Escucha singular de la persona del analista frente a soluciones narcisistas de sobrevida psíquica.
Eduardo A. Grinspon
Nuestros pacientes no nacen ni comienza con el trauma, son personas en “posición de pacientes de alguien” quienes a partir de aquellas experiencias que operaron como traumáticas, organizaron como pudieron su solución con la cual se nos presentan en sesión. Nuestra especificidad en familia y pareja nos enfrenta a su vez con las múltiples posibilidades en la articulación de estas soluciones y el equilibrio interdefensivo operante a partir de la sinergia de las corrientes defensivas singulares, que muchas veces opera de un modo patógeno. Esta dimensión patógena siempre deja un resto en un otro, a partir de quien y de diversos pasajes por el acto en nuestro espacio intersubjetivo transferencial, puede adquirir su función mensajera para alguien, un otro afín pero diferente disponible y utilizable.
¿Por qué enunciamos “nuestros” pacientes” y a que llamamos experiencia traumática alejándonos del término “dato” o “trauma”?. ¿Cuál es el rasgo diferencial dado por la solución narcisista de sobrevida psíquica[1]?
Al enunciar que “nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma”, no decimos que no hubo un trauma sino que “mi paciente no es el trauma” ni “lo que sufrió” sino que es “quien sufrió”. A partir del modo en el que R. Roussillon refiere a la experiencia de dolor vivida por alguien, retomamos la opción de experiencia y la aplicamos a experiencia traumática. Una experiencia vivida que ha dejado sus restos y que de algún modo se va a re-presentar en sesión dentro de una escena fija, estructuralmente invariante, ya sea en terapia individual o en terapia de familia y pareja. A partir del sufrimiento hoy presente y de los efectos que desde una posición implicativa nos genera esta invariancia, podemos imaginar, intervenir y generar las condiciones para la subjetivación de los restos de aquello alguna vez vivido aún no vivenciado o subjetivado. Es decir damos lugar a la posibilidad del trabajo de subjetivación ante retorno de las huellas perceptivo alucinatorias[2] representativas de esos restos, un modo de dar lugar dentro del equilibrio de pareja o familiar, a lo singular del sufrimiento “de alguien en su función mensajera para alguien”. Estos “restos presubjetivos del sujeto del propio dolor”, más allá de la eficacia de sus defensas actuales vigentes en su solución, siguen insistiendo y resistiendo (endurance sigular) “en espera del sujeto otro necesario para su subjetivación o nacimiento subjetivo posible”.
Por ejemplo un paciente quien en un estado de retracción encubierta sostenía un rédito narcisista identitario, siendo una función eficaz para rescatar y aliviar a un otro en su sufrimiento, refiere en sesión de un modo estereotipado a sus eficaces acciones. En determinado momento a partir de mi malestar “adviene en mí como imagen su estado de retracción “presente in situ en sesión”, “siempre solo y en función”, y a partir de esta imagen intervengo preguntándole “por su relación con un vínculo creíble y confiable”, el Sr continua diciendo “con mi perro el vínculo es claro y no hay traición”. Si bien el término traición refería a su relación con su padre intervengo nuevamente y pregunto: ¿usted tiene ombligo? Acompañado un gesto de asombro responde afirmativamente, ante lo cual continuo “o sea que fue bebe alguna vez”. ¿Pudo depender bien de alguien?
A partir de mi malestar emergen imágenes que devienen en interrogantes que al ser enunciados en sesión y dependiendo del modo en el que son recibidos por nuestros pacientes, se inaugura un tipo de comunicación singular de cada analista con cada uno de sus pacientes, dando lugar a la apertura co-alucinatoria encuadrante para el retorno de aquellos restos[3] aun no subjetivados. El Sr continua diciendo y refiriendo esta vez a mí, “pienso que a usted le va a interesar, yo cuando nací fui una pesadilla, no había como dormirme o calmarme y se turnaban día y noche para pasearme por la calle para que me durmiera”. Ante su afirmación identitaria sostenida por “yo fui una pesadilla”, aporto una intervención contra afirmativa[4], “usted no fue una pesadilla, fue un chiquito recién nacido que seguramente no encontró alguien disponible que lo pudiera recibir acorde a lo que usted necesitaba”. El Sr continua diciendo “a mí no me quisieron tener, con mi hermano tengo pocos meses de diferencia, yo nací como una pesadilla”. Ante lo cual intervengo diciendo “pero usted no nació como una pesadilla, usted no es lo que sufrió sino quien sufrió ese dolor, que aún hoy parece organizar su vida”.
Estas intervenciones parten de sensaciones de malestar que al no ser banalizadas, sostienen su insistencia y a partir de la singular (endurance) resistencia[5] de la persona del analista, se despliegan imágenes e interrogantes que conducen finalmente a una intervención. Dentro del paradigma relacional vigente en nuestros pacientes, al implicamos en sesión, nuestra intervención puede co-generar las escenas que expresen no solo el sufrimiento alguna vez vivido, sino también los recursos con los que este ser vivo pudo resistir para llegar a ser alguien para alguien en su solución posible.
Por ejemplo una paciente hoy adicta al maltrato incluso a la violencia física, razón por la que consulta, a partir de recuperar el sujeto del propio dolor, pudimos co-construir que siendo el objeto en quien su madre descargaba en momentos de desesperación llegó a ser “alguien para su madre”. Una relación fusional en un “cuerpo común” sin terceridad operante, su convicción era “la vida creíble es así”.
Sobrevivir psíquicamente en su dimensión narcisista implica una multiplicidad de matices, por lo cual no alcanza con enunciarlo como sufrimiento narcisista[6]. Es una “diversidad cultural”[7] dentro de nuestra conceptualización a la que tenemos que acercarnos dando lugar a “nuestras confusiones, dudas y diferencias con nuestra metapsicología habitual”. La experiencia traumática de alguien es referida como tal por nosotros desde nuestra perspectiva clínica. Otra paciente, hija del presidente de una exitosa compañía multinacional, desde que nació migró por el mundo como “parte del mundo de sus padres” en el cual se sostenía esta marca identitaria familiar. Siendo la menor de sus hermanos con mucha diferencia de edad, nunca le quedo claro por qué y para quien había nacido. Ante afirmaciones que de un modo circular retornaban a las consecuencias de diversas experiencias en las que primaba su “no lugar en el mundo del otro”, quedando finalmente abrazada a su propio dolor en un apego al negativo, se fue generando en mí un malestar al registrar que la sesión se tornaba previsible y que su vida parecía haber comenzado con estas experiencias. En ese momento comienzo a imaginarla “solita” y le pregunto “si fue chiquita alguna vez”, mi paciente “continua diciendo” que cuando estaba en Bs As, muchos fines de semana los pasaba en la casa de su niñera quien frecuentemente viajaba con ellos. Cambiando el gesto y el tono, comienza a describir esta casa humilde y ciertos objetos, una bolsa de agua caliente con una funda tejida como un osito con la que dormía, o la pelela debajo de la cama porque de noche hacia mucho frio. Estos objetos referían a lo que “su niñera” le aportaba pensando en ella y eran objetos aun creíbles. El modo y el tono como lo aportaba no refería a la chiquita parte de la escena de sus padres sino a las marcas que aun habitaban en ella por haber podido ser parte del mundo de su niñera.
Nuestro comentarios no refieren a lo sucedido “en lo real” a nuestros pacientes, una dimensión inaccesible que solo resta inconsciente[8], sino al modo en el que accedemos al trabajo de subjetivación historizante de las diversas experiencias alguna vez vividas. En el periodismo está instalada a partir del peso de la realidad objetiva, la frase “dato mata relato”, que me llevó a formular que en nuestra clínica “relato mata dato”. Nuestros pacientes no vienen a que les expliquemos las causas datificables, tenemos que co-construir un relato que de figurabilidad a la multiplicidad de experiencias traumáticas que confluyen en “lo actual” en una escena que se sostiene como “su marca identitaria” y que podemos esbozarla como “haber sobrevivido estando solo frente a su dolor (y a su pulsión[9]) en “presencia de la ausencia del objeto”. En lo actual esta escena se reactualiza en acto desde su posición de testigo implicado, re-presentando “haber sobrevivido estando solo frente a su dolor siendo testigo de la ausencia del objeto.
Esta escena puede acceder a la figurabilidad, rescatando al sujeto del propio dolor “ahora en presencia de la persona de su analista”, un objeto a co-construir en nuestro proceso a través del tiempo.
Los datos aunque refieran a documentos comprobables, al ser aportados en sesión en un vínculo con “su analista”, pasan a ser “un relato que al irse co-construyendo mata dato”. Esta es la razón por la cual en nuestras investigaciones no referimos a pacientes fuera de sesión, sino que mantenemos como innegociable que el paciente de quien vamos a hablar en un seminario, ateneo o en nuestro foro, refiere a pacientes en sesión con “su” analista quien desde sus registros va a relatar el relato que pudieron co-construir. Vamos construyendo “nuestros pacientes” y son estos a quienes escuchamos, les hablamos y a quienes luego referimos en sesión, en nuestro pensamiento en regrediencia[10] dado en los momentos de resistencia (endurance) singular. Estos son momentos en los cuales nos conectamos conectarnos con las vacilaciones del equilibrio defensivo y el modo en el que se presentan “para cada ser vivo” sus huellas perceptivas, expresión del retorno de los restos de experiencias traumáticas aun no subjetivados.
En su tránsito hacia el nacimiento subjetivo, nuestros pacientes tuvieron que nacer, respirar, constituir sus zonas erógenas, los autoerotismos, acceder al narcisismo y finamente al yo sujeto quien habla y como puede se nos presenta en sesión a partir de su solución narcisista lograda. A partir de nuestra posición implicativa resistimos (endurance) en nuestros momentos de malestar, confusión y vacío, sosteniendo un trabajo del negativo trófico que posibilita “a posteriori” que podemos referir a esta chiquita que en sesión pudimos presenciar en la casa de su niñera, o en otra paciente quien pudo aportar en sesión una foto siendo bebita con la cual pudimos co-construir a partir de mi registro que la mano de su abuela tomaba con ternura su piecito, un registro intersubjetivo transferencial de un encuentro claramente tierno alguna vez habido. Registro a partir del cual intenté interpelar a su cuerpo buscando su registro subjetivo singular de ese encuentro.
Los restos que quedan en las experiencias de supervivencia no dejan de insistir en búsqueda del objeto otro sujeto necesario para acceder a un sujeto en quien habitar, una búsqueda que genera una vacilación en los equilibrios inter-defensivos familiares o de pareja, una apertura a lo diferente y salida del impasse e impassé. Es necesario que podamos revisitar las experiencias vividas en la supervivencia, sin perder de vista que lo realizamos desde “lo actual” dentro de nuestra intersubjetividad transferencial y la lógica de la vida psíquica (en su diferencia con la lógica de la sobrevida psíquica[11]) .Nunca conoceremos aquello que sucedió, lo que sí, a partir de nuestro pensamiento en regrediencia vamos a poder acceder a una co-generatividad asociativa y recibir los restos que aun retornan, fruto de las readecuaciones defensivas graduales y progresivas.
Pensamos a la experiencia traumática en la supervivencia como una dimensión especifica que dejó sus restos, huellas perceptivas alucinatorias en alguien quien pudo apelar a su resistencia (endurance) para sobrevivir[12], Estos restos cuantitativos evidencian en su tránsito hacia lo cualitativo”, el modo que afectó a su narcisismo, y con lo que nos vamos a conectar en el espacio intrasesión es con su solución narcisista lograda. En estas soluciones subsisten restos de la experiencia vivida traumáticamente, que no dejan de insistir operando como interrogantes en búsqueda de la objetalización posible y necesaria. Hablar de interrogantes nos ubica en la incuestionable dependencia con la respuesta del objeto otro sujeto o el medio. ¿Qué es lo que hace que la respuesta del medio haya determinado que un interrogante somático como ser el hambre o frio, termine siendo traumático para ese ser vivo?
La articulación experiencia traumática- interrogante – medio, podemos pensarla tanto en referencia a los interrogantes somáticos vehiculizados por las necesidades biológicas a nivel de la auto conservación, como a los interrogantes cognitivos que se presentan en los hijos adolescentes o púberes frente a lo secretado en la pareja parental. Esta articulación y los recursos con los que se pudo procesar ese “tenso encuentro-desencontrado” es un tema muy vigente en sesión con este tipo de pacientes.
Existe una diferencia cualitativa entre un chico que al crecer y ante sus interrogantes frente a lo enigmático secretado, puede interpelar a sus padres obteniendo respuestas creíbles, de aquel quien ante su necesidad de resolver esta ecuación, es abusado narcisistamente en su dependencia necesaria y tiene que adaptarse a costa de sus propios interrogantes.
Una paciente quien siempre se “va y sale, manteniendo la vigencia estereotipada y paradojal de dos escenas”, refiere a una experiencia traumática que como “dato” enunciaba que su madre estaba deprimida en la cama y su nena ya no lloraba. Llego la muchacha y le dijo señora esta nena tiene hambre y le acerco la mamadera. Esa escena no es un dato es un relato “que habla” y adquiere sentido en nuestro espacio dentro del trabajo de subjetivación. En sesión al ir co-construyendo esta historia no referimos al orden de la verdad sino a la posibilidad de cada ser vivo de ir construyendo los matices que aclaren el sentido de su realidad. Por ejemplo esta escena refiere a momentos muy primarios en una dependencia univoca que si bien refiere de inicio a un “sin salida” (impasse), también “habla” del modo en el que pudo inscribir los matices del auxilio ajeno. No refiere solo al desastre que era su mama “para ella”, sino que desde su posición de testigo recibiendo el auxilio ajeno, relataba como esta mama desastre pudo escuchar y posibilitar el accionar de la muchacha. Con estos pacientes se da una co- generatividad asociativa, un trabajo de subjetivación historizante a partir del cual vamos co-construyendo una historia que aporta un sentido a su realidad.
[1]E Grinspon, San Pablo 2016,
[2]C Botella, R Roussillon.
[3]Trabajo del resto a partir de R Roussillon,
[4]intervención del analista ante afirmaciones identitarias de “nuestros pacientes en sesión”E Grinspon 2016.
[5]Endurance necesaria del analista frente a la presencia “en sesión” de trazas de la endurance singular de nuestros pacientes. E Grinspon 2016
[6] E Grinspon a partir de R Roussillon, Trauma narcisista primario.
[7]E Grinspon, S Pablo 2016 “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar”
[8] Refiero a “el inconsciente” en su diferencia con “lo inconsciente”.
[9] R Roussillon,
[10]C Botella,
[11]Perentoriedad, alivio, calma, tendencia al anonimato.
[12] ¿un equivalente a lo que luego en la lógica de la vida psíquica referiremos cómo decisión?