Categoría: Investigación Clínico conceptual sobre la solución perversivo narcisista (Página 1 de 6)

Porque vos…! Un modo posible de sostener la coexistencia paradojal de varias realidades..  

                                                                                          Eduardo A Grinspon

Ante la presencia creciente en la clínica actual de sistemas defensivos frente a traumas narcisistas primarios y en nuestro intento de desplegar la especificidad clínico conceptual en la terapia psicoanalítica en pareja y familia (TPPF) , nos encontramos con problemáticas habitualmente pensadas desde el psicoanálisis individual,las que por  constituir un tipo particular de alianza defensiva y su equilibrio interdefensivopatógeno, al vacilar este, llegan a la consulta posible, accediendo a una terapia de pareja o familia. Cuando mencionamos un equilibrio interdefensivo, nos referimos a la articulación de distintas economías singulares y sus corrientes defensivas, dentro de una economía pulsional vincular[3] dada en pareja y familia. Este equilibrio por ser pluripsiquico y plurinarcisita es dinámico y en permanente re- adecuación. Intentaremos pensar nuestra posición clínica frente al estancamiento del proceso analítico de las parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista identitario[4]. Este último refiere tanto a las fallas en la constitución de un narcisismo trófico, como a sus consecuencias en el núcleo identitario posible.

Esta especificidad clínica implica no perder de vista que como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” ante estrategias de sobrevida psíquica, las que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto, y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria, a la que enunciamos, “su apellido otro”. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.  

Pensar en este tipo de estrategia de sobrevida psíquica (imperiosidad, alivio y calma), con una lógica diferente a aquella de la vida psíquica (objetalizacion necesaria, experiencia de satisfacción, acceso al principio de placer), nos permitió dar matices al concepto de perversión narcisista y acercarnos a la solución perversiva narcisista y sus derivaciones patógenas dentro del “siempre presente” espacio relacional. Esto nos posibilitó dar sentido y figurabilidad a las escenas en las que se articula tanto el sufrimiento que el agente perversivo narcisista inflige de un modo compulsivo a un “otro no otro”, quien posicionado tanto como víctima o cómplice, es agente de una solución sacrificial auto-abusiva antinarcisista[5], como al sufrimiento “desesperanzado-desesperado” que subyace en el agente perversivo.

Este neoconcepto de solución perversiva narcisista surge a partir de la articulación del concepto de “solución narcisista” en el que R Roussillon refiere al “esfuerzo y posibilidad del psiquismo, de ligar las experiencias de dolor que retornan compulsivamente evitando el encuentro con la necesidad” del objeto, con el de perversión narcisista de PC Racamier, quien la enuncia como “la manera organizada de defenderse de todo dolor y contradicción interna expulsándolos en otro”. También R Roussillon, enuncia la posibilidad de pervertir las funciones de autoconservación, para asegurarse la descarga de lo que no pudo integrarse y significarse en su tránsito a “ser significativo para alguien”, en la propia economía pulsional. Este espectro clínico nos enfrenta con la necesidad de definir:

  • ¿a qué nos referimos el enunciar la dimensión de las experiencias de dolor? ¿refiere a una dimensión cuantitativa en su camino a ser el sufrimiento de alguien, en su dimensión cualitativa?
  • ¿a qué tipo de retorno referimos lo compulsivo?, ¿al retorno de “lo clivado en” la subjetividad familiar, o a “lo clivado de” la subjetividad de algún hijo, lo que nos conecta con la posibilidad del retorno de “lo aun no subjetivado”? Una referencia a la compulsión a la subjetivación[6] que “no cesa en su insistencia” e implica un tipo de retorno  sosteniendo como lo plantea R Roussillon un cuarto vasallaje del yo , esta vez  ampliado a su dimensión de Yo familiar.
  • Al enunciar la “necesidad del objeto,” tenemos que precisar ¿necesidad de quién? ¿de un Yo? ¿de qué tipo de yo? ¿del Yo sujeto de la pulsión o del yo objeto del investimiento pulsional?
  • Y al referir a objeto ¿objeto de la pulsión en su dimensión intercambiable, u objeto para el yo en su dimensión narcisista?
  • ¿A qué movimiento de descarga y a qué tipo de contradicción interna nos referimos?, ¿necesidad de descargar ¿de quién? y ¿en quién? ¿deja este movimiento expulsivo un resto? ¿un resto para quién?
  •  La autoconservación habla de un egoísmo necesario para el sujeto, ¿de qué sujeto hablamos? ¿está constituido el sujeto para poder referir a él?

Frente a los interrogantes enunciados, se nos impone la diferencia de pensarlos dentro de una economía pulsional singular, o incluir el matiz dado en la economía pulsional vincular de las parejas y familias a las que nos dedicamos. Esta especificidad nos posibilitó conceptualizar el hecho que en las parejas en las que prima un pacto narcisista dado por la articulación de soluciones narcisistas, la marca de una carencia narcisista producto de una falla grave en la presencia del objeto y la terceridad necesaria, se pueda transformar en un “entre deux”, en una herida narcisista, sostenida en la escena actual de un modo atemporal y producida por un agente responsable y “siempre” deudor ahora presente,  

Esta solución “a deux” posibilita salir del dolor “en desesperanza”[7], sin un origen, sin fin, atemporal e innombrable. Nos encontramos subjetiva y transferencialmente implicados, en un circuito trans-subjetivo sostenedor de un apego al negativo del objeto[8], dentro del cual, a partir del “sufrimiento que hoy padezco y “vos me lo provocas” “mi dolor”, último testimonio presubjetivo de las fallas en la presencia del objeto en la constitución del yo sujeto, es sostenido y adquiere en lo actual la dimensión cualitativa de sufrimiento “de alguien” como un organizador posible de la escena vivida. 

A partir de una transformación pasiva activa “a deux” en su estado exitoso y dentro de un tipo de vínculo en el que al operar el “apego al negativo del objeto”[9]el aferramiento al dolor es un organizador y priman la deuda, la queja y el reproche; un Yo puede activamente, reclamar desde una posición de “agente acreedor con su razón”  a un agente “siempre” deudor, el sufrimiento dado a partir de las consecuencias de algo sucedido en una atemporalidad innegociable sostenida por “siempre vos….”en una referencia al “habría o hubiera”. A su vez el agente “siempre” deudor, de un modo desesperado necesita demostrar a “su supuesto otro no otro”, que “yo no soy ese que vos afirmas que soy”.

Queda velada en esta descripción la desesperanza transformada en desesperación y las consecuencias patógenas dadas por las afirmaciones provocantes-convocantes sostenidas por el agente perversivo acreedor.

 Una secuencia posible pensada dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica,

Aclaremos el concepto de “intersubjetividad transferencial”. Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de  transferencia al de subjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[10] que constituimos y en la que se da la posibilidad de la penetración actuada  del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Secuencia posible dada en estos equilibrios interdefensivos, 

 Dolor, una dimensión cuantitativa en búsqueda de la objetalizacion necesaria,

“en desesperanza”, un tipo de desvitalizacion representante de la hemorragia libidinal equivalente a lo agónico,

alerta que lleva a la desesperación, dimensión humana que enuncia la,

  Recuperación pre subjetiva de la condición de posibilidad,

 Ante esto, nos encontramos implicados frente a diversas opciones entre las cuales distinguimos:

A) rumiación “intrasubjetiva” y posibilidad de instalar un incorporatintra somático, o

B) apelar a una agresividad necesaria en su función objetalizante, pero degradada a un tipo de violencia con:  

Tendencia a la descarga provocante y convocante ahora de un “otro no otro”, un tipo de doble narcisista y,

respuesta de este otro acorde a su propia posibilidad, dada por su singular solución narcisista de sobrevida psíquica.

Configuración en acto y en lo actual, en un “entre dos”, de una escena entre un acreedor con “su razón entendible por humanos”, frente a “su pulsión” y al objeto “ahora presente y deudor”,  Al darse esta escena en sesión el registro de presente y deudor implica a una  terceridad demandada  e impotente, por ejemplo “un padre pintado” presente físicamente y ausente en su función tercera, sostenido en latencia en el malestar del analista, pero ¡este registro ya es un resto dentro de nuestra intersubjetividad transferencial! Queda planteada la necesidad de dar matices a la dimensión del malestar intra sesión y sus derivaciones, diferente al dolor como organizador de las escenas habituales, así como a la posición del testigo en su tránsito hacia el testimonio.

En esta secuencia de escenas se recupera de un modo aun pervertido y patógeno, la posibilidad identitaria en su referencia a un otro necesario y a una negatividad singular, dada por las consecuencias del negativo del objeto.

¿Pero negativo de qué objeto y objeto para quién?

Es necesario definir qué tipo de negatividad[11] y sus destinos, opera en cada uno de  los miembros de la pareja, quienes como estrategia de sobrevida psíquica  y una salida posible del dolor, una dimensión cuantitativa sostenida en desesperanza, mantienen en una articulación patógena, una escena atemporal y vigente en la cual a partir de sus posibilidades narcisistas de autoconservación, un yo “sujeto” es sostenido por alguien en una escena atemporal en la que:  “yo puedo reclamar con razón lo que “vos”, o un otro, me debe en una dimensión humana y actual”, es decir en una lógica entendida por humanos y sosteniendo una razón válida frente a la presencia del “analista en persona”. Estas relaciones de pareja habitualmente están centradas en poder pedir desde el reproche, aquello que el “otro no puede dar quedando yo “ligado” o “aferrado” desde mi sufrimiento y siendo mi dolor el testimonio de tu falla o ausencia” (P Denis solución algógena). Son pacientes que al no poder procesar el conflicto de un modo intrapsíquico e inter-instancias, necesitan que éste se juegue permanentemente en una “trans-subjetividad”, tendiendo al acto desubjetivante, predominancia de la descarga en la tendencia entrópica de la pulsión.  Si la pulsión es exigencia del trabajo impuesto a lo psíquico a partir de su articulación con lo somático, pensamos que cuando referimos una negatividad a la presencia fallida del objeto primario, estamos refiriendo a la sumatoria de experiencias de un yo en su momento de constitución, frente a su pulsión y en presencia del objeto en “su singular condición de posibilidad”. Es decir es la resultante de los diversos movimientos pulsionales de cada ser vivo en búsqueda del objeto posible, lo que va a dar como resultado su solución narcisista y  las marcas que quedan en el yo sujeto, a partir de las fallas en la función narcisista del objeto para ese yo en constitución.

Esta clínica nos invita a  profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista. Nos enfrentamos con el núcleo de las defensas narcisistas frente a traumas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[12] para transformar “dentro del medio en el que convive”, sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal y referidas a un agente actual, o en nuestra propuesta, “a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación historizante del sufrimiento padecido y a ser sujeto del propio dolor. Apelando a una metáfora a partir de las heridas dadas en la bio-lógica,  el necesario tejido cicatrizal, evidencia un mecanismo de defensa y auto conservación singular, que pone “hoy de un modo trófico, recursos actuales para cicatrizar”. La marca de la herida sigue vigente y si “uno la busca la encuentra”, pero ya no duele, es una demanda prescripta. ¿Podemos pensar nuestra función implicativa como analistas, la de facilitar o posibilitar, la acción trófica de este tejido cicatrizal[13].

En sesión se despliegan escenas en las que discutiendo la realidad, que nosotros no conocemos, se da un mutuo aferramiento contestatario, una coraza de co-excitación fusional, sostenedora de la posibilidad paradojal de la co existencia de varias realidades, haciendo posible que lo sucedido y padecido quizás no haya sido así. En un clima de acusaciones y defensas posibles, se abre “frente a nosotros” la dimensión de la culpabilidad, pero sostenida por agentes culpables de “algo sucedido y comprobable”.

La preeminencia de esta solución “a deux”, su necesario retornar de un modo circular a sus personajes en posiciones fijas y sin salida, atrapados en una vigencia “a veces mortífera”, en acto de lo actual y la no memoria del proceso recorrido, genera en nosotros un malestar que referimos a un registro del estancamiento o “impasse” del proceso terapéutico, al que por su no acceso al pasado lo enunciamos “impassé[14]. Pensamos que aquello que en lo manifiesto,  se presenta como  una problemática grave y sin salida, en su base, sostiene un equilibrio interdefensivo o una solución narcisista “a deux”[15] en su estado “exitoso fracasado”.

A partir del modo en el que D Maldavsky desarrolla los estados de las defensas y aplicándolo a la especificidad dada en familia y pareja,  podemos suponer que en la formación de estas familias, en algún  momento en la pareja parental se dio una alianza y un equilibrio interdefensivo que en su estado  exitoso,  sostenía la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”. Esto se daba dentro de la articulación exitosa de diferentes desmentidas: de la autonomía narcisista, de la diferenciade sexo, de generaciones, de vivo-muerto, y de la interdicción ante la intercambiabilidad de seres. El estado exitoso lograba rechazar algo fuera del yo “familiar” y al mismo tiempo mantenía la continuidad narcisista identitaria parental.

 En su estado exitoso no hay motivo de consulta, pero ante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras y esta es la opción que estamos planteando.


[1] Publicado en Actualidad psicológica  2015,

[2] A partir de una posición en la que es “la clínica la que interroga la teoría”, este desarrollo expresa un dialogo clínico teórico entre mi experiencia clínica en Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja con patologías narcisistas y el modo en que R Roussillon  describe el sufrimiento narcisista identitario y sus posibilidades en el proceso psicoanalítico.

[3] D. Maldavsky,

[4] R. Roussillon,

[5] F Pasche,

[6] R Roussillon,

[7] R Roussillon, «en desespoir” que refiere a la dimension de la agonía.

[8] R Roussillon D Anzieu,

[9] R Roussillon, D Anzieu,

[10] E Granjon,

[11] A Partir de R Kaes, Transformación posible de la negatividad radical(lo real, inaccesible) en una negatividad relativa, y posible a partir de la situación analizante en la cual se da el retorno de lo aun no subjetivado en busca del trabajo de subjetivación.

[12] R Roussillon; Compulsión a la re-peticion y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,

[13] Diferenciamos la dimensión cuantitativa del dolor, de la dimensión cualitativa del sufrimiento de alguien para alguien.

[14] P Denis,

[15] E Grinspon a partir de R Roussillon,

Escucha de lo familiar frente a consultas generadas pos hijos testigos implicados dentro de escenas familiares patógenas.Características especificas de estas escenas. Circuitos mensajeros posibles.

Eduardo A Grinspon

Introducción

Quiero iniciar mi presentación con un comentario acerca de nuestro origen como Foro de articulación clínico conceptual. Hace muchos años inicie con David Maldavsky procesos de investigación clínico conceptual en la cual fueron mis   escollos clínicos los que interpelaban a la teoría. Estos escollos partieron de registros subjetivos de mi experiencia en sesión y en el espacio inter-sesión, es decir a partir de los restos que seguían insistiendo en mí, los cuales recibidos por la escucha afectiva y continente sin concesiones de David Maldavsky, dejaron marcas aun hoy significativas. Esto nos llevó a pensar en un espacio de intervision, un espacio de confianza recíproca en el cual se puedan desplegar e interpelar nuestros registros subjetivos transferenciales como analistas en persona. En mi experiencia personal fueron registros de mi malestar los que al poder desplegarlos frente a una escucha benévola receptiva y no explicativa, relanzaban líneas de pensamiento que me posibilitaban intervenciones. Es decir pensábamos ya en ese momento en una clínica del proceso desde nuestra posición implicativa, al implicarnos en los pliegues que todo proceso transferencial nos presenta. Así surgió nuestro Foro de articulación clínico conceptual. En un inicio nos reuníamos un grupo de amigos colegas en una de nuestra casa los sábados a las 7,20 de la mañana y fue precisamente David Maldavsky quien me propuso pasar a Uces y así lo hicimos con varios de los partícipes actuales del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky. El grupo se ha extendido pero se mantiene nuestro espacio amical disponible para un abordaje clínico conceptual y la posibilidad hasta hoy de comentar mis escollos ni bien aparecen, siempre planteados desde los registros clínicos. Hasta el inicio de la pandemia manteníamos un concierto mensual como testimonio de nuestro origen extra institucional.

Uno de mis últimos escollos ha sido esta especificidad clínica dada por un motivo de consulta generado por un grupo de hijos adultos preocupados por un miembro de la pareja parental atravesando una situación límite a nivel psíquico o somático. Jerarquizo la importancia del motivo de consulta y el modo atípico en el que se nos presentó, lo enuncio atípico por su diferencia a los motivos de consulta con los que nos encontramos acorde a nuestros encuadres habituales. Pienso que ante estos escollos clínicos nuestra “escucha de lo familiar”[1] es parte nuclear de nuestro encuadre interno. Considero a este matiz un referente de base, tanto en un motivo de consulta dado a partir del “grupo de hijos de una familia” (al que vamos a referir en este desarrollo), como en aquellas situaciones clínicas individuales, en las que fuimos nosotros como analistas en persona implicados, quienes a partir de nuestro malestar en sesión o en el espacio intersesion, imaginamos y propusimos la ampliación del espacio terapéutico a nuestro paciente individual. Esta fue la base de un desarrollo anterior acerca de “gritos mensajeros de hijos cautivos y cautivados”[2], atrapados en circuitos incestuales. Gritos advenidos por pasajes por el acto[3] de estos hijos que al afectar a nuestros[4] pacientes se tornaban mensajeros para un “otro sujeto y su pulsión” disponible y utilizable. Menciono lo utilizable ya que son los pasajes por el acto  mensajeros (en su diferencia con pasajes al acto dados por las descargas) aquello que al implicarnos nos lleva a intervenciones y propuestas necesarias. Insisto, es nuestro encuadre interno el que sostiene nuestra presencia y la terceridad necesaria en estos procesos. 

Pensamos que los circuitos mensajeros dados en la especificidad de la grupalidad familiar, provienen de una vacilación del equilibrio inter-defensivo e inter-pulsional familiar patógeno, es decir que afecta y enferma a otros en quienes quedan restos. Un elemento o eslabón fundamental en estos procesos de los que nos ocuparemos más adelante.   

Estamos refiriendo a la vacilación dada como efecto de la presencia del sufrimiento singular de algún miembro quien a partir de sus trazas cuantitativas[5] (registros) subyacentes en su sector testigo intra-subjetivo del sufrimiento padecido[6], pudo gritar “aun” un pedido de objetalizacion. Pedido de un otro sujeto (y su pulsión) cuya presencia implicativa posibilite el circuito co-alucinatorio[7] necesario para acceder el trabajo de subjetivación, es decir a la representación y figurabilidad necesarias para la apropiación subjetiva. El sector testigo intrasubjetivo del sufrimiento singular,  refiere a trazas cuantitativas[8] que acceden a  la posición de testigo siempre y cuando haya alguien quien lo registre, un “para alguien” que  posibilite acceder al testimonio como matiz cualitativo, Este proceso objetalizante está dado en un primer momento por el efecto de la convalidación del sufrimiento padecido por el miembro familiar emisor (habitualmente un hijo o la pareja partenaire de una alianza perversiva) por un “otro humano como uno” y luego en sesión o en el espacio inter-sesión es una posición sostenida por nuestra presencia implicativa.. Este es un eslabón importante en el circuito mensajero que adviene a partir de nuestro resistir (endurance[9] necesaria) a las maniobras banalizantes dadas en circuitos incestuales, en los cuales como plantea P C Racamier prima un surantimoi es decir un super anti yo en su dimensión singular. Es nuestro encuadre interno del cual forma parte nuestra experiencia clínica frente a movimientos perversivos narcisistas en familia, lo que posibilita nuestra endurance necesaria en estos equilibrios patógenos.

Un matiz específico en estos equilibrios interdefensivos e interpulsionales familiares patógenos, es que en la pareja parental priman escenas fijas en las que la tension y la coexcitación fusional opera como un equivalente perversivo de vínculo. Estos movimientos perversivos familiares detonan un circuito interhumoral, el cual opera para los hijos de un modo contextual centrípeto y fetichizante. Movimiento patógeno que deja restos sostenidos en “lo actual” del sufrimiento de estos, restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son también parte en estos motivos de consulta. Son huellas perceptivas (cuantitativas y presubjetivas) las cuales ante la posibilidad de su retorno dada la situación transferencial por retorno[10] enunciada por R Roussillon, acceden a una apertura alucinatoria[11] en búsqueda del objeto otro sujeto y su pulsión. Esta búsqueda también es parte del motivo de consulta, a partir del cual es nuestra presencia implicativa la que posibilita sus efectos tróficos.    

Estas escenas parentales articulan personajes en quienes priman escenas fijas y privadas que remiten a la derivacion identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica singular lograda. En estos personajes “restan atrapadas” personas fijadas en una estasis temporal a su partenaire de un modo necesariamente inmodificable. Esta diferenciación entre los personajes de las escenas en las cuales se nos presentan y las personas es una de las metas clínicas en estos procesos. Así mismo la necesariedad (como condición estructural) a la que referimos, está dada por el hecho que en la alianza parental cada miembro le aporta al otro el personaje necesario para sostener la eficacia de las corrientes defensivas singulares que posibilitaron su solución narcisista de sobrevida. Desde nuestra posición clínica interpelamos estos personajes en búsqueda de la persona singular atrapada en su caparazón defensiva preventiva y en “lo actual” ofensiva dada en familia. Estas intervenciones en el espacio familiar nos posibilitan acceder a los matices del sufrimiento singular de cada miembro de la pareja parental y es notable el efecto trófico y subjetivante dado en los hijos, quienes en sus diferentes soluciones singulares aun sostienen interrogantes que no cesan en su insistencia. Hijos inevitablemete testigos y parte de estas escenas centrípetas familiares. En nuestra data clínica un matiz necesario fue la diferencia que inaugura el hecho, si en la alianza parental hubo un acuerdo amoroso genuino[12] previo a la configuración del pacto narcisista con el cual se nos presentan. También es necesario, dadas las diferentes readecuaciones interdefensivas en las alianzas patógenas, registrar el destino que tuvo el acuerdo amoroso a través de los años.

En los ejemplos clínicos que fueron la base de este desarrollo primaban alianzas parentales en las que imperaba un pacto narcisista del orden tiranía sumisión, dada la  disponibilidad a la adaptabilidad sacrificial con desvitalizacion progresiva de uno de sus miembros. Este rasgo de la adaptabilidad tiene un efecto en los hijos testigos en familias en las que “no se puede decir” para evitar reacciones temidas. Familias en las que durante tiempos prolongados “se aplacaba al loco y se lo perpetuaba en su función organizadora” Los efectos singulares de esta desvitalización generaron en el espacio familiar pasajes por el acto y por el soma, los cuales se tornaron mensajeros llegando a ser registrados y significativos para los hijos hoy testigos implicados ante el riesgo de vida, presencia de la muerte como posibilidad.  Pensamos que este fue el punto de inflexión que expresó la vacilación del equilibrio familiar patógeno y relanzó un circuito mensajero intrafamiliar e interpulsional hacia el grupo de hijos testigos, desde quienes surge el llamado hacia una terceridad posible dando lugar al motivo de consulta actual. Un punto de inflexión en el cual el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al borde somáticamente vital[13],

Creo que lo difícil y complejo de este escollo clínico está dado por los diferentes sectores implicados en lo especifico del circuito de transmisión de lo traumático que en estas familias adquieren el matiz de la transmisión traumática de lo traumático dentro de la intersubjetividad familiar.

Algunos registros subjetivos transferenciales  

 En nuestro desarrollo partimos de hijos testigos de padecer los efectos de las alianzas patógenas dadas en la pareja parental. Enuncio lo patógeno por la posibilidad de haber dejado restos en otros. Restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son base de estos motivos de consulta.

Hijos quienes en la desesperanza frente a la presencia de un estado vital limite, fueron aconsejados por amigos del mismo nivel generacional que habían transitado una situación similar  

En varias de estas familias hubo desde el inicio recuerdos afectivos referidos al miembro parental hoy sufriente, articulados con referencias acerca de su padecimiento frente al accionar del agente tiránico.  Es digno de mencionar que en estos procesos sostenidos en el tiempo pudimos rescatar a la persona atrapada en este personaje tiránico.  

A partir del motivo de consulta , ¿Como pensar el proceso de  retorno desde la intersubjetivida familiar hacia un “otro sujeto y su pulsión”? Terceridad posible “presentada” por la persona del analista.

Los recuerdos y relatos co construidos a partir del sufrimiento y su grito posible del “hoy” paciente disparador, son restos del sufrimiento familiar que retornan a partir de “lo actual”.  Un “actual” sostenido en el motivo de consulta en el que subyace este retorno de lo traumático en búsqueda de la apropiación subjetiva[14] ¿Cómo pensar el componente mensajero del afecto en este retorno? Son trazas perceptivas o huellas cuantitativas que al no cesar en su insistencia en búsqueda del otro sujeto y su pulsión abre el circuito coalucinatorio posibilitando al afecto su función mensajera.

¿A qué circuito nos estamos refiriendo?

A partir de la interpulsionalidad subyacente al equilibrio inter-defensivo familiar, el cual por ser pluripsíquico es dinámico y en permanente readecuación, se genera un circuito de transmisión de aquellos restos de lo aun no subjetivado, que al no cesar en su insistencia (en búsqueda de un objeto otro sujeto y su pulsión) da lugar a la apertura  co-alucinatoria. Una via dada a partir del movimiento y empuje pulsional que posibilita un acceso al trabajo de apropiación subjetiva necesario.

A partir de los restos del sufrimiento padecido se generó en la intersubjetividad familiar un “continente afectivo” que posibilitó que el retorno de lo traumático devenga, accediendo a este circuito co-alucinatorio entre diferentes sectores testigos. Un tipo de trabajo desde el negativo, un trabajo del resto aun no subjetivado que no cesa en su insistencia en la asimetría familiar.

Algunos interrogantes a desarrollar.

Nos queda por desarrollar los matices del circuito de transmisión dado, para que el sufrimiento singular de uno de los padres llegué a ser registrado por el “grupo de hijos” hasta organizar un motivo de consulta familiar. Hijos ya adultos que consulten preocupados por uno de los padres y con disponibilidad a un “espacio familiar de terapia”, que implica a todos sus miembros “en presencia” o en un inicio algunos como “presentes  en ausencia“. Así sucedió con los agentes demonizados con quienes “supuestamente” era imposible dialogar.

¿Cómo operan los registros testigos del sufrimiento padecido habitando en estos hijos, tanto testigos del sufrimiento en esta madre, como hijos testigos de escenas sostenidos por la pareja de sus padres?  

En la data clínica que proponemos había un recuerdo afectivo hacia el miembro parental cuyo sufrimiento se tornó mensajero, articulado a un agente tiránico a través de muchos años. Situaciones clínicas especificas en las que el lugar del agente tiránico demonizado es alguien atrapante como agente en la dinámica familiar y atrapado como persona dentro de su personaje intrafamiliar. Es nuestra escucha e intervenciones lo que posibilita salir del proceso de agentificacion forzada, es decir la producción compulsiva de agentes que organicen la escenas familiares y acceder al sufrimiento singular y su destino intrafamiliar.

Registramos la presencia de un punto de inflexión dado por el nivel de desubjetivación llegando al riesgo de muerte. Es un punto de inflexión donde el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al  borde somáticamente vital,

Conclusión dada a partir de los proceso recorridos:  

Pensamos este tipo de motivo de consulta como un retorno de restos intrafamiliares aun en búsqueda de subjetivación, siendo imprescindible que nuestra escucha mantenga la innegociable asimetría familiar. Un circuito de complicidad y banalización sostenido en el tiempo pudo vacilar y acceder a una complementariedad coalucinatoria[15] e intersubjetiva.  Un escollo que se nos presentó fue nuestra escucha ante los diferentes registros en el grupo de hermanos, y la tendencia a oponerse retornando a la tensión confirmatoria del más de lo mismo. Nuestra posición y encuadre interno posibilitó co-construir un continente que albergue estos sufrimientos resistiendo al estancamiento dado por la tendencia desde la desesperanza, impotencia y hartazgo, a producir agentes responsables y culpables.   

La interpelación por los hijos hoy adultos posibilita circuitos de subjetivación inimaginados pero posibles dadas estas condiciones. Al dejar de ser la tensión un equiválente prevertido y perversivo de vinculo, el sufrimiento pudo dejar de ser un organizador y adquirir otra perspectiva desde la repetición[16] posible en búsqueda de la apropiación subjetiva.  

Es necesario precisar en nuestra especificidad de TPPF los matices de aquello que enunciamos como transmisión de lo traumático y su derivación dada por la transmisión traumática de lo traumático.

Cuando enunciamos lo traumático, nos referimos a lo traumático para alguien quien no nació con su trauma sino que ha vivido y atravesado situaciones traumáticas que dejaron restos aun no subjetivados. En nuestra especificidad de “lo familiar”, las alianzas intersubjetivas patógenas llevan a una complementariedad cómplice (complicidad), una interpulsionalidad compleja que hace que se logre un equilibrio inter defensivo-ofensivo por el cual se da la posibilidad de la transmisión traumática  de lo traumático. Arrasando la “inter-generacionalidad y llegando a la trans-generacionalidad,

Al corrernos de la perspectiva individual, ¿cómo pensamos en nuestra especificidad de escucha de lo familiar, lo traumático y su transmisión en el circuito familiar asimétrico? Asimetría dada desde los padres con sus pactos y alianzas, la transmisión de su sufrimiento hacia sus hijos que los padecieron como hijos y testigos. A partir de nuestra clínica del proceso esta data clínica inaugura una especificidad dada por hijos, quienes como grupo fratria que en lugar de fragmentarse y clivarse sosteniendo la paradojalidad,    accedieron a una resonancia intersubjetiva en búsqueda de una terceridad necesaria. Es parte de nuestro accionar, dar acceso a la diferencia de lo vivido por cada hermano y el destino o transito que tuvo su sufrimiento. 

Estos procesos expresan una vacilación del equilibrio patógeno familiar que produjo un grito mensajero que   fue significante para alguien y para el grupo de hermanos. También hubo una vacilación de la instancia superyoica familiar patógeno (surantimoi familiar) que puso en juego un a acceso al efecto de un superyó benévolo y trófico sostenido por nuestra endurance e intervenciones

En mis desarrollo anteriores explore el grito de los hijos, esta data clínica inaugura otra opción dada a partir de un grito proveniente del cuerpo, expresión somática del sufrimiento de uno de los miembros de la pareja parental.

FIN


[1] E Grinspon,

[2] E Grinspon,

[3] R Roussillon,

[4] Afecto en su función mensajera

[5] Trazas perceptivas,

[6] E Grinspon, huella preceptiva , marca cuantitativa que no cesa en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación,  

[7] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión,

[8] Trazas o huellas perceptivas,

[9] E Grinspon,

[10] En su diferencia a la transferencia por “desplazamiento”,

[11] Guy Lavalee, R Roussillon,  Acceso a un circuito co alucinatorio,

[12] En su referencia al origen de estos hijos,

[13] Articulación entre la posibilidad de efectos catastrófico,la muerte y la presencia del loco  organizador

[14] R Roussillon,

[15] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión ,

[16] R Roussillon “compulsión a la repetición#,

Otros interrogantes surgidos a partir de nuestras intervenciones con una referencia identitaria y sus derivaciones en procesos terapéuticos.

A posteriori de conceptualizar acerca de la necesidad de habilitar el hecho de “honrar el propio dolor padecido”, “me encontré con un tipo de intervención” en la que enuncio a una paciente:

“Usted no es el dolor que sufrió, usted es quien sufrió el dolor”.

Al mismo tiempo otra paciente, que afirmaba una posición paradojal y ambivalente en sus relaciones afectivas, refiere a su padre “afirmando y concluyendo”: “finalmente yo soy como él”.

En este caso intervengo diciéndole: 

“Usted no es como él. Usted es “quien sufrió su propio dolor frente al modo en el que “él funcionaba en su familia”.   

Otra paciente quien refiere de modo explicativo al efecto patógeno y desubjetivante padecido ante manipulaciones perversivas narcisistas de su madre, se mantiene “atemporalmente” sometida a un supuesto imperativo materno paradojal, en el que no hay lugar para su nacimiento como “otra mujer”. 

Sin haber podido apelar a una función paterna eficaz, a la cual describe como aquella “que brillaba por su ausencia”, posiciona a “su padre” como una persona funcional a las manipulaciones maternas distorsionantes del sentido de la realidad. Esta paciente no puede sostener situaciones de pareja y mantiene al mismo tiempo una dificultad en creer y confiar. En varias experiencias sus relaciones de pareja se arruinan abruptamente por maniobras de su partenaire aparentemente no previstas por ella.  

Ante su decir de un modo afirmativoyo estoy identificada con lo pasivo de mi padre”, registro que “mi paciente”, desde una posición explicativa queda acorralada o coagulada en su paradigma relacional vigente. Una posición “sin salida”, homologa a lo padecido en su registro histórico y se ofrece en este momento “a sí misma como agente responsable, frente a su analista en persona”. Este registro intersubjetivo transferencial me lleva a intervenir diciéndole: 

“corrámonos de la palabra identificación y pensemos que usted no es el dolor que padeció sino quien padeció el dolor”.

La paciente expresa un cierto asombro y se genera un silencio en el que yo recupero escenas que habitaban en mi memoria, en las cuales “mi paciente” era un testigo implicado frente a lo que sucedía en su medio familiar. A partir de este registro de analista en persona con memoria y en posición prospectiva (“en espoir”), intervengo aportando alguna de estas escenas en las que “ella, pequeña, quedaba impotente ante la pasividad de “su padre” frente a las afirmaciones y acciones enloquecedoras de “su madre”. Una referencia a la “posición de testigo homóloga a la que yo me encontraba en sesión”. 

A partir de mi aporte, la paciente lo continua y comienza a enunciar varias escenas, pudiendo ahora entre nosotros y en sesión, co-construir el efecto que tuvo en ella estar ubicada en el lugar de testigo impotente padeciendo sus experiencias de sufrimiento, vergüenza y desesperanza frente a las maniobras (manipulaciones) enloquecedoras de su madre. Con cierta autoafectación, continúa enunciando la pena por “su padre sumiso” en quien el dolor y el sacrificio fue un valor y estuvo siempre ubicado en la posición de objeto del sufrimiento generado por otro, y para quien la única salida posible fue morir.

Este tipo de intervención nos llevó al interrogante ¿Cuáles son aquellas situaciones intersubjetivo transferenciales dadas en cada analista en persona, que lleva a que entre las intervenciones posibles se haga presente nuestra referencia a la “dimensión del ser”?

Al sentirnos implicados en un movimiento anti proceso, una reedición destructiva, una regresión pulsional extintiva dada por la vigencia patógena de un “superantiyo incestual antiproceso” estas intervenciones en nombre de las pulsiones de vida, hacen referencia a una creatividad y “acto analítico inminente” que G Bayle enuncia de un modo metafórico como la tiranía de Eros.

Para que nuestras intervención como “persona del analista”, representando al “analista en persona de mi paciente”, sea eficaz, es necesario en primer lugar hacer presente al “sujeto del propio dolor”, para tener presente a quien hablarle.

¿Cuál es el transito intersubjetivo transferencial hasta acceder a este registro?

En estos procesos, este matiz se da en primer lugar en nosotros a partir de nuestra historia intersubjetivo transferencial dentro del proceso recorrido y desde esta posición intervenimos y hablamos. Es cualitativamente diferente “decir” en sesión, que hablarle a alguien subjetivamente presente. Este matiz necesario es el que posibilita la eficacia de nuestra presencia como una función objetalizante necesaria en el momento del retorno del resto aun no subjetivado. Momento puntual en sesión en el que adviene el dolor en su dimensión cuantitativa en búsqueda alucinatoria del otro necesario para acceder al matiz cualitativo y ser vivencia de dolor y sufrimiento de alguien “para alguien”.

En el transito clínico conceptual que intento desplegar, en un primer momento al escucharme decir “honrar el propio dolor padecido”, se hizo significativa mi afirmación acerca del “propio dolor”, la cual abre la posibilidad de “sufrir el dolor ajeno”. Esta posibilidad está presente en muchos de nuestros pacientes quienes solo encontraron su propia calma y un lugar “en y para alguien”, siendoen el paradigma relacional subyacente en “su historia familiar”, una función eficaz en aliviar, calmar o suprimir el dolor de alguno de sus padres ante sufrimientos instalados en un clima contextual de “sin salida” (impasse). Referimos a climas familiares  en los que dado un hecho traumático y a partir de la vigencia y eficacia de la transmisión traumática de lo traumático (retracciones sostenedoras de secretos encriptados, duelos no resueltos y otros), este adquirió el rango de “catástrofe generacional”. Explicito la dimensión de eficacia ya que para que esta se concrete, tienen que sostenerse vigentes en la alianza parental, un pacto narcisista sostenedor de complicidades. 

A posteriori de este registro, me encontré con este tipo de intervención que enuncia la “dimensión del ser” de nuestros pacientes y a las que denomino “contra afirmativas”, frente a la afirmación narcisista e identitaria sostenida por la posición de “mi paciente” en las escenas intersubjetivo transferenciales que nos implican. Estos ejemplos evidenciaron la posibilidad de un tipo de transferencia por retorno (en su diferencia a la transferencia por desplazamiento), que sostiene en el vínculo transferencial la “presencia de aquello clivado que pulsa desde el negativo en nuestros pacientes y que no cesa de insistir en búsqueda de  la objetalización necesaria para la apropiación subjetiva”.

Estas intervenciones enunciadas como afirmaciones “contra afirmativas” sostenidas por “su analista” en persona, pueden ser pensadas en respuesta a una petición que de algún modo registramos dentro de un movimiento de la re-petición resiliente que adviene y nos implica en su búsqueda alucinatoria.

Mi intervención es una afirmación, “yo afirmo algo respecto a la historia subjetiva de mi paciente”, es como si a partir de nuestra historia, yo supiera algo y haciendo uso de mi “saber”, le digo a alguien “dentro de nuestro vinculo”  “usted no es lo que sufrió, usted es quien sufrió”, o en otro paciente, “usted no es la miseria que lo avergonzó, usted es quien sintió la vergüenza”. Es decir intervengo mediante una posición intersubjetivo transferencial “contra-afirmativa”,  interpelando una “asociación de “mi paciente” del orden de lo explicativo», que lo encierra en su núcleo identitario fruto de su solución narcisista de sobrevida psíquica,.

De esta manera voy a la búsqueda del testigo intra-subjetivo del propio dolor vivido pero “aun no vivenciado o subjetivado”, en su camino a acceder en nuestro espacio (a deux) “entre dos”, al testimonio que le posibilite acceder a ser sujeto del sentimiento o de la vivencia del dolor.

La afirmación identitaria de mi paciente, en su dimensión explicativa en sesión, podría conducir a que el analista exprese un tipo de acuerdo convalidante (por medio de un gesto o decir “claro”). Tal afirmación resulta en una respuesta que coagularía un acuerdo transferencial patógeno acerca de algo respecto al ser de “mi paciente” y a la identificación con su sufrimiento en impasse, un sin salida homologo al que subyace en su solución narcisista identitaria. 

En estos pacientes, ante su afirmación en sesión equivalente a “yo soy”, este tipo de intervención de “su analista”, generó una vacilación, y al vacilar su discurso fijado a “ser” el objeto del sufrimiento generado por otro, emergieron diversos comentarios o asociaciones que nos enfrentaron, como ya lo hemos planteado, con lo aún desconocido de “nuestros pacientes”. 

Dado que estas “intervenciones, no estratégicas” tienen lugar dentro de un contexto de dialogo, es habitual que surjan comentarios “aparentemente conocidos pero aún desconocidos por el analista”.

Pensamos que “nuestras” intervenciones contra-afirmativas son respuesta a un tipo de “pedido-interrogante” de “mi paciente”, si no fuera de este modo no serían significativas “para alguien”. Posiblemente este acto analítico recupera dentro de “nuestra asimetría” en sesión, los interrogantes coagulados en su núcleo identitario producto de su solución narcisista de sobrevida psíquica.

 Habitualmente sus efectos se notan en un corrimiento del lugar desde donde “mi paciente” habla, varia el tono, vacila su paradigma relacional y cambia el efecto en mí. Desde ese momento, se abre la posibilidad de historizar, accediendo a la figurabilidad de diferentes escenas, que refieren a lo que enuncio como “lo aún desconocido de nuestros pacientes”.  

La “dimensión narcisista identitaria a nivel del ser” o lo vital identital, se establece como el eje que se da en estas situaciones desde el paciente o desde el registro del analista.  Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y los recursos singulares posibles con los que pudo sobrevivir psíquicamente en su sufrimiento narcisista en el tránsito a su constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Freud  decía que la curación de un paciente depende de una disposición que hay en todos los seres vivos, la llamaba pulsión de sanar y que está relacionada con estas respuestas en sesión que nos asombran. Si la pulsión de sanar implica la posibilidad de un retorno a un estado anterior, nuestra posición aporta la objetalizacion necesaria para poner en marcha un sector de la pulsión de sanar que vaya a un estado alguna vez habido que permita la cicatrización y el re lanzamiento subjetivo.

La pulsión de sanar habitualmente opera silenciosamente para reparar problemas que han surgido en cualquiera de nosotros, pero hay otras veces dice Freud, que no alcanzan los recursos de cada uno y ahí es el momento en que interviene la posición del analista, para quien la pulsión de sanar es el principal aliado en su función.

Los recursos antes mencionados son los que están en la base de la pulsión de sanar como aliado fundamental del terapeuta, ya que cuando hablamos de los estancamientos de los procesos, referimos a la dificultad de acceder a una anaclisis suficiente para que la pulsión de sanar posible se ponga en juego.

En el momento de la constitución del yo sujeto, se dan equivalentes de interrogantes dirigidos al “objeto otro sujeto”, y a partir de su respuesta posible, se dieron las consecuencias traumáticas de este momento. Estas son la base de estas situaciones patológicas y patógenas, en las que nos encontramos con una afirmación que transforma al sufrimiento en un estado estable de su defensa en un estado exitoso fracasado. Una solución narcisista que sostiene una síntesis, sin posibilidad de vacilación e interrogantes.

La recuperación de estos por la subjetividad del analista, relanza la búsqueda objetalizante que nos posibilita abrir la dimensión del conflicto y que advenga el sujeto del “propio dolor padecido”, dándole un marco de enunciación en sesión y significativo para nuestros pacientes.   

A modo de conclusion: 

Estas soluciones narcisistas de sobrevida psíquica sostienen en estos pacientes, lo que hemos nombrado “su apellido otro”, el cual al ser enunciado por su analista en persona, nos posibilitaba co-construir entre los dos (analista y paciente) su marca identitaria mediante la cual esa `persona pudo sobrevivir a los abusos por exceso o por defecto. Pero en esta comunicación estamos desplegando otro matiz, en el que en lugar de co-construir juntos una “afirmación síntesis en la diferencia”, recupero desde mi malestar, mi memoria singular y desde una particular soledad en sesión, enuncio este tipo de intervención que contiene  interrogantes y abre diversas  dimensiones.

Al enunciar como persona del analista “Usted no es lo que sufrió, sino quien sufrió”, aludiendo a ser sujeto del propio dolor, implica la aceptación que alguna vez algo hubo, a partir de lo cual algún esbozo de sujeto puede estar en latencia en su solución narcisista. Dentro de las escenas fijas en las que los movimientos patógenos sostienen la posición de “objeto quejoso y sufriente” que garantiza la sobrevida como “único” ante un organizador tiránico, alterna un accionar acorde con un “yo culpable y deudor” o con un accionar destructivo sostenedor de un “yo soy el mal”, A partir de la posición de “su analista” de no dudar que algo hubo, podemos salir del desvalimiento sin salida y la fantasía de autoengendramiento, e ir a la búsqueda de los recursos y la objetalización alguna vez lograda.   

Ante esta especificidad clínica, como analistas en persona, nos encontramos “subjetivamente implicados” frente a estrategias de sobrevida psíquica, que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto,y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido (endurance singular) frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.

Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y  recursos singulares posibles con los que pudo resistir en su sufrimiento narcisista y sobrevivir psíquicamente hasta la constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.  

Reflexión clínico conceptual que dio origen a «intervenciones contra-afirmativas» frente al estancamiento de un proceso y su diferencia con su interrupción.

 Eduardo A Grinspon 

Un disparador para este desarrollo, fue nuestro malestar frente al estancamiento de procesos terapéuticos con parejas y/o familias, no referimos a la interrupción sino al estancamiento o impasse, especialmente en el tratamiento de parejas, ya que la presencia de los hijos en la familia, detonan interrogantes que muchas veces relanzan los procesos. Llamamos estancamiento a un registro advenido en el analista a partir de su malestar intra e inter sesión, es decir, es nuestro registro subjetivo singular que evidencia el estancamiento. Este matiz tiene su importancia, ya que si pensamos en el estado de los equilibrios inter defensivosen familia y pareja, al acceder al estado de exitoso fracasado, puede mantenerse en estado de “impasse” de un modo atemporal, pero al incluirnos e implicarnos subjetivamente, articulando nuestra historia intersubjetivo transferencial en el proceso recorrido con nuestra   historia personal, el equilibrio inter defensivo, pluripsíquico y plurinarcisista puede acceder al estado de “fracasado en búsqueda de una diferencia”. Un pasaje del sufrimiento sostenido “en desespoir” y sin salida hacia un sufrimiento “en espoir”, que al ser en búsqueda del objeto posible ¿nosotros en el proceso?, ya es del orden de la herida narcisista y la falta. Si no accedemos a esta derivación en espiral y trófica, entramos en un circuito de complicidad y nuestros pacientes y familias pueden mantenerse en la re-edición del más de lo mismo de un modo atemporal. Es el malestar de cada analista en los procesos vividos lo que conduce a una modificación. Por esta razón, no son nuestros pacientes los que van a plantear el estancamiento, es nuestro malestar que alguna vez llamé “hartazgo, cansancio, somnolencia, registro somático,” entre otros, que nos lleva a auto sustraernos del magma incestual y a partir de nuestro padecimiento singular intervenir de algún modo.  Nuestro malestar “singular” nos sustrae y posibilita implicarnos dentro de la interpulsionalidad en juego.  Al implicarnos interferimos e interpelamos el continente tensional pervertizante y desde nuestra subjetividad inauguramos una continencia a co-construir y sostener.  A partir del imperativo del acceso a la  singularidad y diferencia, es desde nuestra singularidad en sesión que vamos a la búsqueda de la singularidad del sufrimiento generalmente de uno de los miembros de la familia y pareja,.

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa. En una de estas parejas, luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré” enunciando de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. Si bien no fue claro en ese momento, porque lo enuncié de este modo, fue notable y causa de asombro, el efecto trófico que ha tenido.

Luego de una primera experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevó a sostener esta posición y a desplegar interrogantes a partir de “lo sucedido en mí y sus derivaciones”.

Al enunciar en sesión “como analista en persona”, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de “impasse” útil, sin tensión, en el que “me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor”. Es decir de un modo personal, luego de enunciar al dolor, continué aportando la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo no estratégico.

Al intervenir sosteniendo  una posición clínica implicativa en la que:

  1. en lugar de explicar “desde afuera” de la escena, enuncia en una afirmación que refiere al plural ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!
  2. Pude registrar que ante esta enunciación “implicativa” de “su analista en persona”, esta pareja en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, dio lugar a un silencio expectante en ambos, que posibilitó o convocó que yo continuara hablando y accediera  a la dimensión cualitativa de la vergüenza. Podría abordarse una segunda lectura, en la que esta escena se yergue como una referencia a un otro, a la presencia de una “tercera” mirada, y a través de la misma se produce la recuperación del pudor alguna vez avasallado, y la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad. 
  3. Al dirigirse la Sra a su esposo y refiriendo al nombre de la persona del analista presente, le pregunta si este conoce un dato especifico de su historia. En una referencia a la terceridad vaciló el aferramiento pudiendo el Sr aludir a su sufrimiento singular. 
  4. Mientras por mi parte interpelaba mi archivo de escenas, el Sr continuo desplegando un sector de su historia referidas a las situaciones singulares en las que su padre fallece pocos meses antes que el nazca.  
  5. Esta mutación en el desarrollo acostumbrado de la sesión, permitió el  despliegue de un sector de la historia del Sr refiriendo a situaciones singulares y consecuencia de la pérdida un padre “en ausencia” y solo conocido por referencias. 
  6. Experiencia traumática familiar que alteró la posición subjetiva de su madre quien comenzó un periodo de penurias económicas casándose luego de varios años con un agente proveedor con graves movimientos perversivos que afectaron y están implícitos en la solución narcisista del Sr. Hecho traumático “del que no se habla”
  7. Es notable que la pregunta sostenida por su esposa en sesión, pudo apelar a la memoria saliendo del impassé y del aferramiento. Adviene lo desconocido de “mi paciente” y accediendo al trabajo del resto, pudo  rescatarse de permanecer coagulado en un sector de su historia nunca hablado,.
  8.  Cambia “mi paciente”, varía el clima de la sesión y emergen vivencias del sufrimiento singular ahora co-construidos en la intersubjetividad transferencial. 

Posición clínico conceptual frente a las afirmaciones identitarias de “nuestros pacientes” en sesión.

Eduardo A Grinspon.

Trabajo del resto en la transferencia por retorno.

El abordaje de las afirmaciones identitarias en el ámbito de la sesión, nos enfrenta a las posibilidades de vacilación de coyunturas clínicas altamente patógenas. La tendencia al estancamiento (impass) y a la atemporalidad (impassé) nos implica en la necesidad de sostener y relanzar al trabajo de subjetivación historizante de lo que permanece “clivado”, ya sea “en la subjetividad” de la configuración “pareja/familia” o “de la subjetividad” de alguno de sus miembros. Aquello aún no subjetivado, se nos manifiesta en sesión como signos perceptivos, a partir del retorno de huellas perceptivas singulares (C Botella) en concordancia a lo que enuncia R Roussillon como una “actualización perceptivo alucinatoria”. En sesión a partir de “lo actual”, esta actualización evidencia el retorno compulsivo de aquello que está “en resto” de la experiencia traumática singular y que no cesa en su insistencia en espera de la “simbolización necesaria”. Este “resto aun cuantitativo”, retorna en búsqueda del objeto otro sujeto necesario para acceder al trabajo de figurabilidad y subjetivación. En la especificidad de la Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja, a partir de la vacilación del equilibrio interdefensivo vigente nos acercamos a la posibilidad de la trasferencia por retorno y al trabajo de apropiación subjetiva de estos restos subyacentes.  

El re-presentarse estos restos “también” en nuestro espacio intersubjetivo transferencial generaron los siguientes interrogantes:

  • Al estar   “personalmente implicados”  ¿De qué manera este tipo de retorno se “presenta” en sesión en relación a nuestra reverie posible? 
  • Son configuraciones transferenciales en las que nos encontramos implicados dentro de escenas fijas y estereotipadas. Decir “nos encontramos” no es casual, ya que a partir de nuestro malestar, confusión y asombro, nos encontramos con nuestros propios registros subjetivos.
  • Las escenas en sesión se sustentan en la interacción de personajes cuyas posiciones subjetivas en su rigidez e invariancia sostienen y refuerzan recíprocamente la vigencia de las corrientes defensivas singulares que fueron necesarias para su sobrevida psíquica .
  • Se constituyen “en un entre deux” afirmaciones identitarias, que expresan la derivación identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica lograda y que desde la perspectiva de la metapsicología individual son descriptas como rasgos de carácter.
  • Estas afirmaciones identitarias “deben” sostenerse dentro de paradigmas relacionales fijos, ya  que para cada uno de estos pacientes su solución narcisista de sobrevida singular fue “su” modo de resolver “su” necesidad de ser alguien para alguien. Aun en condiciones extremas de supervivencia física y psíquica debe mantenerse de algún modo presente (incluso alucinando o delirando) a un humano otro “como uno”. 

Volviendo a la experiencia en sesión de TPFP y pensando que el retorno de estos restos, son retorno “de alguien para alguien”, como analistas en persona nos encontramos implicados  en el siguiente transito del “trabajo “del resto”.

  • Poder cuestionarnos si la re-presentación para alguien, está dirigida a nosotros. 
  • Prestarnos a sostener una reflexividad necesaria que dará apertura a un continuum co-alucinatorio inaugural, a partir del cual nuestra presencia e intervenciones facilitarán en nuestros pacientes, el acceso a la   figurabilidad necesaria para el trabajo de subjetivación. 
  • Para alcanzar esa calidad de presencia no debemos banalizar ni desvitalizar nuestras propias sensaciones de malestar y confusión, que traen a la luz nuestros “registros e interrogantes” que no cesan en su insistencia.  
  • Establecer nuestro modo singular de resistencia (“endurance”) para sostener en momentos puntuales de la sesión, la continencia necesaria y la apertura co-alucinatoria para lograr la receptividad del resto cuantitativo de lo aun no subjetivado. Resto cuantitativo que retorna en búsqueda de nuestra presencia y disponibilidad como un otro sujeto y su pulsión necesaria para el acceso a lo cualitativo.

Consideramos que a partir de nuestra posición implicativa se sostiene el efecto de presencia en sesión, brindando la co-generatividad necesaria para pasar de la re-presentación dentro de nuestra intersubjetividad transferencial a la representación para el paciente.  

  • Considerar en la sesión y en el espacio inter-sesión, a nuestras sensaciones de malestar y confusión que nos pertenecen y permiten   a su vez sostener la presencia de la dimensión del testigo, tanto del testigo intra-subjetivo propio, como del testigo intra-subjetivo del sufrimiento que padece “nuestro paciente”. 
  •  Se hace presente un tipo de reverie sostenida por nuestra posición de “objeto otro sujeto y su pulsión” frente a pacientes y familias que no pueden soñar.  

Tránsito en la transformación del registro subjetivo transferencial singular de cada analista, en una intervención. Travail de Passibilite. Posicion de “passeur”. Trabajo de pasaje por medio de un objeto de transición en su diferencia con el transicional.

  • Emprender un trabajo de pasaje por medio de nuestra posición como un objeto de transición. Para ello podemos metafóricamente tomar desde lo biológico la función de las enzimas en el proceso de transformación, el analista pre digiere lo indigerible y no metabolizable del sufrimiento narcisista padecido por “su paciente” y comparte desde lo afectivo generando un “entre dos intersubjetivo transferencial”, accediendo “en lo actual” a lo pensable y nombrable entre “humanos”. 
  • Asumirnos como un “objeto de “transición” y “no transicional” implica ser un objeto de transición para el interjuego que posibilita una travesía, una movilidad en el espacio “externo interno”, para que nuestros pacientes alcancen lo propio y singular. Jerarquizamos la diferencia de esta posición con la del objeto transicional que favorece la creación de una zona intermediaria entre un “adentro y un afuera”, una zona de no diferenciación que desdibuja el origen y la pertenencia, colocando a su paciente en una zona transicional entre sujeto y objeto. 
  • Nuestra posición implicativa  nos ubica como analistas “en persona”  partir de nuestros registros intersubjetivos transferenciales dentro del paradigma relacional sostenido de un modo “vital-identital” por  estos pacientes.
  • A partir de nuestro malestar y confusión, podemos recuperar la capacidad de imaginar apelando a nuestros propios registros, que convocan e interpelan archivos de escenas vividas durante el proceso terapéutico recorrido, así como también nuestra   propia historia personal.  
  • Evaluar el destino que como analistas disponemos para esas imágenes que si bien son propias, han sido motivadas dentro de la situación analizante co-construida.
  • Intervenir dentro de la escena jugada en el espacio intersubjetivo transferencial.
  • Visualizar la potencialidad de un trabajo del trauma en dos tiempos: un primer tiempo sustentado en la labor “con el analista”, como un objeto de pasaje y facilitador dentro de un espacio “co-construido entre dos” (paciente – analista), para dar luego lugar en una segundo tiempo al trabajo de subjetivación y apropiación singular.

Ombligo de alguien. Cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida y via de acceso a “lo desconocido” o “lo aun no reconocido”.

                                                                              Eduardo A Grinspon

Secuencia en mi posición preoníricaen sesión que antecede a este desarrollo.

  • Desde una posición implicativa en sesión frente a situaciones de un profundo colapso de mi paciente, presencia de un desvalimiento en el que “ya” prima el silencio, la retracción y la desesperanza, resistiendo (endurance) a la posibilidad de mi desesperanza, en una sesión de pareja advino el interrogante e intervención pertinente acerca de ¿fue chiquita alguna vez? Esto llevo a esta hermana melliza a “continuar diciendo” acerca de su “no lugar” frente al espacio que ocupó su hermana “siempre” enferma desde su nacimiento. Enuncio “continua diciendo” por la continuidad de su tono respecto al tono de mi intervención. Situación específica que he notado y referidas a mis intervenciones luego de la apertura del circuito co-alucinatorio intrasesion. 
  • A posteriori, ante mi atrapamiento frente a la reedición de estados de profunda desesperanza de mi paciente, de un modo homologo a las escenas que surgen a partir de mi pensamiento en escenas, advino una reflexión intrasesión, pero, nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma ya que todo trauma es un trauma para “alguien ya vivo”
  • Ante un escollo clínico similar e insistiendo en mí el resto “alguien para alguien”, al sustraerme en sesión de la desesperanza (desespoir) pude imaginar-pensar a “mi paciente” y recuperando una posición “en espoir” advino, si tiene ombligo y habla algo recibió. Este fue un punto de inflexión en el que “me encontré” aportando el interrogante ¿usted tiene ombligo? 

La presencia “en mí del significante ombligo” inauguró la posibilidad de intervenciones que me posibilitaron co-generar en nuestro espacio inter-subjetivo transferencial, diversas escenas en las que intentamos acceder junto con mi paciente a su marca de resistencia primaria singular, base de su solución de sobrevida psíquica. Esto me llevó a diferentes intervenciones intentando co-construir y dar figurabilidad a marcas de su experiencia de nacimiento, expresión de una escena primaria gestante y fundante para todo ser vivo.

¿Es posible que esta experiencia quede resignificada al modo de convicción constituyendo una marca identitaria sostenida a partir de experiencias de sufrimiento claramente “nombrables” en las cuales el sufrimiento se tornó organizador de un apego al negativo del objeto alguna vez alucinado y fallido?  A partir de procesos recorridos con pacientes y familias en las que primaban soluciones narcisistas de sobrevida psíquica y su derivación identitaria, este interrogante y presunción clínico conceptual no cesaba de insistir en mí.      

Un ejemplo introductorio de intervención en sesión familiar.   

En una sesión de familia una hija adoptiva (22 años), luego de diversos y serios pasajes por el acto frente a la fecha de su cumpleaños, puede enunciar y sostener su enojo por haber sido abandonada por su madre biológica. Un momento puntual en el que sinérgicamente emerge en su madre adoptante un claro gesto de malestar que podía lleva a las conocidas escenas de co-excitación fusional entre ambas. Implicarme en esa tensa escena intersubjetiva transferencial posibilitó sustraerme de lo ya conocido y dirigiéndome a la hija enunciar que su madre biológica decidió no abortarla, de algún modo la deseó viva y luego de algunos meses posteriores a su nacimiento la entregó en adopción.  Continúe explicitando, ahora dirigiéndome a su madre, que sus padres adoptantes ante su dificultad de concebir un hijo mantuvieron innegociable el lugar del “hijo deseado”. Esto posibilitó el encuentro y nacimiento “familiar” de esta hija para esta pareja parental adoptante, quienes continuando con el medio maternante necesario, posibilitaron a esta hija tanto ser quien hoy era así como sostener sus interrogantes en sesión. 

Desde mi posición en sesión esta enunciación sostiene en cada hijo la diferencia entre su madre genitora de la función maternante. J Andre se interroga ¿“un afecto no constituido puede nacer de la experiencia transferencial”? , agregando que la diferencia entre analistas y obstetras no es tan clara, un planteo con el que mi experiencia clínica  me lleva a estar totalmente de acuerdo.  

Ombligo marca de una experiencia subjetivable. 

Enunciamos al ombligo como “el ombligo de alguien singular”, una marca corporal “nombrable” para todo ser nacido y vivo que implica a su vez una “experiencia incuestionable alguna vez vivida”. Esta marca es un vestigio del vínculo con su genitora quien cumplió su función gestante y fundante de ese ser vivo. En todo hijo que “tiene ombligo y habla”, esta marca refiere a lo más arcaico y vital de esa relación junto a sus múltiples avatares. Esta enunciación al ser pensada desde el hijo, nos enfrentó con interrogantes y diferencias en esta necesaria función maternante para cada “hijo” frente a su desvalimiento inaugural. Es el destino de los avatares antes mencionados con lo que nos enfrentamos en nuestra clínica frente al sufrimiento narcisista identitario extremo.   

En cada hijo el corte del cordón realizado por un “tercero” fue su primera separación e interrupción de su continuidad humoral en el camino” de acceso a su autonomía somato psíquica. Se inaugura su acceso a la posibilidad de respirar y luego en su dependencia inevitable con el medio (environement) se accede a la termo regulación y alimentación. Esta experiencia relacional fundamental generó la inscripción de significantes de demarcación para ese hijo, a partir de lo cual esta marca corporal sostiene “una huella (trace)” abierta a la “relación de lo no reconocido” en su diferencia con la “relación de l´inconnu” o de desconocido. Lo no reconocido como lo deja planteado G Rosolato es de algún modo conocible o deducible de otros significantes en la sustitución posible. Esta diferencia al ser pensada desde una posición implicativa  dentro de nuestra intersubjetividad transferencial, nos llevó a plantearlo como lo aun no reconocido.  

Pensamos que en un hijo esta marca sintetiza y evoca sus diferentes búsquedas del objeto (otro sujeto y su pulsión), en cuanto “objeto de o para su pulsión”. Búsquedas con su consecuente apertura alucinatoria y las marcas generadas acorde a la respuesta registrada. Experiencia vivida por nuestros pacientes en quienes el trabajo del afecto sostuvo el circuito en el que se articularon los significantes enigmáticos enunciados por J Laplanche con los de demarcación descriptos por G Rosolato. Es necesario aclarar que nos referimos tanto a las marcas generadas a partir de la presencia trófica de este objeto y el acceso a la experiencia de satisfacción, como a aquellas dadas por las fallas en su presencia. Estas últimas restan como trazas cuantitativas enunciadas como  perceptivas.  En estas al ser “la sombra del objeto la que fue incorporada”, se inaugura la ´posibilidad de constituirse un apego al negativo del objeto como recurso de sobrevida psíquica y la consecuente presencia en “lo actual” de “incorporats”. Estos incorporats evidencian la capacidad de resistencia primaria de nuestros pacientes como base estructural en el acceso a su solución narcisista de sobrevida psíquica.  Al pensarlos como   una presencia “en lo actual” de restos de alguien para alguien, un destino posible de estas incorporaciones es acceder al trabajo de representancia logrado a partir de la transferencia por retorno de estos restos en sesión.  Partiendo del concepto que el par pulsión-objeto se considera indisoluble, nuestra  posición clínica  se   implica en el circuito inter pulsional entre lo  intrapsíquico  y  lo intersubjetivo. En este punto lo planteado como lo no reconocido pasa a ser lo aun no reconocido en nuestra intersubjetividad transferencial. Lo desconocido por impensable es la matriz negativa que subyace en nuestra reverie articulada con las búsquedas en las que el sufrimiento de nuestros pacientes se torna en sesión, gritos mensajeros para alguien disponible.   

 Pensamos al ombligo como marca de una experiencia vital y un saber corporal con la posibilidad de un conocimiento aun no re-conocido. Estamos refiriendo a partir de la separación original a una experiencia de vacío en búsqueda del objeto de perspectiva y solución narcisista lograda. El ombligo, una marca corporal en ausencia de función, sostiene la posibilidad de una representación fantasmatica para alguien y disponible para la “puesta en juego” del trabajo del resto dado en el circuito desde  lo desconocido hacia lo aun no reconocido. 

¿Qué es lo necesario para esta puesta en juego? 

Para acceder a esta posibilidad en nuestros pacientes, es necesario relanzar el trabajo de representancia o de simbolización previo a toda representación. Una situación estructuralmente homologa a la que en la dimensión de lo primario, la falla en la presencia del objeto condujo a su incorporat. Estamos enunciando la posibilidad del retorno de los restos de este incorporat, para lo cual es necesario relanzar desde la intersubjetividad posible, la búsqueda alucinatoria de lo aun no re-conocido. Esta búsqueda que desde nuestros pacientes no cesan en su insistencia, se plasma a partir de la apertura co-alucinatoria dada por la presencia de un objeto otro sujeto y su pulsión.

 ¿Quién? ¿Nosotros en sesión frente a la presencia de la desesperanza? ¿Situaciones de riesgo de vida en nuestros pacientes?

Esta cicatriz es un orificio obturado que reenvía directamente a una madre genitora, enunciado por G Rosolato como “fente”, hendidura o grieta, “los labios de un orificio que expresa la discontinuidad hacia un interior continente y a un exterior “abismal”. Un límite y una cubierta (couvercle).  

Al enunciar la escena primaria (u originaria) gestante y fundante, intento continuar la reflexión de A Green al enunciar “no podemos seguir pensando en jerarquizar padre “o madre, sino pensar en la pareja y su evolución hacia el padre (del hijo). Una relación de tres, la madre originaria de inicio, luego, ¿qué es el padre para esa madre?  Una relación de dos con un tercero en latencia, “a trois”, el padre sale de su latencia hacia un verdadera triangulación”. Debemos pensar todo esto en sus diferencias entre las posiciones familiares para cada uno de nuestros pacientes.  

¿Es posible en situaciones de gran desvalimiento que alguien apele a esta marca en búsqueda de alguna sensación necesaria como un punto de fijación ante la tendencia desobjetalizante en desesperanza? Refiero a una búsqueda desde nuestros pacientes o desde nosotros como personas implicados en nuestra intersubjetividad transferencial.  

 Ejemplos que relanzaron este interrogante

Guy Rosolato despliega el ejemplo de una paciente que en momentos de repliegue en su infancia, se chupaba el pulgar con una mano y con la otra iba debajo de su ropa y se acariciaba el ombligo, logrando un sentimiento muy vivo de omnipotencia. Esta paciente refería a una madre psíquicamente ausente. Este ejemplo abrió el interrogante acerca de su diferencia con una paciente mía que en la actualidad padece artritis reumatoidea auto inmune, quien de chiquita sola en su casa frente a una madre desinvistiente y un padre no conocido, se cubría con la sabana y para dormirse se arrancaba las pestañas necesitando la experiencia de su dolor para dormirse. Un equivalente de experiencia intrauterina accediendo a un apego al dolor como marca del apego al negativo del objeto como estrategia de sobrevida psíquica.

Otra paciente relata que a los pocos  meses que muere su mama,  comienza con  mucha angustia, “no era extrañarla ya que no la veía seguido, pero me  angustiaba mucho darme cuenta que nunca más la iba a volver a ver ni escuchar su voz”. ¿Presencia de la negatividad necesaria en búsqueda de la representación de la falta? Continua mi paciente “registro su muerte y comienzo con crisis de llanto, en las que se me tornaba imposible parar de llorar y tranquilizarme. Una noche acostada en mi cama, sin darme cuenta me toco el ombligo y automáticamente me doy cuenta de que mi ombligo era la marca en mi cuerpo de que estuve unida a ella. Me invadió una sensación de tranquilidad y me calmé en ese mismo momento, me alivió el dolor, dejé de llorar y tocándome mi ombligo pensé ¿Cómo nunca lo pensé o como no me di cuenta antes? El hecho de pensar que tengo una cicatriz “de por vida” que representa la unión con mi mama me daba tranquilidad. Luego me quedo dormida y al día siguiente al despertarme siento una molestia en el ombligo y lo tenía lastimado, supuse que dormida me lastime. A los pocos días “se me hicieron cascaritas” que luego se fueron. A partir de ahí empecé a utilizarlo como herramienta para los días difíciles. 

Siempre tuve sensibilidad en el ombligo, no tolero que alguien me toque el abdomen por miedo a que me lastimen el ombligo. Incluso si alguien acercaba la mano a mi panza me encorvaba para protegerme. A los 16 años me hice un piercing en el ombligo, requería de mucho cuidado para que no se infecte. “No lo cuide como debía” creyendo que no iba a pasar nada y se infectó. Luego de curar esta infección, pudo cicatrizar y me saqué el piercing. En ese momento tenía doble marca, la del ombligo y la del arito ya que era una marca visible. Hoy a los 34 años, a 6 años de que murió mi mama sentí ganas de volver a hacerme el piercing, no sé si por el arito en si o para cuidármelo como correspondía. Así lo hice, cuidé la marca, cicatrizó más rápido de lo que se espera y hoy es parte mía”.  

Orden o desorden en las generaciones.

Eduardo A Grinspon.

En primer lugar agradezco a la comisión organizadora[1] habernos dado la posibilidad de reflexionar acerca del desorden en el proceso inter-subjetivo inter-generacional, Nos referimos a un rasgo especifico de ciertas configuraciones familiares patógenas en las que movimientos perversivos[2] trans-narcisistas y trans-subjetivos generan una “transmisión trans-generacional de restos aun no subjetivados”, pudiendo llegar a constituirse un cuerpo común incestual. En este quedan arrasadas las diferencias constitutivas de un grupo familiar en su asimetría específica y acorde a nuestra cultura.

Hablar de orden o desorden en este proceso de transmision, implica referir a una terceridad  desde donde esta diferencia puede ser registrada y pensada. En esta comunicación este matiz lo sostendrá nuestra posición como analistas en persona implicados dentro de los pliegues[3] dados en nuestra “intersubjetividad transferencial” frente a toda “familia en sufrimiento”. No refiero solo al espacio de sesión familiar sino al “espacio inaugurado por nuestra “escucha familiar”, o específicamente nuestra escucha “de lo familiar” dada tanto en nuestros espacios de terapia individual como en el espacio intersesion.

Nuestros desarrollos en los últimos años estuvieron referidos al escollo clínico que nos presentaban grupos familiares sobreviviendo[4] en un estado límite de subjetividad y subjetivación[5]. En estos primaba el sufrimiento narcisista identitario, sus soluciones posibles y frecuentes derivaciones perversivas[6] dadas en pareja y familia.

El título de esta convocatoria me llevó a interpelar un desarrollo[7] surgido luego de un hallazgo clínico en el cual, “a partir de nuestra “escucha de lo familiar” en el espacio de terapia individual de uno de los padres”, hemos accedido a una repuesta al “pasaje por el acto de “sus hijos” en su función mensajera”. Así mismo, nos posibilitó relanzar hacia la subjetivación sectores clivados “en nuestro proceso de terapia individual” y sostenidos en “escenas fijas y privadas” de “mi paciente” que implicaban de un modo patógeno a sus hijos. Es decir fue la presencia de ciertos pasajes por el acto mensajeros de los hijos, sus efectos y consecuencias en “nuestros procesos transferenciales”, lo que nos llevó a interpelar el circuito de transmisión interpulsional intrafamiliar y su posibilidades tróficas.

Jerarquizando en cada unidad familia, la singularidad de la pareja parental como un nodo en el proceso de transmisión” para cada hijo, intentare esbozar los mecanismos y efectos de la transmisión “de lo traumático” de un “modo traumático a través” de generaciones. Enunciamos como traumático tanto a lo ya transmitido trans-generacionalmente como a lo padecido singularmente por cada uno de los miembros de la pareja. Pensamos a este ítem junto a lo secretado en familia como una puerta hacia el desorden en el proceso inter-subjetivo inter-generacional.   

En estas familias primaban:

  • La incestualidad sostenida por movimientos perversivos narcisistas de lo aun pervertible de un otro, por ejemplo “los hijos” en posición de testigos implicados a partir de su disponibilidad narcisistas y sus búsquedas. Es pertinente recordar que P C Racamier describe al super-anti-yo familiar  (surantimoi) en la incestualidad como una instancia heredera de la seducción narcisista,débil en libido pero fuerte en destructividad. Se coagula un ideal del yo soberano. Exige creer todo prohibiendo saber, (el incesto es la exigencia de ceder junto a la interdicción de desear). No es una ley severa, es una tiranía. Prohíbe pero no protege. Presenta la verdad como una falta, el pensamiento como un crimen y los secretos como intocables”.
  • En las parejas parentales prima la presencia de soluciones de sobrevida psíquica logradas frente a sufrimientos narcisistas singulares y su derivación familiar esta dada por la posibilidad de configurar pactos narcisistas patógenos sosteniendo una solución “entre dos” (a deux) [8].
  •  En esta solución los restos de experiencias traumáticas “vividas singularmente” no cesan en su errante insistencia en búsqueda de subjetivación.  Esta insistencia puede transformarse “entre dos”, en acto y a través de lo actual, en una herida narcisista referida y ligada a un agente responsable siempre deudor y omnipresente en “lo actual” (una agentividad forzada como mecanismo defensivo preventivo). Se logra configurar en cada uno de sus partenaires “su escena fija y privada”.
  • Estas alianzas garantizan la eficacia de las corrientes defensivas singulares, logrando reducir la historia propia de cada uno de los miembros de la pareja parental, a una escena fija “a deux” co-sostenida en una articulación  patógena atemporal[9].
  • Para sostener la vigencia de esta solución, cada uno le aporta a su partenaire el personaje necesario que garantice la eficacia de sus propias corrientes defensivas de sobrevida psíquica. Se genera un reforzamiento recíproco de sus trazas identitarias, habitualmente enunciadas como rasgos de carácter y derivadas a su vez de sus “singulares” soluciones narcisistas[10].
  • En esta solución “a deux” subyace el sufrimiento como organizador y es a su vez sostenedora  de una neo continuidad identitaria dada a partir de la ilusión da autoengendramiento “a deux”, un sin historia[11] posterior al auto desengendramiento como lo plantea A Carel.
  • Estas escenas intrafamiliares sostienen un paradigma relacional estático que inevitablemente va a ser interpelada por sus hijos, razón por la cual este pacto patógeno puede convertirse en alienante[12].

 Derivaciones dadas en la unidad familia pensada como un nodo en el proceso de transmisión.

  • Las consecuencias patógenas de estas soluciones parentales “a deux” están dadas en sus hijos a partir de la posibilidad de la transmisión de lo traumático de un modo traumático “a través de las generaciones”.
  • Intentando diferenciar la comunión de desmentida parental del efecto en “sus hijos”, nos acercamos al concepto de clivajes intrafamiliares. Ya al enunciar clivajes estamos refiriendo en su situación tópica a sectores de la vida psíquica “de alguien” que no han podido ser integrados en su subjetividad por medio de la función subjetivante del yo .

¿Cómo pensar este concepto en TPFP?

  • Recordemos que René Roussillon define a los “sufrimientos narcisistas identitarios como una patología narcisista relacionada con una dificultad en la función subjetivante del Yo”. Así mismo diferencia lo “clivado del yo”, de “lo clivado hacia el yo” por nunca haber sido patrimonio subjetivo[13].
  • Intentando pensar la transmisión traumática de lo traumático de un modo estructuralmente homólogo, en estas configuraciones patógenas diferenciamos lo “clivado en la intersubjetividad familiar a partir de la alianza parental” (un clivaje funcional[14]), de lo “clivado hacia el yo de algún hijo, un resto “cosa” clivado de su  subjetividad  (un clivaje estructural). Es decir, aquello que como consecuencia de la comunión de desmentida genitora parental”, no forma parte de su patrimonio subjetivo[15].  Al primar soluciones perversivas narcisistas la comunión de desmentida no es solo de la diferencia de sexo y generaciones, sino que se agrega la desmentida de la autonomía narcisista, de la interdicción a la intercambiabilidad de seres y de la diferencia vivo muerto[16].
  • Como plantea R Roussillon estos restos de experiencias vividas por cada uno, siguen sometidos a una compulsión de integración más allá del principio de placer “ya sea en la reactivación dada por la actualidad de la vida del sujeto, o en las alianzas dadas”. Esta referencia nos enfrenta con “las posibilidades” tróficas de nuestro espacio terapéutico pluripsiquico familiar en el que específicamente estamos transferencialmente implicados dentro de un “equilibrio inter-defensivo ” e “inter-generacional” en permanente readecuación[17].
  • Este matiz inauguró en nuestra clínica la posibilidad del retorno de los restos clivados aún no subjetivados, tanto en los hijos como en las escenas fijas y centripetas articuladas en la soluciones de sobrevida “a dux” Accedimos a la transferencia por retorno descripta por R Roussillon y sostenida por el imperativo de subjetivación (compulsión de subjetivación), enunciado como un cuarto vasallaje del yo, pensado ahora desde la perspectiva familiar y dentro de la interpulsionalidad  familiar .  En esta situación de retorno dentro de “nuestro espacio intra e intersesiòn”, lo clivado “de la” subjetividad del hijo pasa a ser “lo clivado en” nuestra intersubjetividad transferencial que abarca al hijo, su familia y a nosotros implicados como “su” analista familiar.

2 Proceso de transmisión a través” de generaciones.

 

Posibilidad del retorno de lo transmitido de un modo traumático en cada unidad familia.

Entre los diferentes matices descriptos acerca de la parentalidad en su referencia a las alianzas y su descendencia o filiación, la clínica actual en TPFP nos llevó a jerarquizar el destino de los restos de la transmisión traumática de lo traumático en los hijos. Hijos quienes a partir de sus pasajes por el acto mensajeros[18] generan un motivo de consulta que inaugura la posibilidad del retorno de estos restos aun clivados y un acceso al trabajo de subjetivación historizante “en familia”.  Son hijos quienes al no poder encontrar (-crear) un encuentro parental al cual referir su origen, se sostienen dentro de la tensión toxica y el permanente desencuentro o más específicamente del encuentro des-encontrado paradojal e inseparable del cual siguen formando parte. En estos hijos habitan, como plantea P C Racamier las consecuencias de “ les points obscurs que touchent aux origines”. Esta referencia a los orígenes nos llevó a sostener a partir de nuestro malestar en sesión frente a la tensión toxica, el interrogante “¿Tensión toxica para quién? ¿Oscuros para quién?  ¿De que encuentro cada hijo es hijo”? ¿Tienen un ombligo como cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida ?  Un matiz especifico que luego desplegaremos[19].

Nuestro pensar clínicamente en “generaciones” nos condujo de inicio a   una unidad o nodo en el proceso de transmisión llamado familia, una grupalidad especifica en la cual prima una asimetría y direccionalidad inter-generacional innegociable. Este nodo se inaugura a partir del nacimiento de un hijo y jerarquizo “lo familiar para ese hijo”, es decir la familia que cada hijo pudo constituir. Esta asimetría organiza un gradiente de circulación a partir del cual pensamos, un primer eslabón del fenómeno de transmisión referido al intra-familiar, para luego pensar en su matiz inter-generacional. Esta dimensión nos enfrenta con el destino de los restos cosa de experiencias traumáticas aun no subjetivadas que inevitablemente circulan errantes como lo clivado aún no subjetivado. En familia desde “lo no dicho de lo dicho” y\o “secretado”, estos restos errantes acceden a nivel transgeneracional”. ¿Cómo incide en este eslabon el trabajo del afecto a nivel intrafamiliar?  

Detengámonos en matices del término familiar y transmisión, pensados desde nuestra posición clínica.  

El término “familiar” en estas configuraciones vinculares patógenas, “pulsa en nosotros desde la negatividad” y nos enfrenta con la necesidad de definir:

  • ¿desde quien está siendo enunciado”?
  • ¿“familiar para quién?
  • Para un hijo no es lo mismo padres en su función (acorde a nuestro pensar lo psíquico), que sus genitores por el hecho biológico de haberlo gestado.

La transmisión tanto en su vertiente trófica o patógena es dada de un modo ineludible a partir de la asimetría específica de los grupos familiares. Sabemos que los espacios familiares, de un modo específico contienen y superan a los de la pareja fundante de la unidad familia (¡para cada hijo!), que a su vez contienen y superan a los singulares. ¿Cómo pensamos el gradiente y la inter relación posible entre estos espacios?

Nuestra proposición:

Nuestra posición implicativa en sesión ante los retornos dados por los “pasajes por el acto mensajero” de algún hijo, en quien el afecto pasión se tornaba signo o señal para alguien disponible que resista (endurance necesaria) la coexcitacion centrípeta, nos llevó a repensar el trabajo del afecto dado en la intersubjetivdad familiar. Articulando las conceptualizaciones de A Green y R Roussillon pensamos que dentro de la interpulsionalidad familiar, el trabajo del afecto[20] al partir de su “vertiente somática del afecto singular” de un hijo y la apertura alucinatoria[21]en su búsqueda objetal para acceder al trabajo de representancia[22], contiene un circuito de transmisión más allá del resultado de este encuentro. El afecto a partir del reinvestimiento alucinatorio de la huella perceptiva de toda experiencia vivida, despliega un potencial alucinatorio que es expresión del  empuje pulsional « singular”, un movimiento de aferencia « en búsqueda del objeto “otro sujeto y su pulsión” indispensable  para el acceso a la representancia en su camino a la representación psíquica del afecto. Trabajo de representancia  o simbolización necesario para acceder a la vertiente psíquica subjetivable.

En sesión y a partir de nuestra disponibilidad subjetiva, esta búsqueda que no   cesa en su insistencia[23] se torna mensajera y semaforizante. Como dice P Denis[24] el afecto es “lo más motor dentro de movimiento pulsional”.

Nos referimos por ejemplo a los restos de experiencias traumáticas e interrogantes subyacentes en los hijos y sus destinos en cada familia.

Este circuito de transmisión puede transgredir perversivamente el imperativo que compromete a cada generación a metabolizar lo transmitido por la generación anterior y darse una transmisión trans- narcisista, trans-subjetiva y trans generacional (en su diferencia cualitativa con lo intergeneracional) pudiendo constituir un cuerpo familiar incestual.

Es decir se concreta una transmisión (traumática) de lo traumático, a partir de los restos en los sectores hijos subyacente en la solución (“entre dos”) “a deux” de la pareja parental. Esta solución es parte fundante de los clivajes intrafamiliares mencionado anteriormente.

En este “cuerpo común incestual” como plantea PC Racamier, las alianzas defensivas devienen preventivas-ofensivas. Estas últimas sostienen un pacto sobre un negativo particular[25]  acerca de la necesidad de expulsar al testigo intrasubjetivo[26] del sufrimiento padecido y producir a su vez la desvitalizacion del depositario para que no haya posibilidad de retorno de los restos expulsados.  Se despliega una violencia incestual sostenedora de una tension fusional “a costa” de la subjetividad de un otro. El contrato posible deviene un pacto patógeno en el que prevalece una asignación inmodificable a un emplazamiento de perfecta coincidencia narcisista entre el conjunto y el sujeto[27]. Son consecuencias patógenas dadas por el equilibrio sostenido por la articulación de estas soluciones frente al singular sufrimiento narcisista identitario. Este equilibrio inter-defensivo e inter-generacional familiar por ser pluri-psíquico es un cuasi equilibrio dinámico y en permanente readecuación, adaptándose sin cesar a situaciones internas y/o externas, pudiendo acceder paulatinamente a un grado más elevado de libertad. Este matiz es una base en nuestra posición clínica en sesión.

En estas configuraciones patógenas, estos hijos (quizás de un modo homologo a sus padres) quedan rehenes, cautivos y cautivados por la seducción narcisista subyacente en estos movimientos perversivos. Como consecuencia del esfuerzo de dar sentido al sin sentido dado por los enigmas en la transmisión patógena, estos hijos restan aferrados “en parte” al movimiento parental perversivo incestual.

Enuncio en parte pues en “estos hijos” persisten y restan  sectores del propio sufrimiento no reductible (homologo lo propio no exterminable planteado por J Altounian)  que no cesaran en su insistencia en búsqueda del acceso al trabajo de representancia necesario para su subjetivación.

Para remarcar la humana humildad con la que debemos acercarnos a la comunión de desmentida subyacente a problemáticas en las que prima la supervivencia psíquica, retomo un planteo de J Altounian descendiente de sobrevivientes del genocidio armenio.

“Aquellos que han podido sobrevivir a genocidios, quedan despojados de una identidad singular y están reducidos a protegerse en el continente que les ofrece el silencio de sus muertos. Sus descendientes, al contrario, se ven necesariamente obligados al destino de deber ser su porta voz, en suma que estas vibraciones ancestrales, “las almas de nuestros padres, vibran aun en nosotros por los dolores olvidados. Un tipo de escritura por delegación (desplazamiento sobre un tercero) , que ofrece a las almas de nuestro pasado, a los sujetos en falta de ellos mismos , como albergar sus dolores  a no olvidar. Esto a su vez constituye  una transgresión .

Como enfrentamos desde nuestra posición clínica esta transgresión en los circuitos de transmisión transgeneracional y temporalizar el tiempo de cada generación? Como acceder a la palabra o acto simbólico enunciado por J Altounian como terrorista dentro de un equilibro dado por la supervivencia y vivencias innombrables e intraducibles

La transmisión patógena para sus hijos.

¿Cómo pensamos la transmisión de lo secretado no dicho?

Sabemos que “lo no dicho de lo dicho circula por lo oído”. Pensando en la transmisión de “lo secretado, imaginamos una transmisión “del negativo” pero “en negativo”.  En la circulación intrafamiliar, esta puede darse tanto a partir de los “silencios audibles” como a partir del componente afectivo que se torna mensajero al aportar el tono (o la entonación) de la enunciación de alguien para alguien. Lo no dicho de lo dicho circula tras “lo oído” siempre que haya interrogantes o una disponibilidad narcisista subyacentes en quien escuche (Por ej hijos testigos de escenas de sufrimiento sin salida y  de coexcitacion fusional que opera como un atractor centrípeto).  Propongo pensar dentro del aparato psíquico familiar, la existencia de una glandula de secreción interna intrafamiliar, que al igual que las endocrinas   segregan lo secretado o “el secreto secretado” y administrado por los diferentes pactos narcisisitas dados en la pareja parental sostenedora de la comunión de desmentida antes planteada.

Conclusión  

 Los escollos en la clínica nos llevaron a jerarquizar la búsqueda en los hoy hijos, un movimiento dado en sus pasajes por el acto a través de lo actual hacia lo enigmático de su pareja parental. Es a partir de lo nuevo y sus búsquedas de un sentido al sin sentido que se sostiene la tensión trófica con lo aun pervertible y es a partir de los efectos tróficos de esta tensión que se accede a un motivo de consulta. Este momento fundamental es un desafio analítico que posibilita  nuestra presencia implicativa sostenedora en sesión del clivaje trófico Surmoi-surantimoi en su función anti-extintiva.

 

 

 

[1] Congreso de las Américas AIPFP 2020.

[2] E Grinspon, “La perversión narcisista, una solución perversiva dentro de un equilibrio patógeno de soluciones narcisistas. Posición del analista dentro de la incestualidad”.

[3] A Ciccone,

[4] E Grinspon 2016 “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar”.

[5] R Roussillon, en las que se halla en juego lo no-apropiado de la propia historia.

[6] E Grinspon 2017 “La perversión narcisista, una solución perversiva dentro de un equilibrio patógeno de soluciones narcisistas. Posición del analista dentro de la incestualidad”

[7] E Grinspon 2019, “Escucha familiar en terapia individual. Acceso a los interrogantes por el origen en hijos de un encuentro des-encontrado y su derivación identitaria”.

[8] E Grinspon, “Del cuerpo familiar incestual a la singularidad subjetiva”. Pasajes por el acto o por el soma como tránsito a la reapropiación subjetiva del núcleo identitario singular” 2016.  

[9] La enuncio como escena fija pues sostiene un paradigma relacional estático.

[10] R Roussillon.

[11] PC Racamier.

[12] R Kaes.

[13] R Roussillon Es un clivaje de la subjetividad, un clivaje “hacia el Yo, no un clivaje del Yo”, y la parte no representada, en su status de lo aun no subjetivado deberá pertenecer al Yo

[14] G Bayle,”Moi et defenses”.

[15] E Grinspon “Lo secretado”, coincidencia de la gestación con infidelidades, embarazos accidentales, experiencias de incesto, interrupción de embarazos   fallidos etc.

[16][16] A partir de PC Racamier en su referencia a la Incestualidad.

[17] Al pensar esta situación de retorno en “nuestro espacio intra e intersesiòn”, lo que estaba clivado “de la” subjetividad del hijo pasa a ser “lo clivado en” la subjetividad transferencial que incluye al hijo, su familia y a nosotros como “su” analista familiar

[18] En su diferencia con el pasaje al acto.

[19] E Grinspon 2019 “Ombligo de alguien. Cicatriz de una experiencia “incuestionable” alguna vez vivida y via de acceso a “lo desconocido” o “lo aun no reconocido”.

[20] A Green,

[21] El afecto a partir del reinvestimiento alucinatorio de la huella perceptiva de toda experiencia vivida, despliega un potencial alucinatorio que es expresión del  empuje pulsional « singular”, un movimiento de aferencia hacia el objeto « en búsqueda del objeto “otro sujeto y su pulsión” indispensable  para el acceso a la representancia en su camino a la representación psíquica del afecto.

[22] R Roussillon,

[23] R Roussillon, Un imperativo  sostenedor de la compulsión a la re-petición y subjetivación

[24] en su referencia el trabajo del afecto enunciado por A Green,

[25] R Kaes, 1997,

[26] E Grinspon,2018  “Trabajo de subjetivación del testigo intra-subjetivo  del sufrimiento padecido por nuestros pacientes”.

[27] R Kaes, 2014.

¿Cuáles son los matices específicos del retorno jugado en esta transferencia por retorno? ¿Cómo se nos hace presente en sesión y cómo relanzar el trabajo del negativo necesario? 

¿Cuáles son los matices específicos del retorno jugado en esta transferencia por retorno? ¿Cómo se nos hace presente en sesión y cómo relanzar el trabajo del negativo necesario? 

La situación analizante es determinada por un demasiado “lleno” de realidad histórica paradojalmente actual y\o por un demasiado de excitación poco ligada psíquicamente.

Es en referencia a este matiz que surge en mí y “en sesión”, el interrogante acerca de “la ilusión posible subyacente en un a priori de toda vivencia traumática”. Todo trauma al cual referimos en nuestra clínica, evidencia las consecuencias de una experiencia que se tornó traumática a partir de un movimiento pulsional en el cual subyacía un movimiento en esperanza (en espoir), que sostenía una interpelación al medio ¿una “ilusión” que correspondería a la “expectativa” enunciada por Freud en 1926?  El resultado traumático y su resto de dolor “en alguien”, son marcas que quedaron también registradas en ese movimiento en ilusión. ¿En que se transforma esta ilusión para que este movimiento de algún modo se sostenga? Una ilusión herida que luego sigue insistiendo y mantiene la marca de esta herida en los restos de este movimiento vigente en lo actual.   ¿Qué recursos están puestos en juego para que se sostenga esta endurance singular? Finalmente un desenlace posible con el cual nos encontramos en la clínica, son soluciones en las que el “sufrimiento y la tensión” priman como organizadores de un apego al negativo, expresión de la presencia organizadora de la negatividad en nuestra clínica frente al sufrimiento narcisista y su derivación identitaria.

¿En qué momento este estado de espera e ilusión se transforma en desesperanza –des-ilusión–, perdida de energía vital, hemorragia libidinal y va a hacia lo agónico? 

Al ser nuestra presencia e intervenciones un aporte desde una posición implicativa, somos nosotros quienes transformamos nuestro malestar en sesión en ilusión posible dentro de un movimiento prospectivo. Esta transformación es parte del circuito co-alucinatorio en sesión que posibilita salir del impasse y relanzar el trabajo del negativo necesario para acceder o restaurar lo faltante de una alucinación negativa encuadrante al trabajo de simbolización que llevará a las representaciones posibles. 

Es la falla en la constitución de la alucinación negativa necesaria la que pulsa y motoriza en el espacio intersubjetivo transferencial, los movimientos co-alucinatorios, que posibilitan salir del demasiado lleno de realidad histórica y recuperar la posibilidad imaginaria singular y acceso a los interrogantes. Esta situación específica se presenta tanto en la espacialidad de la terapia individual como de TPFP. 

 La convalidación en sesión del sufrimiento padecido dentro de lo humano es un paso necesario en el pasaje de las marcas cuantitativas habitando en el testigo intrasubjetivo del sufrimiento padecido, a la dimensión cualitativa del testimonio dentro de nuestra intersubjetividad transferencial. A partir de la ilusión en nosotros accedemos junto a nuestros pacientes a la posibilidad de fantasear una escena primitiva y primaria gestante y fundante. La ilusión es un significante que aportamos en sesión, producto de la negatividad operante en el espacio intersubjetivo transferencial y que al ser aportado, si tiene efecto en nuestros pacientes, abre la dimensión in-cierta o imaginaria, diferente a la vigencia del hubiera que sostiene “en acto” la doble realidad paradojal. Es una posibilidad de pasar a partir de nuestra presencia y espesor subjetivo objetalizante, del estancamiento de libido narcisista hacia lo objetal posible. 

 

 

 

Especificidad del concepto de escena primaria en su relación con el interrogante por el origen. 

Especificidad del concepto de escena primaria en su relación con el interrogante por el origen

En un intento de encontrar matices al trabajo de simbolización necesario para la subjetivación del sufrimiento padecido en soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, me acerque a diversas intervenciones que ponían en el tapete los interrogantes sobre el origen. Este registro a su vez me llevó a repensar los matices de aquello a lo que referimos como teorías sexuales infantiles, “duelo originario”, confusión de generaciones, des-parentización (deparentisation) de ascendientes y des-filiación  de descendientes, como enuncia PC Racamier .

 ¿Cuáles son las condiciones para acceder al trabajo de simbolización necesario frente al retorno posible de estos interrogantes? ¿Cómo sostener en nuestro espacio intersubjetivo transferencial el pasaje transformacional   frente a la fijeza de escenas en sesión en las que el sufrimiento es un organizador junto a un apego al negativo del objeto, sosteniendo una solución narcisista con su  derivación identitaria, habitualmente referida por su invariancia a rasgos de carácter?

Esta singular situación transferencial me llevó en sesión a diferentes intervenciones cuyos efectos me permitieron registrar (a partir de la co-generatividad asociativa) la posibilidad de una vacilación gradual y progresiva de la rigidez defensiva. Estas intervenciones comenzaron en sesión a partir de un tipo de malestar singular frente al clima toxico dado por “el más de lo mismo”, una  reedición dada por la vigencia de mecanismos contestatarios en una interacción provocante convocante. Este malestar en sesión me posibilitó sustraerme del exceso de realidad histórica, ante lo cual al recuperar mi pensamiento en escenas con memoria y en “espoir” aparecieron en mi imágenes acompañadas de cierta reflexión contra-afirmativa por ejemplo, ”pero si tiene ombligo y habla algo recibió”. Una reflexión intrasesion que me lleva a aportar    por ejemplo, ¿fue chiquito alguna vez? ¿Tiene ombligo?

Si bien se tornaba más complejo en sesión de familia y pareja, al apoyarme en una trasferencia sobre el encuadre con una escucha familiar, a partir de mi malestar singular me  posicioné como un objeto de pasaje dando acceso dentro de la grupalidad familiar al trabajo de simbolización de los restos del sufrimiento singular que no cesan en su insistencia y retorno. Es en este tránsito que se hicieron presentes “en mi” y en sesión, “los hijos de mis pacientes” y pude complejizar el interrogante sobre el origen accediendo a una intervención en la que enuncié una “escena primaria gestante y fundante”. Mi malestar y endurance se apoyaban en el  imperativo de no negociar el matiz del sufrimiento singular alguna vez padecido, matiz pervertido en los movimientos incestuales. 

Esta escena advenida en sesión individual, “presentaba para alguien subjetivamente disponible”, los interrogantes de sus hijos acerca del origen alguna vez habido, es decir una “escena primaria, gestante y fundante”, en su diferencia conceptual con la habitual descripción de “escena primitiva”. Situación transferencial singular en la que advinieron en nuestro espacio los interrogantes ¿de qué encuentro soy hijo? ¿Hubo alguna vez un encuentro al cual referir? ¿fue amoroso?

Este movimiento pulsional jugado dentro de nuestra intersubjetividad transferencial, expresa la presencia de una pulsión de saber aún vigente en nuestros pacientes, extensivo a sus derivaciones relacionales familiares y la necesaria presencia de un “sujeto otro y su pulsión” para que esta pueda desplegarse y salir del impassé de su solución narcisista. Estos restos en nuestros pacientes se re-presentan  en sesión, a partir del efecto en nosotros posicionados implicativamente frente a las consecuencias de los diversos pasajes por el acto dados en el inter juego de las diferentes soluciones narcisistas en familia.    

A partir de mis pensamientos en escenas “jugadas” en sesión enuncié este tipo de escena primaria en su referencia a la gestación necesaria y fundaciónal como un ser vivo singular, dada en todo ser humano “que tenga ombligo y hable”. Esta referencia nos impone transitar los matices que condensan el concepto de escena primaria. 

En pacientes, (¡¡alguna vez hijos, no importando su edad!!) en quienes su solución narcisista y derivación identitaria, los lleva compulsivamente a vivir  en una re-edición de escenas fijas intrafamiliares altamente toxicas, podemos imaginar en estos hijos, alguna vez parte del “cuerpo común incestual familiar”, una falla en la alucinación negativa suficiente de la escena primaria de una pareja en tren de crearlos. ¿Capacidad de estar todo presente estando ausente, y \ o estar ausente en la presencia?

Nuestro registro de la presencia de este matiz de falla en la “alucinación negativa” es fruto del trabajo del negativo dado dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica y en el circuito co alucinatorio posible. Estamos refiriendo como plantea R Roussillon a una fantasía originaria de escena primitiva, vista desde el “hijo que estaba y no estaba allí”, una posibilidad de salir del autoengendramiento sostenido en su solución narcisista de sobrevida psíquica y acceder en sesión a la capacidad de estar solo en presencia del otro y también de la pareja (de sus padres). 

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