En este universo de agentes patógenos, y sufrientes con sus matices singulares, ¿Cómo pensar la dimensión de la culpabilidad y luego de la vergüenza? Dimensiones a las que nos vamos a referir solo desde nuestro espacio implicativo subjetivo transferencial.
Cuando pensamos la particularidad de la función narcisista e identitaria del objeto primario[1] en las soluciones narcisistas, referimos a todos los contactos y modo “posibles” de presencia del objeto primario y de la terceridad necesaria. Ante el comentario de R Roussillon acerca de que “el niño se identifica con las representaciones que le son re enviadas por su medio primario, que funciona como un espejo de el mismo con el cual va a tener que construir su economía narcisista y su yo”, nosotros agregamos que esta es la posibilidad con la que se comienza a acceder a las soluciones narcisistas de sobrevida psíquica posibles. Constituyéndose, por ejemplo en un primer momento el “yo culpable”,
En la articulación de soluciones narcisistas al recuperarse la dimensión humana de la culpabilidad, podemos imaginar que en estos agentes patógenos, se dio en un primer momento una posición de; “Yo soy culpable y deudor de lo que “el otro no puede”, es decir, me dispongo dentro de mi solución a ser “causa del límite del otro”. “Limite que es detectado desde mi sufrimiento y me abre a su vez la posibilidad de encontrar mi solución posible”. Esta posición de “yo culpable” vigente en las escenas que nos implican, es una posibilidad de recuperar la culpabilidad necesaria, muchas veces ausente en los movimientos perversivos de su medio parental. A éste lo pensamos de un modo innegociable, como la articulación de funciones fallidas en su función estructurante y nos corremos de la posibilidad de sostener desde nuestra posición, la posibilidad de “hijos Únicos de genitor único”[2]
Luego en una situación posterior y quizás más grave por sus consecuencias, o quizás por la intensidad de su pedido, se llega a “yo soy el mal”[3].
Frente a la hostilidad primaria, en lugar de fundarse un sentimiento identitario a partir de “yo soy el seno”, se da un tipo de culpabilidad primaria que termina constituyendo un núcleo identitario de “yo soy el mal”. La destructividad clásicamente observada en los cuadros de patologías del narcisismo, debe ser relacionada con esta posición existencial de base a partir de la cual el sujeto se construye, o podemos enunciar que su posición de sujeto fue co-construida. En diversas situaciones de su vida relacional, el hoy agente de una solución narcisista, retorna desde “su” interior, aun movimiento que enunciamos “más bien culpable- pues sujeto activo, que ser impotente- sujeto pasivo”.Estos momentos de retorno expresan los primeros proceso por los cuales el sujeto confrontado a una decepción narcisisista traumática, intentó asimilarse y en su solución posible, subjetivar la sombra del objeto narcisista que ha sido incorporada.
También R Roussillon agrega a partir de “matan a un niño” ,formación sin duda central en la melancolía, se lo mata haciéndolo sentir el origen del mal, sentirse intrínsecamente malo. Se mata a un niño no ofreciéndole un contrato narcisista en base viable, aceptable en un mundo organizado bajo la primacía del principio placer. El chico así matado, matado activamente o por el no investimento de su vitalidad, rechazado fuera del mundo puede intentar vengarse matando.
Desde nuestra posición implicativa, es nuestro malestar “al no ser banalizado sosteniendo lo explicativo”, lo que da lugar al retorno de lo “incorporado no aun subjetivado”. Retorno que al ser pensado dentro de la re-petición posible, lo pensamos en busca de la objetalizacion necesaria para acceder a la singularidad subjetiva y al trabajo de subjetivación historizante. Condición ineludible, si estamos en la clínica del sujeto perdido, o ausente, o aun no constituido.
Cuando planteo en sesión, que una legalidad en familia es, “un cuerpo no se toca, el oído no se viola y el respeto y la dignidad no se negocia[4]” junto a la necesidad de compartir el dolor en presencia de una terceridad, sostengo una legalidad que no refiere a las interdicciones edípicas, sino aquella que al fallar, nos ubica fuera de la condición humana. Una ley fundamental que refiere a la conciencia de pertenecer a la comunidad de humanos y que hace que se pueda reconocer en el otro, un desconocido o diferente, pero siempre un semejante.
Estos estados traumáticos producen un impasse subjetivo, provocan un desespoir existencial, una vergüenza de ser que amenazan la existencia misma de la subjetividad, dentro de una culpabilidad primaria que es lo que le posibilita tornar subjetivamente coherente un guión respecto del tipo de sufrimiento (desamor) producto del desencuentro primario.
[1]habitualmente referida a la función espejo de la mirada de la madre,
[2] E Grinspon.
[3]R Roussillon
[4]Refiero a la propia dignidad y el respeto por uno mismo y por el otro. .