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Porque vos…! Un modo posible de sostener la coexistencia paradojal de varias realidades..  

                                                                                          Eduardo A Grinspon

Ante la presencia creciente en la clínica actual de sistemas defensivos frente a traumas narcisistas primarios y en nuestro intento de desplegar la especificidad clínico conceptual en la terapia psicoanalítica en pareja y familia (TPPF) , nos encontramos con problemáticas habitualmente pensadas desde el psicoanálisis individual,las que por  constituir un tipo particular de alianza defensiva y su equilibrio interdefensivopatógeno, al vacilar este, llegan a la consulta posible, accediendo a una terapia de pareja o familia. Cuando mencionamos un equilibrio interdefensivo, nos referimos a la articulación de distintas economías singulares y sus corrientes defensivas, dentro de una economía pulsional vincular[3] dada en pareja y familia. Este equilibrio por ser pluripsiquico y plurinarcisita es dinámico y en permanente re- adecuación. Intentaremos pensar nuestra posición clínica frente al estancamiento del proceso analítico de las parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista identitario[4]. Este último refiere tanto a las fallas en la constitución de un narcisismo trófico, como a sus consecuencias en el núcleo identitario posible.

Esta especificidad clínica implica no perder de vista que como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” ante estrategias de sobrevida psíquica, las que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto, y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria, a la que enunciamos, “su apellido otro”. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.  

Pensar en este tipo de estrategia de sobrevida psíquica (imperiosidad, alivio y calma), con una lógica diferente a aquella de la vida psíquica (objetalizacion necesaria, experiencia de satisfacción, acceso al principio de placer), nos permitió dar matices al concepto de perversión narcisista y acercarnos a la solución perversiva narcisista y sus derivaciones patógenas dentro del “siempre presente” espacio relacional. Esto nos posibilitó dar sentido y figurabilidad a las escenas en las que se articula tanto el sufrimiento que el agente perversivo narcisista inflige de un modo compulsivo a un “otro no otro”, quien posicionado tanto como víctima o cómplice, es agente de una solución sacrificial auto-abusiva antinarcisista[5], como al sufrimiento “desesperanzado-desesperado” que subyace en el agente perversivo.

Este neoconcepto de solución perversiva narcisista surge a partir de la articulación del concepto de “solución narcisista” en el que R Roussillon refiere al “esfuerzo y posibilidad del psiquismo, de ligar las experiencias de dolor que retornan compulsivamente evitando el encuentro con la necesidad” del objeto, con el de perversión narcisista de PC Racamier, quien la enuncia como “la manera organizada de defenderse de todo dolor y contradicción interna expulsándolos en otro”. También R Roussillon, enuncia la posibilidad de pervertir las funciones de autoconservación, para asegurarse la descarga de lo que no pudo integrarse y significarse en su tránsito a “ser significativo para alguien”, en la propia economía pulsional. Este espectro clínico nos enfrenta con la necesidad de definir:

  • ¿a qué nos referimos el enunciar la dimensión de las experiencias de dolor? ¿refiere a una dimensión cuantitativa en su camino a ser el sufrimiento de alguien, en su dimensión cualitativa?
  • ¿a qué tipo de retorno referimos lo compulsivo?, ¿al retorno de “lo clivado en” la subjetividad familiar, o a “lo clivado de” la subjetividad de algún hijo, lo que nos conecta con la posibilidad del retorno de “lo aun no subjetivado”? Una referencia a la compulsión a la subjetivación[6] que “no cesa en su insistencia” e implica un tipo de retorno  sosteniendo como lo plantea R Roussillon un cuarto vasallaje del yo , esta vez  ampliado a su dimensión de Yo familiar.
  • Al enunciar la “necesidad del objeto,” tenemos que precisar ¿necesidad de quién? ¿de un Yo? ¿de qué tipo de yo? ¿del Yo sujeto de la pulsión o del yo objeto del investimiento pulsional?
  • Y al referir a objeto ¿objeto de la pulsión en su dimensión intercambiable, u objeto para el yo en su dimensión narcisista?
  • ¿A qué movimiento de descarga y a qué tipo de contradicción interna nos referimos?, ¿necesidad de descargar ¿de quién? y ¿en quién? ¿deja este movimiento expulsivo un resto? ¿un resto para quién?
  •  La autoconservación habla de un egoísmo necesario para el sujeto, ¿de qué sujeto hablamos? ¿está constituido el sujeto para poder referir a él?

Frente a los interrogantes enunciados, se nos impone la diferencia de pensarlos dentro de una economía pulsional singular, o incluir el matiz dado en la economía pulsional vincular de las parejas y familias a las que nos dedicamos. Esta especificidad nos posibilitó conceptualizar el hecho que en las parejas en las que prima un pacto narcisista dado por la articulación de soluciones narcisistas, la marca de una carencia narcisista producto de una falla grave en la presencia del objeto y la terceridad necesaria, se pueda transformar en un “entre deux”, en una herida narcisista, sostenida en la escena actual de un modo atemporal y producida por un agente responsable y “siempre” deudor ahora presente,  

Esta solución “a deux” posibilita salir del dolor “en desesperanza”[7], sin un origen, sin fin, atemporal e innombrable. Nos encontramos subjetiva y transferencialmente implicados, en un circuito trans-subjetivo sostenedor de un apego al negativo del objeto[8], dentro del cual, a partir del “sufrimiento que hoy padezco y “vos me lo provocas” “mi dolor”, último testimonio presubjetivo de las fallas en la presencia del objeto en la constitución del yo sujeto, es sostenido y adquiere en lo actual la dimensión cualitativa de sufrimiento “de alguien” como un organizador posible de la escena vivida. 

A partir de una transformación pasiva activa “a deux” en su estado exitoso y dentro de un tipo de vínculo en el que al operar el “apego al negativo del objeto”[9]el aferramiento al dolor es un organizador y priman la deuda, la queja y el reproche; un Yo puede activamente, reclamar desde una posición de “agente acreedor con su razón”  a un agente “siempre” deudor, el sufrimiento dado a partir de las consecuencias de algo sucedido en una atemporalidad innegociable sostenida por “siempre vos….”en una referencia al “habría o hubiera”. A su vez el agente “siempre” deudor, de un modo desesperado necesita demostrar a “su supuesto otro no otro”, que “yo no soy ese que vos afirmas que soy”.

Queda velada en esta descripción la desesperanza transformada en desesperación y las consecuencias patógenas dadas por las afirmaciones provocantes-convocantes sostenidas por el agente perversivo acreedor.

 Una secuencia posible pensada dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica,

Aclaremos el concepto de “intersubjetividad transferencial”. Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de  transferencia al de subjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[10] que constituimos y en la que se da la posibilidad de la penetración actuada  del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Secuencia posible dada en estos equilibrios interdefensivos, 

 Dolor, una dimensión cuantitativa en búsqueda de la objetalizacion necesaria,

“en desesperanza”, un tipo de desvitalizacion representante de la hemorragia libidinal equivalente a lo agónico,

alerta que lleva a la desesperación, dimensión humana que enuncia la,

  Recuperación pre subjetiva de la condición de posibilidad,

 Ante esto, nos encontramos implicados frente a diversas opciones entre las cuales distinguimos:

A) rumiación “intrasubjetiva” y posibilidad de instalar un incorporatintra somático, o

B) apelar a una agresividad necesaria en su función objetalizante, pero degradada a un tipo de violencia con:  

Tendencia a la descarga provocante y convocante ahora de un “otro no otro”, un tipo de doble narcisista y,

respuesta de este otro acorde a su propia posibilidad, dada por su singular solución narcisista de sobrevida psíquica.

Configuración en acto y en lo actual, en un “entre dos”, de una escena entre un acreedor con “su razón entendible por humanos”, frente a “su pulsión” y al objeto “ahora presente y deudor”,  Al darse esta escena en sesión el registro de presente y deudor implica a una  terceridad demandada  e impotente, por ejemplo “un padre pintado” presente físicamente y ausente en su función tercera, sostenido en latencia en el malestar del analista, pero ¡este registro ya es un resto dentro de nuestra intersubjetividad transferencial! Queda planteada la necesidad de dar matices a la dimensión del malestar intra sesión y sus derivaciones, diferente al dolor como organizador de las escenas habituales, así como a la posición del testigo en su tránsito hacia el testimonio.

En esta secuencia de escenas se recupera de un modo aun pervertido y patógeno, la posibilidad identitaria en su referencia a un otro necesario y a una negatividad singular, dada por las consecuencias del negativo del objeto.

¿Pero negativo de qué objeto y objeto para quién?

Es necesario definir qué tipo de negatividad[11] y sus destinos, opera en cada uno de  los miembros de la pareja, quienes como estrategia de sobrevida psíquica  y una salida posible del dolor, una dimensión cuantitativa sostenida en desesperanza, mantienen en una articulación patógena, una escena atemporal y vigente en la cual a partir de sus posibilidades narcisistas de autoconservación, un yo “sujeto” es sostenido por alguien en una escena atemporal en la que:  “yo puedo reclamar con razón lo que “vos”, o un otro, me debe en una dimensión humana y actual”, es decir en una lógica entendida por humanos y sosteniendo una razón válida frente a la presencia del “analista en persona”. Estas relaciones de pareja habitualmente están centradas en poder pedir desde el reproche, aquello que el “otro no puede dar quedando yo “ligado” o “aferrado” desde mi sufrimiento y siendo mi dolor el testimonio de tu falla o ausencia” (P Denis solución algógena). Son pacientes que al no poder procesar el conflicto de un modo intrapsíquico e inter-instancias, necesitan que éste se juegue permanentemente en una “trans-subjetividad”, tendiendo al acto desubjetivante, predominancia de la descarga en la tendencia entrópica de la pulsión.  Si la pulsión es exigencia del trabajo impuesto a lo psíquico a partir de su articulación con lo somático, pensamos que cuando referimos una negatividad a la presencia fallida del objeto primario, estamos refiriendo a la sumatoria de experiencias de un yo en su momento de constitución, frente a su pulsión y en presencia del objeto en “su singular condición de posibilidad”. Es decir es la resultante de los diversos movimientos pulsionales de cada ser vivo en búsqueda del objeto posible, lo que va a dar como resultado su solución narcisista y  las marcas que quedan en el yo sujeto, a partir de las fallas en la función narcisista del objeto para ese yo en constitución.

Esta clínica nos invita a  profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista. Nos enfrentamos con el núcleo de las defensas narcisistas frente a traumas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[12] para transformar “dentro del medio en el que convive”, sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal y referidas a un agente actual, o en nuestra propuesta, “a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación historizante del sufrimiento padecido y a ser sujeto del propio dolor. Apelando a una metáfora a partir de las heridas dadas en la bio-lógica,  el necesario tejido cicatrizal, evidencia un mecanismo de defensa y auto conservación singular, que pone “hoy de un modo trófico, recursos actuales para cicatrizar”. La marca de la herida sigue vigente y si “uno la busca la encuentra”, pero ya no duele, es una demanda prescripta. ¿Podemos pensar nuestra función implicativa como analistas, la de facilitar o posibilitar, la acción trófica de este tejido cicatrizal[13].

En sesión se despliegan escenas en las que discutiendo la realidad, que nosotros no conocemos, se da un mutuo aferramiento contestatario, una coraza de co-excitación fusional, sostenedora de la posibilidad paradojal de la co existencia de varias realidades, haciendo posible que lo sucedido y padecido quizás no haya sido así. En un clima de acusaciones y defensas posibles, se abre “frente a nosotros” la dimensión de la culpabilidad, pero sostenida por agentes culpables de “algo sucedido y comprobable”.

La preeminencia de esta solución “a deux”, su necesario retornar de un modo circular a sus personajes en posiciones fijas y sin salida, atrapados en una vigencia “a veces mortífera”, en acto de lo actual y la no memoria del proceso recorrido, genera en nosotros un malestar que referimos a un registro del estancamiento o “impasse” del proceso terapéutico, al que por su no acceso al pasado lo enunciamos “impassé[14]. Pensamos que aquello que en lo manifiesto,  se presenta como  una problemática grave y sin salida, en su base, sostiene un equilibrio interdefensivo o una solución narcisista “a deux”[15] en su estado “exitoso fracasado”.

A partir del modo en el que D Maldavsky desarrolla los estados de las defensas y aplicándolo a la especificidad dada en familia y pareja,  podemos suponer que en la formación de estas familias, en algún  momento en la pareja parental se dio una alianza y un equilibrio interdefensivo que en su estado  exitoso,  sostenía la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”. Esto se daba dentro de la articulación exitosa de diferentes desmentidas: de la autonomía narcisista, de la diferenciade sexo, de generaciones, de vivo-muerto, y de la interdicción ante la intercambiabilidad de seres. El estado exitoso lograba rechazar algo fuera del yo “familiar” y al mismo tiempo mantenía la continuidad narcisista identitaria parental.

 En su estado exitoso no hay motivo de consulta, pero ante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras y esta es la opción que estamos planteando.


[1] Publicado en Actualidad psicológica  2015,

[2] A partir de una posición en la que es “la clínica la que interroga la teoría”, este desarrollo expresa un dialogo clínico teórico entre mi experiencia clínica en Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja con patologías narcisistas y el modo en que R Roussillon  describe el sufrimiento narcisista identitario y sus posibilidades en el proceso psicoanalítico.

[3] D. Maldavsky,

[4] R. Roussillon,

[5] F Pasche,

[6] R Roussillon,

[7] R Roussillon, «en desespoir” que refiere a la dimension de la agonía.

[8] R Roussillon D Anzieu,

[9] R Roussillon, D Anzieu,

[10] E Granjon,

[11] A Partir de R Kaes, Transformación posible de la negatividad radical(lo real, inaccesible) en una negatividad relativa, y posible a partir de la situación analizante en la cual se da el retorno de lo aun no subjetivado en busca del trabajo de subjetivación.

[12] R Roussillon; Compulsión a la re-peticion y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,

[13] Diferenciamos la dimensión cuantitativa del dolor, de la dimensión cualitativa del sufrimiento de alguien para alguien.

[14] P Denis,

[15] E Grinspon a partir de R Roussillon,

Intervenciones desde nuestra intersubjetividad transferencial frente a procesos en los que se nos presenta una manifestación somática.                                                                              

                                                                    Eduardo A Grinspon[1] .

Co construcción de “Mi amiga quimio” y “Mi amigo cirujano”.

En esta oportunidad como ejemplo clínico de esta segunda intervención apelare a una experiencia personal vivida “en carne propia” con el Dr Hector Machain.

Este desarrollo intenta conceptualizar nuestra posición, intervenciones y su eficacia en procesos terapéuticos (habitualmente primando sufrimientos narcisistas de sobrevida psíquica) en los que se nos presentan pasajes por el soma[2] mensajeros[3] dentro de nuestra intersubjetividad   transferencial. ¿Qué factores inciden para   que en ciertos vínculos transferenciales nuestras intervenciones, buscando el re- investimiento erotico del cuerpo de nuestro paciente puedan ser eficaces?

Voy a   partir de dos intervenciones que sostengo hace varios años con buenos resultados clínicos e intentaré articular conceptos que subyaces en mi posición clínica 

Una de ellas la de “mi amiga quimio”, se inicia cuando un proceso canceroso, se hace presente dentro de nuestro espacio terapéutico. Un cáncer importante de pulmón ya con metástasis. Surgía un primer cuestionamiento acerca de la causa por la que   hasta ese momento no había surgido ningún registro. Esta duda es lo que luego al conectarme con la escuela de psicosomática de París, pudimos pensar que es un estado previo en el que primando un estado operatorio no hay signos subjetivables. Momento en el que un sector del cuerpo de nuestro paciente resta clivado, anónimo y huérfano. ¿Qué destino o retorno tendrá este resto clivado de la subjetividad de nuestro paciente?

Nos conectamos con el segundo tiempo del trabajo de somatización que enuncia Claude Samadja que es la solución somática “de alguien”. Jerarquizo el término solución, a la que incluyo dentro de otras soluciones narcisistas de sobrevida psíquica[4]. La aparición en “mi paciente” de este cáncer, si bien había una historia muy compleja con mucho sufrimiento histórico, me asombró, pero sobre todo me impactó que mi paciente rápidamente comenzó a mencionar los efectos devastadores de la quimioterapia, mencionando detalladamente el sufrimiento que generaba las sesiones de quimio y el efecto de quedar pelada. En sesión desde mi registro subjetivo transferencial me encontré con un malestar frente a esta afirmación. Mi paciente quizás continuando con su estado operatorio estaba   desmintiendo el mensaje de su soma en búsqueda del cuerpo de alguien.

Intervine planteando que “ella no podía convivir con el cáncer, o ella mata al cáncer o el cáncer la mata a ella”. Pensando en el tipo de anclaje vital posible en pacientes con soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, sabemos que hubo una falla en el núcleo masoquico primario con la consecuente falla en el masoquismo guardián de la vida (B Rossemberg). Decidí junto a la enunciación de cáncer y matar, seguir enunciando que era “la amiga quimio quien nos podía ayudar a matar el cáncer   para seguir viviendo”. Esta afirmación se basaba en los logros subjetivos ya patrimoniados en nuestro proceso por mi paciente. 

Me ofrecí para acompañar en la primera sesión de quimio, estar presente e incluso darle la mano para sostener la recepción de la amiga quimio. El proceso se desarrolló favorablemente y mi paciente siguió viviendo.  

 Lo que me interesa es el registro en la intersubjetividad transferencial, el a deux que formamos mi paciente y yo para que ella me transmita un registro desafectivizado de un pasaje por su soma, y rápidamente me muestra un nivel de desmentida como si la palabra cáncer se hace intolerable. Yo creo que desde nuestro vinculo transferencial   pude acercarme al concepto   que era imposible vivir en la coexistencia con el cáncer[5], “mato al cáncer o el cáncer me mata a mí”. En esta ecuación pude encontrar estos investimientos laterales necesarios en lo psicosomático que fue apelar a la amiga quimio junto al amigo médico.,   

¿Qué me llevó a incluir el significante amigo con la quimio, incluso sostenerla de cuerpo presente en las primeras experiencias de quimio? Se tornó una intervención casi habitual en mis pacientes con cáncer. Pero llegó la hora de pensar cómo surgen estas intervenciones, partiendo de algo ya planteado en la escuela psicosomática de París, que en estos pacientes habita un núcleo masoquico primario fallido concomitante con fallas en su núcleo erógeno primario.

Es decir son personas que como pudieron han sobrevivido a   las fallas en las inscripciones corporales de experiencias primarias objetalmente necesarias para la constitución de su narcisismo, (un objeto necesario para la constitución del yo). Es Marilia Aisenstein quien enuncia una falla en el masoquismo erógeno guardián de la vida. El hecho de poder pensar en el masoquismo erógeno guardián de la vida, que es el egoísmo del sujeto para el sujeto, me reconecto con lo que enuncio como el egoísmo necesario, ese egoísmo al cual hay que apelar cuando un paciente se encuentra en estados límites de vida- muerte y se torna imprescindible su resistir para sobrevivir.

¿En qué medida nuestra posición como objeto disponible y utilizable puede relanzar sectores aun en latencia de este masoquismo erógeno guardián de la vida?

Así como “lo que en ello era en Yo debe advenir” podemos enunciar “lo que en soma era en cuerpo de alguien debe advenir” saliendo del cuerpo anónimo y huérfano.  

¿Cómo podemos pensar el cuerpo que se hace presente en sesión?

Pensamos a la organización psicosomática individual como una economía   psicosomática

Lo procesal a partir del monismo “psique soma”.

La noción de economía psicosomática y los medios variables para asegurar su regulación en los diferentes momentos de la vida, constituyen un modelo teórico – clínico que posibilita pensar los movimientos progredientes y regredientes dentro del monismo “psique soma”. César y Sara Botella integran a este último dentro de “lo procesal”, entendiendo al proceso como posibilidad transformacional de la pulsión que articula permanentemente la capacidad progrediente hacia la psico-lógica conducente hacia la representación, y la capacidad regrediente hacia lo perceptivo alucinatorio, fondo alucinatorio del psiquismo, que subyace a toda representación. Pensamos que la posibilidad de acceso a lo alucinatorio es la interfase entre la última posibilidad de recurso psíquico o de mentalización previo a precipitarse a un “más allá”, hacia el soma como espacio para lograr el pasaje por el soma mensajero hacia una solución bio-lógica. El movimiento pulsional tanto progrediente como regrediente muestra la no reversibilidad de la dirección pulsional que siempre es en el sentido “por venir”. Es este punto en el que pensamos que nuestra disponibilidad a implicarnos posibilita la apertura de circuito co alucinatorio[6] dentro de nuestra intersubjetividad transferencial. Es acá donde nuestras intervenciones adquieren su eficacia. Momento de articulación del médico clínico interlocutor del cuerpo que registra el mensaje somático y al modo del passeur (D Scarfone) opera como un objeto de transición y pasaje posibilitando salir de la preeminencia del clivaje y que los sectores clivados que persistían anónimos y huérfanos, accedan a ser parte del    cuerpo de alguien. 

Al entender la economía psicosomática dentro de este monismo cae la posibilidad de sostener el clivaje psique–soma, para pensar que la línea de clivaje se transfiere al interior del dualismo pulsional. El efecto “psico somático” es producto de la construcción o deconstrucción del juego pulsional, posibilidad singular de mantener un nivel adecuado del masoquismo erógeno guardián de la vida como nivel de resistencia primaria (Daniel Rosé). Todo esto depende de su enlace con la pulsión de autoconservación sostenedora del principio de constancia, del mantenimiento de una tensión vital opuesta a la descarga absoluta del sistema. Si se da una falla en este tipo de masoquismo y no se puede apelar a un movimiento regresivo hacia un punto de fijación adecuado, se sostiene un empecinamiento químico dentro de un automatismo aferrado a lo idéntico, en cuanto identidad de percepción, pudiéndose llegar finalmente a un triunfo de la función desobjetalizante que lleve a la descarga y a la muerte de la pulsión. Este desenlace será la consecuencia del triunfo de la defensa interpulsional desde la pulsión de muerte hacia Eros. (Freud, 1924)

Respecto al resistir es nuestra endurance[7] lo que nos posibilita intervenir más allá de las afirmaciones de nuestro paciente. 

Creo fundamental nuestra implicancia en la apertura del circuito co-alucinatrio que ya evidencia desde nuestro paciente un movimiento pulsional en búsqueda objetalizante y somos nosotros quienes sostenemos al objeto otro sujeto y su pulsión[8]  Por eso cuando se plantean la eficacia de las identificaciones laterales, pensé que en mi experiencia con estos pacientes, partiendo del médico clínico, la amiga quimio es otra identificación lateral. Es decir en nuestro espacio terapéutico estas transferencias laterales incluyen la terceridad necesaria y son ya parte de una escena en la que intervenimos. 

Segunda intervención esta vez a referida a una experiencia vivida en “carne propia”.

Hace mucho tiempo ante los actos quirúrgicos de mis pacientes diferencié el enunciado “me operan” dicho en sesión desde una posición pasiva, muchas veces dentro de un contexto de objeto quejoso y sufriente, de la enunciación “me opero” como un movimiento activo en búsqueda de una respuesta a lo que su cuerpo propio necesitaba y pedía. Este circuito mensajero tiene su complejidad   ya que se torna necesario que mi paciente pueda recibir de su cuerpo, habitualmente intermediado por su médico clínico un mensaje suficientemente doloroso o preocupante que le posibilite pedir una ayuda. A esto es lo que enuncio función passeur del clínico, un objeto de transición o de pasaje entre dos espacios el somático y el corporal.

¿A que cuerpo nos estamos refiriendo? Cristophe Dejours enuncia la posibilidad de acceder a una subversión libidinal que posibilita que el cuerpo biológico (soma) acceda a ser el cuerpo erótico de alguien. Lo denomina segundo cuerpo y es donde habitan los afectos, el circuito pulsional que ya enunciamos, la sexualidad infantil y los restos del tipo de apego al negativo del objeto que fue necesario para sobrevivir. Pienso que nuestra posición implicativa y disponibilidad sin concesiones junto a la posición del clínico es parte de esta subversión libidinal. La apertura del circuito co alucinatorio que hemos definido y desde el cual intervenimos, no podría tener lugar de otro modo.

Como segundo ejemplo voy a tratar de esbozar una situación personal. Se trata de una experiencia recientemente vivida “en carne propia” con mi clínico y el acceso a “mi amigo cirujano Dr. Héctor Machain”.

Hace varios años, mi clínico me diagnosticó un problema valvular cardiaco. Diagnostico surgido por un signo clínico (un soplo) y luego ratificado por estudios específicos. Yo no tenía ningún registro somático y sostuvimos un acuerdo de controlar su evolución anualmente. La lesión valvular iba progresando, aunque de un modo asintomático. Sin embargo yo sabía que el camino final sería la cirugía. ¿Presencia de un sector clivado para mí?

A partir de un tema articular recibo una medicación que descompensa mi equilibrio y me encuentro con una falta de aire que evidencia una insuficiencia cardiaca. Registro subjetivo de malestar que me llevó a una internación en la cual se comprueba que no tengo ninguna lesión arterial pero queda como único elemento la válvula y su agravamiento. Mi primera reacción fue negar el registro del pasaje por el soma mensajero pensando en sostener mi actividad y encarar la cirugía al regreso de mi próximo viaje.

La escucha de mi clínico, no concesiva, continente, “con memoria”, y manteniendo su registro de lo somático, generó que me llamara a los dos días proponiéndome ver a un cardiólogo, con la hora ya tomada. Su tono me llevó a no cuestionarlo. Posición esta que me posibilitó el apropiarme de lo aun clivado. Cuando veo al cardiólogo, me comenta en un clima de diálogo que lo conveniente es ir a cirugía. En ese momento pude aceptar la indicación, pero era muy difícil acceder a una cirugía tan compleja sin ningún síntoma. Yo no tenía aún ningún registro somatocorporal que me permita pedirle algo a algún amigo cirujano. Era simplemente aceptar la lectura del clínico que determinaba que ya era momento de encarar la cirugía. No cuestione esa indicación y pacte un horario para conocer al cirujano que me indicaba mi clínico.  

De inicio, me encuentro con una persona cirujano, es decir “alguien” totalmente disponible a sostener el tiempo necesario para dialogar y sentirme entendido. Pude así aceptar las ventajas respecto a que el cambio de válvula sea en este momento.  

Ese encuentro que tuve con la persona cirujano era exactamente el modelo que en lo conceptual venía sosteniendo con mis pacientes. Pude incluso, debido a que él conocía cual era mi actividad profesional (a partir de su relación con mi clínico), explicitarle lo importante de esa entrevista respecto al concepto de “mi amigo cirujano” e incluso la diferencia entre soma y cuerpo. Cuerpo ya propio desde el cual poder pedir algo. 

El Dr. Machain tiene un equipo con una coherencia notable respecto al trato con el paciente y en carne propia pude comprobar que el equilibrio inmunitario psicosomático era parte importante en esta evolución. Mi experiencia fue que me encontré ante una cirugía compleja, pero permanentemente acompañado por “mi amigo cirujano”.

Creo que el nivel de cicatrización y evolución está organizado por un equilibrio inmunitario al cual ya me refería en las situaciones transferenciales cuando mi paciente se apropia de su cuerpo intermediado por su clínico y accediendo al “amigo cirujano”.  


[1] www.eduardogrinspon.com

Artículos antecedentes:

 1988 “Somatosis y empecinamiento químico”

2016 “Del cuerpo familiar incestual a la singularidad subjetiva. Pasajes por el acto y por el soma como tránsito a la reapropiación del núcleo identitario singular 

  

[3] R Roussillon

[4] E Grinspon a partir de R Roussillon.

[5] Homologo a otros miembros de su familia que hemos enunciado tumores intra familiares.

[6] E Grinspon,”El concepto de lo alucinatorio su aplicación en nuestra especificidad de TPFP ““Posición impicativa de la persona del analista en momentos tóxicos intrsesión. Lo alucinatorio en sesion”

[7] E Grinspon “Posición preonírica del analista en sesión. Endurance necesaria del analista……”

[8] R Roussillon,

Escucha de lo familiar frente a consultas generadas pos hijos testigos implicados dentro de escenas familiares patógenas.Características especificas de estas escenas. Circuitos mensajeros posibles.

Eduardo A Grinspon

Introducción

Quiero iniciar mi presentación con un comentario acerca de nuestro origen como Foro de articulación clínico conceptual. Hace muchos años inicie con David Maldavsky procesos de investigación clínico conceptual en la cual fueron mis   escollos clínicos los que interpelaban a la teoría. Estos escollos partieron de registros subjetivos de mi experiencia en sesión y en el espacio inter-sesión, es decir a partir de los restos que seguían insistiendo en mí, los cuales recibidos por la escucha afectiva y continente sin concesiones de David Maldavsky, dejaron marcas aun hoy significativas. Esto nos llevó a pensar en un espacio de intervision, un espacio de confianza recíproca en el cual se puedan desplegar e interpelar nuestros registros subjetivos transferenciales como analistas en persona. En mi experiencia personal fueron registros de mi malestar los que al poder desplegarlos frente a una escucha benévola receptiva y no explicativa, relanzaban líneas de pensamiento que me posibilitaban intervenciones. Es decir pensábamos ya en ese momento en una clínica del proceso desde nuestra posición implicativa, al implicarnos en los pliegues que todo proceso transferencial nos presenta. Así surgió nuestro Foro de articulación clínico conceptual. En un inicio nos reuníamos un grupo de amigos colegas en una de nuestra casa los sábados a las 7,20 de la mañana y fue precisamente David Maldavsky quien me propuso pasar a Uces y así lo hicimos con varios de los partícipes actuales del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky. El grupo se ha extendido pero se mantiene nuestro espacio amical disponible para un abordaje clínico conceptual y la posibilidad hasta hoy de comentar mis escollos ni bien aparecen, siempre planteados desde los registros clínicos. Hasta el inicio de la pandemia manteníamos un concierto mensual como testimonio de nuestro origen extra institucional.

Uno de mis últimos escollos ha sido esta especificidad clínica dada por un motivo de consulta generado por un grupo de hijos adultos preocupados por un miembro de la pareja parental atravesando una situación límite a nivel psíquico o somático. Jerarquizo la importancia del motivo de consulta y el modo atípico en el que se nos presentó, lo enuncio atípico por su diferencia a los motivos de consulta con los que nos encontramos acorde a nuestros encuadres habituales. Pienso que ante estos escollos clínicos nuestra “escucha de lo familiar”[1] es parte nuclear de nuestro encuadre interno. Considero a este matiz un referente de base, tanto en un motivo de consulta dado a partir del “grupo de hijos de una familia” (al que vamos a referir en este desarrollo), como en aquellas situaciones clínicas individuales, en las que fuimos nosotros como analistas en persona implicados, quienes a partir de nuestro malestar en sesión o en el espacio intersesion, imaginamos y propusimos la ampliación del espacio terapéutico a nuestro paciente individual. Esta fue la base de un desarrollo anterior acerca de “gritos mensajeros de hijos cautivos y cautivados”[2], atrapados en circuitos incestuales. Gritos advenidos por pasajes por el acto[3] de estos hijos que al afectar a nuestros[4] pacientes se tornaban mensajeros para un “otro sujeto y su pulsión” disponible y utilizable. Menciono lo utilizable ya que son los pasajes por el acto  mensajeros (en su diferencia con pasajes al acto dados por las descargas) aquello que al implicarnos nos lleva a intervenciones y propuestas necesarias. Insisto, es nuestro encuadre interno el que sostiene nuestra presencia y la terceridad necesaria en estos procesos. 

Pensamos que los circuitos mensajeros dados en la especificidad de la grupalidad familiar, provienen de una vacilación del equilibrio inter-defensivo e inter-pulsional familiar patógeno, es decir que afecta y enferma a otros en quienes quedan restos. Un elemento o eslabón fundamental en estos procesos de los que nos ocuparemos más adelante.   

Estamos refiriendo a la vacilación dada como efecto de la presencia del sufrimiento singular de algún miembro quien a partir de sus trazas cuantitativas[5] (registros) subyacentes en su sector testigo intra-subjetivo del sufrimiento padecido[6], pudo gritar “aun” un pedido de objetalizacion. Pedido de un otro sujeto (y su pulsión) cuya presencia implicativa posibilite el circuito co-alucinatorio[7] necesario para acceder el trabajo de subjetivación, es decir a la representación y figurabilidad necesarias para la apropiación subjetiva. El sector testigo intrasubjetivo del sufrimiento singular,  refiere a trazas cuantitativas[8] que acceden a  la posición de testigo siempre y cuando haya alguien quien lo registre, un “para alguien” que  posibilite acceder al testimonio como matiz cualitativo, Este proceso objetalizante está dado en un primer momento por el efecto de la convalidación del sufrimiento padecido por el miembro familiar emisor (habitualmente un hijo o la pareja partenaire de una alianza perversiva) por un “otro humano como uno” y luego en sesión o en el espacio inter-sesión es una posición sostenida por nuestra presencia implicativa.. Este es un eslabón importante en el circuito mensajero que adviene a partir de nuestro resistir (endurance[9] necesaria) a las maniobras banalizantes dadas en circuitos incestuales, en los cuales como plantea P C Racamier prima un surantimoi es decir un super anti yo en su dimensión singular. Es nuestro encuadre interno del cual forma parte nuestra experiencia clínica frente a movimientos perversivos narcisistas en familia, lo que posibilita nuestra endurance necesaria en estos equilibrios patógenos.

Un matiz específico en estos equilibrios interdefensivos e interpulsionales familiares patógenos, es que en la pareja parental priman escenas fijas en las que la tension y la coexcitación fusional opera como un equivalente perversivo de vínculo. Estos movimientos perversivos familiares detonan un circuito interhumoral, el cual opera para los hijos de un modo contextual centrípeto y fetichizante. Movimiento patógeno que deja restos sostenidos en “lo actual” del sufrimiento de estos, restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son también parte en estos motivos de consulta. Son huellas perceptivas (cuantitativas y presubjetivas) las cuales ante la posibilidad de su retorno dada la situación transferencial por retorno[10] enunciada por R Roussillon, acceden a una apertura alucinatoria[11] en búsqueda del objeto otro sujeto y su pulsión. Esta búsqueda también es parte del motivo de consulta, a partir del cual es nuestra presencia implicativa la que posibilita sus efectos tróficos.    

Estas escenas parentales articulan personajes en quienes priman escenas fijas y privadas que remiten a la derivacion identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica singular lograda. En estos personajes “restan atrapadas” personas fijadas en una estasis temporal a su partenaire de un modo necesariamente inmodificable. Esta diferenciación entre los personajes de las escenas en las cuales se nos presentan y las personas es una de las metas clínicas en estos procesos. Así mismo la necesariedad (como condición estructural) a la que referimos, está dada por el hecho que en la alianza parental cada miembro le aporta al otro el personaje necesario para sostener la eficacia de las corrientes defensivas singulares que posibilitaron su solución narcisista de sobrevida. Desde nuestra posición clínica interpelamos estos personajes en búsqueda de la persona singular atrapada en su caparazón defensiva preventiva y en “lo actual” ofensiva dada en familia. Estas intervenciones en el espacio familiar nos posibilitan acceder a los matices del sufrimiento singular de cada miembro de la pareja parental y es notable el efecto trófico y subjetivante dado en los hijos, quienes en sus diferentes soluciones singulares aun sostienen interrogantes que no cesan en su insistencia. Hijos inevitablemete testigos y parte de estas escenas centrípetas familiares. En nuestra data clínica un matiz necesario fue la diferencia que inaugura el hecho, si en la alianza parental hubo un acuerdo amoroso genuino[12] previo a la configuración del pacto narcisista con el cual se nos presentan. También es necesario, dadas las diferentes readecuaciones interdefensivas en las alianzas patógenas, registrar el destino que tuvo el acuerdo amoroso a través de los años.

En los ejemplos clínicos que fueron la base de este desarrollo primaban alianzas parentales en las que imperaba un pacto narcisista del orden tiranía sumisión, dada la  disponibilidad a la adaptabilidad sacrificial con desvitalizacion progresiva de uno de sus miembros. Este rasgo de la adaptabilidad tiene un efecto en los hijos testigos en familias en las que “no se puede decir” para evitar reacciones temidas. Familias en las que durante tiempos prolongados “se aplacaba al loco y se lo perpetuaba en su función organizadora” Los efectos singulares de esta desvitalización generaron en el espacio familiar pasajes por el acto y por el soma, los cuales se tornaron mensajeros llegando a ser registrados y significativos para los hijos hoy testigos implicados ante el riesgo de vida, presencia de la muerte como posibilidad.  Pensamos que este fue el punto de inflexión que expresó la vacilación del equilibrio familiar patógeno y relanzó un circuito mensajero intrafamiliar e interpulsional hacia el grupo de hijos testigos, desde quienes surge el llamado hacia una terceridad posible dando lugar al motivo de consulta actual. Un punto de inflexión en el cual el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al borde somáticamente vital[13],

Creo que lo difícil y complejo de este escollo clínico está dado por los diferentes sectores implicados en lo especifico del circuito de transmisión de lo traumático que en estas familias adquieren el matiz de la transmisión traumática de lo traumático dentro de la intersubjetividad familiar.

Algunos registros subjetivos transferenciales  

 En nuestro desarrollo partimos de hijos testigos de padecer los efectos de las alianzas patógenas dadas en la pareja parental. Enuncio lo patógeno por la posibilidad de haber dejado restos en otros. Restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son base de estos motivos de consulta.

Hijos quienes en la desesperanza frente a la presencia de un estado vital limite, fueron aconsejados por amigos del mismo nivel generacional que habían transitado una situación similar  

En varias de estas familias hubo desde el inicio recuerdos afectivos referidos al miembro parental hoy sufriente, articulados con referencias acerca de su padecimiento frente al accionar del agente tiránico.  Es digno de mencionar que en estos procesos sostenidos en el tiempo pudimos rescatar a la persona atrapada en este personaje tiránico.  

A partir del motivo de consulta , ¿Como pensar el proceso de  retorno desde la intersubjetivida familiar hacia un “otro sujeto y su pulsión”? Terceridad posible “presentada” por la persona del analista.

Los recuerdos y relatos co construidos a partir del sufrimiento y su grito posible del “hoy” paciente disparador, son restos del sufrimiento familiar que retornan a partir de “lo actual”.  Un “actual” sostenido en el motivo de consulta en el que subyace este retorno de lo traumático en búsqueda de la apropiación subjetiva[14] ¿Cómo pensar el componente mensajero del afecto en este retorno? Son trazas perceptivas o huellas cuantitativas que al no cesar en su insistencia en búsqueda del otro sujeto y su pulsión abre el circuito coalucinatorio posibilitando al afecto su función mensajera.

¿A qué circuito nos estamos refiriendo?

A partir de la interpulsionalidad subyacente al equilibrio inter-defensivo familiar, el cual por ser pluripsíquico es dinámico y en permanente readecuación, se genera un circuito de transmisión de aquellos restos de lo aun no subjetivado, que al no cesar en su insistencia (en búsqueda de un objeto otro sujeto y su pulsión) da lugar a la apertura  co-alucinatoria. Una via dada a partir del movimiento y empuje pulsional que posibilita un acceso al trabajo de apropiación subjetiva necesario.

A partir de los restos del sufrimiento padecido se generó en la intersubjetividad familiar un “continente afectivo” que posibilitó que el retorno de lo traumático devenga, accediendo a este circuito co-alucinatorio entre diferentes sectores testigos. Un tipo de trabajo desde el negativo, un trabajo del resto aun no subjetivado que no cesa en su insistencia en la asimetría familiar.

Algunos interrogantes a desarrollar.

Nos queda por desarrollar los matices del circuito de transmisión dado, para que el sufrimiento singular de uno de los padres llegué a ser registrado por el “grupo de hijos” hasta organizar un motivo de consulta familiar. Hijos ya adultos que consulten preocupados por uno de los padres y con disponibilidad a un “espacio familiar de terapia”, que implica a todos sus miembros “en presencia” o en un inicio algunos como “presentes  en ausencia“. Así sucedió con los agentes demonizados con quienes “supuestamente” era imposible dialogar.

¿Cómo operan los registros testigos del sufrimiento padecido habitando en estos hijos, tanto testigos del sufrimiento en esta madre, como hijos testigos de escenas sostenidos por la pareja de sus padres?  

En la data clínica que proponemos había un recuerdo afectivo hacia el miembro parental cuyo sufrimiento se tornó mensajero, articulado a un agente tiránico a través de muchos años. Situaciones clínicas especificas en las que el lugar del agente tiránico demonizado es alguien atrapante como agente en la dinámica familiar y atrapado como persona dentro de su personaje intrafamiliar. Es nuestra escucha e intervenciones lo que posibilita salir del proceso de agentificacion forzada, es decir la producción compulsiva de agentes que organicen la escenas familiares y acceder al sufrimiento singular y su destino intrafamiliar.

Registramos la presencia de un punto de inflexión dado por el nivel de desubjetivación llegando al riesgo de muerte. Es un punto de inflexión donde el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al  borde somáticamente vital,

Conclusión dada a partir de los proceso recorridos:  

Pensamos este tipo de motivo de consulta como un retorno de restos intrafamiliares aun en búsqueda de subjetivación, siendo imprescindible que nuestra escucha mantenga la innegociable asimetría familiar. Un circuito de complicidad y banalización sostenido en el tiempo pudo vacilar y acceder a una complementariedad coalucinatoria[15] e intersubjetiva.  Un escollo que se nos presentó fue nuestra escucha ante los diferentes registros en el grupo de hermanos, y la tendencia a oponerse retornando a la tensión confirmatoria del más de lo mismo. Nuestra posición y encuadre interno posibilitó co-construir un continente que albergue estos sufrimientos resistiendo al estancamiento dado por la tendencia desde la desesperanza, impotencia y hartazgo, a producir agentes responsables y culpables.   

La interpelación por los hijos hoy adultos posibilita circuitos de subjetivación inimaginados pero posibles dadas estas condiciones. Al dejar de ser la tensión un equiválente prevertido y perversivo de vinculo, el sufrimiento pudo dejar de ser un organizador y adquirir otra perspectiva desde la repetición[16] posible en búsqueda de la apropiación subjetiva.  

Es necesario precisar en nuestra especificidad de TPPF los matices de aquello que enunciamos como transmisión de lo traumático y su derivación dada por la transmisión traumática de lo traumático.

Cuando enunciamos lo traumático, nos referimos a lo traumático para alguien quien no nació con su trauma sino que ha vivido y atravesado situaciones traumáticas que dejaron restos aun no subjetivados. En nuestra especificidad de “lo familiar”, las alianzas intersubjetivas patógenas llevan a una complementariedad cómplice (complicidad), una interpulsionalidad compleja que hace que se logre un equilibrio inter defensivo-ofensivo por el cual se da la posibilidad de la transmisión traumática  de lo traumático. Arrasando la “inter-generacionalidad y llegando a la trans-generacionalidad,

Al corrernos de la perspectiva individual, ¿cómo pensamos en nuestra especificidad de escucha de lo familiar, lo traumático y su transmisión en el circuito familiar asimétrico? Asimetría dada desde los padres con sus pactos y alianzas, la transmisión de su sufrimiento hacia sus hijos que los padecieron como hijos y testigos. A partir de nuestra clínica del proceso esta data clínica inaugura una especificidad dada por hijos, quienes como grupo fratria que en lugar de fragmentarse y clivarse sosteniendo la paradojalidad,    accedieron a una resonancia intersubjetiva en búsqueda de una terceridad necesaria. Es parte de nuestro accionar, dar acceso a la diferencia de lo vivido por cada hermano y el destino o transito que tuvo su sufrimiento. 

Estos procesos expresan una vacilación del equilibrio patógeno familiar que produjo un grito mensajero que   fue significante para alguien y para el grupo de hermanos. También hubo una vacilación de la instancia superyoica familiar patógeno (surantimoi familiar) que puso en juego un a acceso al efecto de un superyó benévolo y trófico sostenido por nuestra endurance e intervenciones

En mis desarrollo anteriores explore el grito de los hijos, esta data clínica inaugura otra opción dada a partir de un grito proveniente del cuerpo, expresión somática del sufrimiento de uno de los miembros de la pareja parental.

FIN


[1] E Grinspon,

[2] E Grinspon,

[3] R Roussillon,

[4] Afecto en su función mensajera

[5] Trazas perceptivas,

[6] E Grinspon, huella preceptiva , marca cuantitativa que no cesa en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación,  

[7] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión,

[8] Trazas o huellas perceptivas,

[9] E Grinspon,

[10] En su diferencia a la transferencia por “desplazamiento”,

[11] Guy Lavalee, R Roussillon,  Acceso a un circuito co alucinatorio,

[12] En su referencia al origen de estos hijos,

[13] Articulación entre la posibilidad de efectos catastrófico,la muerte y la presencia del loco  organizador

[14] R Roussillon,

[15] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión ,

[16] R Roussillon “compulsión a la repetición#,

Otros interrogantes surgidos a partir de nuestras intervenciones con una referencia identitaria y sus derivaciones en procesos terapéuticos.

A posteriori de conceptualizar acerca de la necesidad de habilitar el hecho de “honrar el propio dolor padecido”, “me encontré con un tipo de intervención” en la que enuncio a una paciente:

“Usted no es el dolor que sufrió, usted es quien sufrió el dolor”.

Al mismo tiempo otra paciente, que afirmaba una posición paradojal y ambivalente en sus relaciones afectivas, refiere a su padre “afirmando y concluyendo”: “finalmente yo soy como él”.

En este caso intervengo diciéndole: 

“Usted no es como él. Usted es “quien sufrió su propio dolor frente al modo en el que “él funcionaba en su familia”.   

Otra paciente quien refiere de modo explicativo al efecto patógeno y desubjetivante padecido ante manipulaciones perversivas narcisistas de su madre, se mantiene “atemporalmente” sometida a un supuesto imperativo materno paradojal, en el que no hay lugar para su nacimiento como “otra mujer”. 

Sin haber podido apelar a una función paterna eficaz, a la cual describe como aquella “que brillaba por su ausencia”, posiciona a “su padre” como una persona funcional a las manipulaciones maternas distorsionantes del sentido de la realidad. Esta paciente no puede sostener situaciones de pareja y mantiene al mismo tiempo una dificultad en creer y confiar. En varias experiencias sus relaciones de pareja se arruinan abruptamente por maniobras de su partenaire aparentemente no previstas por ella.  

Ante su decir de un modo afirmativoyo estoy identificada con lo pasivo de mi padre”, registro que “mi paciente”, desde una posición explicativa queda acorralada o coagulada en su paradigma relacional vigente. Una posición “sin salida”, homologa a lo padecido en su registro histórico y se ofrece en este momento “a sí misma como agente responsable, frente a su analista en persona”. Este registro intersubjetivo transferencial me lleva a intervenir diciéndole: 

“corrámonos de la palabra identificación y pensemos que usted no es el dolor que padeció sino quien padeció el dolor”.

La paciente expresa un cierto asombro y se genera un silencio en el que yo recupero escenas que habitaban en mi memoria, en las cuales “mi paciente” era un testigo implicado frente a lo que sucedía en su medio familiar. A partir de este registro de analista en persona con memoria y en posición prospectiva (“en espoir”), intervengo aportando alguna de estas escenas en las que “ella, pequeña, quedaba impotente ante la pasividad de “su padre” frente a las afirmaciones y acciones enloquecedoras de “su madre”. Una referencia a la “posición de testigo homóloga a la que yo me encontraba en sesión”. 

A partir de mi aporte, la paciente lo continua y comienza a enunciar varias escenas, pudiendo ahora entre nosotros y en sesión, co-construir el efecto que tuvo en ella estar ubicada en el lugar de testigo impotente padeciendo sus experiencias de sufrimiento, vergüenza y desesperanza frente a las maniobras (manipulaciones) enloquecedoras de su madre. Con cierta autoafectación, continúa enunciando la pena por “su padre sumiso” en quien el dolor y el sacrificio fue un valor y estuvo siempre ubicado en la posición de objeto del sufrimiento generado por otro, y para quien la única salida posible fue morir.

Este tipo de intervención nos llevó al interrogante ¿Cuáles son aquellas situaciones intersubjetivo transferenciales dadas en cada analista en persona, que lleva a que entre las intervenciones posibles se haga presente nuestra referencia a la “dimensión del ser”?

Al sentirnos implicados en un movimiento anti proceso, una reedición destructiva, una regresión pulsional extintiva dada por la vigencia patógena de un “superantiyo incestual antiproceso” estas intervenciones en nombre de las pulsiones de vida, hacen referencia a una creatividad y “acto analítico inminente” que G Bayle enuncia de un modo metafórico como la tiranía de Eros.

Para que nuestras intervención como “persona del analista”, representando al “analista en persona de mi paciente”, sea eficaz, es necesario en primer lugar hacer presente al “sujeto del propio dolor”, para tener presente a quien hablarle.

¿Cuál es el transito intersubjetivo transferencial hasta acceder a este registro?

En estos procesos, este matiz se da en primer lugar en nosotros a partir de nuestra historia intersubjetivo transferencial dentro del proceso recorrido y desde esta posición intervenimos y hablamos. Es cualitativamente diferente “decir” en sesión, que hablarle a alguien subjetivamente presente. Este matiz necesario es el que posibilita la eficacia de nuestra presencia como una función objetalizante necesaria en el momento del retorno del resto aun no subjetivado. Momento puntual en sesión en el que adviene el dolor en su dimensión cuantitativa en búsqueda alucinatoria del otro necesario para acceder al matiz cualitativo y ser vivencia de dolor y sufrimiento de alguien “para alguien”.

En el transito clínico conceptual que intento desplegar, en un primer momento al escucharme decir “honrar el propio dolor padecido”, se hizo significativa mi afirmación acerca del “propio dolor”, la cual abre la posibilidad de “sufrir el dolor ajeno”. Esta posibilidad está presente en muchos de nuestros pacientes quienes solo encontraron su propia calma y un lugar “en y para alguien”, siendoen el paradigma relacional subyacente en “su historia familiar”, una función eficaz en aliviar, calmar o suprimir el dolor de alguno de sus padres ante sufrimientos instalados en un clima contextual de “sin salida” (impasse). Referimos a climas familiares  en los que dado un hecho traumático y a partir de la vigencia y eficacia de la transmisión traumática de lo traumático (retracciones sostenedoras de secretos encriptados, duelos no resueltos y otros), este adquirió el rango de “catástrofe generacional”. Explicito la dimensión de eficacia ya que para que esta se concrete, tienen que sostenerse vigentes en la alianza parental, un pacto narcisista sostenedor de complicidades. 

A posteriori de este registro, me encontré con este tipo de intervención que enuncia la “dimensión del ser” de nuestros pacientes y a las que denomino “contra afirmativas”, frente a la afirmación narcisista e identitaria sostenida por la posición de “mi paciente” en las escenas intersubjetivo transferenciales que nos implican. Estos ejemplos evidenciaron la posibilidad de un tipo de transferencia por retorno (en su diferencia a la transferencia por desplazamiento), que sostiene en el vínculo transferencial la “presencia de aquello clivado que pulsa desde el negativo en nuestros pacientes y que no cesa de insistir en búsqueda de  la objetalización necesaria para la apropiación subjetiva”.

Estas intervenciones enunciadas como afirmaciones “contra afirmativas” sostenidas por “su analista” en persona, pueden ser pensadas en respuesta a una petición que de algún modo registramos dentro de un movimiento de la re-petición resiliente que adviene y nos implica en su búsqueda alucinatoria.

Mi intervención es una afirmación, “yo afirmo algo respecto a la historia subjetiva de mi paciente”, es como si a partir de nuestra historia, yo supiera algo y haciendo uso de mi “saber”, le digo a alguien “dentro de nuestro vinculo”  “usted no es lo que sufrió, usted es quien sufrió”, o en otro paciente, “usted no es la miseria que lo avergonzó, usted es quien sintió la vergüenza”. Es decir intervengo mediante una posición intersubjetivo transferencial “contra-afirmativa”,  interpelando una “asociación de “mi paciente” del orden de lo explicativo», que lo encierra en su núcleo identitario fruto de su solución narcisista de sobrevida psíquica,.

De esta manera voy a la búsqueda del testigo intra-subjetivo del propio dolor vivido pero “aun no vivenciado o subjetivado”, en su camino a acceder en nuestro espacio (a deux) “entre dos”, al testimonio que le posibilite acceder a ser sujeto del sentimiento o de la vivencia del dolor.

La afirmación identitaria de mi paciente, en su dimensión explicativa en sesión, podría conducir a que el analista exprese un tipo de acuerdo convalidante (por medio de un gesto o decir “claro”). Tal afirmación resulta en una respuesta que coagularía un acuerdo transferencial patógeno acerca de algo respecto al ser de “mi paciente” y a la identificación con su sufrimiento en impasse, un sin salida homologo al que subyace en su solución narcisista identitaria. 

En estos pacientes, ante su afirmación en sesión equivalente a “yo soy”, este tipo de intervención de “su analista”, generó una vacilación, y al vacilar su discurso fijado a “ser” el objeto del sufrimiento generado por otro, emergieron diversos comentarios o asociaciones que nos enfrentaron, como ya lo hemos planteado, con lo aún desconocido de “nuestros pacientes”. 

Dado que estas “intervenciones, no estratégicas” tienen lugar dentro de un contexto de dialogo, es habitual que surjan comentarios “aparentemente conocidos pero aún desconocidos por el analista”.

Pensamos que “nuestras” intervenciones contra-afirmativas son respuesta a un tipo de “pedido-interrogante” de “mi paciente”, si no fuera de este modo no serían significativas “para alguien”. Posiblemente este acto analítico recupera dentro de “nuestra asimetría” en sesión, los interrogantes coagulados en su núcleo identitario producto de su solución narcisista de sobrevida psíquica.

 Habitualmente sus efectos se notan en un corrimiento del lugar desde donde “mi paciente” habla, varia el tono, vacila su paradigma relacional y cambia el efecto en mí. Desde ese momento, se abre la posibilidad de historizar, accediendo a la figurabilidad de diferentes escenas, que refieren a lo que enuncio como “lo aún desconocido de nuestros pacientes”.  

La “dimensión narcisista identitaria a nivel del ser” o lo vital identital, se establece como el eje que se da en estas situaciones desde el paciente o desde el registro del analista.  Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y los recursos singulares posibles con los que pudo sobrevivir psíquicamente en su sufrimiento narcisista en el tránsito a su constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Freud  decía que la curación de un paciente depende de una disposición que hay en todos los seres vivos, la llamaba pulsión de sanar y que está relacionada con estas respuestas en sesión que nos asombran. Si la pulsión de sanar implica la posibilidad de un retorno a un estado anterior, nuestra posición aporta la objetalizacion necesaria para poner en marcha un sector de la pulsión de sanar que vaya a un estado alguna vez habido que permita la cicatrización y el re lanzamiento subjetivo.

La pulsión de sanar habitualmente opera silenciosamente para reparar problemas que han surgido en cualquiera de nosotros, pero hay otras veces dice Freud, que no alcanzan los recursos de cada uno y ahí es el momento en que interviene la posición del analista, para quien la pulsión de sanar es el principal aliado en su función.

Los recursos antes mencionados son los que están en la base de la pulsión de sanar como aliado fundamental del terapeuta, ya que cuando hablamos de los estancamientos de los procesos, referimos a la dificultad de acceder a una anaclisis suficiente para que la pulsión de sanar posible se ponga en juego.

En el momento de la constitución del yo sujeto, se dan equivalentes de interrogantes dirigidos al “objeto otro sujeto”, y a partir de su respuesta posible, se dieron las consecuencias traumáticas de este momento. Estas son la base de estas situaciones patológicas y patógenas, en las que nos encontramos con una afirmación que transforma al sufrimiento en un estado estable de su defensa en un estado exitoso fracasado. Una solución narcisista que sostiene una síntesis, sin posibilidad de vacilación e interrogantes.

La recuperación de estos por la subjetividad del analista, relanza la búsqueda objetalizante que nos posibilita abrir la dimensión del conflicto y que advenga el sujeto del “propio dolor padecido”, dándole un marco de enunciación en sesión y significativo para nuestros pacientes.   

A modo de conclusion: 

Estas soluciones narcisistas de sobrevida psíquica sostienen en estos pacientes, lo que hemos nombrado “su apellido otro”, el cual al ser enunciado por su analista en persona, nos posibilitaba co-construir entre los dos (analista y paciente) su marca identitaria mediante la cual esa `persona pudo sobrevivir a los abusos por exceso o por defecto. Pero en esta comunicación estamos desplegando otro matiz, en el que en lugar de co-construir juntos una “afirmación síntesis en la diferencia”, recupero desde mi malestar, mi memoria singular y desde una particular soledad en sesión, enuncio este tipo de intervención que contiene  interrogantes y abre diversas  dimensiones.

Al enunciar como persona del analista “Usted no es lo que sufrió, sino quien sufrió”, aludiendo a ser sujeto del propio dolor, implica la aceptación que alguna vez algo hubo, a partir de lo cual algún esbozo de sujeto puede estar en latencia en su solución narcisista. Dentro de las escenas fijas en las que los movimientos patógenos sostienen la posición de “objeto quejoso y sufriente” que garantiza la sobrevida como “único” ante un organizador tiránico, alterna un accionar acorde con un “yo culpable y deudor” o con un accionar destructivo sostenedor de un “yo soy el mal”, A partir de la posición de “su analista” de no dudar que algo hubo, podemos salir del desvalimiento sin salida y la fantasía de autoengendramiento, e ir a la búsqueda de los recursos y la objetalización alguna vez lograda.   

Ante esta especificidad clínica, como analistas en persona, nos encontramos “subjetivamente implicados” frente a estrategias de sobrevida psíquica, que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto,y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido (endurance singular) frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.

Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y  recursos singulares posibles con los que pudo resistir en su sufrimiento narcisista y sobrevivir psíquicamente hasta la constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Reflexión clínico conceptual que dio origen a «intervenciones contra-afirmativas» frente al estancamiento de un proceso y su diferencia con su interrupción.

 Eduardo A Grinspon 

Un disparador para este desarrollo, fue nuestro malestar frente al estancamiento de procesos terapéuticos con parejas y/o familias, no referimos a la interrupción sino al estancamiento o impasse, especialmente en el tratamiento de parejas, ya que la presencia de los hijos en la familia, detonan interrogantes que muchas veces relanzan los procesos. Llamamos estancamiento a un registro advenido en el analista a partir de su malestar intra e inter sesión, es decir, es nuestro registro subjetivo singular que evidencia el estancamiento. Este matiz tiene su importancia, ya que si pensamos en el estado de los equilibrios inter defensivosen familia y pareja, al acceder al estado de exitoso fracasado, puede mantenerse en estado de “impasse” de un modo atemporal, pero al incluirnos e implicarnos subjetivamente, articulando nuestra historia intersubjetivo transferencial en el proceso recorrido con nuestra   historia personal, el equilibrio inter defensivo, pluripsíquico y plurinarcisista puede acceder al estado de “fracasado en búsqueda de una diferencia”. Un pasaje del sufrimiento sostenido “en desespoir” y sin salida hacia un sufrimiento “en espoir”, que al ser en búsqueda del objeto posible ¿nosotros en el proceso?, ya es del orden de la herida narcisista y la falta. Si no accedemos a esta derivación en espiral y trófica, entramos en un circuito de complicidad y nuestros pacientes y familias pueden mantenerse en la re-edición del más de lo mismo de un modo atemporal. Es el malestar de cada analista en los procesos vividos lo que conduce a una modificación. Por esta razón, no son nuestros pacientes los que van a plantear el estancamiento, es nuestro malestar que alguna vez llamé “hartazgo, cansancio, somnolencia, registro somático,” entre otros, que nos lleva a auto sustraernos del magma incestual y a partir de nuestro padecimiento singular intervenir de algún modo.  Nuestro malestar “singular” nos sustrae y posibilita implicarnos dentro de la interpulsionalidad en juego.  Al implicarnos interferimos e interpelamos el continente tensional pervertizante y desde nuestra subjetividad inauguramos una continencia a co-construir y sostener.  A partir del imperativo del acceso a la  singularidad y diferencia, es desde nuestra singularidad en sesión que vamos a la búsqueda de la singularidad del sufrimiento generalmente de uno de los miembros de la familia y pareja,.

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa. En una de estas parejas, luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré” enunciando de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. Si bien no fue claro en ese momento, porque lo enuncié de este modo, fue notable y causa de asombro, el efecto trófico que ha tenido.

Luego de una primera experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevó a sostener esta posición y a desplegar interrogantes a partir de “lo sucedido en mí y sus derivaciones”.

Al enunciar en sesión “como analista en persona”, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de “impasse” útil, sin tensión, en el que “me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor”. Es decir de un modo personal, luego de enunciar al dolor, continué aportando la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo no estratégico.

Al intervenir sosteniendo  una posición clínica implicativa en la que:

  1. en lugar de explicar “desde afuera” de la escena, enuncia en una afirmación que refiere al plural ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!
  2. Pude registrar que ante esta enunciación “implicativa” de “su analista en persona”, esta pareja en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, dio lugar a un silencio expectante en ambos, que posibilitó o convocó que yo continuara hablando y accediera  a la dimensión cualitativa de la vergüenza. Podría abordarse una segunda lectura, en la que esta escena se yergue como una referencia a un otro, a la presencia de una “tercera” mirada, y a través de la misma se produce la recuperación del pudor alguna vez avasallado, y la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad. 
  3. Al dirigirse la Sra a su esposo y refiriendo al nombre de la persona del analista presente, le pregunta si este conoce un dato especifico de su historia. En una referencia a la terceridad vaciló el aferramiento pudiendo el Sr aludir a su sufrimiento singular. 
  4. Mientras por mi parte interpelaba mi archivo de escenas, el Sr continuo desplegando un sector de su historia referidas a las situaciones singulares en las que su padre fallece pocos meses antes que el nazca.  
  5. Esta mutación en el desarrollo acostumbrado de la sesión, permitió el  despliegue de un sector de la historia del Sr refiriendo a situaciones singulares y consecuencia de la pérdida un padre “en ausencia” y solo conocido por referencias. 
  6. Experiencia traumática familiar que alteró la posición subjetiva de su madre quien comenzó un periodo de penurias económicas casándose luego de varios años con un agente proveedor con graves movimientos perversivos que afectaron y están implícitos en la solución narcisista del Sr. Hecho traumático “del que no se habla”
  7. Es notable que la pregunta sostenida por su esposa en sesión, pudo apelar a la memoria saliendo del impassé y del aferramiento. Adviene lo desconocido de “mi paciente” y accediendo al trabajo del resto, pudo  rescatarse de permanecer coagulado en un sector de su historia nunca hablado,.
  8.  Cambia “mi paciente”, varía el clima de la sesión y emergen vivencias del sufrimiento singular ahora co-construidos en la intersubjetividad transferencial. 

Posición clínico conceptual frente a las afirmaciones identitarias de “nuestros pacientes” en sesión.

Eduardo A Grinspon.

Trabajo del resto en la transferencia por retorno.

El abordaje de las afirmaciones identitarias en el ámbito de la sesión, nos enfrenta a las posibilidades de vacilación de coyunturas clínicas altamente patógenas. La tendencia al estancamiento (impass) y a la atemporalidad (impassé) nos implica en la necesidad de sostener y relanzar al trabajo de subjetivación historizante de lo que permanece “clivado”, ya sea “en la subjetividad” de la configuración “pareja/familia” o “de la subjetividad” de alguno de sus miembros. Aquello aún no subjetivado, se nos manifiesta en sesión como signos perceptivos, a partir del retorno de huellas perceptivas singulares (C Botella) en concordancia a lo que enuncia R Roussillon como una “actualización perceptivo alucinatoria”. En sesión a partir de “lo actual”, esta actualización evidencia el retorno compulsivo de aquello que está “en resto” de la experiencia traumática singular y que no cesa en su insistencia en espera de la “simbolización necesaria”. Este “resto aun cuantitativo”, retorna en búsqueda del objeto otro sujeto necesario para acceder al trabajo de figurabilidad y subjetivación. En la especificidad de la Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja, a partir de la vacilación del equilibrio interdefensivo vigente nos acercamos a la posibilidad de la trasferencia por retorno y al trabajo de apropiación subjetiva de estos restos subyacentes.  

El re-presentarse estos restos “también” en nuestro espacio intersubjetivo transferencial generaron los siguientes interrogantes:

  • Al estar   “personalmente implicados”  ¿De qué manera este tipo de retorno se “presenta” en sesión en relación a nuestra reverie posible? 
  • Son configuraciones transferenciales en las que nos encontramos implicados dentro de escenas fijas y estereotipadas. Decir “nos encontramos” no es casual, ya que a partir de nuestro malestar, confusión y asombro, nos encontramos con nuestros propios registros subjetivos.
  • Las escenas en sesión se sustentan en la interacción de personajes cuyas posiciones subjetivas en su rigidez e invariancia sostienen y refuerzan recíprocamente la vigencia de las corrientes defensivas singulares que fueron necesarias para su sobrevida psíquica .
  • Se constituyen “en un entre deux” afirmaciones identitarias, que expresan la derivación identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica lograda y que desde la perspectiva de la metapsicología individual son descriptas como rasgos de carácter.
  • Estas afirmaciones identitarias “deben” sostenerse dentro de paradigmas relacionales fijos, ya  que para cada uno de estos pacientes su solución narcisista de sobrevida singular fue “su” modo de resolver “su” necesidad de ser alguien para alguien. Aun en condiciones extremas de supervivencia física y psíquica debe mantenerse de algún modo presente (incluso alucinando o delirando) a un humano otro “como uno”. 

Volviendo a la experiencia en sesión de TPFP y pensando que el retorno de estos restos, son retorno “de alguien para alguien”, como analistas en persona nos encontramos implicados  en el siguiente transito del “trabajo “del resto”.

  • Poder cuestionarnos si la re-presentación para alguien, está dirigida a nosotros. 
  • Prestarnos a sostener una reflexividad necesaria que dará apertura a un continuum co-alucinatorio inaugural, a partir del cual nuestra presencia e intervenciones facilitarán en nuestros pacientes, el acceso a la   figurabilidad necesaria para el trabajo de subjetivación. 
  • Para alcanzar esa calidad de presencia no debemos banalizar ni desvitalizar nuestras propias sensaciones de malestar y confusión, que traen a la luz nuestros “registros e interrogantes” que no cesan en su insistencia.  
  • Establecer nuestro modo singular de resistencia (“endurance”) para sostener en momentos puntuales de la sesión, la continencia necesaria y la apertura co-alucinatoria para lograr la receptividad del resto cuantitativo de lo aun no subjetivado. Resto cuantitativo que retorna en búsqueda de nuestra presencia y disponibilidad como un otro sujeto y su pulsión necesaria para el acceso a lo cualitativo.

Consideramos que a partir de nuestra posición implicativa se sostiene el efecto de presencia en sesión, brindando la co-generatividad necesaria para pasar de la re-presentación dentro de nuestra intersubjetividad transferencial a la representación para el paciente.  

  • Considerar en la sesión y en el espacio inter-sesión, a nuestras sensaciones de malestar y confusión que nos pertenecen y permiten   a su vez sostener la presencia de la dimensión del testigo, tanto del testigo intra-subjetivo propio, como del testigo intra-subjetivo del sufrimiento que padece “nuestro paciente”. 
  •  Se hace presente un tipo de reverie sostenida por nuestra posición de “objeto otro sujeto y su pulsión” frente a pacientes y familias que no pueden soñar.  

Tránsito en la transformación del registro subjetivo transferencial singular de cada analista, en una intervención. Travail de Passibilite. Posicion de “passeur”. Trabajo de pasaje por medio de un objeto de transición en su diferencia con el transicional.

  • Emprender un trabajo de pasaje por medio de nuestra posición como un objeto de transición. Para ello podemos metafóricamente tomar desde lo biológico la función de las enzimas en el proceso de transformación, el analista pre digiere lo indigerible y no metabolizable del sufrimiento narcisista padecido por “su paciente” y comparte desde lo afectivo generando un “entre dos intersubjetivo transferencial”, accediendo “en lo actual” a lo pensable y nombrable entre “humanos”. 
  • Asumirnos como un “objeto de “transición” y “no transicional” implica ser un objeto de transición para el interjuego que posibilita una travesía, una movilidad en el espacio “externo interno”, para que nuestros pacientes alcancen lo propio y singular. Jerarquizamos la diferencia de esta posición con la del objeto transicional que favorece la creación de una zona intermediaria entre un “adentro y un afuera”, una zona de no diferenciación que desdibuja el origen y la pertenencia, colocando a su paciente en una zona transicional entre sujeto y objeto. 
  • Nuestra posición implicativa  nos ubica como analistas “en persona”  partir de nuestros registros intersubjetivos transferenciales dentro del paradigma relacional sostenido de un modo “vital-identital” por  estos pacientes.
  • A partir de nuestro malestar y confusión, podemos recuperar la capacidad de imaginar apelando a nuestros propios registros, que convocan e interpelan archivos de escenas vividas durante el proceso terapéutico recorrido, así como también nuestra   propia historia personal.  
  • Evaluar el destino que como analistas disponemos para esas imágenes que si bien son propias, han sido motivadas dentro de la situación analizante co-construida.
  • Intervenir dentro de la escena jugada en el espacio intersubjetivo transferencial.
  • Visualizar la potencialidad de un trabajo del trauma en dos tiempos: un primer tiempo sustentado en la labor “con el analista”, como un objeto de pasaje y facilitador dentro de un espacio “co-construido entre dos” (paciente – analista), para dar luego lugar en una segundo tiempo al trabajo de subjetivación y apropiación singular.

Ombligo de alguien. Cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida y via de acceso a “lo desconocido” o “lo aun no reconocido”.

                                                                              Eduardo A Grinspon

Secuencia en mi posición preoníricaen sesión que antecede a este desarrollo.

  • Desde una posición implicativa en sesión frente a situaciones de un profundo colapso de mi paciente, presencia de un desvalimiento en el que “ya” prima el silencio, la retracción y la desesperanza, resistiendo (endurance) a la posibilidad de mi desesperanza, en una sesión de pareja advino el interrogante e intervención pertinente acerca de ¿fue chiquita alguna vez? Esto llevo a esta hermana melliza a “continuar diciendo” acerca de su “no lugar” frente al espacio que ocupó su hermana “siempre” enferma desde su nacimiento. Enuncio “continua diciendo” por la continuidad de su tono respecto al tono de mi intervención. Situación específica que he notado y referidas a mis intervenciones luego de la apertura del circuito co-alucinatorio intrasesion. 
  • A posteriori, ante mi atrapamiento frente a la reedición de estados de profunda desesperanza de mi paciente, de un modo homologo a las escenas que surgen a partir de mi pensamiento en escenas, advino una reflexión intrasesión, pero, nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma ya que todo trauma es un trauma para “alguien ya vivo”
  • Ante un escollo clínico similar e insistiendo en mí el resto “alguien para alguien”, al sustraerme en sesión de la desesperanza (desespoir) pude imaginar-pensar a “mi paciente” y recuperando una posición “en espoir” advino, si tiene ombligo y habla algo recibió. Este fue un punto de inflexión en el que “me encontré” aportando el interrogante ¿usted tiene ombligo? 

La presencia “en mí del significante ombligo” inauguró la posibilidad de intervenciones que me posibilitaron co-generar en nuestro espacio inter-subjetivo transferencial, diversas escenas en las que intentamos acceder junto con mi paciente a su marca de resistencia primaria singular, base de su solución de sobrevida psíquica. Esto me llevó a diferentes intervenciones intentando co-construir y dar figurabilidad a marcas de su experiencia de nacimiento, expresión de una escena primaria gestante y fundante para todo ser vivo.

¿Es posible que esta experiencia quede resignificada al modo de convicción constituyendo una marca identitaria sostenida a partir de experiencias de sufrimiento claramente “nombrables” en las cuales el sufrimiento se tornó organizador de un apego al negativo del objeto alguna vez alucinado y fallido?  A partir de procesos recorridos con pacientes y familias en las que primaban soluciones narcisistas de sobrevida psíquica y su derivación identitaria, este interrogante y presunción clínico conceptual no cesaba de insistir en mí.      

Un ejemplo introductorio de intervención en sesión familiar.   

En una sesión de familia una hija adoptiva (22 años), luego de diversos y serios pasajes por el acto frente a la fecha de su cumpleaños, puede enunciar y sostener su enojo por haber sido abandonada por su madre biológica. Un momento puntual en el que sinérgicamente emerge en su madre adoptante un claro gesto de malestar que podía lleva a las conocidas escenas de co-excitación fusional entre ambas. Implicarme en esa tensa escena intersubjetiva transferencial posibilitó sustraerme de lo ya conocido y dirigiéndome a la hija enunciar que su madre biológica decidió no abortarla, de algún modo la deseó viva y luego de algunos meses posteriores a su nacimiento la entregó en adopción.  Continúe explicitando, ahora dirigiéndome a su madre, que sus padres adoptantes ante su dificultad de concebir un hijo mantuvieron innegociable el lugar del “hijo deseado”. Esto posibilitó el encuentro y nacimiento “familiar” de esta hija para esta pareja parental adoptante, quienes continuando con el medio maternante necesario, posibilitaron a esta hija tanto ser quien hoy era así como sostener sus interrogantes en sesión. 

Desde mi posición en sesión esta enunciación sostiene en cada hijo la diferencia entre su madre genitora de la función maternante. J Andre se interroga ¿“un afecto no constituido puede nacer de la experiencia transferencial”? , agregando que la diferencia entre analistas y obstetras no es tan clara, un planteo con el que mi experiencia clínica  me lleva a estar totalmente de acuerdo.  

Ombligo marca de una experiencia subjetivable. 

Enunciamos al ombligo como “el ombligo de alguien singular”, una marca corporal “nombrable” para todo ser nacido y vivo que implica a su vez una “experiencia incuestionable alguna vez vivida”. Esta marca es un vestigio del vínculo con su genitora quien cumplió su función gestante y fundante de ese ser vivo. En todo hijo que “tiene ombligo y habla”, esta marca refiere a lo más arcaico y vital de esa relación junto a sus múltiples avatares. Esta enunciación al ser pensada desde el hijo, nos enfrentó con interrogantes y diferencias en esta necesaria función maternante para cada “hijo” frente a su desvalimiento inaugural. Es el destino de los avatares antes mencionados con lo que nos enfrentamos en nuestra clínica frente al sufrimiento narcisista identitario extremo.   

En cada hijo el corte del cordón realizado por un “tercero” fue su primera separación e interrupción de su continuidad humoral en el camino” de acceso a su autonomía somato psíquica. Se inaugura su acceso a la posibilidad de respirar y luego en su dependencia inevitable con el medio (environement) se accede a la termo regulación y alimentación. Esta experiencia relacional fundamental generó la inscripción de significantes de demarcación para ese hijo, a partir de lo cual esta marca corporal sostiene “una huella (trace)” abierta a la “relación de lo no reconocido” en su diferencia con la “relación de l´inconnu” o de desconocido. Lo no reconocido como lo deja planteado G Rosolato es de algún modo conocible o deducible de otros significantes en la sustitución posible. Esta diferencia al ser pensada desde una posición implicativa  dentro de nuestra intersubjetividad transferencial, nos llevó a plantearlo como lo aun no reconocido.  

Pensamos que en un hijo esta marca sintetiza y evoca sus diferentes búsquedas del objeto (otro sujeto y su pulsión), en cuanto “objeto de o para su pulsión”. Búsquedas con su consecuente apertura alucinatoria y las marcas generadas acorde a la respuesta registrada. Experiencia vivida por nuestros pacientes en quienes el trabajo del afecto sostuvo el circuito en el que se articularon los significantes enigmáticos enunciados por J Laplanche con los de demarcación descriptos por G Rosolato. Es necesario aclarar que nos referimos tanto a las marcas generadas a partir de la presencia trófica de este objeto y el acceso a la experiencia de satisfacción, como a aquellas dadas por las fallas en su presencia. Estas últimas restan como trazas cuantitativas enunciadas como  perceptivas.  En estas al ser “la sombra del objeto la que fue incorporada”, se inaugura la ´posibilidad de constituirse un apego al negativo del objeto como recurso de sobrevida psíquica y la consecuente presencia en “lo actual” de “incorporats”. Estos incorporats evidencian la capacidad de resistencia primaria de nuestros pacientes como base estructural en el acceso a su solución narcisista de sobrevida psíquica.  Al pensarlos como   una presencia “en lo actual” de restos de alguien para alguien, un destino posible de estas incorporaciones es acceder al trabajo de representancia logrado a partir de la transferencia por retorno de estos restos en sesión.  Partiendo del concepto que el par pulsión-objeto se considera indisoluble, nuestra  posición clínica  se   implica en el circuito inter pulsional entre lo  intrapsíquico  y  lo intersubjetivo. En este punto lo planteado como lo no reconocido pasa a ser lo aun no reconocido en nuestra intersubjetividad transferencial. Lo desconocido por impensable es la matriz negativa que subyace en nuestra reverie articulada con las búsquedas en las que el sufrimiento de nuestros pacientes se torna en sesión, gritos mensajeros para alguien disponible.   

 Pensamos al ombligo como marca de una experiencia vital y un saber corporal con la posibilidad de un conocimiento aun no re-conocido. Estamos refiriendo a partir de la separación original a una experiencia de vacío en búsqueda del objeto de perspectiva y solución narcisista lograda. El ombligo, una marca corporal en ausencia de función, sostiene la posibilidad de una representación fantasmatica para alguien y disponible para la “puesta en juego” del trabajo del resto dado en el circuito desde  lo desconocido hacia lo aun no reconocido. 

¿Qué es lo necesario para esta puesta en juego? 

Para acceder a esta posibilidad en nuestros pacientes, es necesario relanzar el trabajo de representancia o de simbolización previo a toda representación. Una situación estructuralmente homologa a la que en la dimensión de lo primario, la falla en la presencia del objeto condujo a su incorporat. Estamos enunciando la posibilidad del retorno de los restos de este incorporat, para lo cual es necesario relanzar desde la intersubjetividad posible, la búsqueda alucinatoria de lo aun no re-conocido. Esta búsqueda que desde nuestros pacientes no cesan en su insistencia, se plasma a partir de la apertura co-alucinatoria dada por la presencia de un objeto otro sujeto y su pulsión.

 ¿Quién? ¿Nosotros en sesión frente a la presencia de la desesperanza? ¿Situaciones de riesgo de vida en nuestros pacientes?

Esta cicatriz es un orificio obturado que reenvía directamente a una madre genitora, enunciado por G Rosolato como “fente”, hendidura o grieta, “los labios de un orificio que expresa la discontinuidad hacia un interior continente y a un exterior “abismal”. Un límite y una cubierta (couvercle).  

Al enunciar la escena primaria (u originaria) gestante y fundante, intento continuar la reflexión de A Green al enunciar “no podemos seguir pensando en jerarquizar padre “o madre, sino pensar en la pareja y su evolución hacia el padre (del hijo). Una relación de tres, la madre originaria de inicio, luego, ¿qué es el padre para esa madre?  Una relación de dos con un tercero en latencia, “a trois”, el padre sale de su latencia hacia un verdadera triangulación”. Debemos pensar todo esto en sus diferencias entre las posiciones familiares para cada uno de nuestros pacientes.  

¿Es posible en situaciones de gran desvalimiento que alguien apele a esta marca en búsqueda de alguna sensación necesaria como un punto de fijación ante la tendencia desobjetalizante en desesperanza? Refiero a una búsqueda desde nuestros pacientes o desde nosotros como personas implicados en nuestra intersubjetividad transferencial.  

 Ejemplos que relanzaron este interrogante

Guy Rosolato despliega el ejemplo de una paciente que en momentos de repliegue en su infancia, se chupaba el pulgar con una mano y con la otra iba debajo de su ropa y se acariciaba el ombligo, logrando un sentimiento muy vivo de omnipotencia. Esta paciente refería a una madre psíquicamente ausente. Este ejemplo abrió el interrogante acerca de su diferencia con una paciente mía que en la actualidad padece artritis reumatoidea auto inmune, quien de chiquita sola en su casa frente a una madre desinvistiente y un padre no conocido, se cubría con la sabana y para dormirse se arrancaba las pestañas necesitando la experiencia de su dolor para dormirse. Un equivalente de experiencia intrauterina accediendo a un apego al dolor como marca del apego al negativo del objeto como estrategia de sobrevida psíquica.

Otra paciente relata que a los pocos  meses que muere su mama,  comienza con  mucha angustia, “no era extrañarla ya que no la veía seguido, pero me  angustiaba mucho darme cuenta que nunca más la iba a volver a ver ni escuchar su voz”. ¿Presencia de la negatividad necesaria en búsqueda de la representación de la falta? Continua mi paciente “registro su muerte y comienzo con crisis de llanto, en las que se me tornaba imposible parar de llorar y tranquilizarme. Una noche acostada en mi cama, sin darme cuenta me toco el ombligo y automáticamente me doy cuenta de que mi ombligo era la marca en mi cuerpo de que estuve unida a ella. Me invadió una sensación de tranquilidad y me calmé en ese mismo momento, me alivió el dolor, dejé de llorar y tocándome mi ombligo pensé ¿Cómo nunca lo pensé o como no me di cuenta antes? El hecho de pensar que tengo una cicatriz “de por vida” que representa la unión con mi mama me daba tranquilidad. Luego me quedo dormida y al día siguiente al despertarme siento una molestia en el ombligo y lo tenía lastimado, supuse que dormida me lastime. A los pocos días “se me hicieron cascaritas” que luego se fueron. A partir de ahí empecé a utilizarlo como herramienta para los días difíciles. 

Siempre tuve sensibilidad en el ombligo, no tolero que alguien me toque el abdomen por miedo a que me lastimen el ombligo. Incluso si alguien acercaba la mano a mi panza me encorvaba para protegerme. A los 16 años me hice un piercing en el ombligo, requería de mucho cuidado para que no se infecte. “No lo cuide como debía” creyendo que no iba a pasar nada y se infectó. Luego de curar esta infección, pudo cicatrizar y me saqué el piercing. En ese momento tenía doble marca, la del ombligo y la del arito ya que era una marca visible. Hoy a los 34 años, a 6 años de que murió mi mama sentí ganas de volver a hacerme el piercing, no sé si por el arito en si o para cuidármelo como correspondía. Así lo hice, cuidé la marca, cicatrizó más rápido de lo que se espera y hoy es parte mía”.  

Omnipresencia mensajera de hijos cautivados y cautivos.

Eduardo A Grinspon.

Articulo presentado en el E congres 2020 de AIPPF, Discutidor Andre Carel

Preguntas de Andre Carel y sus repuestas a continuación del artículo.    

El presente desarrollo es la continuación de un hallazgo clínico presentado en Lisboa[1] en el cual, a partir de nuestra “escucha de lo familiar” [2]en el espacio de terapia individual de uno de los padres”, accedimos a encontrar respuestas al “pasaje por el acto[3]de “sus hijos” en su función mensajera”. Diferenciamos   el pasaje al acto que va a la descarga, de estos pasajes por el acto en su función mensajera dentro de la intersubjetividad familiar. Esta sostiene un equilibrio inter-defensivo que por ser pluripsiquico, plurinarcisista e intergeneracional es dinámico y en permanente readecuación. Así mismo fue posible relanzar hacia la subjetivación sectores clivadosen nuestro proceso de terapia individual”, sostenidos en escenas fijas, privadas y patógenas” de quienes fueran “mis pacientes”. Eran pacientes quienes luego de una conflictiva separación y a pesar de estar separados hacía mucho tiempo, permanecían tensamente unidos a sus ex-esposas en una solución “entre dos”[4](a deux), dentro de la cual sus hijos quedaban cautivados y cautivos. Son soluciones narcisistas en las cuales los restos de experiencias traumáticas “vividas singularmente” pudieron transformarse “entre ambos”, en una herida narcisista referida y ligada en “lo actual” a un agente responsable omnipresente y siempre deudor. Un “siempre” sostenido por la configuración en cada miembro de la pareja parental de “su necesaria escena fija y privada”. Este tipo de alianza garantiza la eficacia de las corrientes defensivas singulares, logrando reducir la historia propia de cada uno a una escena fija co-sostenida en una articulación patógena atemporal[5]. Esta atemporalidad inevitablemente va a ser interpelada por sus hijos, razón por la cual este pacto patógeno puede llegar a convertirse en alienante[6]. Son pactos que sostienen la ilusión de autoengendramiento “a deux”, un sin historia[7] posterior al auto desengendramiento como lo plantea A Carel. A partir de la diferencia que enuncia R Roussillon[8] entre lo “clivado del yo” de “lo clivado hacia el yo”, en nuestra especificidad en el psicoanálisis de familia y pareja, diferenciamos lo “clivado en la intersubjetividad familiar”, de lo “clivado de la subjetividad de sus hijos”[9]. Un clivaje hacia su yo[10] de aquello que como consecuencia de la comunión de desmentida genitora parental”, no adviene a formar parte de su patrimonio subjetivo. Estos sectores clivados intra familiares condensan fragmentos de historia traumática, los cuales desde la perspectiva del hijo fueron necesariamente vividos en “su familia” y sostenidos para cada hijo, como “restos clivados de su subjetividad”. Restos que no cesaran en su insistencia de acceder al trabajo representancia[11] y apropiación subjetiva. Intentaremos explorar desde nuestra clínica el circuito interpulsional e intersubjetivo familiar por el que circulan estos retornos[12].     

En las familias que dieron lugar a estos desarrollos un hijo quedó adherido al sufrimiento sin salida sostenido por la escena fija y privada de uno de sus padres, constituyéndose en un hijo cautivo al conjugarse con la posición entregadora de su otro genitor. Son familias que sostienen escenas en las que priman la tensión y la co-excitación centrípeta. Esta opera como una “seducción narcisista patógena”, a partir de la cual alguno de sus hijos queda cautivado y cautivo como parte de esa escena.  De un modo indiferenciado y fusional esta pasa a ser “su escena”. Así mismo serán sus recursos para   sustraerse y “gritar[13]convocando a la terceridad posible, lo que le posibilitará acceder a su singularidad subjetiva.

En este desarrollo referimos a un matiz diferencial dado por el hecho que estos hijos cautivos a pesar de transitar situaciones extremadamente graves, poniendo repetidamente en riesgo su vida y alterando el clima familiar a niveles insoportables, no aceptan ni estabilizan un espacio terapéutico individual. Permanecen desde su oposición a “la terapia” como una preocupación omnipresente intrafamiliar, articulada a circuitos perversivos parentales. Una vacilación de estos es la consulta familiar muchas veces exigida por los hermanos, generándose frecuentemente procesos recorridos “en ausencia parcial del hijo omnipresente que “ya habita en todos”. Estos hijos a partir de sus pasajes por el acto mensajeros para alguien disponible, lograron que este equilibrio estático (en impassé) vacile. En la investigación anterior he partido de mensajes que emergieron en sesión individual, a partir de variaciones del tono de las afirmaciones que expresaron mis pacientes respecto a sus hijos. Esta agentificacion del hijo, habitualmente fusionado a su otro genitor, me llevó a revalorizar la entonación verbal expresada en afirmaciones referidas a estos hijos. Este registro “en sesión” me posibilitó pensar que el circuito de transmisión intrafamiliar podía darse a partir del trabajo del afecto[14], el cual partiendo de su vertiente somática inicia una búsqueda objetalizante hacia su vertiente psíquica. Al pensar al afecto como un continuum, es en esta búsqueda en la que nos implicamos por el intermediario del tono de las afirmaciones de nuestros pacientes.  A partir de nuestra escucha implicativa en sesión, accedemos a una apertura coalucinatoria y nuestra repuesta subjetiva se integra en el circuito de transmisión intra familiar.   

Es necesario revalorizar el efecto de nuestras intervenciones a partir de los circuitos mensajeros dados en familias en las que prima la tensión y la coexcitación centripeta incestual.

A partir de nuestra data clínica actual, me referiré a consultas en urgencias generadas a partir de hijos en riesgo de vida, omnipresentes en el clima familiar pero ausentes en la consulta y frente a las cuales nuestro encuadre interno, como base de nuestra escucha de lo familiar, posibilitó co-construir un espacio de terapia familiar. Una espacialidad que sostuvo procesos de subjetivación historizante “en familia” y cuyos efectos se extendieron más allá de nuestras sesiones alcanzando al accionar de estos “hijos omnipresentes en ausencia”.  Adolescentes posicionados como hijos problema “sin salida”, pero “habitando” en todos los miembros de su familia. Se nos hizo presente simultáneamente “el miedo a que este hijo se termine destruyendo, junto al hartazgo frente a la imposibilidad que deje de trastornar la vida familiar”[15]. La “posibilidad de muerte en la realidad intrafamiliar” es lo que opera como punto de fijación limite a las complicidades perversivas desubjetivantes.  

Si bien iniciamos estos procesos con el fin de lograr un abordaje adecuado para este hijo, otro hallazgo clínico fue registrar el modo en el que simultáneamente comenzaban a darse cambios en el accionar de este hijo “omnipresente en familia” pero “en ausencia en nuestra sesión”.  Es decir en ningún momento pudimos dejar de pensarlo como un hijo presente a su modo, habitando “en los otros” y ya también en mí.  Este registro intersubjetivo transferencial[16] me llevó a  intervenir y co-generar un canal de comunicación con este hijo, tanto enviándole mensajes por medio de los miembros de su familia, convocándolo a una sesión “vincular con uno de sus padres” o por mensajes via Wapp luego de cada sesión familiar.    Es de mencionar que estos hijos no fallaron a esta convocatoria. Ante los cambios tróficos que se dieron en el accionar de estos hijos nos surgió el interrogante acerca de si estos fueron ¿“a pesar de” o “gracias a” su ausencia en nuestras sesiones?  

Ejemplo clínico   

En la primera sesión solicitada telefónicamente y que operó como motivo de consulta   se presenta una pareja de padres.  Lo enuncio de este modo porque este desarrollo fue pensado a partir de la familia que cada hijo pudo constituir.   La esposa muy angustiada relata que uno de sus hijos (el mayor de 17 años) en plena crisis y estado de desesperación le confesó haberle sacado y vendido un aparato electrónico de su hermana. Usando ya el plural, continúa diciendo que para evitar problemas entre hermanos, los padres decidieron restituirlo. Con un tono confirmatorio de la sin salida de este hijo, afirma que luego de un tiempo volvió a vender otro objeto similar de su hermana menor quien está ahora en plena crisis. Continúa la madre planteando que “su hijo” hace 3 años cambió al extremo de no reconocerlo, modificando tanto su aspecto físico como su vestir y refiere su marginalidad a presuntas adicciones. Una singularidad en el accionar de este hijo fue su ausentarse in crescendo, hasta desaparecer por tres días sin saber dónde podía estar. Una presencia en ausencia que en sesión pasaba a ser un grito de alguien hacia alguien, “es imposible que acepte un límite y se niega absolutamente a reiniciar una terapia luego de varios fracasos”.  Un hijo ya “problema” gravemente afectado y afectante, quien no se hace cargo de las consecuencias graves que sufren otros en posición de testigos. ¿Un pasaje por el acto mensajero que deja restos en los testigos? El clima familiar “ya es” insoportable” por las escenas de violencia verbal que imperan”.  

Llama mi atención la posición del padre quien acompañaba pero sin una emoción definible.  Al interpelarlo me encuentro con un padre quien enuncia que ya se hizo de todo pero “él es asi”, no acepta nada de su familia y sus hermanas no lo aguantan más.  Un relato desde la desesperanza y el hartazgo pero sin la desesperación materna que aun enunciaba una búsqueda. Registro que este hijo cautivo estaba ubicado en alguien “insoportable y perdido en familia”, pero “sus padres y los efectos de sus gritos estaban en sesión conmigo”. Les planteo que hubo un “primer grito intrafamiliar” no registrado, al momento de restituir el aparato electrónico a su hermana. Razón por la cual este hijo volvió a gritar dentro de su familia convocando a sus hermanas. En la segunda sesión   acordamos que nombrándome iban a comentar “en familia” las dos consultas que ya habíamos tenido, explicitando “todo lo no dicho” y propuse una sesión familiar en esa semana[17]

Es de extrema importancia pensar el valor del motivo de consulta en familias en las que imperan los movimientos perversivos y la incestualidad. Nos encontramos con la posibilidad de implicarnos en los momentos muchas veces fugaces de vacilación del circuito interpulsional trans-subjetivo familiar. Este sostiene en su proceso de transformación de excitaciones cuantitativas en representantes afecto, una búsqueda objetalizante necesaria para acceder al trabajo de representancia (o de simbolización). Es en esta búsqueda en las que nos implicamos desde nuestra subjetividad, historia y experiencia clínica. 

Diferenciamos cada familia “en casa incestualmente sin salida” bajo la primacía del sur-anti-moi familiar[18], de la misma familia frente a “nuestra escucha de lo familiar” como analista en persona implicada dentro de los pliegues posibles. Nuestra presencia y disponibilidad sostiene el clivaje trófico entre nuestro superyó y el super-anti-yo familiar. Una función anti-extintiva tendiente a partir de nuestro “resistir (endurance[19]) durando y durante”, a constituir lenta y gradualmente su “objeto analista en persona intrafamiliar” (destruido encontrado creado[20]) sostenedor de una terceridad a operar también “en casa”.

Primera sesión familiar en la que este hijo “cautivo” en presencia “me comunica” que no va a venir más, que la terapia es “un verso”.

En un clima muy tenso en el cual la hermana menor no cesaba en su “silencioso llanto”, la madre enuncia desde el tono en el que ella lo recibía, un insulto impúdico propinado por “su hijo”. Un tono convocante al que este responde sin dilación, reafirmando nuevamente el insulto desde “pero si vos sos”. Una afirmación identitaria[21] que re-presenta en mí el hijo sin salida que ya me había presentado su padre al decir “él es así”. Preguntando por la presencia de insultos, la madre “continua diciendo” que este hijo sabiendo el dolor que le causaba, la seguía insultando enunciando las mismas frases con las que la atacaba su propia madre.  Una “escena a los gritos” y “a gritos para alguien”, en la que la tensión y los tonos hicieron presente una fusión “madre—hijo” sin función paterna, tanto frente a la historia de esta madre con su propia madre, cómo a la de su hijo presente en sesión.  Ante los efectos en mí de la presencia en ausencia, del padre, intervengo convocándolo a implicarse y dirigiéndome a la madre dejo planteado el interrogante por los maltratos sufridos y conocidos por este hijo.  

Este hijo no retornó a las sesiones pero sus tonos y efectos operaron como restos a partir de los cuales, ya en proceso, pudimos dar figurabilidad a las escenas fijas imperantes en esta madre y las respuestas de sus hijas pidiendo un padre que interviniera y salga de su escena fija singular. ¿Pero, con el accionar de quién? ¿De este hijo destructivo? o ¿con el accionar de su esposa?  

Intentando entender evoluciones en las que registramos modificaciones en el accionar del hijo problema omnipresente pero “en ausencia” durante el proceso recorrido.

Considero que sostener en sesión la posibilidad de la presencia en ausencia del hijo   cautivo, posibilitó la liberación de un sector de este hijo quien pudo dejar de apelar a sus pasajes por el acto violentos y riesgosos, y pasar a ser otro testigo implicado “en ausencia” en nuestro proceso. En sesión el grito en hartazgo y desesperación[22]del medio familiar referido al hijo cautivo como agente, me llevó a sustraerme e intentar encontrar un sentido al sin sentido sostenido a su vez por la sin salida referida a este hijo. Un sin salida con alto nivel de riesgo de vida, ante el cual registro mi soledad e impotencia en acceder a un tipo de intervención. Este registro subjetivo transferencial me llevó a sustraerme de la coexcitacion fusional y al reconectarme con el grupo “desde mi singularidad “me encuentro” o “encuentro” sectores singulares disponibles” que posibilitan matices diferenciales dentro de la escena tensa y fusional. Apelar desde mi búsqueda a sectores no desvitalizados en testigos singulares vigentes nos permitió “hacer presente en familia” restos del sufrimiento en impasse sostenidos en las escenas fijas de la solución a deux parental. Un trabajo del resto y ejemplo del circuito co-alucinatorio[23] posible en situaciones extremas.  

En sesión.  Al sustraerme de la co-excitación centrípeta[24] vuelvo a preguntar a una hermana por la situación vigente. Esta hija refiere lo intolerable que son los desbordes impúdicos de su hermano “gritándose con su madre”. Al intentar implicarme en esa escena, su madre cambia el tono y defendiéndose contesta a esta hija en un tono en el que percibo su convocatoria a una escena de aferramiento contestatario a deux, ya conocida por mí.

Se genera una escena familiar intrasesion en la que detecto una hija (en referencia tanto al hijo cautivo “en ausencia” como a esta hermana presente en sesión) convocando una terceridad y también una madre desesperada aferrada y convocando a su pareja parental. El padre en presencia tornado un padre entregador y cómplice. Dirigiéndome a este aporto mi registro y lo convoco a intervenir frente a la escena” sostenida por la desesperación entre madre e hijo. Buscando al testigo del propio sufrimiento padecido, pudimos co construir que los gritos de desesperación en la madre convocaban a “su hijo” a escenas degradantes homologas a las vividas por esta frente a la violencia extrema de su genitora “no madre en función”, y en las que “también” estuvo en juego el valor de su vida. Esta mama hoy solo podía denunciar situación de riesgo pero no sentirse madre de sus hijos ya adolescentes. También pudimos acceder a escenas del hoy padre frente a la ausencia de su propio padre

 Ante estos registros dados en ausencia del hijo cautivo indico que compartan en familia lo hablado en sesión y lo convoco a una sesión vincular con su padre.

El hijo acepta y en sesión ante el silencio de su padre, comienzo preguntándole por sus ausencias en su familia. En estas sesiones dadas “en su presencia” yo me seguía dirigiendo al hijo “que ya habitaba en mi”.  Comienza un esbozo de dialogo entre ambos, en el cual yo intervenía preguntando lo que el padre evitaba y a su vez ponía en palabras los interrogantes que había imaginado en su ausencia. Pudimos incluir las escenas vividas por su madre aun no compartidas con este hijo, así como escenas de su padre frente a la ausencia de su propio padre. Esto me posibilitó ir de-construyendo a posteriori en sesión familiar la tensión fusional y acceder tanto al sufrimiento innombrable en la madre así como la escena fija en el padre sostenedora de su presencia física pero en ausencia psíquica. Una ausencia mensajera en sesión que me posibilitó hacer presente al padre en función convocado por mí en sesión vincular con “su hijo”.

Conclusión.

En familias en las que imperan la incestualidad,”soluciones narcisistas entre dos” (a deux) y movimientos perversivos de lo singular de cada hijo, es difícil acceder a un motivo de consulta familiar. El maniobrar de la alianza parental convoca a sus hijos a una adaptabilidad ant-inarcisista[25] y si bien estos tienden a quedar cautivos dentro del magma familiar , existen restos de su sufrimiento, lo propio no reductible que “aún grita” convocando las situaciones clínicas “familiares” que intento describir. Se inaugura la posibilidad de implicarnos en la transferencia por retorno[26] de lo “aun” no subjetivado, de aquello clivado de la subjetividad del hijo. Son los hijos en un estado limite dentro de su familia”, quienes por medio de sus pasajes por el acto convocan la terceridad posible.

El abordaje familiar en ausencia de estos hijos pudo dar respuesta a sus acciones mensajeras. Gritos mensajeros que no fueron hacia los servicios hospitalarios o policiales, sino que se dirigieron hacia nuestro espacio alojante, de tramitación y elaboración.  En estas procesos trasferenciales si bien comenzamos a partir de un hijo cautivado, el proceso nos posibilitó implicamos en la vacilación de los clivajes intrafamilaires y desde una perspectiva intergeneracional dar acceso al retorno de los restos del sufrimiento padecido por cada hijo dentro de su familia.  Pensamos la singularidad de la pareja parental en cada unidad familia, como un nodo en el proceso de transmisión”[27] dado a partir del circuito interpulsional intrafamiliar. Esta conceptualización nos permitió abordar tanto la transmisión “de lo traumático” de un “modo traumático a través” de generaciones como a sus posibilidades tróficas dadas a partir de nuestra posición implicativa en sesión.

Preguntas de André Carel a Eduardo Grinspon.

Estoy muy agradecido a Eduardo Grinspon por darnos un testimonio de su complejo pensamiento clínico y teórico, muy esclarecedor sobre el trabajo del psicoanalista en sesiones familiares, en situaciones – al límite de la analizabilidad.

Para interrogarte, Eduardo, me centraré en tu ejemplo clínico en el que, desde las primeras reuniones, el analista se ve confrontado a la dificultad de establecer un marco y de perlaborar su contratransferencia. Una pareja de padres consulta para exponer su desesperación e impotencia ante el comportamiento del hijo mayor, de 17 años, que roba a sus hermanas y ejerce mucha violencia verbal en el hogar. Así se pone en peligro a sí mismo y a su familia. Se niega a todo cuidado. Está ausente de la familia de una manera que usted describe como «presencia en ausencia» o incluso «omnipresencia en ausencia», lo que a su vez siente.

¿Es esta una formación paradójica que confunde la presencia y la ausencia? ¿Cómo llegó a usted la fértil metáfora del grito que comienza a poner la verdadera presencia, significado, mensaje e historia en la enigmática conducta del hijo y de toda la familia? ¿Puede ampliar un poco la idea que le es tan querida de que el analista se involucra entonces en persona, incluso en esos momentos fugaces que surgen durante la sesión? ¿No son los sentimientos de soledad e impotencia que reportas una señal de que estás inmerso en este sentimiento negativista compartido con la familia? ¿No evoluciona entonces este sentimiento hacia la «obra de lo negativo», progregando, apoyándose entonces, como usted dice, en los «sectores no desvitalizados de los testigos actuales»?

Eduardo, también compartes con nosotros, a través de esta clínica, tu inventiva en la co-construcción del dispositivo de análisis: envías al hijo ausente, a través de varios canales de comunicación, una firme invitación («convocatoria») para que se ponga en contacto contigo, es decir, para hacer un acto de presencia.

 Esta forma de hacer un acto de presencia, que podría considerarse no conforme a las reglas habituales, ¿no sería, en realidad psicológica, lo que me gusta llamar «una oferta superyoica» por parte del analista, es decir, la manifestación de este superego benévolo y del ideal del yo templado que parece haber faltado tanto en la historia de la familia y que comenzará a transformar en libido el componente defensivo incestuoso activado por las reminiscencias de las experiencias de la catástrofe?

Eduardo, aprovecha la oportunidad, en este texto necesariamente breve, para indicar algunos ejes de reflexión que desarrollas en otros textos más explícitos que te invito a leer. Nos da a pensar en las dos formas de división: la división en la subjetividad y la intersubjetividad y la división más invalidante que tiende a ponerlas fuera de la psique viviente. Añades esta clínica de «la escena fija y privada atemporal» en la alianza de la pareja.

 Mi pregunta es doble y puede formularse de la siguiente manera: ¿estamos allí en presencia de procesos defensivos fetichistas, incluso perversos y narcisistas?  ¿Podrían ser signos de un proceso de luto melancólico transmitido en la historia generacional?

Su texto es rico en múltiples vías de reflexión que dan testimonio de su creatividad y rigor. Le agradezco una vez más.

Andre Carel

 Respuestas en dialogo con las preguntas de André Carel. 

Querido Andre Carel, en primer lugar te agradezco enormemente la posibilidad de dialogar acerca de nuestra posición frente a estas familias en estado límite. Pienso que nuestra posición clínica conceptual son muy afines respecto a una clínica del proceso. Es muy pertinente tu mención acerca de nuestra oferta superyoica.  Diferenciamos cada familia «en casa sin salida» bajo la primacía del “surantimoi familiar, de la misma familia frente a «nuestra escucha de lo familiar» como analista en persona implicado en los pliegues posibles. Nuestra presencia y nuestra disponibilidad mantiene el clivaje trófico entre nuestro superyo y el super-anti-yo familiar. Una función antiextintiva que tiende a resistir y a constituir lenta y progresivamente su «objeto analista intrafamiliar en persona», sosteniendo una terceridad vigente también «en casa».

Respecto a cómo establecer un encuadre, es nuestro encuadre interno el que nos posibilita resistir y sostener una posición y escucha en la que se articula nuestra historia personal, formación y experiencia clínica. 

Pienso a la transferencia posible y necesaria en estas familias, como una intersubjetividad transferencial, en sus dos vertientes A) una espacialidad   en la que al implicarnos es nuestra disponibilidad subjetiva la que posibilita el acceso a un “a posteriori” no confirmatorio ni explicativo, sino parte adviniente del trabajo de subjetivación historizante posible. B) un neogrupo en el que se da la posibilidad de la penetración actuada del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias. Es esta toxicidad de la que al sustraerme recupero    mi posición de analista en persona con memoria y una mirada prospectiva (en espoir).

Respecto a la omnipresencia en ausencia, fue el nivel de hartazgo y desesperación ya tendiente a la desesperanza vigente en la consulta de la pareja parental, lo que me permitió registrar la omnipresencia en ausencia de este hijo, e imaginar–pensar una respuesta continente que aún le dé a este hijo “en su familia” un camino diferente a su muerte. Desde mi posición implicativa registré que los padres de este hijo estaban presentes en una primera consulta transmitiendo un pedido de este hijo ya instalado y habitando tanto en sus padres como en sus hermanos. Un grito del hijo gritado desde un cuerpo común incestual “padres, hijos” y testigos aun no desvitalizados convocando una terceridad.  Mi posición de testigo en búsqueda del testimonio.  A estos gritos en familia los pienso como “pasajes por el acto mensajero” de un hijo en quien el afecto pasión se torna signo o señal para alguien disponible que resista (endurance necesaria) la coexcitacion centrípeta.  Este registro nos llevó a repensar el trabajo del afecto en la transmisión y circulación intra- familiar.

Son decisiones que vamos coconstruyendo en nuestra intersubjetividad transferencial y que a su vez son parte de del modo singular en el que   nuestro resistir (endurance) a la destructividad, posibilita la presencia del objeto destruido-“co-alucinado”-creado-encontrado, “ahora” subjetivamente disponible y utilizable.   En estos grupos familiares es predominante, un demasiado lleno tóxico y fusional que opera como un contenido perversivo que tapona las fallas de una continencia adecuada, la intimidad emocional es reemplazada por la co-excitación.

Efectivamente Andre estamos en presencia de familias en las que imperan movimientos pervesivos narcistas y clivajes intrafamiares. Son familias en las que nos enfrentamos con problemas de continente. Desde el inicio sostuve la co-construccion gradual y progresiva del continente posible, respetando   las posibilidades defensivas de la familia. Me refiero a intervenciones, por ejemplo mi propuesta en un inicio de mencionar en familia nuestras dos primeras entrevistas, así como convocar a posteriori al hijo a una entrevista con su padre.  Son familias en las que diferentes contrainvestiduras operan como un “masoquismo guardián del clivaje” al cual, articulando el pensamiento de Benno Rosemberg y de R Roussillon, lo pensamos como un masoquismo guardián “de sobrevida psíquica” en referencia al tipo de soluciones narcisistas articuladas.  Tú mencionas muy acertadamente, la vigencia de un trabajo del negativo al que enuncio como un trabajo del resto. En esta situación de retorno dentro de “nuestro espacio intra e intersesiòn”, lo clivado “de la” subjetividad del hijo” pasa a ser “lo clivado en” nuestra intersubjetividad transferencial” que abarca al hijo, su familia y a nosotros implicados como “su” analista familiar.  

Ente las consecuencias perversivas en familia, nos encontramos con los movimientos fetichizantes sobre un hijo.  El maniobrar de la alianza parental convoca a sus hijos a una adaptabilidad ant-inarcisista  y si bien estos tienden a quedar cautivos dentro del magma familiar , existen restos de su sufrimiento, lo propio no reductible que “aún grita” convocando las situaciones clínicas “familiares” que intento describir.

Tú preguntas como me acerque al concepto de “gritos en nuestros registros intersubjetivo transferenciales”. Pienso que en un inicio fue a partir de familias en las que primaban la coexcitación, las descargas y un nivel de gritos que han arrasado la puerta de mi consultorio. En una de estas experiencias se generó en mi un malestar “en sesión”, y al salir de la sesión “me encontré con la expresión” de mi secretaria impactada por los gritos. El encuentro de mi malestar con su expresión fue uno de los orígenes en pensar que las descargas impúdicas e imparables en familia condensan gritos para alguien disponible y utilizable.

Vuelvo a agradecerte profundamente el inicio de este dialogo a continuar.

Eduardo Grinspon 


[1] Coloquio de Poiesis enero 2020.

[2] E Grinspon, 2020 “Escucha familiar en terapia individual. Acceso a los interrogantes por el origen en hijos de un encuentro des-encontrado y su derivación identitaria”.

[3] R Roussillon 2008  « Le jeu et l’entre-je(u) »,

[4] E Grinspon 2016 “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar.”                                                    

[5] Escena que puede eternizarse al desplazar sobre sus hijo  las deudas ya prescriptas (presencia del negativo)  y de las que  cada uno se siente acreedor. 

[6] R Kaes « les alliances inconscientes »

[7] PC Racamier. « Le genie des origines » « L’inceste et L’incestuel »

[8] R Roussillon 2014 «Un processus sans sujet ».  

[9] E Grinspon “Articulación entre lo clivado en la subjetividad parental y los efectos del retorno de lo clivado de la subjetividad del hijo, producto del trabajo de lo secretado”.

[10] también llamado estructural

[11] R Roussillon, trabajo de simbolización necesario.

[12] Ante este tipo de familias es necesario diferenciar el continente de sus contenidos, nuestra posición implicativa tiende a co-construir desde el inicio el continente intersubjetivo necesario para que advenga aquello que aun pulsa en búsqueda de su representancia y la apropiación subjetiva.

[13] Llamamos grito en estos hijos a su accionar en desesperación y mensajeros para alguien disponible. 

[14]A Green « Discours vivant”.   

[15] Un matiz vigente silenciosamente en la pareja parental y gritado por el sector hermanos.

[16] E Grinspon “La intersubjetividad trasferencial”

[17] Ante este tipo de familias es necesario diferenciar el continente de sus contenidos. Nuestra posición implicativa tiende a co-construir desde el inicio el continente intersubjetivo necesario para que advenga aquello que aun pulsa en búsqueda de su representancia y la apropiación subjetiva.

[18] PC Racamier, surantimoi et sur anti ideal du moi singulier…exige « de croire tout en interdisant de savoir. Ce n’est pas une loi, c’est une tyrannie. Elle interdit mais ne protège pas. Il présente la vérité comme faute, la pensée comme un crime et les secrets comme intouchables ».

[19] Grinspon 2016 Apertura de la posibilidad co-alucinatoria y acceso al trabajo de subjetivación historizante en TPFP. Endurance necesaria del analista frente a la presencia “en sesión” de trazas de la endurance singular de nuestros pacientes.

[20] R Roussillon.

[21] En sesión cuando registro yo soy , por ser capicúa (yo s oy) lo registro como un rasgo especular-  

[22]  En el cual subyace un amago de desesperanza.

[23] E Grinspon 2018 “El concepto de lo alucinatorio y su aplicación en nuestra especificidad en TPFP”.  

[24] A partir de C Chabert “quizás actuados por los afectos provenientes del grupo familiar”

[25] F Pasche. 1991 “L’antinarcissisme”

[26] R Russillon.

[27] E Grinspon 2020 “Orden o desorden en las generaciones”.

Ombligo de alguien. Cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida y via de acceso a “lo desconocido” o “lo aun no reconocido”.

Ombligo de alguien. Cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida y via de acceso a “lo desconocido” o “lo aun no reconocido”.

                                                                              Eduardo A Grinspon

Secuencia en mi posición preonírica[1]en sesión que antecede a este desarrollo.

  • Desde una posición implicativa[2] en sesión frente a situaciones de un profundo colapso de mi paciente, presencia de un desvalimiento en el que “ya” prima el silencio, la retracción y la desesperanza, resistiendo[3] (endurance) a la posibilidad de mi desesperanza, en una sesión de pareja advino el interrogante e intervención pertinente acerca de ¿fue chiquita alguna vez? Esto llevo a una hermana melliza a “continuar diciendo” acerca de su “no lugar” frente al espacio que ocupó su hermana “siempre” enferma desde su nacimiento. Enuncio “continua diciendo” por la continuidad de su tono respecto al tono de mi intervención. Situación específica que he notado y referidas a mis intervenciones luego de la apertura del circuito co-alucinatorio intrasesion.
  • A posteriori, ante mi atrapamiento frente a la reedición de estados de profunda desesperanza de mi paciente, de un modo homologo a las escenas que surgen a partir de mi pensamiento en escenas, advino una reflexión intrasesión, pero, nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma ya que todo trauma es un trauma para “alguien ya vivo”.
  • Ante un escollo clínico similar e insistiendo en mí el resto “alguien para alguien”, al sustraerme en sesión de la desesperanza (desespoir) pude imaginar-pensar a “mi paciente” y recuperando una posición “en espoir” advino, si tiene ombligo y habla algo recibió. Este fue un punto de inflexión en el que “me encontré” aportando el interrogante ¿usted tiene ombligo?

La presencia “en mí del significante ombligo” inauguró la posibilidad de intervenciones que me posibilitaron co-generar en nuestro espacio inter-subjetivo transferencial, diversas escenas en las que intentamos acceder junto con mi paciente a su marca de resistencia primaria[4] singular, base de su solución de sobrevida psíquica[5]. Esto me llevó a diferentes intervenciones intentando co-construir y dar figurabilidad a marcas de su experiencia de nacimiento, expresión de una escena primaria[6] gestante y fundante para todo ser vivo.

¿Es posible que esta experiencia quede resignificada al modo de convicción constituyendo una marca identitaria sostenida a partir de experiencias de sufrimiento claramente “nombrables” en las cuales el sufrimiento se tornó organizador de un apego al negativo del objeto[7] alguna vez alucinado y fallido?  A partir de procesos recorridos con pacientes y familias en las que primaban soluciones narcisistas de sobrevida psíquica y su derivación identitaria, este interrogante y presunción clínico conceptual no cesaba de insistir en mí.      

Un ejemplo introductorio de intervención en sesión familiar.  

En una sesión de familia una hija adoptiva (22 años), luego de diversos y serios pasajes por el acto frente a la fecha de su cumpleaños, puede enunciar y sostener su enojo por haber sido abandonada por su madre biológica. Un momento puntual en el que sinérgicamente emerge en su madre adoptante un claro gesto de malestar que podía lleva a las conocidas escenas de co-excitación fusional entre ambas. Implicarme en esa tensa escena intersubjetiva transferencial posibilitó sustraerme de lo ya conocido y dirigiéndome a la hija enunciar que su madre biológica decidió no abortarla, de algún modo la deseó viva y luego de algunos meses posteriores a su nacimiento la entregó en adopción.  Continúe explicitando, ahora dirigiéndome a su madre, que sus padres adoptantes ante su dificultad de concebir un hijo mantuvieron innegociable el lugar del “hijo deseado”. Esto posibilitó el encuentro y nacimiento “familiar” de esta hija para esta pareja parental adoptante, quienes continuando con el medio maternante necesario, posibilitaron a esta hija tanto ser quien hoy era así como sostener sus interrogantes en sesión.

Desde mi posición en sesión esta enunciación sostiene en cada hijo la diferencia entre su madre genitora de la función maternante. J Andre se interroga ¿“un afecto no constituido puede nacer de la experiencia transferencial”? , agregando que la diferencia entre analistas y obstetras no es tan clara, un planteo con el que mi experiencia clínica  me lleva a estar totalmente de acuerdo.  

Ombligo marca de una experiencia subjetivable.

Enunciamos al ombligo como “el ombligo de alguien singular”, una marca corporal “nombrable” para todo ser nacido y vivo que implica a su vez una “experiencia incuestionable alguna vez vivida”. Esta marca es un vestigio del vínculo con su genitora quien cumplió su función gestante y fundante de ese ser vivo. En todo hijo que “tiene ombligo y habla”, esta marca refiere a lo más arcaico y vital de esa relación[8] junto a sus múltiples avatares. Esta enunciación al ser pensada desde el hijo, nos enfrentó con interrogantes y diferencias en esta necesaria función maternante para cada “hijo” frente a su desvalimiento inaugural. Es el destino de los avatares antes mencionados con lo que nos enfrentamos en nuestra clínica frente al sufrimiento narcisista identitario extremo.   

En cada hijo el corte del cordón realizado por un “tercero” fue su primera separación e interrupción de su continuidad humoral en el camino” de acceso a su autonomía somato psíquica. Se inaugura su acceso a la posibilidad de respirar y luego en su dependencia inevitable con el medio (environement) se accede a la termo regulación y alimentación. Esta experiencia relacional fundamental generó la inscripción de significantes de demarcación[9] para ese hijo, a partir de lo cual esta marca corporal sostiene “una huella (trace)” abierta a la “relación de lo no reconocido” en su diferencia con la “relación de l´inconnu” o de desconocido. Lo no reconocido como lo deja planteado G Rosolato[10] es de algún modo conocible o deducible de otros significantes en la sustitución posible. Esta diferencia al ser pensada desde una posición implicativa  dentro de nuestra intersubjetividad transferencial, nos llevó a plantearlo como lo aun no reconocido.  

Pensamos que en un hijo esta marca sintetiza y evoca sus diferentes búsquedas del objeto (otro sujeto y su pulsión), en cuanto “objeto de o para su pulsión”. Búsquedas con su consecuente apertura alucinatoria y las marcas generadas acorde a la respuesta registrada[11]. Experiencia vivida por nuestros pacientes en quienes el trabajo del afecto[12] sostuvo el circuito en el que se articularon los significantes enigmáticos enunciados por J Laplanche con los de demarcación descriptos por G Rosolato. Es necesario aclarar que nos referimos tanto a las marcas generadas a partir de la presencia trófica de este objeto y el acceso a la experiencia de satisfacción, como a aquellas dadas por las fallas en su presencia[13]. Estas últimas restan como trazas cuantitativas enunciadas como  perceptivas[14].  En estas al ser “la sombra del objeto la que fue incorporada”[15], se inaugura la ´posibilidad de constituirse un apego al negativo del objeto como recurso de sobrevida psíquica[16] y la consecuente presencia en “lo actual” de “incorporats”[17]. Estos incorporats evidencian la capacidad de resistencia primaria[18] de nuestros pacientes como base estructural en el acceso a su solución narcisista de sobrevida psíquica[19].  Al pensarlos como   una presencia “en lo actual” de restos de alguien para alguien, un destino posible de estas incorporaciones es acceder al trabajo de representancia logrado a partir de la transferencia por retorno[20] de estos restos en sesión.  Partiendo del concepto que el par pulsión-objeto se considera indisoluble, nuestra  posición clínica  se   implica en el circuito inter pulsional entre lo  intrapsíquico  y  lo intersubjetivo[21]. En este punto lo planteado como lo no reconocido pasa a ser lo aun no reconocido en nuestra intersubjetividad transferencial. Lo desconocido por impensable es la matriz negativa que subyace en nuestra reverie articulada con las búsquedas en las que el sufrimiento de nuestros pacientes se torna en sesión, gritos mensajeros para alguien disponible.   

 Pensamos al ombligo como marca de una experiencia vital y un saber corporal con la posibilidad de un conocimiento aun no re-conocido. Estamos refiriendo a partir de la separación original a una experiencia de vacío en búsqueda del objeto de perspectiva y solución narcisista lograda. El ombligo, una marca corporal en ausencia de función, sostiene la posibilidad de una representación fantasmatica para alguien y disponible para la “puesta en juego” del trabajo del resto dado en el circuito desde  lo desconocido hacia lo aun no reconocido.

¿Qué es lo necesario para esta puesta en juego?

Para acceder a esta posibilidad en nuestros pacientes, es necesario relanzar el trabajo de representancia[e1]  o de simbolización[22] previo a toda representación. Una situación estructuralmente homologa a la que en la dimensión de lo primario, la falla en la presencia del objeto condujo a su incorporat. Estamos enunciando la posibilidad del retorno de los restos de este incorporat, para lo cual es necesario relanzar desde la intersubjetividad posible, la búsqueda alucinatoria de lo aun no re-conocido. Esta búsqueda que desde nuestros pacientes no cesan en su insistencia, se plasma a partir de la apertura co-alucinatoria dada por la presencia de un objeto otro sujeto y su pulsión[23].

 ¿Quién? ¿Nosotros en sesión frente a la presencia de la desesperanza? ¿Situaciones de riesgo de vida en nuestros pacientes?

Esta cicatriz es un orificio obturado que reenvía directamente a una madre genitora, enunciado por G Rosolato como “fente”, hendidura o grieta, “los labios de un orificio que expresa la discontinuidad hacia un interior continente y a un exterior “abismal”. Un límite y una cubierta (couvercle).  

Al enunciar la escena primaria (u originaria)[24] gestante y fundante, intento continuar la reflexión de A Green al enunciar “no podemos seguir pensando en jerarquizar padre “o madre, sino pensar en la pareja y su evolución hacia el padre (del hijo). Una relación de tres, la madre originaria de inicio, luego, ¿qué es el padre para esa madre?  Una relación de dos con un tercero en latencia, “a trois”, el padre sale de su latencia hacia un verdadera triangulación”. Debemos pensar todo esto en sus diferencias entre las posiciones familiares para cada uno de nuestros pacientes. 

¿Es posible en situaciones de gran desvalimiento que alguien apele a esta marca en búsqueda de alguna sensación necesaria como un punto de fijación[25] ante la tendencia desobjetalizante en desesperanza? Refiero a una búsqueda desde nuestros pacientes o desde nosotros como personas implicados en nuestra intersubjetividad transferencial. 

 Ejemplos que relanzaron este interrogante

Guy Rosolato[26] despliega el ejemplo de una paciente que en momentos de repliegue en su infancia, se chupaba el pulgar con una mano y con la otra iba debajo de su ropa y se acariciaba el ombligo, logrando un sentimiento muy vivo de omnipotencia. Esta paciente refería a una madre psíquicamente ausente. Este ejemplo abrió el interrogante acerca de su diferencia con una paciente mía que en la actualidad padece artritis reumatoidea auto inmune, quien de chiquita sola en su casa frente a una madre desinvistiente y un padre no conocido, se cubría con la sabana y para dormirse se arrancaba las pestañas necesitando la experiencia de su dolor para dormirse. Un equivalente de experiencia intrauterina accediendo a un apego al dolor como marca del apego al negativo del objeto como estrategia de sobrevida psíquica.

Otra paciente relata que a los pocos  meses que muere su mama,  comienza con  mucha angustia, “no era extrañarla ya que no la veía seguido, pero me  angustiaba mucho darme cuenta que nunca más la iba a volver a ver ni escuchar su voz”. ¿Presencia de la negatividad necesaria en búsqueda de la representación de la falta? Continua mi paciente “registro su muerte y comienzo con crisis de llanto, en las que se me tornaba imposible parar de llorar y tranquilizarme. Una noche acostada en mi cama, sin darme cuenta me toco el ombligo y automáticamente me doy cuenta de que mi ombligo era la marca en mi cuerpo de que estuve unida a ella. Me invadió una sensación de tranquilidad y me calmé en ese mismo momento, me alivió el dolor, dejé de llorar y tocándome mi ombligo pensé ¿Cómo nunca lo pensé o como no me di cuenta antes? El hecho de pensar que tengo una cicatriz “de por vida” que representa la unión con mi mama me daba tranquilidad. Luego me quedo dormida y al día siguiente al despertarme siento una molestia en el ombligo y lo tenía lastimado, supuse que dormida me lastime. A los pocos días “se me hicieron cascaritas” que luego se fueron. A partir de ahí empecé a utilizarlo como herramienta para los días difíciles.

Siempre tuve sensibilidad en el ombligo, no tolero que alguien me toque el abdomen por miedo a que me lastimen el ombligo. Incluso si alguien acercaba la mano a mi panza me encorvaba para protegerme. A los 16 años me hice un piercing en el ombligo, requería de mucho cuidado para que no se infecte. “No lo cuide como debía” creyendo que no iba a pasar nada y se infectó. Luego de curar esta infección, pudo cicatrizar y me saqué el piercing. En ese momento tenía doble marca, la del ombligo y la del arito ya que era una marca visible. Hoy a los 34 años, a 6 años de que murió mi mama sentí ganas de volver a hacerme el piercing, no sé si por el arito en si o para cuidármelo como correspondía. Así lo hice, cuidé la marca, cicatrizó más rápido de lo que se espera y hoy es parte mía”.  


[1] E Grinspon 2017 “Posición pre-onírica del analista en sesión. Resistencia (endurance ) necesaria del analista frente a los movimientos pervertizantes  dados en la articulación patógena de diferentes soluciones narcisistas”.

[2] Refiero a nuestra posición como analista en persona dentro del pliegue posible constituido en toda experiencia transferencial frente al sufrimiento extremo de nuestros pacientes.     

[3] E Grinspon 2017 “Apertura de la posibilidad co-alucinatoria y acceso al trabajo de subjetivación historizante en TPFP. Endurance necesaria del analista frente a la presencia “en sesión” de trazas de la endurance singular de nuestros pacientes”.

[4] Benno Rosemberg, Daniel Rose,

[5] E Grinspon 2016 “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar”.                                                    

[6] Enunciada como « escena originaria » por G Rosolato.  

[7] R Roussillon D Anzieu.

[8] La mère assure ainsi le dépassement pour l’enfant d’une déréliction s’établissant par impuissance quant aux besoins et par impossibilité à établir des repères premiers (signifiants) qui rendent soutenable la relation d’inconnu. La mère, parce qu’elle est le foyer des besoins infantiles et parce qu’elle sait répondre à ceux-ci assure non seulement la délimitation mais la coordination de ces premiers signifiants, que ce soit dans un même champ perceptuel, visuel ou auditif principalement, ou entre les divers champs corporels, afin de constituer les représentations analogiques.

[9] G Rosolato Une première démarcation des signifiants n’est possible que par l’action signifiante initiale et continue de la mère. Cette indispensable incidence doit être impérativement prise en considération à travers une constante compréhension maternelle des besoins manifestés par les réactions « physiologiques » et affectives de l’enfant, reçues comme des « messages » où l’on décèle les racines de toute communication. Ces interactions se font, à l’évidence, par des signifiants de démarcation. La parole maternelle, indiscutablement perçue et reconnue très précocement (et entendue dès le ventre maternel), ne l’est d’abord que comme une constante sonore, particularisée, dont les variations constituent des signifiants de démarcation que renforcent ceux qui viennent des autres sens.

[10] G Rosolato L’inconnu PUF 2009.

[11]  G Rosolato  Enfin, les signifiants de démarcation supportent la connotation d’une origine, non seulement des premières apparitions de traces mnésiques, elles-mêmes ne laissant pas de souvenir, donc prenant place dans l’inconscient d’un refoulement originaire, mais aussi comme éléments initiaux, de base, constitutifs de la structure propre aux représentations. Ainsi renvoient-ils aux premières distinctions, aux premières différences, liées à celles des paramètres que je viens d’énumérer, où l’on verrait la naissance insaisissable de la pensée, de sa structure en double codage, analogique et digital.

[12] A Green.

[13] Si fallan los significantes de demarcación sostenidos por la  función maternante, la simbolización de la falta es irrealisable. Se da una “falta del significante de la falta, una forclusion.

[14] C y S Botella,  R Roussillon.

[15] R Roussillon.  

[16] R Roussillon.

[17] R Roussillon.

[18] D Rose L´endurance primaire.

[19] El Ello es;

•             aquello del inconsciente más ligado íntimamente al cuerpo. Relación entre la psyche primitiva al cuerpo y al objeto maternal.

•             Es el reservorio de excitaciones somáticas y restos de lo aun no subjetivado.

[20] R Roussillon.

[21] A Green  y Urribarri, 2015,partiendo, de modo tal que, según este autor “… (p. 40)

[22] R Roussillon.

[23] Interacción constante de la psyche primitiva con un medio encargado de lidiar con la neotenia humana (conservación de algo de estado primitivo, primario en el adulto).

[24]  L’inconnu PUF, G Rosolato,  «L ’ ombilic et la relation d’ inconnu » pag 28.

[25] Al modo en el que operan los puntos de fijación posible en la regresión psico- somática dentro del monismo psicosomático Cl Smadja 

[26]


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