Eduardo A Grinspon.
Voy a compartir las derivaciones de un escollo clínico en el cual a partir nuestra escucha de lo familiar en el espacio de terapia individual de uno de los padres, hemos accedido a una repuesta al “pasaje por el acto de sus hijos” en su función mensajera. Diferenciamos el pasaje al acto que va a la descarga, del pasaje por el acto[1] en su función mensajera dentro de una intersubjetividad posible.
En esta comunicación me voy a referir a padres separados y sus hijos en su dependencia ineludible. Queda fuera de esta investigación los hijos producto de sistemas de fertilización por donación a partir de la decisión de uno de sus progenitores.
Interrogante de base.
¿En qué medida nuestra escucha de llo familiar, como posición implicativa en sesión, cualquiera que sea la espacialidad terapéutica a la que refiramos, puede sostener la co-construcción de un continente intersubjetivo[2]? Diferenciando el continente de sus contenidos, este continente intersubjetivo es el necesario para que advenga aquello que pulsa en búsqueda de su representancia[3] y el trabajo de subjetivación. Me refiero a restos en sectores clivados intrafamiliares que van a ser movilizados a partir del sufrimiento e interrogantes de los hijos, habitualmente púberes o adolescentes, expresados como pasajes por el acto mensajeros hacia alguien disponible y utilizable.
Pero, en primer lugar ¿a qué familia nos estamos refiriendo?
Enuncio la dimensión familiar pensada a partir de “los hijos” quienes fundaron “lo familiar para ellos”, más allá del destino del vínculo dado entre sus genitores. Es lo familiar para ese hijo. El término “familiar”, tan habitual en nuestros planteos es algo que en estas configuraciones vinculares, pulsa desde el negativo sin estar suficientemente constituido y resta aun a definir “familiar para quien” y “desde quien está siendo enunciado”.
Respecto a los clivajes intrafamiliares[4], es necesario diferenciar lo “clivado en esta intersubjetividad familiar” (un clivaje funcional[5]), de lo “clivado de la subjetividad de estos hijos”[6] (un clivaje estructural), es decir, aquello que como consecuencia del funcionamiento “exitoso de la comunión de desmentida[7] genitora parental”, nunca fue parte de su patrimonio subjetivo[8]. Es decir, refiero a un pacto jugado en el sector genitor, en su diferencia con padres en su función, dentro de la asimetría generacional.
Habitualmente este pacto es producto de la articulación de soluciones narcisistas frente al sufrimiento narcisista singular. Una solución “a deux”[9] en la cual los restos de experiencias traumáticas vividas en cada uno de sus miembros, pudieron transformarse entre dos en una herida narcisista referida y ligada a un agente responsable siempre deudor y omnipresente en lo actual[10]. Esta solución « a deux » es una organización defensiva preventiva frente a la posibilidad del retorno de estos restos, los cuales siguen sometidos a una compulsión de integración más allá del principio de placer y como plantea R Roussillon “ya sea en razón de la reactivación dada por la actualidad de la vida del sujeto, o en las alianzas dadas[11].
Sabemos que los espacios grupales familiares, de un modo específico dentro de la asimetría antes mencionada, contienen y superan a los vinculares que a su vez contienen y superan a los singulares.
Estos sectores clivados intrafamiliares condensan fragmentos de historia, traumática los cuales desde la perspectiva del hijo fueron necesariamente vividos en “su” familia, y sostenidos como escenas clivadas en un impasse atemporal. Pensamos este recurso como un modo patógeno de sostener la vigencia de corrientes defensivas singulares de sus genitores “y \ o” alguna continuidad narcisista familiar. Enuncio lo patógeno pues estos equilibrios inter-defensivos preventivos, ante la presencia de los hijos se tornan ofensivos[12]. Es decir ante el advenimiento de un hijo y a partir de su inevitable dependencia en la constitución de su narcisismo, se inaugura la posibilidad diacrónica, “que lo nuevo salido de nosotros”, quede al servicio de esta neo continuidad identitaria familiar “a deux”. Este pacto patógeno revela la categoría de alianzas alienantes[13].. Desde nuestra posición clínica sostenemos, que en lo singular de cada hijo estos mecanismos patógenos dejan restos que no cesaran en su insistencia de subjetivación y es a partir de esta insistencia que van a darse los retornos a los que hoy estamos refiriendo. Accedemos en sesión a un tipo de trabajo del negativo que enunciamos como trabajo del resto[14] .
¿Qué determina la vacilación de estos equilibrios? ¿Cuál es el circuito posible dado desde la emergencia intrafamiliar del sufrimiento en el sector hijos junto a la adecuación defensiva preventiva parental, hasta que el grito de alguno de ellos accede a su función mensajera para un otro disponible y utilizable? ¿Quién? ¿Uno de sus genitores en sus terapias? ¿Nosotros en sesión? ¿Los padres de amigos testigos de sus desbordes? ¿Los servicios hospitalarios y policiales?
En estos hijos por ser los únicos testigos[15] vivos del encuentro “alguna vez habido” al cual pueden referir su origen, priman las consecuencias de un caos cognitivo dado por el bastardeo repetido de sus interrogantes interpelando a su medio familiar y contextual[16]. Son hijos en quienes este bastardeo pervertizante de sus búsquedas los lleva a que finalmente en una derivación identitaria incestual se transformen dentro de su medio familiar en “hijos problemas” o hijos “Únicos de genitor único”.
Pero ¿problema para quién? Para “sus” padres”, el hijo en si no es problema, el hijo problema es un “apellido otro” que le adjudican sus genitores ¿padres? a partir de la fijeza de las escenas familiares dentro de las que quedan cautivos y cautivados[17] como parte de esa escena. Un interrogante del hijo en lugar de ser interrogante hacia sus padres, a partir de mecanismos perversivos, se tornan afirmaciones de estos sobre su accionar. Estas afirmaciones conducen al hijo a una solución con una derivación identitaria intrafamiliar de “hijo problema”, “desastre”, “drogón” etc.[18].
Anticipo, la habitual y pertinaz resistencia de muchos de estos hijos “problemas y Únicos” a habitar un espacio de terapia o a sostenerlo. ¿Qué condiciones podemos imaginar para que este se habilite y resulte eficaz?
En un intento de desplegar interrogantes, voy a delinear los efectos o consecuencias de ciertas experiencias transferenciales ante el retorno del modo posible de lo clivado “de la subjetividad de los hijos”. Aún resta por ser conceptualizado ¿a qué refiero con “nuestra escucha familiar”? ¿Alcanza con nuestra formación en TPFP?
A partir de los sucesivos pasajes por el acto de “los hijos de mis pacientes”, fueron surgiendo en mí inquietudes y diversas intervenciones relacionadas con un imperativo que ya habitaba en mí accionar clínico acerca de “cuidar un hijo”.
Si bien este imperativo sostenía en nuestro espacio transferencial la presencia por retorno de los restos de experiencias de sufrimiento vividas por “mi paciente” como “hijo”, de un modo no previsto comenzó a instalarse en mí un malestar frente al retorno “en parejas ya separadas”, aun habiendo constituido parejas estables de mucho tiempo, de una escena fija con su pareja anterior. Esta se hacía presente “en sesión” sosteniendo de un modo reiterativo lo ya conocido y era actualizada en acto y a partir de “lo actual” por el accionar de algún hijo, quien dentro de la asimetría innegociable hacía presente su dependencia, su sufrimiento e interrogantes frente a la escena sostenida por sus “genitores”.
Una característica singular fue el modo en el que en sesión individual y a partir del accionar de estos hijos, se reactualizaba en “mi paciente” “su tono”[19]en referencia a su partenaire genitor o a su propia historia familiar. Este registro subjetivo transferencial llevó a detenerme, quizás a sustraerme en una apertura co alucinatoria[20] frente al afecto en su función mensajera, e imaginar en sesión el accionar de estos hijos, como una interpelación “a sus genitores”, no siempre madre o padre en función y vehiculizando sus interrogantes acerca del encuentro del cual cada hijo es hijo. Interrogantes que a su vez provienen de los restos cuantitativos sostenidos en sus sectores testigos[21] (antes planteados), aun en búsqueda del testimonio del vínculo alguna vez habido “entre y con” estos. Hijos que van a ser hijos de sus genitores más allá de las fallas en su presencia o muerte. Este movimiento pulsional jugado dentro de nuestra intersubjetividad transferencial, expresa la presencia de una pulsión de saber[22] aún vigente en nuestros pacientes, extensiva a sus derivaciones relacionales familiares y la necesaria presencia de un “sujeto otro y su pulsión” para que esta pueda desplegarse y salir del impassé de su solución narcisista. Estos restos se re-presentan en sesión a partir del efecto en nosotros implicados frente a las consecuencias de los diversos pasajes por el acto mensajeros dados en el inter-juego[23] de las diferentes soluciones narcisistas en familia.
Comenzó a instalarse en mí, pulsando ya desde la negatividad, el interrogante acerca del tipo de encuentro habido en la pareja genitora y sus derivaciones a través del tiempo.
¿Había matices en la escena fija aportada en sesión que podían ser necesario diferenciar ante lo que no cesaba de insistir a partir de la presencia de los hijos de “mi paciente”[24]?
En sesión y a partir del sector hijos, se hacía presente un sub grupo familiar clivado y en latencia que al estar fusionado de un modo atemporal constituía un cuerpo común incestual[25] “genitor-genitora -hijos producto y testigos”, en el cual en un momento determinado se produjo una vacilación del estado exitoso de este equilibrio interdefensivo ofensivo. Esta vacilación se evidencia por un grito de llamado de un hijo en “lo actual” que “nos implica” y es nuestra posición e intervenciones posibles, lo que posibilita salir del estancamiento[26] del proceso y relanzar a su vez sectores de los procesos individuales de sus genitores en su dimensión de sujetos singulares. Estos muchas veces están estancados dentro de una escena fija y privada sosteniendo una posición contestataria a su partenaire obligatorio. Esta escena “fija y privada sostenida en “un entre dos” vacila ante la presencia de uno de sus hijos y sus “gritos de llamado “hacia un otro intrafamiliar disponible y utilizable.
Insisto “familiar para estos hijos” quienes muchas veces son la causa por la cual sus genitores deben reconocer y sostener un producto de un vínculo alguna vez habido.
Son escenas en las que se nos presenta alguna referencia a este “otro” causa y responsable que se nos torna omnipresente en la escena familiar “actual”. Por ej a partir de demandas de dinero, mi paciente dice “puta como su madre”, o un padre híper protector “sufriente y desorientado frente al accionar auto agresivo y promiscuo de su hija adicta, planteándola como una hija víctima del des-investimiento y promiscuidad materna, “o registramos en los hijos conductas oscilatorias “siendo” en cuerpo presente papa para mama y mama para papa”.
Así mismo esta escena en la que prima la tensión y la co-excitación, puede representar para sus hijos la escena primaria[27] a la cual referir como origen posible. Estos “hijos de un encuentro desencontrado”, ya que un encuentro alguna vez hubo y su ombligo lo evidencia, sostienen en acto y a través de lo actual, la vigencia de esta escena en búsqueda del otro “intrafamiliar” necesario para acceder al trabajo de subjetivación de su propio sufrimiento aun no reductible.
Plantear esto claramente en el ámbito individual con mis pacientes, nos posibilitó revisitar estos encuentros gestantes, a partir de lo cual también resultó claro y ahora explicito que estos hijos problemas que van ocupando tensamente “nuestros espacios” no podían referir a un encuentro ¿amoroso? alguna vez habido y honrado.
Este “relato que mata dato” al ser co-construido en sesión y en presencia de mi paciente en función de “padre, ya no solo genitor de sus hijos”, derivó en su compromiso en la apertura y acompañamiento del proceso terapéutico de sus hijos. Así mismo se tornaba innegociable la presencia de su partenaire genitor para que este objetivo pudiera llevarse a cabo. Este es un punto crucial en nuestra posición, a partir del fracaso de varios intentos de derivación, en los cuales hemos omitido este paso.
En la casuística que llevamos, diferenciamos aquellos encuentros que fueron gestantes en ausencia de un encuentro amoroso[28], de aquellos en los que a pesar de haber existido este, en lo actual sigue vigente en la pareja genitora una herida narcisista o más específicamente “una ilusión herida” que no cesa en su insistencia sosteniendo la presencia de la tensión fusional y el bastardeo alguna vez vivido. ( A partir de una historia de infidelidad ya no presente en sesión, la afirmación puta como su madre” o refiriendo a la madre de su hija afirmar “ otra loca”). Son situaciones familiares en las que el maniobrar de los genitores convoca a sus hijos a una adaptabilidad antinarcisista[29], y si bien estos tienden a quedar cautivos dentro del magma familiar[30], existen restos de su sufrimiento, lo propio no reductible que “aún grita” convocando las situaciones clínicas “familiares” que intento describir.
En estas familias los hijos acusados hoy a “partir de su accionar” de bastardear los imperativos familiares, son los encargados de sostener para sus genitores en la re-petición[31] la escena en referencia a su origen, “de cuerpo presente”. Una escena fija y paradojal sin posibilidad de diferenciar interrogantes, subjetividades y generaciones, hasta que este “grito de llamado” emerja para alguien y su equilibrio pueda vacilar. Lo que determinó la variación en el equilibrio patógeno y un acceso a la “re-petición hacia una diferencia”, estuvo dado a partir de los pasajes por el acto de estos hijos hacia “nuestro espacio de terapia individual” y la respuesta efectiva y afectiva de algunos de sus padres ante mis intervenciones en permanentemente referencia a la pareja parental para ese hijo. Nuestra escucha de lo familiar no da lugar a la opción de “hijo Único de genitor único contra el otro genitor”.
Acerca de la escena primaria gestante y fundante como producto de nuestra escucha de lo familiar.
Un pensamiento en escenas “jugadas” en sesión me acercaron a la “escena primaria gestante y fundante”, en su referencia a la gestación necesaria y fundaciónal como ser vivo singular, dada en todo ser humano “que tenga ombligo y hable”. Esta referencia nos impone transitar los matices que condensan el concepto de escena primaria en su diferencia con escena primitiva.
En pacientes, ¡alguna vez hijos, no importando su edad!, en quienes su solución narcisista y derivación identitaria, los lleva compulsivamente a vivir en una re-edición de escenas fijas intrafamiliares altamente toxicas, podemos imaginar que al haber sido un hijo alguna vez parte del “cuerpo común incestual familiar”, persiste una “falla en la alucinación negativa suficiente(mente buena)” de la escena primaria de una pareja en tren de crearlos. ¿Capacidad de estar todo presente estando ausente, y \ o estar ausente en la presencia[32]?
Nuestro registro intra-sesion de la presencia de este matiz de falla en este matiz de “alucinación negativa” es fruto del trabajo del negativo dado dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica y en el circuito co-alucinatorio posible. Estamos refiriendo como plantea R Roussillon a una fantasía originaria de escena primaria, vista desde el “hijo que estaba y no estaba allí”, una posibilidad de salir del autoengendramiento[33] sostenido en su solución narcisista de sobrevida psíquica y acceder en sesión a la capacidad de estar solo frente a su pulsión en presencia de un otro y también de la pareja genitora.
Primer ejemplo que fue base para este desarrollo.
Voy a referir a un paciente con serios procesos depresivos y compromisos somáticos que sostenía de un modo estable su nueva pareja. No mencionaba a su pareja anterior con quien había convivido menos de 3 años y había tenido un hija. Esta hija creció y se tornó una hija problemática y agresiva que se fue transformando en un tumor intra familiar en su ámbito actual. ¿De qué familia estamos hablando? Esta hija se “presentaba” en sesión como “una loca” a la que mi paciente la aplacaba configuradose progresivamente una escena fija y privada en un “entre dos”. Esta hija fue habitando en mi paciente en su diferencia a poder estar con ella, no había dialogo, previsibilidad y continuidad. Estas actitudes fueron promoviendo lo peor de mi paciente en reminiscencia de lo vivido en su familia primaria y también desde su cuerpo. En un momento a partir de los efectos del accionar de esta hija emergió en mí el interrogante al cual refiero en esta comunicación. Su omnipresencia en sesión evidenciaba a su vez que este padre nunca la había entregado. Avanzaban las conductas autoagresivas y demandas económicas, frente a las cuales reacciona solo mi paciente explicitando que con la madre de esta hija “otra loca” no se podía contar. Este registro subjetivo transferencial, me llevo a pensar que tanto el vínculo de su hija como el de mi paciente, mantenía en estasis una escena fija y una ilusión herida con una madre no disponible y un padre que brillaba por su ausencia. Poniéndome en la posición de la hija, registre su necesidad e interrogantes desde una hija del encuentro desencontrado y retomado la escena que advino en mí, su “genitor ¿padre? estaba presente”. A partir del llamado de esta hija en su vínculo univoco hacia sus genitores pensé en la necesidad que la pareja genitora pueda salir de la escena fija y honrar el producto vivo. Ningún espacio terapéutico para esta hija se había podido sostener. Antes de una nueva derivación, le propuse a mi paciente, dentro de nuestro espacio, una entrevista con la pareja parental para intentar un acuerdo en cuidar a su hija honrando el patrimonio filiativo. Mi paciente acepta y acuerdan una sesión en mi consultorio. En esa entrevista, (continuando “mi escena en sesión con mi paciente) intervengo en un doblaje psicodramático desde la hija, preguntando y sosteniendo el interrogante acerca de “cuando era chiquita. Ante mi asombro la madre habla y encuentro una madre para esta hija. El clima cambia y hubo recuerdo de escenas afectivas posibles. Los padres hablaron con su hija y pudimos acordar una derivación posible, los padres entrevistaran a esta analista y su hija hábito este espacio analítico
Es de jerarquizar que a posteriori esta hija pudo vivir dos años en la casa del padre con su nueva familia, organizando la palabra familia quizás no aun constituida
[1] R Roussillon,
[2] A Ciccone , contenance,
[3] R Roussillon,
[4] E Grinspon “Articulación entre lo clivado en la subjetividad parental y los efectos del retorno de lo clivado de la subjetividad del hijo, producto del trabajo de lo secretado”.
[5] G Bayle,”Moi et defenses”
[6] A partir de R Roussillon quien diferencia “lo clivado del yo” de “lo clivado hacia el yo” .
[7] PC Racamier en su referencia a la Incestualidad.
[8] Lo secretado, coincidencia de la gestación con infidelidades, embarazos accidentales, experiencias de incesto, interrupción de embarazos fallidos etc.
[9] E Grinspon, “Del cuerpo familiar incestual a la singularidad subjetiva. Pasajes por el acto o por el soma como tránsito a la reapropiación subjetiva del núcleo identitario singular” El contrato deviene en una derivación “patógena”, un pacto en el que prevalece una asignación inmodificable “a un emplazamiento de perfecta coincidencia narcisista entre el conjunto y el sujeto”. En la alianza parental, cada uno le aporta al otro el personaje necesario para sostener la eficacia de las corrientes defensivas singulares. Esta derivación está presente tanto en la articulación sincrónica dada en las parejas, como en las familias, en las que ante el advenimiento de un hijo , a partir de su dependencia inevitable en la constitución de su narcisismo, se abre la posibilidad diacrónica, “que lo nuevo salido de nosotros”, quede al servicio de esta neo continuidad identitaria familiar “a deux” .
[10] R Roussillon , « cerner l’impasse par attribution, en lui trouvant ou en lui reconnaissant un responsable, un « coupable », le fait d’une subjectivité humaine incarnée. L’impasse ne peut être traitée « de soi à soi », elle doit être partagée par au moins plus d’un autre, elle doit impliquer l’autre, lui être adressée
[11] Roussillon : « La situation dont le sujet a dû se retirer pour survivre, celle qui portait l’agonie psychique, ne disparaît pas avec le retrait, elle disparaît du présent, de l’actualité du sujet, mais elle reste inscrite dans la psyché comme toutes les expériences significatives. Et les traces qu’elle a laissées sont susceptibles d’être réactivées, soit en raison de poussées intégratives internes liée à la compulsion de répétition qui représente une contrainte d’intégration « au-delà du principe du plaisir », soit en raison de réactivation en lien avec les situations rencontrées dans le présent, dans l’actualité de la vie du sujet, soit dans l’alliance des deux, l’actualité du sujet venant renforcer la menace d’activation interne des traces traumatiques »
[12] PC Racamier.
[13] R Kaes.
[14] E Grinspon “El trabajo del trauma en un “entre dos” y su especificidad en TPFP frente a soluciones de supervivencia psíquica”.
[15] E Grinspon, “Trabajo de subjetivación del testigo intra-subjetivo del sufrimiento narcisista padecido por “nuestros pacientes” y subyacente en su solución de sobrevida psíquica”.
[16] Una interpelación homologa al caos somático posible frente a la presencia y respuesta inadecuada dada en el tránsito desde ese saber preparado biológicamente y que inevitablemente va a la búsqueda de la respuesta adecuada del medio.
[17] A partir de la seducción narcisista patógena incestual,
[18] Estos cuestionamientos clínicos conceptuales se reforzaron ante la presencia en hijos adoptivos de las consecuencias de sus enigmas acerca del origen y el modo en el que intentaban resolver por medio del accionar, los agujeros negros subyacentes, un tipo de negatividad que no cesa en su insistencia.
[19] E Grinspon “Un tipo de capacidad de reverie ante el retorno de lo clivado de la subjetividad. Valor a partir del analista de la percepción de la descarga somática del afecto.
[20] E Grinspon, El concepto de lo alucinatorio y su aplicación en nuestra especificidad en TPFP
[21] E Grinspon, Trabajo de subjetivación del testigo intra-subjetivo del sufrimiento narcisista padecido por “nuestros pacientes” y subyacente en su solución de sobrevida psíquica.
[22] S Freud, pulsión epistemofilica o de saber,
[23] R Roussillon, “entre (je) jeu”
[24] E Grinspon, “Adecuación posible del encuadre a partir de una “escucha familiar” implicativa que resiste al sostenimiento de los clivajes intrafamiliares patógenos. Presencia de los hijos u otros miembros de la familia de “nuestros pacientes” en sus espacios de terapia individual”-.
[25] PC Racamier, surantimoi et sur anti ideal du moi singulier…exige « de croire tout en interdisant de savoir. Ce n’est pas une loi, c’est une tyrannie. Elle interdit mais ne protège pas. Il présente la vérité comme faute, la pensée comme un crime et les secrets comme intouchables ».
[26] E Grinspon, “Estancamiento de un proceso terapéutico y su diferencia con interrupción”.
[27] En su diferencia con la escena primitiva por ej M. Fain y D. Braunschweig respecto a esta describe la “censura del amante” que ilustra como la madre presente contiene al padre en su pensamiento como un tercero que modula, en un cierto sentido, su estilo interactivo
[28] Una paciente muy golpeada en su historia y hoy separada, ante la interpelación de una hija, pudo poner palabras y explicitar que cuando concibieron a sus dos hijas hubo un proyecto familiar pero no amoroso y recién con sus hijas pudo organizar su piel y conocer la ternura.
[29] F Pasche,
[30] PC Racamier, “Galaxia narcisista”,
[31] R Roussillon,
[32] R Roussillon, RFP « En seance » 2018 hablando de un paciente, “le falta una alucinación negativa suficiente de la pareja en tren de crearlo”, el fantasma originario de escena primitiva que supone que “el chico esté o no esté allí”, no puede organizarse.
[33] Descripto dentro de la incestualidad y las soluciones perversivo narcisistas , PC Racamier, A Eiguer, E Grinspon,.