Eduardo A Grinspon.
Articulo presentado en el E congres 2020 de AIPPF, Discutidor Andre Carel
Preguntas de Andre Carel y sus repuestas a continuación del artículo.
El presente desarrollo es la continuación de un hallazgo clínico presentado en Lisboa[1] en el cual, a partir de nuestra “escucha de lo familiar” [2]en el espacio de terapia individual de uno de los padres”, accedimos a encontrar respuestas al “pasaje por el acto[3]de “sus hijos” en su función mensajera”. Diferenciamos el pasaje al acto que va a la descarga, de estos pasajes por el acto en su función mensajera dentro de la intersubjetividad familiar. Esta sostiene un equilibrio inter-defensivo que por ser pluripsiquico, plurinarcisista e intergeneracional es dinámico y en permanente readecuación. Así mismo fue posible relanzar hacia la subjetivación sectores clivados “en nuestro proceso de terapia individual”, sostenidos en “escenas fijas, privadas y patógenas” de quienes fueran “mis pacientes”. Eran pacientes quienes luego de una conflictiva separación y a pesar de estar separados hacía mucho tiempo, permanecían tensamente unidos a sus ex-esposas en una solución “entre dos”[4](a deux), dentro de la cual sus hijos quedaban cautivados y cautivos. Son soluciones narcisistas en las cuales los restos de experiencias traumáticas “vividas singularmente” pudieron transformarse “entre ambos”, en una herida narcisista referida y ligada en “lo actual” a un agente responsable omnipresente y siempre deudor. Un “siempre” sostenido por la configuración en cada miembro de la pareja parental de “su necesaria escena fija y privada”. Este tipo de alianza garantiza la eficacia de las corrientes defensivas singulares, logrando reducir la historia propia de cada uno a una escena fija co-sostenida en una articulación patógena atemporal[5]. Esta atemporalidad inevitablemente va a ser interpelada por sus hijos, razón por la cual este pacto patógeno puede llegar a convertirse en alienante[6]. Son pactos que sostienen la ilusión de autoengendramiento “a deux”, un sin historia[7] posterior al auto desengendramiento como lo plantea A Carel. A partir de la diferencia que enuncia R Roussillon[8] entre lo “clivado del yo” de “lo clivado hacia el yo”, en nuestra especificidad en el psicoanálisis de familia y pareja, diferenciamos lo “clivado en la intersubjetividad familiar”, de lo “clivado de la subjetividad de sus hijos”[9]. Un clivaje hacia su yo[10] de aquello que como consecuencia de la comunión de desmentida genitora parental”, no adviene a formar parte de su patrimonio subjetivo. Estos sectores clivados intra familiares condensan fragmentos de historia traumática, los cuales desde la perspectiva del hijo fueron necesariamente vividos en “su familia” y sostenidos para cada hijo, como “restos clivados de su subjetividad”. Restos que no cesaran en su insistencia de acceder al trabajo representancia[11] y apropiación subjetiva. Intentaremos explorar desde nuestra clínica el circuito interpulsional e intersubjetivo familiar por el que circulan estos retornos[12].
En las familias que dieron lugar a estos desarrollos un hijo quedó adherido al sufrimiento sin salida sostenido por la escena fija y privada de uno de sus padres, constituyéndose en un hijo cautivo al conjugarse con la posición entregadora de su otro genitor. Son familias que sostienen escenas en las que priman la tensión y la co-excitación centrípeta. Esta opera como una “seducción narcisista patógena”, a partir de la cual alguno de sus hijos queda cautivado y cautivo como parte de esa escena. De un modo indiferenciado y fusional esta pasa a ser “su escena”. Así mismo serán sus recursos para sustraerse y “gritar”[13]convocando a la terceridad posible, lo que le posibilitará acceder a su singularidad subjetiva.
En este desarrollo referimos a un matiz diferencial dado por el hecho que estos hijos cautivos a pesar de transitar situaciones extremadamente graves, poniendo repetidamente en riesgo su vida y alterando el clima familiar a niveles insoportables, no aceptan ni estabilizan un espacio terapéutico individual. Permanecen desde su oposición a “la terapia” como una preocupación omnipresente intrafamiliar, articulada a circuitos perversivos parentales. Una vacilación de estos es la consulta familiar muchas veces exigida por los hermanos, generándose frecuentemente procesos recorridos “en ausencia parcial del hijo omnipresente que “ya habita en todos”. Estos hijos a partir de sus pasajes por el acto mensajeros para alguien disponible, lograron que este equilibrio estático (en impassé) vacile. En la investigación anterior he partido de mensajes que emergieron en sesión individual, a partir de variaciones del tono de las afirmaciones que expresaron mis pacientes respecto a sus hijos. Esta agentificacion del hijo, habitualmente fusionado a su otro genitor, me llevó a revalorizar la entonación verbal expresada en afirmaciones referidas a estos hijos. Este registro “en sesión” me posibilitó pensar que el circuito de transmisión intrafamiliar podía darse a partir del trabajo del afecto[14], el cual partiendo de su vertiente somática inicia una búsqueda objetalizante hacia su vertiente psíquica. Al pensar al afecto como un continuum, es en esta búsqueda en la que nos implicamos por el intermediario del tono de las afirmaciones de nuestros pacientes. A partir de nuestra escucha implicativa en sesión, accedemos a una apertura coalucinatoria y nuestra repuesta subjetiva se integra en el circuito de transmisión intra familiar.
Es necesario revalorizar el efecto de nuestras intervenciones a partir de los circuitos mensajeros dados en familias en las que prima la tensión y la coexcitación centripeta incestual.
A partir de nuestra data clínica actual, me referiré a consultas en urgencias generadas a partir de hijos en riesgo de vida, omnipresentes en el clima familiar pero ausentes en la consulta y frente a las cuales nuestro encuadre interno, como base de nuestra escucha de lo familiar, posibilitó co-construir un espacio de terapia familiar. Una espacialidad que sostuvo procesos de subjetivación historizante “en familia” y cuyos efectos se extendieron más allá de nuestras sesiones alcanzando al accionar de estos “hijos omnipresentes en ausencia”. Adolescentes posicionados como hijos problema “sin salida”, pero “habitando” en todos los miembros de su familia. Se nos hizo presente simultáneamente “el miedo a que este hijo se termine destruyendo, junto al hartazgo frente a la imposibilidad que deje de trastornar la vida familiar”[15]. La “posibilidad de muerte en la realidad intrafamiliar” es lo que opera como punto de fijación limite a las complicidades perversivas desubjetivantes.
Si bien iniciamos estos procesos con el fin de lograr un abordaje adecuado para este hijo, otro hallazgo clínico fue registrar el modo en el que simultáneamente comenzaban a darse cambios en el accionar de este hijo “omnipresente en familia” pero “en ausencia en nuestra sesión”. Es decir en ningún momento pudimos dejar de pensarlo como un hijo presente a su modo, habitando “en los otros” y ya también en mí. Este registro intersubjetivo transferencial[16] me llevó a intervenir y co-generar un canal de comunicación con este hijo, tanto enviándole mensajes por medio de los miembros de su familia, convocándolo a una sesión “vincular con uno de sus padres” o por mensajes via Wapp luego de cada sesión familiar. Es de mencionar que estos hijos no fallaron a esta convocatoria. Ante los cambios tróficos que se dieron en el accionar de estos hijos nos surgió el interrogante acerca de si estos fueron ¿“a pesar de” o “gracias a” su ausencia en nuestras sesiones?
Ejemplo clínico
En la primera sesión solicitada telefónicamente y que operó como motivo de consulta se presenta una pareja de padres. Lo enuncio de este modo porque este desarrollo fue pensado a partir de la familia que cada hijo pudo constituir. La esposa muy angustiada relata que uno de sus hijos (el mayor de 17 años) en plena crisis y estado de desesperación le confesó haberle sacado y vendido un aparato electrónico de su hermana. Usando ya el plural, continúa diciendo que para evitar problemas entre hermanos, los padres decidieron restituirlo. Con un tono confirmatorio de la sin salida de este hijo, afirma que luego de un tiempo volvió a vender otro objeto similar de su hermana menor quien está ahora en plena crisis. Continúa la madre planteando que “su hijo” hace 3 años cambió al extremo de no reconocerlo, modificando tanto su aspecto físico como su vestir y refiere su marginalidad a presuntas adicciones. Una singularidad en el accionar de este hijo fue su ausentarse in crescendo, hasta desaparecer por tres días sin saber dónde podía estar. Una presencia en ausencia que en sesión pasaba a ser un grito de alguien hacia alguien, “es imposible que acepte un límite y se niega absolutamente a reiniciar una terapia luego de varios fracasos”. Un hijo ya “problema” gravemente afectado y afectante, quien no se hace cargo de las consecuencias graves que sufren otros en posición de testigos. ¿Un pasaje por el acto mensajero que deja restos en los testigos? El clima familiar “ya es” insoportable” por las escenas de violencia verbal que imperan”.
Llama mi atención la posición del padre quien acompañaba pero sin una emoción definible. Al interpelarlo me encuentro con un padre quien enuncia que ya se hizo de todo pero “él es asi”, no acepta nada de su familia y sus hermanas no lo aguantan más. Un relato desde la desesperanza y el hartazgo pero sin la desesperación materna que aun enunciaba una búsqueda. Registro que este hijo cautivo estaba ubicado en alguien “insoportable y perdido en familia”, pero “sus padres y los efectos de sus gritos estaban en sesión conmigo”. Les planteo que hubo un “primer grito intrafamiliar” no registrado, al momento de restituir el aparato electrónico a su hermana. Razón por la cual este hijo volvió a gritar dentro de su familia convocando a sus hermanas. En la segunda sesión acordamos que nombrándome iban a comentar “en familia” las dos consultas que ya habíamos tenido, explicitando “todo lo no dicho” y propuse una sesión familiar en esa semana[17].
Es de extrema importancia pensar el valor del motivo de consulta en familias en las que imperan los movimientos perversivos y la incestualidad. Nos encontramos con la posibilidad de implicarnos en los momentos muchas veces fugaces de vacilación del circuito interpulsional trans-subjetivo familiar. Este sostiene en su proceso de transformación de excitaciones cuantitativas en representantes afecto, una búsqueda objetalizante necesaria para acceder al trabajo de representancia (o de simbolización). Es en esta búsqueda en las que nos implicamos desde nuestra subjetividad, historia y experiencia clínica.
Diferenciamos cada familia “en casa incestualmente sin salida” bajo la primacía del sur-anti-moi familiar[18], de la misma familia frente a “nuestra escucha de lo familiar” como analista en persona implicada dentro de los pliegues posibles. Nuestra presencia y disponibilidad sostiene el clivaje trófico entre nuestro superyó y el super-anti-yo familiar. Una función anti-extintiva tendiente a partir de nuestro “resistir (endurance[19]) durando y durante”, a constituir lenta y gradualmente su “objeto analista en persona intrafamiliar” (destruido encontrado creado[20]) sostenedor de una terceridad a operar también “en casa”.
Primera sesión familiar en la que este hijo “cautivo” en presencia “me comunica” que no va a venir más, que la terapia es “un verso”.
En un clima muy tenso en el cual la hermana menor no cesaba en su “silencioso llanto”, la madre enuncia desde el tono en el que ella lo recibía, un insulto impúdico propinado por “su hijo”. Un tono convocante al que este responde sin dilación, reafirmando nuevamente el insulto desde “pero si vos sos”. Una afirmación identitaria[21] que re-presenta en mí el hijo sin salida que ya me había presentado su padre al decir “él es así”. Preguntando por la presencia de insultos, la madre “continua diciendo” que este hijo sabiendo el dolor que le causaba, la seguía insultando enunciando las mismas frases con las que la atacaba su propia madre. Una “escena a los gritos” y “a gritos para alguien”, en la que la tensión y los tonos hicieron presente una fusión “madre—hijo” sin función paterna, tanto frente a la historia de esta madre con su propia madre, cómo a la de su hijo presente en sesión. Ante los efectos en mí de la presencia en ausencia, del padre, intervengo convocándolo a implicarse y dirigiéndome a la madre dejo planteado el interrogante por los maltratos sufridos y conocidos por este hijo.
Este hijo no retornó a las sesiones pero sus tonos y efectos operaron como restos a partir de los cuales, ya en proceso, pudimos dar figurabilidad a las escenas fijas imperantes en esta madre y las respuestas de sus hijas pidiendo un padre que interviniera y salga de su escena fija singular. ¿Pero, con el accionar de quién? ¿De este hijo destructivo? o ¿con el accionar de su esposa?
Intentando entender evoluciones en las que registramos modificaciones en el accionar del hijo problema omnipresente pero “en ausencia” durante el proceso recorrido.
Considero que sostener en sesión la posibilidad de la presencia en ausencia del hijo cautivo, posibilitó la liberación de un sector de este hijo quien pudo dejar de apelar a sus pasajes por el acto violentos y riesgosos, y pasar a ser otro testigo implicado “en ausencia” en nuestro proceso. En sesión el grito en hartazgo y desesperación[22]del medio familiar referido al hijo cautivo como agente, me llevó a sustraerme e intentar encontrar un sentido al sin sentido sostenido a su vez por la sin salida referida a este hijo. Un sin salida con alto nivel de riesgo de vida, ante el cual registro mi soledad e impotencia en acceder a un tipo de intervención. Este registro subjetivo transferencial me llevó a sustraerme de la coexcitacion fusional y al reconectarme con el grupo “desde mi singularidad “me encuentro” o “encuentro” sectores singulares disponibles” que posibilitan matices diferenciales dentro de la escena tensa y fusional. Apelar desde mi búsqueda a sectores no desvitalizados en testigos singulares vigentes nos permitió “hacer presente en familia” restos del sufrimiento en impasse sostenidos en las escenas fijas de la solución a deux parental. Un trabajo del resto y ejemplo del circuito co-alucinatorio[23] posible en situaciones extremas.
En sesión. Al sustraerme de la co-excitación centrípeta[24] vuelvo a preguntar a una hermana por la situación vigente. Esta hija refiere lo intolerable que son los desbordes impúdicos de su hermano “gritándose con su madre”. Al intentar implicarme en esa escena, su madre cambia el tono y defendiéndose contesta a esta hija en un tono en el que percibo su convocatoria a una escena de aferramiento contestatario a deux, ya conocida por mí.
Se genera una escena familiar intrasesion en la que detecto una hija (en referencia tanto al hijo cautivo “en ausencia” como a esta hermana presente en sesión) convocando una terceridad y también una madre desesperada aferrada y convocando a su pareja parental. El padre en presencia tornado un padre entregador y cómplice. Dirigiéndome a este aporto mi registro y lo convoco a intervenir frente a la escena” sostenida por la desesperación entre madre e hijo. Buscando al testigo del propio sufrimiento padecido, pudimos co construir que los gritos de desesperación en la madre convocaban a “su hijo” a escenas degradantes homologas a las vividas por esta frente a la violencia extrema de su genitora “no madre en función”, y en las que “también” estuvo en juego el valor de su vida. Esta mama hoy solo podía denunciar situación de riesgo pero no sentirse madre de sus hijos ya adolescentes. También pudimos acceder a escenas del hoy padre frente a la ausencia de su propio padre
Ante estos registros dados en ausencia del hijo cautivo indico que compartan en familia lo hablado en sesión y lo convoco a una sesión vincular con su padre.
El hijo acepta y en sesión ante el silencio de su padre, comienzo preguntándole por sus ausencias en su familia. En estas sesiones dadas “en su presencia” yo me seguía dirigiendo al hijo “que ya habitaba en mi”. Comienza un esbozo de dialogo entre ambos, en el cual yo intervenía preguntando lo que el padre evitaba y a su vez ponía en palabras los interrogantes que había imaginado en su ausencia. Pudimos incluir las escenas vividas por su madre aun no compartidas con este hijo, así como escenas de su padre frente a la ausencia de su propio padre. Esto me posibilitó ir de-construyendo a posteriori en sesión familiar la tensión fusional y acceder tanto al sufrimiento innombrable en la madre así como la escena fija en el padre sostenedora de su presencia física pero en ausencia psíquica. Una ausencia mensajera en sesión que me posibilitó hacer presente al padre en función convocado por mí en sesión vincular con “su hijo”.
Conclusión.
En familias en las que imperan la incestualidad,”soluciones narcisistas entre dos” (a deux) y movimientos perversivos de lo singular de cada hijo, es difícil acceder a un motivo de consulta familiar. El maniobrar de la alianza parental convoca a sus hijos a una adaptabilidad ant-inarcisista[25] y si bien estos tienden a quedar cautivos dentro del magma familiar , existen restos de su sufrimiento, lo propio no reductible que “aún grita” convocando las situaciones clínicas “familiares” que intento describir. Se inaugura la posibilidad de implicarnos en la transferencia por retorno[26] de lo “aun” no subjetivado, de aquello clivado de la subjetividad del hijo. Son los hijos en un estado limite dentro de su familia”, quienes por medio de sus pasajes por el acto convocan la terceridad posible.
El abordaje familiar en ausencia de estos hijos pudo dar respuesta a sus acciones mensajeras. Gritos mensajeros que no fueron hacia los servicios hospitalarios o policiales, sino que se dirigieron hacia nuestro espacio alojante, de tramitación y elaboración. En estas procesos trasferenciales si bien comenzamos a partir de un hijo cautivado, el proceso nos posibilitó implicamos en la vacilación de los clivajes intrafamilaires y desde una perspectiva intergeneracional dar acceso al retorno de los restos del sufrimiento padecido por cada hijo dentro de su familia. Pensamos la singularidad de la pareja parental en cada unidad familia, como un nodo en el proceso de transmisión”[27] dado a partir del circuito interpulsional intrafamiliar. Esta conceptualización nos permitió abordar tanto la transmisión “de lo traumático” de un “modo traumático a través” de generaciones como a sus posibilidades tróficas dadas a partir de nuestra posición implicativa en sesión.
Preguntas de André Carel a Eduardo Grinspon.
Estoy muy agradecido a Eduardo Grinspon por darnos un testimonio de su complejo pensamiento clínico y teórico, muy esclarecedor sobre el trabajo del psicoanalista en sesiones familiares, en situaciones – al límite de la analizabilidad.
Para interrogarte, Eduardo, me centraré en tu ejemplo clínico en el que, desde las primeras reuniones, el analista se ve confrontado a la dificultad de establecer un marco y de perlaborar su contratransferencia. Una pareja de padres consulta para exponer su desesperación e impotencia ante el comportamiento del hijo mayor, de 17 años, que roba a sus hermanas y ejerce mucha violencia verbal en el hogar. Así se pone en peligro a sí mismo y a su familia. Se niega a todo cuidado. Está ausente de la familia de una manera que usted describe como «presencia en ausencia» o incluso «omnipresencia en ausencia», lo que a su vez siente.
¿Es esta una formación paradójica que confunde la presencia y la ausencia? ¿Cómo llegó a usted la fértil metáfora del grito que comienza a poner la verdadera presencia, significado, mensaje e historia en la enigmática conducta del hijo y de toda la familia? ¿Puede ampliar un poco la idea que le es tan querida de que el analista se involucra entonces en persona, incluso en esos momentos fugaces que surgen durante la sesión? ¿No son los sentimientos de soledad e impotencia que reportas una señal de que estás inmerso en este sentimiento negativista compartido con la familia? ¿No evoluciona entonces este sentimiento hacia la «obra de lo negativo», progregando, apoyándose entonces, como usted dice, en los «sectores no desvitalizados de los testigos actuales»?
Eduardo, también compartes con nosotros, a través de esta clínica, tu inventiva en la co-construcción del dispositivo de análisis: envías al hijo ausente, a través de varios canales de comunicación, una firme invitación («convocatoria») para que se ponga en contacto contigo, es decir, para hacer un acto de presencia.
Esta forma de hacer un acto de presencia, que podría considerarse no conforme a las reglas habituales, ¿no sería, en realidad psicológica, lo que me gusta llamar «una oferta superyoica» por parte del analista, es decir, la manifestación de este superego benévolo y del ideal del yo templado que parece haber faltado tanto en la historia de la familia y que comenzará a transformar en libido el componente defensivo incestuoso activado por las reminiscencias de las experiencias de la catástrofe?
Eduardo, aprovecha la oportunidad, en este texto necesariamente breve, para indicar algunos ejes de reflexión que desarrollas en otros textos más explícitos que te invito a leer. Nos da a pensar en las dos formas de división: la división en la subjetividad y la intersubjetividad y la división más invalidante que tiende a ponerlas fuera de la psique viviente. Añades esta clínica de «la escena fija y privada atemporal» en la alianza de la pareja.
Mi pregunta es doble y puede formularse de la siguiente manera: ¿estamos allí en presencia de procesos defensivos fetichistas, incluso perversos y narcisistas? ¿Podrían ser signos de un proceso de luto melancólico transmitido en la historia generacional?
Su texto es rico en múltiples vías de reflexión que dan testimonio de su creatividad y rigor. Le agradezco una vez más.
Andre Carel
Respuestas en dialogo con las preguntas de André Carel.
Querido Andre Carel, en primer lugar te agradezco enormemente la posibilidad de dialogar acerca de nuestra posición frente a estas familias en estado límite. Pienso que nuestra posición clínica conceptual son muy afines respecto a una clínica del proceso. Es muy pertinente tu mención acerca de nuestra oferta superyoica. Diferenciamos cada familia «en casa sin salida» bajo la primacía del “surantimoi familiar, de la misma familia frente a «nuestra escucha de lo familiar» como analista en persona implicado en los pliegues posibles. Nuestra presencia y nuestra disponibilidad mantiene el clivaje trófico entre nuestro superyo y el super-anti-yo familiar. Una función antiextintiva que tiende a resistir y a constituir lenta y progresivamente su «objeto analista intrafamiliar en persona», sosteniendo una terceridad vigente también «en casa».
Respecto a cómo establecer un encuadre, es nuestro encuadre interno el que nos posibilita resistir y sostener una posición y escucha en la que se articula nuestra historia personal, formación y experiencia clínica.
Pienso a la transferencia posible y necesaria en estas familias, como una intersubjetividad transferencial, en sus dos vertientes A) una espacialidad en la que al implicarnos es nuestra disponibilidad subjetiva la que posibilita el acceso a un “a posteriori” no confirmatorio ni explicativo, sino parte adviniente del trabajo de subjetivación historizante posible. B) un neogrupo en el que se da la posibilidad de la penetración actuada del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias. Es esta toxicidad de la que al sustraerme recupero mi posición de analista en persona con memoria y una mirada prospectiva (en espoir).
Respecto a la omnipresencia en ausencia, fue el nivel de hartazgo y desesperación ya tendiente a la desesperanza vigente en la consulta de la pareja parental, lo que me permitió registrar la omnipresencia en ausencia de este hijo, e imaginar–pensar una respuesta continente que aún le dé a este hijo “en su familia” un camino diferente a su muerte. Desde mi posición implicativa registré que los padres de este hijo estaban presentes en una primera consulta transmitiendo un pedido de este hijo ya instalado y habitando tanto en sus padres como en sus hermanos. Un grito del hijo gritado desde un cuerpo común incestual “padres, hijos” y testigos aun no desvitalizados convocando una terceridad. Mi posición de testigo en búsqueda del testimonio. A estos gritos en familia los pienso como “pasajes por el acto mensajero” de un hijo en quien el afecto pasión se torna signo o señal para alguien disponible que resista (endurance necesaria) la coexcitacion centrípeta. Este registro nos llevó a repensar el trabajo del afecto en la transmisión y circulación intra- familiar.
Son decisiones que vamos coconstruyendo en nuestra intersubjetividad transferencial y que a su vez son parte de del modo singular en el que nuestro resistir (endurance) a la destructividad, posibilita la presencia del objeto destruido-“co-alucinado”-creado-encontrado, “ahora” subjetivamente disponible y utilizable. En estos grupos familiares es predominante, un demasiado lleno tóxico y fusional que opera como un contenido perversivo que tapona las fallas de una continencia adecuada, la intimidad emocional es reemplazada por la co-excitación.
Efectivamente Andre estamos en presencia de familias en las que imperan movimientos pervesivos narcistas y clivajes intrafamiares. Son familias en las que nos enfrentamos con problemas de continente. Desde el inicio sostuve la co-construccion gradual y progresiva del continente posible, respetando las posibilidades defensivas de la familia. Me refiero a intervenciones, por ejemplo mi propuesta en un inicio de mencionar en familia nuestras dos primeras entrevistas, así como convocar a posteriori al hijo a una entrevista con su padre. Son familias en las que diferentes contrainvestiduras operan como un “masoquismo guardián del clivaje” al cual, articulando el pensamiento de Benno Rosemberg y de R Roussillon, lo pensamos como un masoquismo guardián “de sobrevida psíquica” en referencia al tipo de soluciones narcisistas articuladas. Tú mencionas muy acertadamente, la vigencia de un trabajo del negativo al que enuncio como un trabajo del resto. En esta situación de retorno dentro de “nuestro espacio intra e intersesiòn”, lo clivado “de la” subjetividad del hijo” pasa a ser “lo clivado en” nuestra intersubjetividad transferencial” que abarca al hijo, su familia y a nosotros implicados como “su” analista familiar.
Ente las consecuencias perversivas en familia, nos encontramos con los movimientos fetichizantes sobre un hijo. El maniobrar de la alianza parental convoca a sus hijos a una adaptabilidad ant-inarcisista y si bien estos tienden a quedar cautivos dentro del magma familiar , existen restos de su sufrimiento, lo propio no reductible que “aún grita” convocando las situaciones clínicas “familiares” que intento describir.
Tú preguntas como me acerque al concepto de “gritos en nuestros registros intersubjetivo transferenciales”. Pienso que en un inicio fue a partir de familias en las que primaban la coexcitación, las descargas y un nivel de gritos que han arrasado la puerta de mi consultorio. En una de estas experiencias se generó en mi un malestar “en sesión”, y al salir de la sesión “me encontré con la expresión” de mi secretaria impactada por los gritos. El encuentro de mi malestar con su expresión fue uno de los orígenes en pensar que las descargas impúdicas e imparables en familia condensan gritos para alguien disponible y utilizable.
Vuelvo a agradecerte profundamente el inicio de este dialogo a continuar.
Eduardo Grinspon
[1] Coloquio de Poiesis enero 2020.
[2] E Grinspon, 2020 “Escucha familiar en terapia individual. Acceso a los interrogantes por el origen en hijos de un encuentro des-encontrado y su derivación identitaria”.
[3] R Roussillon 2008 « Le jeu et l’entre-je(u) »,
[4] E Grinspon 2016 “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar.”
[5] Escena que puede eternizarse al desplazar sobre sus hijo las deudas ya prescriptas (presencia del negativo) y de las que cada uno se siente acreedor.
[6] R Kaes « les alliances inconscientes »
[7] PC Racamier. « Le genie des origines » « L’inceste et L’incestuel »
[8] R Roussillon 2014 «Un processus sans sujet ».
[9] E Grinspon “Articulación entre lo clivado en la subjetividad parental y los efectos del retorno de lo clivado de la subjetividad del hijo, producto del trabajo de lo secretado”.
[10] también llamado estructural
[11] R Roussillon, trabajo de simbolización necesario.
[12] Ante este tipo de familias es necesario diferenciar el continente de sus contenidos, nuestra posición implicativa tiende a co-construir desde el inicio el continente intersubjetivo necesario para que advenga aquello que aun pulsa en búsqueda de su representancia y la apropiación subjetiva.
[13] Llamamos grito en estos hijos a su accionar en desesperación y mensajeros para alguien disponible.
[14]A Green « Discours vivant”.
[15] Un matiz vigente silenciosamente en la pareja parental y gritado por el sector hermanos.
[16] E Grinspon “La intersubjetividad trasferencial”
[17] Ante este tipo de familias es necesario diferenciar el continente de sus contenidos. Nuestra posición implicativa tiende a co-construir desde el inicio el continente intersubjetivo necesario para que advenga aquello que aun pulsa en búsqueda de su representancia y la apropiación subjetiva.
[18] PC Racamier, surantimoi et sur anti ideal du moi singulier…exige « de croire tout en interdisant de savoir. Ce n’est pas une loi, c’est une tyrannie. Elle interdit mais ne protège pas. Il présente la vérité comme faute, la pensée comme un crime et les secrets comme intouchables ».
[19] Grinspon 2016 Apertura de la posibilidad co-alucinatoria y acceso al trabajo de subjetivación historizante en TPFP. Endurance necesaria del analista frente a la presencia “en sesión” de trazas de la endurance singular de nuestros pacientes.
[20] R Roussillon.
[21] En sesión cuando registro yo soy , por ser capicúa (yo s oy) lo registro como un rasgo especular-
[22] En el cual subyace un amago de desesperanza.
[23] E Grinspon 2018 “El concepto de lo alucinatorio y su aplicación en nuestra especificidad en TPFP”.
[24] A partir de C Chabert “quizás actuados por los afectos provenientes del grupo familiar”
[25] F Pasche. 1991 “L’antinarcissisme”
[26] R Russillon.
[27] E Grinspon 2020 “Orden o desorden en las generaciones”.