Eduardo A Grinspon

Introducción

Quiero iniciar mi presentación con un comentario acerca de nuestro origen como Foro de articulación clínico conceptual. Hace muchos años inicie con David Maldavsky procesos de investigación clínico conceptual en la cual fueron mis   escollos clínicos los que interpelaban a la teoría. Estos escollos partieron de registros subjetivos de mi experiencia en sesión y en el espacio inter-sesión, es decir a partir de los restos que seguían insistiendo en mí, los cuales recibidos por la escucha afectiva y continente sin concesiones de David Maldavsky, dejaron marcas aun hoy significativas. Esto nos llevó a pensar en un espacio de intervision, un espacio de confianza recíproca en el cual se puedan desplegar e interpelar nuestros registros subjetivos transferenciales como analistas en persona. En mi experiencia personal fueron registros de mi malestar los que al poder desplegarlos frente a una escucha benévola receptiva y no explicativa, relanzaban líneas de pensamiento que me posibilitaban intervenciones. Es decir pensábamos ya en ese momento en una clínica del proceso desde nuestra posición implicativa, al implicarnos en los pliegues que todo proceso transferencial nos presenta. Así surgió nuestro Foro de articulación clínico conceptual. En un inicio nos reuníamos un grupo de amigos colegas en una de nuestra casa los sábados a las 7,20 de la mañana y fue precisamente David Maldavsky quien me propuso pasar a Uces y así lo hicimos con varios de los partícipes actuales del Grupo Psicoanalítico David Maldavsky. El grupo se ha extendido pero se mantiene nuestro espacio amical disponible para un abordaje clínico conceptual y la posibilidad hasta hoy de comentar mis escollos ni bien aparecen, siempre planteados desde los registros clínicos. Hasta el inicio de la pandemia manteníamos un concierto mensual como testimonio de nuestro origen extra institucional.

Uno de mis últimos escollos ha sido esta especificidad clínica dada por un motivo de consulta generado por un grupo de hijos adultos preocupados por un miembro de la pareja parental atravesando una situación límite a nivel psíquico o somático. Jerarquizo la importancia del motivo de consulta y el modo atípico en el que se nos presentó, lo enuncio atípico por su diferencia a los motivos de consulta con los que nos encontramos acorde a nuestros encuadres habituales. Pienso que ante estos escollos clínicos nuestra “escucha de lo familiar”[1] es parte nuclear de nuestro encuadre interno. Considero a este matiz un referente de base, tanto en un motivo de consulta dado a partir del “grupo de hijos de una familia” (al que vamos a referir en este desarrollo), como en aquellas situaciones clínicas individuales, en las que fuimos nosotros como analistas en persona implicados, quienes a partir de nuestro malestar en sesión o en el espacio intersesion, imaginamos y propusimos la ampliación del espacio terapéutico a nuestro paciente individual. Esta fue la base de un desarrollo anterior acerca de “gritos mensajeros de hijos cautivos y cautivados”[2], atrapados en circuitos incestuales. Gritos advenidos por pasajes por el acto[3] de estos hijos que al afectar a nuestros[4] pacientes se tornaban mensajeros para un “otro sujeto y su pulsión” disponible y utilizable. Menciono lo utilizable ya que son los pasajes por el acto  mensajeros (en su diferencia con pasajes al acto dados por las descargas) aquello que al implicarnos nos lleva a intervenciones y propuestas necesarias. Insisto, es nuestro encuadre interno el que sostiene nuestra presencia y la terceridad necesaria en estos procesos. 

Pensamos que los circuitos mensajeros dados en la especificidad de la grupalidad familiar, provienen de una vacilación del equilibrio inter-defensivo e inter-pulsional familiar patógeno, es decir que afecta y enferma a otros en quienes quedan restos. Un elemento o eslabón fundamental en estos procesos de los que nos ocuparemos más adelante.   

Estamos refiriendo a la vacilación dada como efecto de la presencia del sufrimiento singular de algún miembro quien a partir de sus trazas cuantitativas[5] (registros) subyacentes en su sector testigo intra-subjetivo del sufrimiento padecido[6], pudo gritar “aun” un pedido de objetalizacion. Pedido de un otro sujeto (y su pulsión) cuya presencia implicativa posibilite el circuito co-alucinatorio[7] necesario para acceder el trabajo de subjetivación, es decir a la representación y figurabilidad necesarias para la apropiación subjetiva. El sector testigo intrasubjetivo del sufrimiento singular,  refiere a trazas cuantitativas[8] que acceden a  la posición de testigo siempre y cuando haya alguien quien lo registre, un “para alguien” que  posibilite acceder al testimonio como matiz cualitativo, Este proceso objetalizante está dado en un primer momento por el efecto de la convalidación del sufrimiento padecido por el miembro familiar emisor (habitualmente un hijo o la pareja partenaire de una alianza perversiva) por un “otro humano como uno” y luego en sesión o en el espacio inter-sesión es una posición sostenida por nuestra presencia implicativa.. Este es un eslabón importante en el circuito mensajero que adviene a partir de nuestro resistir (endurance[9] necesaria) a las maniobras banalizantes dadas en circuitos incestuales, en los cuales como plantea P C Racamier prima un surantimoi es decir un super anti yo en su dimensión singular. Es nuestro encuadre interno del cual forma parte nuestra experiencia clínica frente a movimientos perversivos narcisistas en familia, lo que posibilita nuestra endurance necesaria en estos equilibrios patógenos.

Un matiz específico en estos equilibrios interdefensivos e interpulsionales familiares patógenos, es que en la pareja parental priman escenas fijas en las que la tension y la coexcitación fusional opera como un equivalente perversivo de vínculo. Estos movimientos perversivos familiares detonan un circuito interhumoral, el cual opera para los hijos de un modo contextual centrípeto y fetichizante. Movimiento patógeno que deja restos sostenidos en “lo actual” del sufrimiento de estos, restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son también parte en estos motivos de consulta. Son huellas perceptivas (cuantitativas y presubjetivas) las cuales ante la posibilidad de su retorno dada la situación transferencial por retorno[10] enunciada por R Roussillon, acceden a una apertura alucinatoria[11] en búsqueda del objeto otro sujeto y su pulsión. Esta búsqueda también es parte del motivo de consulta, a partir del cual es nuestra presencia implicativa la que posibilita sus efectos tróficos.    

Estas escenas parentales articulan personajes en quienes priman escenas fijas y privadas que remiten a la derivacion identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica singular lograda. En estos personajes “restan atrapadas” personas fijadas en una estasis temporal a su partenaire de un modo necesariamente inmodificable. Esta diferenciación entre los personajes de las escenas en las cuales se nos presentan y las personas es una de las metas clínicas en estos procesos. Así mismo la necesariedad (como condición estructural) a la que referimos, está dada por el hecho que en la alianza parental cada miembro le aporta al otro el personaje necesario para sostener la eficacia de las corrientes defensivas singulares que posibilitaron su solución narcisista de sobrevida. Desde nuestra posición clínica interpelamos estos personajes en búsqueda de la persona singular atrapada en su caparazón defensiva preventiva y en “lo actual” ofensiva dada en familia. Estas intervenciones en el espacio familiar nos posibilitan acceder a los matices del sufrimiento singular de cada miembro de la pareja parental y es notable el efecto trófico y subjetivante dado en los hijos, quienes en sus diferentes soluciones singulares aun sostienen interrogantes que no cesan en su insistencia. Hijos inevitablemete testigos y parte de estas escenas centrípetas familiares. En nuestra data clínica un matiz necesario fue la diferencia que inaugura el hecho, si en la alianza parental hubo un acuerdo amoroso genuino[12] previo a la configuración del pacto narcisista con el cual se nos presentan. También es necesario, dadas las diferentes readecuaciones interdefensivas en las alianzas patógenas, registrar el destino que tuvo el acuerdo amoroso a través de los años.

En los ejemplos clínicos que fueron la base de este desarrollo primaban alianzas parentales en las que imperaba un pacto narcisista del orden tiranía sumisión, dada la  disponibilidad a la adaptabilidad sacrificial con desvitalizacion progresiva de uno de sus miembros. Este rasgo de la adaptabilidad tiene un efecto en los hijos testigos en familias en las que “no se puede decir” para evitar reacciones temidas. Familias en las que durante tiempos prolongados “se aplacaba al loco y se lo perpetuaba en su función organizadora” Los efectos singulares de esta desvitalización generaron en el espacio familiar pasajes por el acto y por el soma, los cuales se tornaron mensajeros llegando a ser registrados y significativos para los hijos hoy testigos implicados ante el riesgo de vida, presencia de la muerte como posibilidad.  Pensamos que este fue el punto de inflexión que expresó la vacilación del equilibrio familiar patógeno y relanzó un circuito mensajero intrafamiliar e interpulsional hacia el grupo de hijos testigos, desde quienes surge el llamado hacia una terceridad posible dando lugar al motivo de consulta actual. Un punto de inflexión en el cual el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al borde somáticamente vital[13],

Creo que lo difícil y complejo de este escollo clínico está dado por los diferentes sectores implicados en lo especifico del circuito de transmisión de lo traumático que en estas familias adquieren el matiz de la transmisión traumática de lo traumático dentro de la intersubjetividad familiar.

Algunos registros subjetivos transferenciales  

 En nuestro desarrollo partimos de hijos testigos de padecer los efectos de las alianzas patógenas dadas en la pareja parental. Enuncio lo patógeno por la posibilidad de haber dejado restos en otros. Restos que al no cesar en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación historizante, son base de estos motivos de consulta.

Hijos quienes en la desesperanza frente a la presencia de un estado vital limite, fueron aconsejados por amigos del mismo nivel generacional que habían transitado una situación similar  

En varias de estas familias hubo desde el inicio recuerdos afectivos referidos al miembro parental hoy sufriente, articulados con referencias acerca de su padecimiento frente al accionar del agente tiránico.  Es digno de mencionar que en estos procesos sostenidos en el tiempo pudimos rescatar a la persona atrapada en este personaje tiránico.  

A partir del motivo de consulta , ¿Como pensar el proceso de  retorno desde la intersubjetivida familiar hacia un “otro sujeto y su pulsión”? Terceridad posible “presentada” por la persona del analista.

Los recuerdos y relatos co construidos a partir del sufrimiento y su grito posible del “hoy” paciente disparador, son restos del sufrimiento familiar que retornan a partir de “lo actual”.  Un “actual” sostenido en el motivo de consulta en el que subyace este retorno de lo traumático en búsqueda de la apropiación subjetiva[14] ¿Cómo pensar el componente mensajero del afecto en este retorno? Son trazas perceptivas o huellas cuantitativas que al no cesar en su insistencia en búsqueda del otro sujeto y su pulsión abre el circuito coalucinatorio posibilitando al afecto su función mensajera.

¿A qué circuito nos estamos refiriendo?

A partir de la interpulsionalidad subyacente al equilibrio inter-defensivo familiar, el cual por ser pluripsíquico es dinámico y en permanente readecuación, se genera un circuito de transmisión de aquellos restos de lo aun no subjetivado, que al no cesar en su insistencia (en búsqueda de un objeto otro sujeto y su pulsión) da lugar a la apertura  co-alucinatoria. Una via dada a partir del movimiento y empuje pulsional que posibilita un acceso al trabajo de apropiación subjetiva necesario.

A partir de los restos del sufrimiento padecido se generó en la intersubjetividad familiar un “continente afectivo” que posibilitó que el retorno de lo traumático devenga, accediendo a este circuito co-alucinatorio entre diferentes sectores testigos. Un tipo de trabajo desde el negativo, un trabajo del resto aun no subjetivado que no cesa en su insistencia en la asimetría familiar.

Algunos interrogantes a desarrollar.

Nos queda por desarrollar los matices del circuito de transmisión dado, para que el sufrimiento singular de uno de los padres llegué a ser registrado por el “grupo de hijos” hasta organizar un motivo de consulta familiar. Hijos ya adultos que consulten preocupados por uno de los padres y con disponibilidad a un “espacio familiar de terapia”, que implica a todos sus miembros “en presencia” o en un inicio algunos como “presentes  en ausencia“. Así sucedió con los agentes demonizados con quienes “supuestamente” era imposible dialogar.

¿Cómo operan los registros testigos del sufrimiento padecido habitando en estos hijos, tanto testigos del sufrimiento en esta madre, como hijos testigos de escenas sostenidos por la pareja de sus padres?  

En la data clínica que proponemos había un recuerdo afectivo hacia el miembro parental cuyo sufrimiento se tornó mensajero, articulado a un agente tiránico a través de muchos años. Situaciones clínicas especificas en las que el lugar del agente tiránico demonizado es alguien atrapante como agente en la dinámica familiar y atrapado como persona dentro de su personaje intrafamiliar. Es nuestra escucha e intervenciones lo que posibilita salir del proceso de agentificacion forzada, es decir la producción compulsiva de agentes que organicen la escenas familiares y acceder al sufrimiento singular y su destino intrafamiliar.

Registramos la presencia de un punto de inflexión dado por el nivel de desubjetivación llegando al riesgo de muerte. Es un punto de inflexión donde el anclaje no refiere al sistema defensivo sino al  borde somáticamente vital,

Conclusión dada a partir de los proceso recorridos:  

Pensamos este tipo de motivo de consulta como un retorno de restos intrafamiliares aun en búsqueda de subjetivación, siendo imprescindible que nuestra escucha mantenga la innegociable asimetría familiar. Un circuito de complicidad y banalización sostenido en el tiempo pudo vacilar y acceder a una complementariedad coalucinatoria[15] e intersubjetiva.  Un escollo que se nos presentó fue nuestra escucha ante los diferentes registros en el grupo de hermanos, y la tendencia a oponerse retornando a la tensión confirmatoria del más de lo mismo. Nuestra posición y encuadre interno posibilitó co-construir un continente que albergue estos sufrimientos resistiendo al estancamiento dado por la tendencia desde la desesperanza, impotencia y hartazgo, a producir agentes responsables y culpables.   

La interpelación por los hijos hoy adultos posibilita circuitos de subjetivación inimaginados pero posibles dadas estas condiciones. Al dejar de ser la tensión un equiválente prevertido y perversivo de vinculo, el sufrimiento pudo dejar de ser un organizador y adquirir otra perspectiva desde la repetición[16] posible en búsqueda de la apropiación subjetiva.  

Es necesario precisar en nuestra especificidad de TPPF los matices de aquello que enunciamos como transmisión de lo traumático y su derivación dada por la transmisión traumática de lo traumático.

Cuando enunciamos lo traumático, nos referimos a lo traumático para alguien quien no nació con su trauma sino que ha vivido y atravesado situaciones traumáticas que dejaron restos aun no subjetivados. En nuestra especificidad de “lo familiar”, las alianzas intersubjetivas patógenas llevan a una complementariedad cómplice (complicidad), una interpulsionalidad compleja que hace que se logre un equilibrio inter defensivo-ofensivo por el cual se da la posibilidad de la transmisión traumática  de lo traumático. Arrasando la “inter-generacionalidad y llegando a la trans-generacionalidad,

Al corrernos de la perspectiva individual, ¿cómo pensamos en nuestra especificidad de escucha de lo familiar, lo traumático y su transmisión en el circuito familiar asimétrico? Asimetría dada desde los padres con sus pactos y alianzas, la transmisión de su sufrimiento hacia sus hijos que los padecieron como hijos y testigos. A partir de nuestra clínica del proceso esta data clínica inaugura una especificidad dada por hijos, quienes como grupo fratria que en lugar de fragmentarse y clivarse sosteniendo la paradojalidad,    accedieron a una resonancia intersubjetiva en búsqueda de una terceridad necesaria. Es parte de nuestro accionar, dar acceso a la diferencia de lo vivido por cada hermano y el destino o transito que tuvo su sufrimiento. 

Estos procesos expresan una vacilación del equilibrio patógeno familiar que produjo un grito mensajero que   fue significante para alguien y para el grupo de hermanos. También hubo una vacilación de la instancia superyoica familiar patógeno (surantimoi familiar) que puso en juego un a acceso al efecto de un superyó benévolo y trófico sostenido por nuestra endurance e intervenciones

En mis desarrollo anteriores explore el grito de los hijos, esta data clínica inaugura otra opción dada a partir de un grito proveniente del cuerpo, expresión somática del sufrimiento de uno de los miembros de la pareja parental.

FIN


[1] E Grinspon,

[2] E Grinspon,

[3] R Roussillon,

[4] Afecto en su función mensajera

[5] Trazas perceptivas,

[6] E Grinspon, huella preceptiva , marca cuantitativa que no cesa en su insistencia de acceder al trabajo de subjetivación,  

[7] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión,

[8] Trazas o huellas perceptivas,

[9] E Grinspon,

[10] En su diferencia a la transferencia por “desplazamiento”,

[11] Guy Lavalee, R Roussillon,  Acceso a un circuito co alucinatorio,

[12] En su referencia al origen de estos hijos,

[13] Articulación entre la posibilidad de efectos catastrófico,la muerte y la presencia del loco  organizador

[14] R Roussillon,

[15] E Grinspon, Lo alucinatorio en sesión ,

[16] R Roussillon “compulsión a la repetición#,