolía.

[18]R Roussillon

[19]o un cuerpo para dos J M Dougall,

[20] R Roussillon, C Botella,

[21]Cambio de objeto y modificación de meta, inhibición en cuanto a meta

[22]A Green

[23]R Roussillon

[24]R Roussillon; Compulsión a la re-petición y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,

[25]Diferenciamos a partir de G Bayle el clivaje estructural en el que priman la carencia narcisista y ls desestimación, de los clivajes funcionales en los que priman la herida narcisista y la desmentida.

Reflexiones en el espacio inter sesión, a partir del malestar subjetivo transferencial en el tratamiento con parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas con  preeminencia de la solución perversiva narcisista.

Ante los interrogantes enunciados, se nos impone la diferencia de pensarlos dentro de una economía pulsional singular, o incluir el matiz diferencial dado en la economía pulsional vincular de las parejas y familias a las que nos dedicamos.  Esta especificidad nos posibilitó conceptualizar el hecho que en las parejas en las que prima un pacto narcisista dado por la articulación de soluciones narcisistas de sobrevida psíquica frente al singular sufrimiento narcisista identitario, la marca de una carencia narcisista producto de una falla grave en la presencia del objeto y la terceridad necesaria, se pueda transformar en un “entre deux”, en una herida narcisista, con un agente responsable y “siempre” deudor ahora presente. Esta solución “a deux” posibilita salir del dolor “en desesperanza[1]” y su dimensión de ser innombrable, sin un origen, sin fin y atemporal. Nos encontramos subjetiva y transferencialmente implicados, en un circuito trans-subjetivo sostenedor de un apego al negativo del objeto[2], dentro del cual, a partir del “sufrimiento que hoy padezco y “vos me lo provocas”, el dolor sostenido como el último testimonio presubjetivo de las fallas en la presencia del objeto en la constitución del yo sujeto[3], adquiere la dimensión cualitativa de sufrimiento “de alguien” como un organizador posible de la escena vivida.

A partir de una transformación pasiva activa “a deux” en su estado exitoso[4]y dentro de un tipo de vínculo en el que el aferramiento al dolor es un organizador y priman la deuda, la queja y el reproche; un Yo puede activamente, reclamar desde una posición de “agente acreedor con su razón” (es decir racionalmente entendible y figurable en la dimensión humana), a un agente “siempre” deudor, el sufrimiento dado a partir de las consecuencias de algo sucedido en una atemporalidad innegociable[5]. A su vez el agente “siempre” deudor, de un modo desesperado y desesperanzado tiene que demostrar a “su supuesto otro no otro”, que yo no soy ese que vos afirmas que soy”.

Queda velada en esta descripción la desesperanza transformada en desesperación y las consecuencias patógenas dadas por las afirmaciones provocantes-convocantes sostenidas por el agente acreedor.

A partir de nuestro malestar singular, una secuencia posible  pensada dentro de la “intersubjetividad transferencial” que nos implica,

Aclaremos en primer lugar el concepto de “intersubjetividad transferencial”. Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos  enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de  transferencia al de intersubjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[6] especifico que constituimos y en el que se da la posibilidad de la penetración actuada[7]del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Secuencia posible:

Dolor, dimensión cuantitativa en búsqueda de la objetalizacion necesaria,

En desesperanza, un tipo de desvitalizacion representante de la hemorragia libidinal posible (equivalente a la agonía, R Roussillon)

Alerta que lleva a la desesperación, dimensión humana que enuncia la,

Posible recuperación pre subjetiva de la condición de posibilidad,

 Ante esto, nos encontramos implicados frente a diversas opciones entre las cuales distinguimos:

A) Rumiacion “intrasubjetiva” y posibilidad de instalar un “incorporat”  intra somático o

B) Apelar a una agresividad necesaria en su función objetalizante, pero degradada a un tipo de violencia con:  

Tendencia a la descarga provocante y convocante ahora de un “otro no otro”, un tipo de doble narcisista y,

– respuesta de este otro acorde a su propia posibilidad, dada por su singular solución narcisista de sobrevida psíquica.

Configuración en acto y en lo actual, en un “entre dos”, de una escena que puede ser puesta en acto o relatada, entre un acreedor con “su razón entendible por humanos”, frente a “su pulsión” y al objeto “ahora presente y deudor”, frente a una terceridad demandada e impotente. Por ejemplo “un padre pintado” (presente físicamente y ausente en su función tercera), sostenido en latencia a partir de nuestra presencia y malestar.   Esto ya es un resto “dentro de nuestra intrsubjetividad transferencial”. 

En las escenas producidas por esta secuencia, se recupera de un modo pervertido y patógeno, la posibilidad identitaria en su referencia a un otro necesario y a una negatividad singular, dada por las consecuencias del negativo del objeto.

¿Pero negativo de qué objeto y objeto para quién?

Son escenas en las que se da en nuestra presencia un aferramiento contestatario “a deux”, una dimensión cuantitativa de co-excitación fusional, sostenedora de la posibilidad de la co existencia de varias realidades.

En un clima de acusaciones y defensas posibles, se abre “frente a nosotros” la dimensión de la culpabilidad, pero sostenida por agentes culpables de “algo sucedido y comprobable”.


[1]En “desespoir”,

[2] R Roussillon D Anzieu,

[3]Esto nos lleva a diferenciar en nuestra posición clínica conceptual, al sujeto del propio dolor, de la posición de objeto del dolor causado por otro.

[4]A partir de la variación posible dr los estados de las defensas D Maldavsky.

[5]Dada esta por el “siempre vos…”  en una temporalidad  particular dada por el “habría o hubiera”.

[6] E Granjon,

[7] R Roussillon,

Algunos conceptos re-visitados por R Roussillon a los que he referido [1]

[1] Revue francaise de psychanalise Mars 2014 N°1

  • “A partir del momento en el que por la vía de la organización del narcisismo, es delimitado un yo sujeto en el seno de la psique,  la cuestión del objeto considerado como otro sujetova a encontrar también su lugar e importancia clínica-metapsicológica”
  • Una opción es “pensar al objeto solo a partir de la pulsión y su relación entre la fuente y el objeto para la pulsión, en esta dimensión, el objeto era intercambiable”. Pero a partir del momento en el cual el yo sujeto está constituido y  diferenciamos   un  “yo objeto de la pulsión de un yo sujeto de la vida pulsional”, la cuestión del objeto otro sujeto, tiene que ser tomado en cuenta. Nos acercamos a la concepción narcisista del objeto-.
  • Conciencia del yo y conciencia de la alteridad del objeto van a la par como toda la clínica de la primera edad lo pone en evidencia.
  • El objeto en la medida de las vicisitudes de la vida pulsional, no es más un objeto intercambiable sino que es también un objeto para el yo. A partir de que se producen los encuentros con él, los efectos que dejan su modo de presencia, su disponibilidad, o perdida[1] van a comenzar a tomar un status metapsicológico verdadero”. El psicoanálisis debe ser también una psicología social (Freud 1921).
  • También R Roussillon jerarquiza y nos invita a repensar:
  • “Es a partir del lugar que el paradigma de la melancolía toma en el análisis de las patologías narcisistas que me parece más heurístico explorar esta problemática.
  • “Mi hipótesis es que cuando Freud empieza a hablar de duelo y melancolía, eso  deja entrever la cuestión de las identificaciones y del impacto del objeto sobre el yo, en su referencia a “la sombra del objeto cae sobre el yo”,  abriendo la consecuencia global que esta cuestión tiene sobre el conjunto de la meta psicología”.

[1]E Grinspon, O su tipo de ausencia.

Especificidad en el abordaje a partir del espacio terapéutico con parejas y familias.

El modo en el que R Roussillon re-visita ciertos conceptos (luego desplegados), nos permitió pensar nuestra posición clínica frente a ciertos escollos clínicos, entre los cuales enunciamos el estancamiento del proceso analítico de  parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista identitario. Este último refiere tanto a las fallas en la constitución de un narcisismo trófico, como a sus consecuencias en el núcleo identitario posible.

Esta especificidad clínica implica no perder de vista que como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” ante estrategias de sobrevida psíquica[1], las que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto (otro sujeto) y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria, a la que enunciamos, como “su apellido otro”[2].Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva producto del modo de haber resistido frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien. Fue el  haber sobrevivido a los climas abusivos (por exceso o por defecto) y sin salida, lo que  forjó el sentimiento de sí y su núcleo identitario. Es importante el modo en el que desde “nuestra subjetividad transferencial”, recibimos este matiz identitario, para llegar a co-producir un nombre posible que lo represente dentro de nuestro trabajo de subjetivación historizante, por ejemplo “la testigo permanente”, “la que no”, “el loco” o “la loca” etc. Esta co-construcción  inscribe este “apellido otro” en nuestro espacio intersubjetivo transferencial y abre la opción que podamos ser testigos del destino que tiene este tipo de intervención.

Pensar en este tipo de estrategia de sobrevida psíquica[3], con una lógica diferente a aquella de la vida psíquica[4], nos permitió dar matices al concepto de perversión narcisista y acercarnos a la solución perversiva narcisista y sus derivaciones patógenas dentro del “siempre presente” espacio relacional. Esto nos posibilitó dar sentido y figurabilidad, a las escenas en las que se articula tanto:

1 El sufrimiento que el agente perversivo narcisista[5] inflige de un modo compulsivo a “un otro no otro”, quien posicionado tanto como víctima o cómplice es agente de una solución sacrificial autoabusiva antinarcisista[6], como al:

 2 sufrimiento “desesperanzado-desesperado” que subyace en el agente perversivo.

Este neo-concepto de solución perversiva narcisista surge a partir de la articulación del concepto de “solución narcisista” en el que R Roussillon refiere al esfuerzo y posibilidad del psiquismo, de ligar los restos de experiencias de dolor que retornan compulsivamente “evitando el encuentro con la necesidad del objeto” (“referencia al objeto otro sujeto”) con el de perversión narcisista de PC Racamier, quien la enuncia  como “la manera organizada de defenderse de todo dolor y contradicción interna expulsándolos en otro”. También R Roussillon, enuncia la posibilidad de pervertir las funciones de autoconservación,para asegurarse la descarga de lo que no puede integrarse y significarse, (es decir “ser significativo para alguien”), en la propia economía pulsional. Este espectro clínico nos enfrenta con la necesidad de definir:

  • ¿a qué nos referimos el enunciar la dimensión de restos de las experiencias de  dolor? Nos referimos a huellas perceptivas presubjetivas, una dimensión cuantitativa en su camino al acceso  a ser  el sufrimiento de alguien, en su dimensión cualitativa.
  • ¿a qué tipo de retorno referimos lo compulsivo?, Nos referimos tanto al retorno de lo clivado “en la intersubjetividad familiar” y “de la subjetividad de algún hijo”, como  al retorno de “lo aun no subjetivado”.
  • Al enunciar la “necesidad del objeto,” tenemos que precisar ¿necesidad de quién? ¿de un Yo? ¿de qué tipo de yo? del Yo sujeto de la pulsión o del yo objeto del investimiento pulsional?
  • Y al referir a objeto ¿objeto de la pulsión en su dimensión intercambiable”, u “objeto para el yo en su dimensión narcisista”?
  • ¿A qué movimiento de descarga y a qué tipo de contradicción interna nos referimos?, necesidad de descargar ¿de quién? y ¿en quién? Estos  movimientos expulsivos dejan restos ¿en quién? ¿un resto para quién?
  • El destino de estos restos nos llevó a conceptualizar acerca del “trabajo del resto en circuitos mensajeros intrafamiliares[7]
  • Finalmente ¿a qué economía pulsional referimos? En pareja y familia referimos a una economía pulsional vincular[8], la que a su vez nos lleva a no enunciar a las defensas en términos individuales sino dentro de “un equilibrio interpulsional interdefensivo[9], dinámico y en permanente readecuación”,
  •  La autoconservación habla de un egoísmo necesario para el sujeto, ¿de qué sujeto hablamos? ¿está constituido el sujeto para poder referir a el?
  • Anteriormente R Roussillon había enunciado la clínica del Impasse, a la que en nuestra clínica la relacionamos a los procesos en los que el equilibrio interdefensivo patógeno conduce a un estancamiento libidinal y del proceso terapéutico.
  • En uno de sus artículo refiriendo al trabajo de subjetivación historizante necesario en estas configuraciones clínicas, nos enfrenta con la “clínica de lo extremo”, refiriendoa “sectores aun no subjetivados” en búsqueda de la subjetivación posible.

[1] R Roussillon.

[2]“el asesino salvador”, “la que no tendría que haber nacido”, o “el abusador y la abusada silenciosa y tensa”, “la testigo permanente”, “el siempre culpable”, “el soy un desastre” etc)

[3]En las que prima ante situación extremas, apelar a recursos extremos, una tendencia a anonimato,  el alivio y la calma,

[4]En las que prima la experiencia de satisfacción, el acceso al principio de placer y la objetalizacion necesaria,

[5] muchas veces en su derivación tiránica,

[6]F Pasche ,

[7] E Grispon,

[8]D Maldavsky.

[9]E Grinspon,

Escucha de lo familiar frente a consultas generadas pos hijos testigos implicados dentro de escenas familiares patógenas.Características especificas de estas escenas. Circuitos mensajeros posibles.

Eduardo A Grinspon

Introducción

Quiero iniciar mi presentación con un comentario acerca de nuestro origen como Foro de articulación clínico conceptual. Hace muchos años inicie con David Maldavsky procesos de investigación clínico conceptual en la cual fueron mis   escollos clínicos los que interpelaban a la teoría. Estos escollos partieron de registros subjetivos de mi experiencia en sesión y en el espacio inter-sesión, es decir a partir de los restos que seguían insistiendo en mí, los cuales recibidos por la escucha afectiva y continente sin concesiones de David Maldavsky, dejaron marcas aun hoy significativas. Esto nos llevó a pensar en un espacio de intervision, un espacio de confianza recíproca en el cual se puedan desplegar e interpelar nuestros registros subjetivos transferenciales como analistas en persona. En mi experiencia personal fueron registros de mi malestar los que al poder desplegarlos frente a una escucha benévola receptiva y no explicativa, relanzaban líneas de pensamiento que me posibilitaban intervenciones. Es decir pensábamos ya en ese momento en una clínica del proceso desde nuestra posición implicativa, al implicarnos en los pliegues que todo proceso transferencial nos presenta. Así surgió nuestro Foro de articulación clínico conceptual. En un inicio nos reuníamos un grupo de amigos colegas en una de nuestra casa los sábados a las 7,20 de la mañana y fue precisamente David Maldavsky quien me propuso pasar a Uces y así lo hicimos con varios de los partícipes actuales del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky. El grupo se ha extendido pero se mantiene nuestro espacio amical disponible para un abordaje clínico conceptual y la posibilidad hasta hoy de comentar mis escollos ni bien aparecen, siempre planteados desde los registros clínicos. Hasta el inicio de la pandemia manteníamos un concierto mensual como testimonio de nuestro origen extra institucional.

Uno de mis últimos escollos ha sido esta especificidad clínica dada por un motivo de consulta generado por un grupo de hijos adultos preocupados por un miembro de la pareja parental atravesando una situación límite a nivel psíquico o somático. Jerarquizo la importancia del motivo de consulta y el modo atípico en el que se nos presentó, lo enuncio atípico por su diferencia a los motivos de consulta con los que nos encontramos acorde a nuestros encuadres habituales. Pienso que ante estos escollos clínicos nuestra “escucha de lo familiar”[1] es parte nuclear de nuestro encuadre interno. Considero a este matiz un referente de base, tanto en un motivo de consulta dado a partir del “grupo de hijos de una familia” (al que vamos a referir en este desarrollo), como en aquellas situaciones clínicas individuales, en las que fuimos nosotros como analistas en persona implicados, quienes a partir de nuestro malestar en sesión o en el espacio intersesion, imaginamos y propusimos la ampliación del espacio terapéutico a nuestro paciente individual. Esta fue la base de un desarrollo anterior acerca de “gritos mensajeros de hijos cautivos y cautivados”[2], atrapados en circuitos incestuales. Gritos advenidos por pasajes por el acto[3] de estos hijos que al afectar a nuestros[4] pacientes se tornaban mensajeros para un “otro sujeto y su pulsión” disponible y utilizable. Menciono lo utilizable ya que son los pasajes por el acto  mensajeros (en su diferencia con pasajes al acto dados por las descargas) aquello que al implicarnos nos lleva a intervenciones y propuestas necesarias. Insisto, es nuestro encuadre interno el que sostiene nuestra presencia y la terceridad necesaria en estos procesos. 

Pensamos que los circuitos mensajeros dados en la especificidad de la grupalidad familiar, provienen de una vacilación del equilibrio inter-defensivo e inter-pulsional familiar patógeno, es decir que afecta y enferma a otros en quienes quedan restos. Un elemento o eslabón fundamental en estos procesos de los que nos ocuparemos más adelante.   

Estamos refiriendo a la vacilación dada como efecto de la presencia del sufrimiento singular de algún miembro quien a partir de sus trazas cuantitativas[5] (registros) subyacentes en su sector testigo intra-subjetivo del sufrimiento padecido[6], pudo gritar “aun” un pedido de objetalizacion. Pedido de un otro sujeto (y su pulsión) cuya presencia implicativa posibilite el circuito co-alucinatorio[7] necesario para acceder el trabajo de subjetivación, es decir a la representación y figurabilidad necesarias para la apropiación subjetiva. El sector testigo intrasubjetivo del sufrimiento singular,  refiere a trazas cuantitativas[8] que acceden a  la posición de testigo siempre y cuando haya alguien quien lo registre, un “para alguien” que  posibilite acceder al testimonio como matiz cualitativo, Este proceso objetalizante está dado en un primer momento por el efecto de la convalidación del sufrimiento padecido por el miembro familiar emisor (habitualmente un hijo o la pareja partenaire de una alianza perversiva) por un “otro humano como uno” y luego en sesión o en el espacio inter-sesión es una posición sostenida por nuestra presencia implicativa.. Este es un eslabón importante en el circuito mensajero que adviene a partir de nuestro resistir (endurance[9] necesaria) a las maniobras banalizantes dadas en circuitos incestuales, en los cuales como plantea P C Racamier prima un surantimoi es decir un super anti yo en su dimensión singular. Es nuestro encuadre interno del cual forma parte nuestra experiencia clínica frente a movimientos perversivos narcisistas en familia, lo que posibilita nuestra endurance necesaria en estos equilibrios patógenos.

Un matiz específico en estos equilibrios interdefensivos e interpulsionales familiares patógenos, es que en la pareja parental priman escenas fijas en las que la tension y la coexcitación fusional opera como un equivalente perversivo de vínculo. Estos movimientos perversivos familiares detonan un circuito interhumoral, el cual opera para los hijos de un modo contextual centrípeto y fetichizante. Movimiento patógeno que deja restos sostenidos en “lo actual” del sufrimiento de estos, restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son también parte en estos motivos de consulta. Son huellas perceptivas (cuantitativas y presubjetivas) las cuales ante la posibilidad de su retorno dada la situación transferencial por retorno[10] enunciada por R Roussillon, acceden a una apertura alucinatoria[11] en búsqueda del objeto otro sujeto y su pulsión. Esta búsqueda también es parte del motivo de consulta, a partir del cual es nuestra presencia implicativa la que posibilita sus efectos tróficos.    

Estas escenas parentales articulan personajes en quienes priman escenas fijas y privadas que remiten a la derivacion identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica singular lograda. En estos personajes “restan atrapadas” personas fijadas en una estasis temporal a su partenaire de un modo necesariamente inmodificable. Esta diferenciación entre los personajes de las escenas en las cuales se nos presentan y las personas es una de las metas clínicas en estos procesos. Así mismo la necesariedad (como condición estructural) a la que referimos, está dada por el hecho que en la alianza parental cada miembro le aporta al otro el personaje necesario para sostener la eficacia de las corrientes defensivas singulares que posibilitaron su solución narcisista de sobrevida. Desde nuestra posición clínica interpelamos estos personajes en búsqueda de la persona singular atrapada en su caparazón defensiva preventiva y en “lo actual” ofensiva dada en familia. Estas intervenciones en el espacio familiar nos posibilitan acceder a los matices del sufrimiento singular de cada miembro de la pareja parental y es notable el efecto trófico y subjetivante dado en los hijos, quienes en sus diferentes soluciones singulares aun sostienen interrogantes que no cesan en su insistencia. Hijos inevitablemete testigos y parte de estas escenas centrípetas familiares. En nuestra data clínica un matiz necesario fue la diferencia que inaugura el hecho, si en la alianza parental hubo un acuerdo amoroso genuino[12] previo a la configuración del pacto narcisista con el cual se nos presentan. También es necesario, dadas las diferentes readecuaciones interdefensivas en las alianzas patógenas, registrar el destino que tuvo el acuerdo amoroso a través de los años.

En los ejemplos clínicos que fueron la base de este desarrollo primaban alianzas parentales en las que imperaba un pacto narcisista del orden tiranía sumisión, dada la  disponibilidad a la adaptabilidad sacrificial con desvitalizacion progresiva de uno de sus miembros. Este rasgo de la adaptabilidad tiene un efecto en los hijos testigos en familias en las que “no se puede decir” para evitar reacciones temidas. Familias en las que durante tiempos prolongados “se aplacaba al loco y se lo perpetuaba en su función organizadora” Los efectos singulares de esta desvitalización generaron en el espacio familiar pasajes por el acto y por el soma, los cuales se tornaron mensajeros llegando a ser registrados y significativos para los hijos hoy testigos implicados ante el riesgo de vida, presencia de la muerte como posibilidad.  Pensamos que este fue el punto de inflexión que expresó la vacilación del equilibrio familiar patógeno y relanzó un circuito mensajero intrafamiliar e interpulsional hacia el grupo de hijos testigos, desde quienes surge el llamado hacia una terceridad posible dando lugar al motivo de consulta actual. Un punto de inflexión en el cual el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al borde somáticamente vital[13],

Creo que lo difícil y complejo de este escollo clínico está dado por los diferentes sectores implicados en lo especifico del circuito de transmisión de lo traumático que en estas familias adquieren el matiz de la transmisión traumática de lo traumático dentro de la intersubjetividad familiar.

Algunos registros subjetivos transferenciales  

 En nuestro desarrollo partimos de hijos testigos de padecer los efectos de las alianzas patógenas dadas en la pareja parental. Enuncio lo patógeno por la posibilidad de haber dejado restos en otros. Restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son base de estos motivos de consulta.

Hijos quienes en la desesperanza frente a la presencia de un estado vital limite, fueron aconsejados por amigos del mismo nivel generacional que habían transitado una situación similar  

En varias de estas familias hubo desde el inicio recuerdos afectivos referidos al miembro parental hoy sufriente, articulados con referencias acerca de su padecimiento frente al accionar del agente tiránico.  Es digno de mencionar que en estos procesos sostenidos en el tiempo pudimos rescatar a la persona atrapada en este personaje tiránico.  

A partir del motivo de consulta , ¿Como pensar el proceso de  retorno desde la intersubjetivida familiar hacia un “otro sujeto y su pulsión”? Terceridad posible “presentada” por la persona del analista.

Los recuerdos y relatos co construidos a partir del sufrimiento y su grito posible del “hoy” paciente disparador, son restos del sufrimiento familiar que retornan a partir de “lo actual”.  Un “actual” sostenido en el motivo de consulta en el que subyace este retorno de lo traumático en búsqueda de la apropiación subjetiva[14] ¿Cómo pensar el componente mensajero del afecto en este retorno? Son trazas perceptivas o huellas cuantitativas que al no cesar en su insistencia en búsqueda del otro sujeto y su pulsión abre el circuito coalucinatorio posibilitando al afecto su función mensajera.

¿A qué circuito nos estamos refiriendo?

A partir de la interpulsionalidad subyacente al equilibrio inter-defensivo familiar, el cual por ser pluripsíquico es dinámico y en permanente readecuación, se genera un circuito de transmisión de aquellos restos de lo aun no subjetivado, que al no cesar en su insistencia (en búsqueda de un objeto otro sujeto y su pulsión) da lugar a la apertura  co-alucinatoria. Una via dada a partir del movimiento y empuje pulsional que posibilita un acceso al trabajo de apropiación subjetiva necesario.

A partir de los restos del sufrimiento padecido se generó en la intersubjetividad familiar un “continente afectivo” que posibilitó que el retorno de lo traumático devenga, accediendo a este circuito co-alucinatorio entre diferentes sectores testigos. Un tipo de trabajo desde el negativo, un trabajo del resto aun no subjetivado que no cesa en su insistencia en la asimetría familiar.

Algunos interrogantes a desarrollar.

Nos queda por desarrollar los matices del circuito de transmisión dado, para que el sufrimiento singular de uno de los padres llegué a ser registrado por el “grupo de hijos” hasta organizar un motivo de consulta familiar. Hijos ya adultos que consulten preocupados por uno de los padres y con disponibilidad a un “espacio familiar de terapia”, que implica a todos sus miembros “en presencia” o en un inicio algunos como “presentes  en ausencia“. Así sucedió con los agentes demonizados con quienes “supuestamente” era imposible dialogar.

¿Cómo operan los registros testigos del sufrimiento padecido habitando en estos hijos, tanto testigos del sufrimiento en esta madre, como hijos testigos de escenas sostenidos por la pareja de sus padres?  

En la data clínica que proponemos había un recuerdo afectivo hacia el miembro parental cuyo sufrimiento se tornó mensajero, articulado a un agente tiránico a través de muchos años. Situaciones clínicas especificas en las que el lugar del agente tiránico demonizado es alguien atrapante como agente en la dinámica familiar y atrapado como persona dentro de su personaje intrafamiliar. Es nuestra escucha e intervenciones lo que posibilita salir del proceso de agentificacion forzada, es decir la producción compulsiva de agentes que organicen la escenas familiares y acceder al sufrimiento singular y su destino intrafamiliar.

Registramos la presencia de un punto de inflexión dado por el nivel de desubjetivación llegando al riesgo de muerte. Es un punto de inflexión donde el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al  borde somáticamente vital,

Conclusión dada a partir de los proceso recorridos:  

Pensamos este tipo de motivo de consulta como un retorno de restos intrafamiliares aun en búsqueda de subjetivación, siendo imprescindible que nuestra escucha mantenga la innegociable asimetría familiar. Un circuito de complicidad y banalización sostenido en el tiempo pudo vacilar y acceder a una complementariedad coalucinatoria[15] e intersubjetiva.  Un escollo que se nos presentó fue nuestra escucha ante los diferentes registros en el grupo de hermanos, y la tendencia a oponerse retornando a la tensión confirmatoria del más de lo mismo. Nuestra posición y encuadre interno posibilitó co-construir un continente que albergue estos sufrimientos resistiendo al estancamiento dado por la tendencia desde la desesperanza, impotencia y hartazgo, a producir agentes responsables y culpables.   

La interpelación por los hijos hoy adultos posibilita circuitos de subjetivación inimaginados pero posibles dadas estas condiciones. Al dejar de ser la tensión un equiválente prevertido y perversivo de vinculo, el sufrimiento pudo dejar de ser un organizador y adquirir otra perspectiva desde la repetición[16] posible en búsqueda de la apropiación subjetiva.  

Es necesario precisar en nuestra especificidad de TPPF los matices de aquello que enunciamos como transmisión de lo traumático y su derivación dada por la transmisión traumática de lo traumático.

Cuando enunciamos lo traumático, nos referimos a lo traumático para alguien quien no nació con su trauma sino que ha vivido y atravesado situaciones traumáticas que dejaron restos aun no subjetivados. En nuestra especificidad de “lo familiar”, las alianzas intersubjetivas patógenas llevan a una complementariedad cómplice (complicidad), una interpulsionalidad compleja que hace que se logre un equilibrio inter defensivo-ofensivo por el cual se da la posibilidad de la transmisión traumática  de lo traumático. Arrasando la “inter-generacionalidad y llegando a la trans-generacionalidad,

Al corrernos de la perspectiva individual, ¿cómo pensamos en nuestra especificidad de escucha de lo familiar, lo traumático y su transmisión en el circuito familiar asimétrico? Asimetría dada desde los padres con sus pactos y alianzas, la transmisión de su sufrimiento hacia sus hijos que los padecieron como hijos y testigos. A partir de nuestra clínica del proceso esta data clínica inaugura una especificidad dada por hijos, quienes como grupo fratria que en lugar de fragmentarse y clivarse sosteniendo la paradojalidad,    accedieron a una resonancia intersubjetiva en búsqueda de una terceridad necesaria. Es parte de nuestro accionar, dar acceso a la diferencia de lo vivido por cada hermano y el destino o transito que tuvo su sufrimiento. 

Estos procesos expresan una vacilación del equilibrio patógeno familiar que produjo un grito mensajero que   fue significante para alguien y para el grupo de hermanos. También hubo una vacilación de la instancia superyoica familiar patógeno (surantimoi familiar) que puso en juego un a acceso al efecto de un superyó benévolo y trófico sostenido por nuestra endurance e intervenciones

En mis desarrollo anteriores explore el grito de los hijos, esta data clínica inaugura otra opción dada a partir de un grito proveniente del cuerpo, expresión somática del sufrimiento de uno de los miembros de la pareja parental.

FIN


[1] E Grinspon,

[2] E Grinspon,

[3] R Roussillon,

[4] Afecto en su función mensajera

[5] Trazas perceptivas,

[6] E Grinspon, huella preceptiva , marca cuantitativa que no cesa en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación,  

[7] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión,

[8] Trazas o huellas perceptivas,

[9] E Grinspon,

[10] En su diferencia a la transferencia por “desplazamiento”,

[11] Guy Lavalee, R Roussillon,  Acceso a un circuito co alucinatorio,

[12] En su referencia al origen de estos hijos,

[13] Articulación entre la posibilidad de efectos catastrófico,la muerte y la presencia del loco  organizador

[14] R Roussillon,

[15] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión ,

[16] R Roussillon “compulsión a la repetición#,

Otros interrogantes surgidos a partir de nuestras intervenciones con una referencia identitaria y sus derivaciones en procesos terapéuticos.

A posteriori de conceptualizar acerca de la necesidad de habilitar el hecho de “honrar el propio dolor padecido”, “me encontré con un tipo de intervención” en la que enuncio a una paciente:

“Usted no es el dolor que sufrió, usted es quien sufrió el dolor”.

Al mismo tiempo otra paciente, que afirmaba una posición paradojal y ambivalente en sus relaciones afectivas, refiere a su padre “afirmando y concluyendo”: “finalmente yo soy como él”.

En este caso intervengo diciéndole: 

“Usted no es como él. Usted es “quien sufrió su propio dolor frente al modo en el que “él funcionaba en su familia”.   

Otra paciente quien refiere de modo explicativo al efecto patógeno y desubjetivante padecido ante manipulaciones perversivas narcisistas de su madre, se mantiene “atemporalmente” sometida a un supuesto imperativo materno paradojal, en el que no hay lugar para su nacimiento como “otra mujer”. 

Sin haber podido apelar a una función paterna eficaz, a la cual describe como aquella “que brillaba por su ausencia”, posiciona a “su padre” como una persona funcional a las manipulaciones maternas distorsionantes del sentido de la realidad. Esta paciente no puede sostener situaciones de pareja y mantiene al mismo tiempo una dificultad en creer y confiar. En varias experiencias sus relaciones de pareja se arruinan abruptamente por maniobras de su partenaire aparentemente no previstas por ella.  

Ante su decir de un modo afirmativoyo estoy identificada con lo pasivo de mi padre”, registro que “mi paciente”, desde una posición explicativa queda acorralada o coagulada en su paradigma relacional vigente. Una posición “sin salida”, homologa a lo padecido en su registro histórico y se ofrece en este momento “a sí misma como agente responsable, frente a su analista en persona”. Este registro intersubjetivo transferencial me lleva a intervenir diciéndole: 

“corrámonos de la palabra identificación y pensemos que usted no es el dolor que padeció sino quien padeció el dolor”.

La paciente expresa un cierto asombro y se genera un silencio en el que yo recupero escenas que habitaban en mi memoria, en las cuales “mi paciente” era un testigo implicado frente a lo que sucedía en su medio familiar. A partir de este registro de analista en persona con memoria y en posición prospectiva (“en espoir”), intervengo aportando alguna de estas escenas en las que “ella, pequeña, quedaba impotente ante la pasividad de “su padre” frente a las afirmaciones y acciones enloquecedoras de “su madre”. Una referencia a la “posición de testigo homóloga a la que yo me encontraba en sesión”. 

A partir de mi aporte, la paciente lo continua y comienza a enunciar varias escenas, pudiendo ahora entre nosotros y en sesión, co-construir el efecto que tuvo en ella estar ubicada en el lugar de testigo impotente padeciendo sus experiencias de sufrimiento, vergüenza y desesperanza frente a las maniobras (manipulaciones) enloquecedoras de su madre. Con cierta autoafectación, continúa enunciando la pena por “su padre sumiso” en quien el dolor y el sacrificio fue un valor y estuvo siempre ubicado en la posición de objeto del sufrimiento generado por otro, y para quien la única salida posible fue morir.

Este tipo de intervención nos llevó al interrogante ¿Cuáles son aquellas situaciones intersubjetivo transferenciales dadas en cada analista en persona, que lleva a que entre las intervenciones posibles se haga presente nuestra referencia a la “dimensión del ser”?

Al sentirnos implicados en un movimiento anti proceso, una reedición destructiva, una regresión pulsional extintiva dada por la vigencia patógena de un “superantiyo incestual antiproceso” estas intervenciones en nombre de las pulsiones de vida, hacen referencia a una creatividad y “acto analítico inminente” que G Bayle enuncia de un modo metafórico como la tiranía de Eros.

Para que nuestras intervención como “persona del analista”, representando al “analista en persona de mi paciente”, sea eficaz, es necesario en primer lugar hacer presente al “sujeto del propio dolor”, para tener presente a quien hablarle.

¿Cuál es el transito intersubjetivo transferencial hasta acceder a este registro?

En estos procesos, este matiz se da en primer lugar en nosotros a partir de nuestra historia intersubjetivo transferencial dentro del proceso recorrido y desde esta posición intervenimos y hablamos. Es cualitativamente diferente “decir” en sesión, que hablarle a alguien subjetivamente presente. Este matiz necesario es el que posibilita la eficacia de nuestra presencia como una función objetalizante necesaria en el momento del retorno del resto aun no subjetivado. Momento puntual en sesión en el que adviene el dolor en su dimensión cuantitativa en búsqueda alucinatoria del otro necesario para acceder al matiz cualitativo y ser vivencia de dolor y sufrimiento de alguien “para alguien”.

En el transito clínico conceptual que intento desplegar, en un primer momento al escucharme decir “honrar el propio dolor padecido”, se hizo significativa mi afirmación acerca del “propio dolor”, la cual abre la posibilidad de “sufrir el dolor ajeno”. Esta posibilidad está presente en muchos de nuestros pacientes quienes solo encontraron su propia calma y un lugar “en y para alguien”, siendoen el paradigma relacional subyacente en “su historia familiar”, una función eficaz en aliviar, calmar o suprimir el dolor de alguno de sus padres ante sufrimientos instalados en un clima contextual de “sin salida” (impasse). Referimos a climas familiares  en los que dado un hecho traumático y a partir de la vigencia y eficacia de la transmisión traumática de lo traumático (retracciones sostenedoras de secretos encriptados, duelos no resueltos y otros), este adquirió el rango de “catástrofe generacional”. Explicito la dimensión de eficacia ya que para que esta se concrete, tienen que sostenerse vigentes en la alianza parental, un pacto narcisista sostenedor de complicidades. 

A posteriori de este registro, me encontré con este tipo de intervención que enuncia la “dimensión del ser” de nuestros pacientes y a las que denomino “contra afirmativas”, frente a la afirmación narcisista e identitaria sostenida por la posición de “mi paciente” en las escenas intersubjetivo transferenciales que nos implican. Estos ejemplos evidenciaron la posibilidad de un tipo de transferencia por retorno (en su diferencia a la transferencia por desplazamiento), que sostiene en el vínculo transferencial la “presencia de aquello clivado que pulsa desde el negativo en nuestros pacientes y que no cesa de insistir en búsqueda de  la objetalización necesaria para la apropiación subjetiva”.

Estas intervenciones enunciadas como afirmaciones “contra afirmativas” sostenidas por “su analista” en persona, pueden ser pensadas en respuesta a una petición que de algún modo registramos dentro de un movimiento de la re-petición resiliente que adviene y nos implica en su búsqueda alucinatoria.

Mi intervención es una afirmación, “yo afirmo algo respecto a la historia subjetiva de mi paciente”, es como si a partir de nuestra historia, yo supiera algo y haciendo uso de mi “saber”, le digo a alguien “dentro de nuestro vinculo”  “usted no es lo que sufrió, usted es quien sufrió”, o en otro paciente, “usted no es la miseria que lo avergonzó, usted es quien sintió la vergüenza”. Es decir intervengo mediante una posición intersubjetivo transferencial “contra-afirmativa”,  interpelando una “asociación de “mi paciente” del orden de lo explicativo», que lo encierra en su núcleo identitario fruto de su solución narcisista de sobrevida psíquica,.

De esta manera voy a la búsqueda del testigo intra-subjetivo del propio dolor vivido pero “aun no vivenciado o subjetivado”, en su camino a acceder en nuestro espacio (a deux) “entre dos”, al testimonio que le posibilite acceder a ser sujeto del sentimiento o de la vivencia del dolor.

La afirmación identitaria de mi paciente, en su dimensión explicativa en sesión, podría conducir a que el analista exprese un tipo de acuerdo convalidante (por medio de un gesto o decir “claro”). Tal afirmación resulta en una respuesta que coagularía un acuerdo transferencial patógeno acerca de algo respecto al ser de “mi paciente” y a la identificación con su sufrimiento en impasse, un sin salida homologo al que subyace en su solución narcisista identitaria. 

En estos pacientes, ante su afirmación en sesión equivalente a “yo soy”, este tipo de intervención de “su analista”, generó una vacilación, y al vacilar su discurso fijado a “ser” el objeto del sufrimiento generado por otro, emergieron diversos comentarios o asociaciones que nos enfrentaron, como ya lo hemos planteado, con lo aún desconocido de “nuestros pacientes”. 

Dado que estas “intervenciones, no estratégicas” tienen lugar dentro de un contexto de dialogo, es habitual que surjan comentarios “aparentemente conocidos pero aún desconocidos por el analista”.

Pensamos que “nuestras” intervenciones contra-afirmativas son respuesta a un tipo de “pedido-interrogante” de “mi paciente”, si no fuera de este modo no serían significativas “para alguien”. Posiblemente este acto analítico recupera dentro de “nuestra asimetría” en sesión, los interrogantes coagulados en su núcleo identitario producto de su solución narcisista de sobrevida psíquica.

 Habitualmente sus efectos se notan en un corrimiento del lugar desde donde “mi paciente” habla, varia el tono, vacila su paradigma relacional y cambia el efecto en mí. Desde ese momento, se abre la posibilidad de historizar, accediendo a la figurabilidad de diferentes escenas, que refieren a lo que enuncio como “lo aún desconocido de nuestros pacientes”.  

La “dimensión narcisista identitaria a nivel del ser” o lo vital identital, se establece como el eje que se da en estas situaciones desde el paciente o desde el registro del analista.  Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y los recursos singulares posibles con los que pudo sobrevivir psíquicamente en su sufrimiento narcisista en el tránsito a su constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Freud  decía que la curación de un paciente depende de una disposición que hay en todos los seres vivos, la llamaba pulsión de sanar y que está relacionada con estas respuestas en sesión que nos asombran. Si la pulsión de sanar implica la posibilidad de un retorno a un estado anterior, nuestra posición aporta la objetalizacion necesaria para poner en marcha un sector de la pulsión de sanar que vaya a un estado alguna vez habido que permita la cicatrización y el re lanzamiento subjetivo.

La pulsión de sanar habitualmente opera silenciosamente para reparar problemas que han surgido en cualquiera de nosotros, pero hay otras veces dice Freud, que no alcanzan los recursos de cada uno y ahí es el momento en que interviene la posición del analista, para quien la pulsión de sanar es el principal aliado en su función.

Los recursos antes mencionados son los que están en la base de la pulsión de sanar como aliado fundamental del terapeuta, ya que cuando hablamos de los estancamientos de los procesos, referimos a la dificultad de acceder a una anaclisis suficiente para que la pulsión de sanar posible se ponga en juego.

En el momento de la constitución del yo sujeto, se dan equivalentes de interrogantes dirigidos al “objeto otro sujeto”, y a partir de su respuesta posible, se dieron las consecuencias traumáticas de este momento. Estas son la base de estas situaciones patológicas y patógenas, en las que nos encontramos con una afirmación que transforma al sufrimiento en un estado estable de su defensa en un estado exitoso fracasado. Una solución narcisista que sostiene una síntesis, sin posibilidad de vacilación e interrogantes.

La recuperación de estos por la subjetividad del analista, relanza la búsqueda objetalizante que nos posibilita abrir la dimensión del conflicto y que advenga el sujeto del “propio dolor padecido”, dándole un marco de enunciación en sesión y significativo para nuestros pacientes.   

A modo de conclusion: 

Estas soluciones narcisistas de sobrevida psíquica sostienen en estos pacientes, lo que hemos nombrado “su apellido otro”, el cual al ser enunciado por su analista en persona, nos posibilitaba co-construir entre los dos (analista y paciente) su marca identitaria mediante la cual esa `persona pudo sobrevivir a los abusos por exceso o por defecto. Pero en esta comunicación estamos desplegando otro matiz, en el que en lugar de co-construir juntos una “afirmación síntesis en la diferencia”, recupero desde mi malestar, mi memoria singular y desde una particular soledad en sesión, enuncio este tipo de intervención que contiene  interrogantes y abre diversas  dimensiones.

Al enunciar como persona del analista “Usted no es lo que sufrió, sino quien sufrió”, aludiendo a ser sujeto del propio dolor, implica la aceptación que alguna vez algo hubo, a partir de lo cual algún esbozo de sujeto puede estar en latencia en su solución narcisista. Dentro de las escenas fijas en las que los movimientos patógenos sostienen la posición de “objeto quejoso y sufriente” que garantiza la sobrevida como “único” ante un organizador tiránico, alterna un accionar acorde con un “yo culpable y deudor” o con un accionar destructivo sostenedor de un “yo soy el mal”, A partir de la posición de “su analista” de no dudar que algo hubo, podemos salir del desvalimiento sin salida y la fantasía de autoengendramiento, e ir a la búsqueda de los recursos y la objetalización alguna vez lograda.   

Ante esta especificidad clínica, como analistas en persona, nos encontramos “subjetivamente implicados” frente a estrategias de sobrevida psíquica, que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto,y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido (endurance singular) frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.

Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y  recursos singulares posibles con los que pudo resistir en su sufrimiento narcisista y sobrevivir psíquicamente hasta la constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Reflexión clínico conceptual que dio origen a «intervenciones contra-afirmativas» frente al estancamiento de un proceso y su diferencia con su interrupción.

 Eduardo A Grinspon 

Un disparador para este desarrollo, fue nuestro malestar frente al estancamiento de procesos terapéuticos con parejas y/o familias, no referimos a la interrupción sino al estancamiento o impasse, especialmente en el tratamiento de parejas, ya que la presencia de los hijos en la familia, detonan interrogantes que muchas veces relanzan los procesos. Llamamos estancamiento a un registro advenido en el analista a partir de su malestar intra e inter sesión, es decir, es nuestro registro subjetivo singular que evidencia el estancamiento. Este matiz tiene su importancia, ya que si pensamos en el estado de los equilibrios inter defensivosen familia y pareja, al acceder al estado de exitoso fracasado, puede mantenerse en estado de “impasse” de un modo atemporal, pero al incluirnos e implicarnos subjetivamente, articulando nuestra historia intersubjetivo transferencial en el proceso recorrido con nuestra   historia personal, el equilibrio inter defensivo, pluripsíquico y plurinarcisista puede acceder al estado de “fracasado en búsqueda de una diferencia”. Un pasaje del sufrimiento sostenido “en desespoir” y sin salida hacia un sufrimiento “en espoir”, que al ser en búsqueda del objeto posible ¿nosotros en el proceso?, ya es del orden de la herida narcisista y la falta. Si no accedemos a esta derivación en espiral y trófica, entramos en un circuito de complicidad y nuestros pacientes y familias pueden mantenerse en la re-edición del más de lo mismo de un modo atemporal. Es el malestar de cada analista en los procesos vividos lo que conduce a una modificación. Por esta razón, no son nuestros pacientes los que van a plantear el estancamiento, es nuestro malestar que alguna vez llamé “hartazgo, cansancio, somnolencia, registro somático,” entre otros, que nos lleva a auto sustraernos del magma incestual y a partir de nuestro padecimiento singular intervenir de algún modo.  Nuestro malestar “singular” nos sustrae y posibilita implicarnos dentro de la interpulsionalidad en juego.  Al implicarnos interferimos e interpelamos el continente tensional pervertizante y desde nuestra subjetividad inauguramos una continencia a co-construir y sostener.  A partir del imperativo del acceso a la  singularidad y diferencia, es desde nuestra singularidad en sesión que vamos a la búsqueda de la singularidad del sufrimiento generalmente de uno de los miembros de la familia y pareja,.

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa. En una de estas parejas, luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré” enunciando de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. Si bien no fue claro en ese momento, porque lo enuncié de este modo, fue notable y causa de asombro, el efecto trófico que ha tenido.

Luego de una primera experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevó a sostener esta posición y a desplegar interrogantes a partir de “lo sucedido en mí y sus derivaciones”.

Al enunciar en sesión “como analista en persona”, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de “impasse” útil, sin tensión, en el que “me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor”. Es decir de un modo personal, luego de enunciar al dolor, continué aportando la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo no estratégico.

Al intervenir sosteniendo  una posición clínica implicativa en la que:

  1. en lugar de explicar “desde afuera” de la escena, enuncia en una afirmación que refiere al plural ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!
  2. Pude registrar que ante esta enunciación “implicativa” de “su analista en persona”, esta pareja en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, dio lugar a un silencio expectante en ambos, que posibilitó o convocó que yo continuara hablando y accediera  a la dimensión cualitativa de la vergüenza. Podría abordarse una segunda lectura, en la que esta escena se yergue como una referencia a un otro, a la presencia de una “tercera” mirada, y a través de la misma se produce la recuperación del pudor alguna vez avasallado, y la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad. 
  3. Al dirigirse la Sra a su esposo y refiriendo al nombre de la persona del analista presente, le pregunta si este conoce un dato especifico de su historia. En una referencia a la terceridad vaciló el aferramiento pudiendo el Sr aludir a su sufrimiento singular. 
  4. Mientras por mi parte interpelaba mi archivo de escenas, el Sr continuo desplegando un sector de su historia referidas a las situaciones singulares en las que su padre fallece pocos meses antes que el nazca.  
  5. Esta mutación en el desarrollo acostumbrado de la sesión, permitió el  despliegue de un sector de la historia del Sr refiriendo a situaciones singulares y consecuencia de la pérdida un padre “en ausencia” y solo conocido por referencias. 
  6. Experiencia traumática familiar que alteró la posición subjetiva de su madre quien comenzó un periodo de penurias económicas casándose luego de varios años con un agente proveedor con graves movimientos perversivos que afectaron y están implícitos en la solución narcisista del Sr. Hecho traumático “del que no se habla”
  7. Es notable que la pregunta sostenida por su esposa en sesión, pudo apelar a la memoria saliendo del impassé y del aferramiento. Adviene lo desconocido de “mi paciente” y accediendo al trabajo del resto, pudo  rescatarse de permanecer coagulado en un sector de su historia nunca hablado,.
  8.  Cambia “mi paciente”, varía el clima de la sesión y emergen vivencias del sufrimiento singular ahora co-construidos en la intersubjetividad transferencial. 

Posición clínico conceptual frente a las afirmaciones identitarias de “nuestros pacientes” en sesión.

Eduardo A Grinspon.

Trabajo del resto en la transferencia por retorno.

El abordaje de las afirmaciones identitarias en el ámbito de la sesión, nos enfrenta a las posibilidades de vacilación de coyunturas clínicas altamente patógenas. La tendencia al estancamiento (impass) y a la atemporalidad (impassé) nos implica en la necesidad de sostener y relanzar al trabajo de subjetivación historizante de lo que permanece “clivado”, ya sea “en la subjetividad” de la configuración “pareja/familia” o “de la subjetividad” de alguno de sus miembros. Aquello aún no subjetivado, se nos manifiesta en sesión como signos perceptivos, a partir del retorno de huellas perceptivas singulares (C Botella) en concordancia a lo que enuncia R Roussillon como una “actualización perceptivo alucinatoria”. En sesión a partir de “lo actual”, esta actualización evidencia el retorno compulsivo de aquello que está “en resto” de la experiencia traumática singular y que no cesa en su insistencia en espera de la “simbolización necesaria”. Este “resto aun cuantitativo”, retorna en búsqueda del objeto otro sujeto necesario para acceder al trabajo de figurabilidad y subjetivación. En la especificidad de la Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja, a partir de la vacilación del equilibrio interdefensivo vigente nos acercamos a la posibilidad de la trasferencia por retorno y al trabajo de apropiación subjetiva de estos restos subyacentes.  

El re-presentarse estos restos “también” en nuestro espacio intersubjetivo transferencial generaron los siguientes interrogantes:

  • Al estar   “personalmente implicados”  ¿De qué manera este tipo de retorno se “presenta” en sesión en relación a nuestra reverie posible? 
  • Son configuraciones transferenciales en las que nos encontramos implicados dentro de escenas fijas y estereotipadas. Decir “nos encontramos” no es casual, ya que a partir de nuestro malestar, confusión y asombro, nos encontramos con nuestros propios registros subjetivos.
  • Las escenas en sesión se sustentan en la interacción de personajes cuyas posiciones subjetivas en su rigidez e invariancia sostienen y refuerzan recíprocamente la vigencia de las corrientes defensivas singulares que fueron necesarias para su sobrevida psíquica .
  • Se constituyen “en un entre deux” afirmaciones identitarias, que expresan la derivación identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica lograda y que desde la perspectiva de la metapsicología individual son descriptas como rasgos de carácter.
  • Estas afirmaciones identitarias “deben” sostenerse dentro de paradigmas relacionales fijos, ya  que para cada uno de estos pacientes su solución narcisista de sobrevida singular fue “su” modo de resolver “su” necesidad de ser alguien para alguien. Aun en condiciones extremas de supervivencia física y psíquica debe mantenerse de algún modo presente (incluso alucinando o delirando) a un humano otro “como uno”. 

Volviendo a la experiencia en sesión de TPFP y pensando que el retorno de estos restos, son retorno “de alguien para alguien”, como analistas en persona nos encontramos implicados  en el siguiente transito del “trabajo “del resto”.

  • Poder cuestionarnos si la re-presentación para alguien, está dirigida a nosotros. 
  • Prestarnos a sostener una reflexividad necesaria que dará apertura a un continuum co-alucinatorio inaugural, a partir del cual nuestra presencia e intervenciones facilitarán en nuestros pacientes, el acceso a la   figurabilidad necesaria para el trabajo de subjetivación. 
  • Para alcanzar esa calidad de presencia no debemos banalizar ni desvitalizar nuestras propias sensaciones de malestar y confusión, que traen a la luz nuestros “registros e interrogantes” que no cesan en su insistencia.  
  • Establecer nuestro modo singular de resistencia (“endurance”) para sostener en momentos puntuales de la sesión, la continencia necesaria y la apertura co-alucinatoria para lograr la receptividad del resto cuantitativo de lo aun no subjetivado. Resto cuantitativo que retorna en búsqueda de nuestra presencia y disponibilidad como un otro sujeto y su pulsión necesaria para el acceso a lo cualitativo.

Consideramos que a partir de nuestra posición implicativa se sostiene el efecto de presencia en sesión, brindando la co-generatividad necesaria para pasar de la re-presentación dentro de nuestra intersubjetividad transferencial a la representación para el paciente.  

  • Considerar en la sesión y en el espacio inter-sesión, a nuestras sensaciones de malestar y confusión que nos pertenecen y permiten   a su vez sostener la presencia de la dimensión del testigo, tanto del testigo intra-subjetivo propio, como del testigo intra-subjetivo del sufrimiento que padece “nuestro paciente”. 
  •  Se hace presente un tipo de reverie sostenida por nuestra posición de “objeto otro sujeto y su pulsión” frente a pacientes y familias que no pueden soñar.  

Tránsito en la transformación del registro subjetivo transferencial singular de cada analista, en una intervención. Travail de Passibilite. Posicion de “passeur”. Trabajo de pasaje por medio de un objeto de transición en su diferencia con el transicional.

  • Emprender un trabajo de pasaje por medio de nuestra posición como un objeto de transición. Para ello podemos metafóricamente tomar desde lo biológico la función de las enzimas en el proceso de transformación, el analista pre digiere lo indigerible y no metabolizable del sufrimiento narcisista padecido por “su paciente” y comparte desde lo afectivo generando un “entre dos intersubjetivo transferencial”, accediendo “en lo actual” a lo pensable y nombrable entre “humanos”. 
  • Asumirnos como un “objeto de “transición” y “no transicional” implica ser un objeto de transición para el interjuego que posibilita una travesía, una movilidad en el espacio “externo interno”, para que nuestros pacientes alcancen lo propio y singular. Jerarquizamos la diferencia de esta posición con la del objeto transicional que favorece la creación de una zona intermediaria entre un “adentro y un afuera”, una zona de no diferenciación que desdibuja el origen y la pertenencia, colocando a su paciente en una zona transicional entre sujeto y objeto. 
  • Nuestra posición implicativa  nos ubica como analistas “en persona”  partir de nuestros registros intersubjetivos transferenciales dentro del paradigma relacional sostenido de un modo “vital-identital” por  estos pacientes.
  • A partir de nuestro malestar y confusión, podemos recuperar la capacidad de imaginar apelando a nuestros propios registros, que convocan e interpelan archivos de escenas vividas durante el proceso terapéutico recorrido, así como también nuestra   propia historia personal.  
  • Evaluar el destino que como analistas disponemos para esas imágenes que si bien son propias, han sido motivadas dentro de la situación analizante co-construida.
  • Intervenir dentro de la escena jugada en el espacio intersubjetivo transferencial.
  • Visualizar la potencialidad de un trabajo del trauma en dos tiempos: un primer tiempo sustentado en la labor “con el analista”, como un objeto de pasaje y facilitador dentro de un espacio “co-construido entre dos” (paciente – analista), para dar luego lugar en una segundo tiempo al trabajo de subjetivación y apropiación singular.
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