En estos momentos de vacilación de la alianza garante del masoquismo guardián del clivaje, debe darse un tipo de presencia del objeto otro sujeto como analista  familiar, para sostener la función reflejante y la presencia de un superyó post-edípico. Función fórica del analista [65], para el sostenimiento de un encuadre “inhabitual pero no transgresivo”[66], que posibilite su función semaforizante productora de signos “para alguien”. En familias en las que el pasaje al acto fue la defensa contra la toma de conciencia y elaboración del sufrimiento, el valor del actuar y sus restos se torna central a nivel del espacio intersubjetivo transferencial, en el que basculan la interacción comportamental [67] con el “entre-jeu”[68] posibilitado por nuestra presencia psíquica.

Ante este tipo de soluciones narcisistas, la evacuación sobre el otro de aquello que no encuentra “aún” lugar, debe poder transformarse en “signo para alguien”. Esto último transforma la forma cerrada e incestual[69] del comportamiento, en una interacción portadora de un mensaje dirigido hacia un doble potencial, a partir de quien recupera su valor intersubjetivo y la búsqueda de un sentido apropiable e utilizable dentro de la situación analizante[70].

Lo que sería un pasaje al acto en la incestualidad familiar, pasa a ser un pasaje por el acto en nuestro espacio subjetivo transferencial, en el que el valor del actuar es pensado en su función mensajera y en búsqueda del objeto “alucinado-creado -destruido-encontrado-”[71].

A partir de la interacción con un otro sujeto y su pulsion, va apareciendo el doble aún desconocido por el sujeto del acto, pero secretamente esperado. Un doble que posee su singularidad y aspiraciones propias, diferente al doble pervertido regulador del sufrimiento narcisista imperante.

La inclusión intra-estructural del analista implica que seamos una función dentro del sistema narcisista imperante en estas familias[72]. Es un tipo de transferencia que nos involucra como personas y abre una posibilidad a los agentes de estas soluciones y sobre todo al demonizado supuesto agente perverso narcisista, para que su sufrimiento identitario y vacío constitutivo, pueda entrar en la re-petición hacia una diferencia. Es decir “no quedar también él atrapado en su personaje” a partir de la adaptabilidad dada por la solución sacrificial de su partenaire.

Esta escucha desde adentro “pide” nuestra disponibilidad, afectos e historia, para recibir los efectos que nos produce este tipo de relato “en latencia”, que se va haciendo gradualmente subjetivable, a partir de la co-generatividad asociativa intra e inter-psíquica [73] que nos implica.