La perversión narcisista, una solución perversiva dentro de un equilibrio patógeno de soluciones narcisistas. Posición del analista dentro de la incestualidad.
*Por Eduardo A. Grinspon

 

Diversas evoluciones clínicas en las cuales habíamos partido pensando en la incestualidad y la perversión narcisista, nos despertaron la inquietud de repensar estos diagnósticos y su cambio clínico posible a partir de los registros subjetivos del analista, referidos al proceso terapéutico vivido con este tipo de familias o parejas. Nuestro tránsito estuvo centrado en posibilitar el acceso al trabajo de subjetivación historizante [1] de la singularidad del sufrimiento padecido.

Pensar estos conceptos a partir de los atrapamientos transferenciales padecidos por la persona del analista dentro del “proceso terapéutico”, nos posibilitó ubicarnos dentro del clima incestual vigente en estas familias. En este clima tóxico en el que priman las maniobras abusivas desubjetivantes, descalificantes e intrusivas, el sufrimiento es un resto expulsado y disponible para un “otro sujeto [2]” necesario en esta estructura.

Es decir subyace la tensión generada entre los movimientos pulsionales en su función mensajera [3] y “en búsqueda del objeto disponible e utilizable”, a los que describimos como “lo pervertible aun no pervertido” y los “movimientos perversivos” [4] de estos sostenidos “a partir y dentro” de la alianza defensiva patógena parental. En esta se impone por su protagonismo el supuesto perverso narcisista pero en una familia hace falta más que un protagonista para sostener la vigencia de este tipo de pacto denegativo patógeno, [5] en el que se da la comunión de desmentida no sólo ante la diferencia de sexos sino fundamentalmente ante la diferencia de generaciones, ante la autonomía narcisista, ante la diferencia de vivo-muerto y ante la interdicción de la intercambiabilidad de seres [6]. Entramos en el terreno de las alianzas narcisistas [7] inconscientes defensivas [8] y patógenas, sostenidas por más de una persona y que se tornan ofensivas y alienantes [9] al involucrar a otros.

Esta posición analítica nos posibilitó salir de la fijeza dada por la destructividad y la consecuente demonización del supuesto perverso narcisista, y pensar en la función de éste dentro de la economía pulsional vincular [10] vigente en la incestualidad. Es decir, sostener en persona la vigencia del organizador superyoico antedipiano o surantimoi diría Racamier, garante de la continuidad narcisista transgeneracional [11] y pervertizante de la diferencia intergeneracional [12]. Estos registros fueron surgiendo frente a nuestra necesidad de resistir, sosteniéndonos psíquicamente vivos junto al reconocimiento del “agente perverso narcisista” como un ser humano más.

Recuperar el concepto de movimiento pulsional, tanto pervertible como perversivo, nos llevó a corrernos de la fijeza dada por el término “perverso” y revalorizar al movimiento perversivo [13], sus efectos y posibilidades.

Estos movimientos enloquecidos y enloquecedores nos implican e involucran [14] “más allá del momento de sesión” y fueron estos efectos o afectación “inter-sesión”, lo que nos llevó a ampliar el concepto de transferencia al de subjetividad transferencial. Esta es una espacialidad intersubjetiva en la que se da la posibilidad de la penetración actuada [15] del clima “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Son familias en las que las alianzas narcisistas estructuran un andamiaje defensivo patógeno garante de la continuidad identitaria transgeneracional dentro de un tipo de masoquismo guardián del clivaje[16], es decir sin acceso a la objetalidad y asegurando éste narcisismo familiar cerrado, “insondable” dice Racamier sobreviven en un clima paradojal de no salida e inseparabilidad, en el que es la realidad y la verdad las que entran en una discusión, que atacando los registros perceptivos de las mismas, produce de un modo enloquecedor un equivalente de un delirio “a deux” en y con elementos de la realidad[17]. Se despliega “en nuestra presencia implicativa” un frenesí de argumentaciones contestatarias que pervierten la posibilidad de acordar cual fue el sentido de la realidad vivida y la singularidad del sufrimiento psíquico padecido.

Estas alianzas patógenas sostienen asignaciones inmodificables y en ciertos casos mortíferas a posiciones dentro del funcionamiento familiar [18].

Ante unmotivo de consulta, nos enfrentamos a los momentos de vacilación de la eficacia de este andamiaje defensivo. Es nuestra disponibilidad subjetiva la que posibilita que se pueda dar inicio a partir de la petición muchas veces desencadenada por el “agieren” de los hijos o la desvitalización del cómplice-victima, a la exploración del valor mensajero de los pasajes por el soma y por el acto[19] .

Este tránsito a su vez, nos llevó a intentar diferenciar la singularidad dada en aquellas parejas o familias que resisten junto a nosotros el tiempo necesario hasta acceder a una situación analizante posible [20]. Esta última va a estar dada por la progresiva co-construcción de un objeto terapéutico disponible para utilizar. Es decir, “su analista familiar” y la generatividad asociativa intra e inter-psíquica lograda a partir del movimiento objetalizante, que llevó a la “progresiva y gradual” variación del estado de las alianzas defensivas patógenas. Sin atentar contra la continuidad identitaria familiar.

Hablar de asociación libre en estas familias o en los miembros que las constituyen es imposible. Este rasgo de imposibilidad está dado por la vigencia del trans-actuar trans-subjetivo y su necesidad de mantener el clima de paradojalidad cerrada y secreto. Es más apropiado poder pensar en la generatividad asociativa intra e interpsiquica lograda como un producto de la libertad y creatividad aportada por la persona del analista. Es decir, poder pensarnos como un objeto “subjetivamente” disponible e utilizable, que resista [21] frente a la tensión dada entre los movimientos “pervertibles aun no pervertidos” y los “movimientos perversivos”. Movimientos que si bien se presentan como desesperados y enloquecedores, también están en búsqueda de un objeto “otro sujeto”[22], cuya presencia subjetiva y pulsional “resista” y posibilite a la pulsión recuperar su función objetalizante y mensajera.

Si bien el inicio de nuestro camino estuvo marcado por el estudio de los efectos destructivos de la perversión narcisista sobre el otro, las diversas evoluciones clínicas nos llevaron en un primer momento a detenernos en aquel que operaba como cómplice-víctima, y su necesario corrimiento posicional dentro de la vincularidad incestual para acceder al cambio clínico posible [23].

Luego nos acercamos a la imposibilidad de pensar a la perversión narcisista como entidad aislada y la apertura que nos generaba poder pensarla como una solución narcisista por ejemplo en su derivación perversiva tiránica, articulada dentro de un equilibrio patógeno y de un modo inevitable a otra solución sacrificial[24].

Es necesario diferenciar aquellas situaciones familiares en las que desde nuestro registro subjetivo transferencial, detectamos que la cuestión de la “identidad de base”, la diferencia “Yo” “No Yo”, sujeto-objeto, lo propio-lo ajeno y el adentro-afuera, está relativamente organizada por un organizador superyoico post-edípico, de aquellas en las que dentro de la vincularidad incestual, priman lossufrimientos narcisistas identitarios. Las soluciones narcisistas frente al sufrimiento narcisista identitario, son situaciones límites o extremas de la subjetividad y de la subjetivación [25], en las que las fallas en estas diferenciaciones están en el centro de la cuestión [26]. Es decir, son la expresión de conflictos dados en el advenimiento de la relación de sujeto del Yo [27], y en las cuales como dice Roussillon son testimonio del esfuerzo del psiquismo por ligar las experiencias de dolor compulsivamente alucinadas, evitando el encuentro con la necesidad del objeto.

Estas soluciones, por el tipo de complicidad dada en el sostenimiento de las alianzas patógenas “piden” un abordaje singular a partir de la intersubjetividad, el cual dé lugar a un tipo de transferencia sobre el encuadre [28] en la que la inclusión intra-estructural de la persona del analista y su subjetividad es determinante de la posible evolución.

En este andamiaje defensivo diferenciamos la distribución posicional y la interdependencia funcional entre aquel ser vivo ubicado como el agente de la solución perversiva, para quien su manipulación o descarga expulsiva es una tercer vía entre el repliegue narcisista y el acceso al objeto, de aquel ubicado como agente sacrificial. Pensar que este último es quien aporta la plasticidad adaptativa necesaria para el sostenimiento del estado de la alianza defensiva, nos permitió corrernos de la supuesta víctima como testimonio de la perversidad vigente, y pensar en la plasticidad adaptativa necesaria de la situación analizante[29] para acceder al encuadre posible y singular para cada una de estas familias.

El carácter pervertizante de ésta articulación de soluciones narcisistas, está dado por su posibilidad perversiva del narcisismo del otro, quien pierde la singularidad de su movimiento pulsional y se transforma en un objeto no objeto o utensilio [30].

En este movimiento intrusivo se da la articulación de una seducción narcisista “venenosa” con una defensa transactuada, es decir desmentida eficaz del sufrimiento en el agente perversivo y expulsión del mismo en otro miembro del medio familiar, quien a su vez debe desvitalizar su registro del sufrimiento [31]. Se produce un clivaje eficazmente cerrado de un modo aloplásticocumpliéndose el hecho, como dice Racamier, “que no se sufre pero se hace sufrir”.

En sesión, presenciamos el modo en el que ante el movimiento intrusivo del agente perversivo, se despliega en el supuesto cómplice o victima una adaptación en espejo con la intrusión. Plasticidad adaptativa banalizante de los efectos destructivos, la cual junto al rédito narcisista que le genera, es la variable de ajuste en esta articulación.

El agente sacrificial registra esta toxicidad pulsional enloquecida y enloquecedora [32] como una urgencia propia que lo atrapa y le promueve en su insistencia y búsqueda [33] trans-subjetiva, un efecto de fuente pulsional propia–ajena que lo transforma en un “otro-no otro” [34].

Son momentos de violencia ciega que operan para el agente sacrificial como un imperativo de sintonizar las “descargas viscerales del agente perversivo”. Esta estrategia defensiva incestual es una forma muy elemental de repliegue que opera como un atractor centrípeto de la subjetividad de los otros miembros de la familia.

Hay momentos en sesión en los que ante la amenaza de caída de la eficacia de la defensa trans actuada, se produce en el agente perversivo un tipo de angustia (¿señal?), que lo lleva a provocar y convocar de un modo desesperado a un partenaire, para lograr por medio de la coparticipación, un tipo de co-excitación libidinal proveedora de la cantidad necesaria, para sostener el nivel de tensión de sobrevida psíquica. Un demasiado lleno tóxico que opera de contenido perverso obturante de las fallas de una continencia adecuada [35].

Esta posibilidad perversiva[36] adquiere matices al ser pensada desde el proceso que nos implica revitalizando el fondo alucinatorio del psiquismo[37] y dando lugar a un tipo particular de reverie[38] o encuentro co-alucinatorio que nos lleva a intervenciones antiperversivas o anticolusivas. En estas situaciones familiares altamente toxicas [39] el índice de destrucción posible es una referencia a la presencia y disponibilidad subjetiva y narcisista del objeto “otro sujeto”.

Es el analista quien aporta ese “objeto otro” cuya memoria dentro de la historia del proceso recorrido permite registrar lo confuso entre lo singular, propio o ajeno del movimiento pulsional. Son momentos en los que nuestra desvitalización, desesperanza o asombro evidencian la tensión transferencial dada ante la emergencia de la diferencia entre lo esperable por nosotros de nuestro grupo interno de pacientes y las respuestas de éstos a través de lo actual.

Dentro de los movimientos perversivos intra-sesión cuyos efectos han abierto posibilidades en la evolución, hemos diferenciado a) las maniobras descalificantes e imposición de situaciones dilemáticas y paradojales [40], b) la descarga toxica en una inyección proyectiva orgánica[41] c) la presencia de un silencio toxico que nos implica intervisceralmente.

A posteriori o concomitante con estos movimientos, frecuentemente se da en el agente perversivo un ausentarse “parcialmente” del espacio terapéutico a partir de un mecanismo de fuga patógeno exitoso que lo torna un omnipresente como ausente. Son momentos en los que se le torna insoportable su presencia en el “adentro afuera familiar” que es el espacio terapéutico y lo abandona abruptamente. Este “adentro afuera” es expresión del clivaje posible del superyó incestual ante la co-presencia de otro organizador posible y vigente a partir de nuestro superyó psicoanalítico. Esta “huida” del agente perversivo nos muestra su necesariedad de evitación compulsiva e imparable.

En quien opera de partenaire ante este movimiento perversivo, al fracasar la fuga posible, se le presenta la desvitalización frente a su necesidad de auto sustraerse pudiendo llegar hasta el acto suicida.

Para evaluar nuestros tipos de intervención ante los procesos psíquicos amenazantes en un clima sin salida o impasse, pensamos que es fundamental tener presente y ser respetuosos con la necesariedad de acceso a la fuga posible, es decir, poder salir y mantenerse físicamente alejado de la fuente de confusión.

La penetración actuada de este clima en la transferencia nos enfrenta con la presencia de la negatividad, transformada en signo de llamado. Nos encontramos frente a una “transferencia paradojal”[42] en la que se nos demanda ser el espejo de esta presencia, de la no presencia y su derivación dada frecuentemente en un “apego al negativo”[43]. Este tipo de apego es una estrategia de sobrevida psíquica frente al sufrimiento narcisista identitario, en la cual el dolor es el último testimonio subjetivo de la no presencia adecuada del objeto[44]; tanto en su función reflejante y posibilitadora del acceso a la singularidad del matiz afectivo[45], como el de sostener un superyó post-edípico organizador de los vínculos familiares. Se genera un clima tóxico en el que insiste la omnipresencia de la deuda, queja y reproche como una derivación pervertida del vínculo y la nostalgia y añoranza como temporalidad posible.

Este tipo de transferencia también nos posiciona frente a la re-petición compulsiva, sostenedora del retorno por presencia, en acto y a través de lo actual de lo clivado aún no subjetivado [46].

Una posible evolución del estado [47] de las alianzas defensivas patógenas[48] dentro de la incestualidad:

En estas familias en algún momento el contrato narcisista afiliativo[49] de la pareja con su pacto denegativo funcional[50] complementario, se sostenía en base a una reciprocidad y comunión de investimientos narcisistas y objetales, junto a una comunión de mecanismos de defensas no patógenas. Se daba una combinación inter-defensiva, una “metadefensa” [51] que sostenía el sentimiento de sí. Luego ante una adversidad o amenaza a la estabilidad de dicho contrato narcisista, se dio un pacto denegativo patógeno que llevó a clivar y expulsar algo dentro de la espacialidad familiar y mantuvo la continuidad identitaria bajo la egida de una instancia superyoica en su carácter antisuperyoico familiar pervertizante. Una alianza patógena que sostenía la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” junto a la “fantasía de autoengendramiento”.

Luego de un tiempo y frente a la amenaza del retorno de lo clivado, se diò la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias. El estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por experiencias de sufrimiento psíquico. Se genera en la pareja parental de un modo provocante-convocante, entre ellos pero “también” hacia los hijos como partenaires forzosos [52], un movimiento en el cual cada miembro, de un modo fijo y estereotipado, sostiene su disponibilidad para aportarle a su partenaire el personaje necesario para la escena privada de cada uno. Sostenedora ésta de su singular continuidad narcisista identitaria acorde a su contrato filiativo [53] y a la cadena de la cual cada uno es miembro.

Es decir se produce un tipo de doble al servicio de sostener la eficacia del desmentir dentro de esta alianza “defensiva”, la cual por involucrar a los hijos se torna para estos “ofensiva” o alienante [54]. Estas situaciones familiares altamente tóxicas son habitualmente previas a la presencia del actuar de alguno de los hijos, posicionado como el hijo actuador predestinado [55], que lleva finalmente al estado de fracasado de la alianza defensiva.

Presencia del lenguaje del acto que puede dar lugar al retorno en acto y a través de lo actual [56], tanto de lo clivado en la subjetividad parental como de aquello clivado de la subjetividad del hijo [57]. Estos son los momentos en los que los movimientos perversivos se tornan más destructivos.

Ante la insistencia del actuar de algún hijo nos enfrentamos con el efecto del fracaso del “estado exitoso” del clivaje funcional [58] de la pareja parental, en el que se daba la articulación de herida narcisista y comunión de desmentida. Este “agieren” es a su vez expresión de la vacilación del clivaje estructural, articulación de carencia narcisista y desestimación subyacente dentro del grupo de hermanos.

Estamos enfrentados de un modo implicativo con los efectos de la presencia del clivaje familiar [59]. Lo clivado en la subjetividad parental refiere a una catástrofe generacional secretada dentro de una comunión de desmentida. Se produjo a partir de lo no dicho de lo dicho, un resto expulsado como indecible dentro de la espacialidad familiar, el que a su vez quedó clivado de la subjetividad de los hijos. En estos la marca de la nada tomó el lugar de aquello desmentido y desencadenó nuevas modalidades defensivas. Estas sostienen a su vez en la presencia del actuar a través de lo actual la posibilidad del retorno de lo clivado aun no subjetivado [60].

Al pensar esta situación de retorno en “nuestro espacio intra e intersesiòn”, lo que estaba clivado “de la” subjetividad del hijo pasa a ser “lo clivado en” la subjetividad transferencial que incluye al hijo, su familia y a nosotros como “su” analista familiar”. A partir de esta subjetividad transferencial se da un nuevo estado de las alianzas defensivas, al que hemos llamado “fracasada en búsqueda de la diferencia” [61]. Este último es dado a partir de un pasaje por el acto de alguno de los hijos, siendo necesaria nuestra disponibilidad subjetiva para recuperar la función mensajera y objetalizante de la moción pulsional. [62]

Son momentos en los que sostener el imperativo de “cuidar a un hijo de las maniobras perversivas” [63], posibilita a este hijo acceder a la diferencia entre ser “El Hijo Único cautivo y cautivado” en la solución fetichizante de la pareja parental, a ser “un hijo” en términos intergeneracionales. Este posicionamiento analítico tiene un efecto a posteriori ya que involucra también al hijo que alguna vez fue quien es hoy el agente perversivo narcisista [64].

En esta situación transferencial, nuestro malestar pone en juego nuestra disponibilidad para resistir a las maniobras desubjetivantes y dar gradualmente acceso a alianzas intersubjetivas no patógenas, tróficas y acorde a fines.

Función Fórica del analista frente al retorno de lo clivado en y de la subjetividad.

En estos momentos de vacilación de la alianza garante del masoquismo guardián del clivaje, debe darse un tipo de presencia del objeto terapéutico familiar para sostener la función reflejante y la presencia de un superyó post-edípico.

Función fórica del analista [65], para el sostenimiento de un encuadre “inhabitual pero no transgresivo”[66], que posibilite su función semaforizante productora de signos “para alguien”. En familias en las que el pasaje al acto fue la defensa contra la toma de conciencia y elaboración del sufrimiento, el valor del actuar y sus restos se torna central a nivel del espacio transferencial, en el que basculan la interacción comportamental[67] con el “entre-jeu”[68] posibilitado por nuestra presencia psíquica.

Ante este tipo de soluciones narcisistas la evacuación sobre el otro de aquello que no encuentra “aún” lugar, debe poder transformarse en “signo para alguien”.

Esto último transforma la forma cerrada e incestual[69] del comportamiento, en una interacción portadora de un mensaje dirigido hacia un doble potencial, a partir de quien recupera su valor intersubjetivo y la búsqueda de un sentido apropiable e utilizable dentro de la situación analizante[70].

Lo que sería un pasaje al acto en la incestualidad familiar, pasa a ser un pasaje por el acto en nuestro espacio subjetivo transferencial, en el que el valor del actuar es pensado en su función mensajera y en búsqueda del objeto “alucinado-creado -destruido-encontrado-” [71].

A partir de la interacción con otro sujeto, va apareciendo el doble aún desconocido por el sujeto del acto, pero secretamente esperado. Un doble que posee su singularidad y aspiraciones propias, diferente al doble pervertido regulador del sufrimiento narcisista imperante.

La inclusión intra-estructural del analista implica que seamos una función dentro del sistema narcisista imperante en estas familias [72]. Es un tipo de transferencia que nos involucra como personas y abre una posibilidad a los agentes de estas soluciones y sobre todo al demonizado supuesto perverso narcisista para que su sufrimiento identitario y vacío constitutivo, pueda entrar en la re-petición hacia una diferencia. Es decir no quedar también él atrapado en su personaje a partir de la adaptabilidad dada por la solución sacrificial de su partenaire.

Esta escucha desde adentro “pide” nuestra disponibilidad, afectos e historia para recibir los efectos que nos produce este tipo de relato “en latencia”, que se va haciendo gradualmente subjetivable, a partir de la generatividad asociativa intra e inter-psíquica [73] que nos implica.

 

Acerca de la co- construcción de la situación analizante o encuadre singular posible para la puesta en análisis de estas familias. Espacio Terapéutico No Escindido.

Hay momentos en los que se genera en nosotros un “miedo a las consecuencias del decir”, se nos va haciendo imposible imaginar una sesión en la que se tolere el tiempo de hablar, sin caer en la palabra acto provocante y convocante de la descarga conducente a un más de lo mismo.

El registro subjetivo de este escollo clínico nos despierta un tipo de malestar y atrapamiento del cual una salida posible es continuar el proceso terapéutico dentro del “espacio terapéutico ampliado no escindido”.

Este acto analítico es aceptar el límite de estas familias, las que sosteniendo la “re-petición posible”, nos muestran e involucran en sus estrategias de sobrevida psíquica. Es poner en juego una implementación de defensas tróficas y acorde a fines, las que aportando una temporalidad no urgente y una espacialidad ampliada, nos permiten imaginar un momento de síntesis subjetiva posterior. Implica articular gradualmente la espacialidad individual de alguno de los miembros, con lo grupal familiar, pudiendo nosotros “ser subjetivamente los mismos” en ambas espacialidades. Es aceptar que como “su analista familiar” ya somos una función dentro del nuevo y tenso sistema narcisista familiar.

Pensar a la subjetividad transferencial[74] como un espacio “intersubjetivo” en el que se da la penetración actuada de la catástrofe generacional padecida y al espacio terapéutico no escindido[75]como “situación analizante”[76], abre posibilidades en situaciones clínicas en las cuales el narcisismo familiar puesto al servicio de estrategias de sobrevida “grita” sus problemas estructurales de constitución[77].

A partir de nuestro malestar podemos imaginar un tipo de masoquismo erógeno subjetivo transferencial que nos lleva a sostener un Yo piel necesario que opere de “continente y contenedor”[78] para los momentos de retorno de lo aún no subjetivado. Una economía vincular de urgencia que intenta recuperar un masoquismo guardián de la vida[79] ante la pérdida de la eficacia de la contrainvestidura narcisista patógena, que operaba como un masoquismo guardián del clivaje y de la sobrevida psíquica.

Un ejemplo de fracaso de este abordaje se da cuando el agente perversivo se ubica en un más allá del espacio terapéutico, es decir ni dentro ni periférico sino “más allá de…”, rehusándose a seguir sosteniéndose dentro del espacio terapéutico no escindido. Es un momento crucial al servicio del sostenimiento transgeneracional de los clivajes de la subjetividad, al darse como “posible” continuar viviendo como si nada hubiera pasado y obturando “en ese momento” cualquier posibilidad de subjetivación de aquello que estaba retornando en búsqueda de subjetivación.


NOTAS:

[1] Poniendo a la historicidad como una perspectiva diferente a la estructural.

[2]R Rousillon. Encontrar la alteridad del objeto y simbolizar con este objeto esta alteridad.

[3] R Roussillon.

[4] PC Racamier.

[5] Hay que distinguir entre un pacto denegativo funcional, complementario de un contrato narcisista en el cual el rechazo de determinados contenidos es realizado por defensas no patógenas, de un pacto denegativo patógeno, como complemento de una perturbación o una amenaza a dicho contrato narcisista, en el cual se crea una combinación inter-defensiva que R Kaes enuncia como “metadefensa”.

[6] PC Racamier.

[7] P C Racamier.

[8] R Kaes.

[9] R Kaes

[10] D Maldavsky.

[11]Sostenida por la vigencia del Surantimoi.

[12]Referida a la anticatástrofe mencionada por PC Racamier, operación desplegada en silencio y en familia que sostiene la tentativa de evitar a cualquier precio que algo cambie y destinada a perennizar la seducción narcisista y la ilusión del antedipo.

[13] PC Racamier.

[14] PC Racamier.

[15] R Roussillon.

[16] E Grinspon.

[17] PC Racamier.

[18] R Kaes.

[19] R Roussillon.

[20] JL Donnet.

[21] R Roussillon. Objeto alucinado- creado-destruido-encontrado.

[22]R Roussillon.

[23] Hemos notado que en tratamientos familiares, en los momentos de maniobras perversivas operantes sobre algún hijo, la diferencia entre el partenaire cómplice del agente perversivo narcisista y el hijo “de la pareja parental” ubicado como víctima, es más claro y evidente que en los tratamientos de pareja.

[24]P Denis enuncia un masoquismo algogeno.

[25] R Roussillon.

[26] R Roussillon.

[27] D Maldavsky.

[28] R Roussillon.

[29]Co- construcción de la misma, J L Donnet.

[30] PC Racamier.

[31] PC Racamier. LG d O.

[32]Es la imperiosidad y el tipo de soledad y vacio constitutivo que habita en el desvalimiento narcisista, lo que opera como un atractor para que se produzca este efecto.

[33] Transnarcisista.

[34] PC Racamier.

[35] Respecto a la continencia PC Racamier dice: “Los pensamientos que nos generan mucho malestar a pensar, los afectos difíciles a vivir, las fantasías apenas germinadas, todo aquello que un ser en vía de formación o en estado in-confort mayor y gran pena a desplegarse, transitará por una psique próxima y benevolente que lo va a recibir, lo va a albergar y le va a dar forma para finalmente restituirlo a su propietario de origen. Que buen programa para una buena madre o un buen terapeuta”. Pág. 111 Le sprit des soins.

[36] PC Racamier, Tópica interactiva.

[37] R Roussillon.

[38]C Botella.

[39] En las cuales parece imposible acceder a la capacidad de pensar y el estado la pulsión parece no prestarse a ninguna actividad tendiente a la ligadura.

[40] ante contradicciones lógicas y pragmáticas.

[41] PC Racamier, D Maldavsky.

[42] R Roussillon

[43] R Roussillon, D Anzieu.

[44] R Roussillon.

[45]A Ciccone, a partir del necesario “compartir el afecto”.

[46] R Roussillon.

[47] D Maldavsky.

[48] R Kaes.

[49] Basado sobre el narcisismo secundario, es un contrato que redistribuye los investimientos del contrato narcisista originario y que entra en conflicto con él, sobre todo cuando el sujeto establece los vínculos extra familiares.

[50]El pacto denegativo según Kaes es una meta-defensa que se funda sobre diversas operaciones defensivas, de represión o de denegación en el mejor de los casos, pero también de desmentida, de desestimación, de repudio o de enquistamiento. Al mismo tiempo que es necesario para la formación del vinculo, crea en este, aquello de no significable y de lo no transformable, zonas de silencio o bolsillos de intoxicación que mantienen los sujetos de un vinculo, algunas veces extraños a su propia historia. El pacto denegativo cualifica un acuerdo inconciente sobre el inconciente impuesto o concluido mutuamente para que el vinculo se organice y se mantenga en la complementariedad de intereses de cada sujeto y de su vinculo.

[51]R Kaes.

[52] Hijo rehén cautivo y cautivado por los movimientos fetichizantes dados por la alianza patógena parental..

[53] R Kaes: Contrato narcisista originario fundado en los conceptos de la auto conservación define un contrato de filiación transgeneracional al servicio del conjunto y del sujeto de ese conjunto pues es un eslabón, un servidor, un beneficiario, y un heredero.

[54] R Kaes.

[55] PC Racamier.

[56] E Grinspon.

[57] R Roussillon.

[58] A partir del modo en el que G Bayle describe los clivajes.

[59] PC Racamier.

[60] Actualización significante dada en acto ya a través de lo actual.

[61] E Grinspon

[62] Recordemos que Roussillon enuncia a lacompulsión a la subjetivación dentro del automatismo de repetición, como un tercer principio junto al de placer y realidad, así como al retorno de lo clivado de la subjetividad como un cuarto vasallaje del yo (además del ello, del superyó y de la realidad).

[63]Fundamento de un superyó tiránico que extiende su imperio a cada ligadura, intrincación y moción pulsional objetalizante posible, sosteniendo un economía de guerra y de penuria. Tiranía ejercida con toda la energía de la pulsión de muerte del ello conferida al superyó, instancia que deviene totalitaria es decir surantimoi. Es este tipo de presencia patógena lo que nos lleva a intervenir con un tipo de tiranía que G Bayle la llama la tiranía de Eros, en nombre de las pulsiones de vida. Estas intervenciones implican un tipo de acto analítico inminente frente al movimiento anti proceso o reedición destructiva.

[64] P C Racamier.

[65] R Roussillon.

[66]M Berger.Albert Ciccone plantea que “el trabajo clínico se desarrolla en un encuadre, pero que es de inicio y ante todo un encuadre interno. Es este el que debe ser imperativamente respetado para construir y mantener una posición clínica receptiva y continente”.

[67] PC Racamier, tópica interactiva.

[68] R Roussillon.

[69] A Ferrant y A Ciccone la definen como “autística”.

[70] A Ferrant, A Ciccone.

[71] R Roussillon.

[72]Recuperación de la función de un superyó referida a promover los destinos psíquicos que se oponen a las regresiones pulsionales transgresivas extintivas.

[73] R Roussillon.

[74] E Grinspon

[75] E Grinspon

[76] J L Donnet

[77] R Rousillon.

[78]D Anzieu.

[79]B Rosemberg plantea que el masoquismo guardián de la vida “es la defensa del sujeto por el sujeto”.