Eduardo A Grinspon.
Trabajo del resto en la transferencia por retorno[1].
El abordaje de las afirmaciones identitarias en el ámbito de la sesión, enfrenta al analista a las posibilidades de vacilación de una coyuntura clínica altamente patógena. La tendencia al estancamiento (impass) y a la atemporalidad (impassé) nos implica en la necesidad de sostener, relanzar al trabajo de subjetivación historizante[2] de lo que permanece “clivado”[3], ya sea “en la subjetividad” de la configuración “pareja/familia” o “de la subjetividad” de alguno de sus miembros. Aquello aún no subjetivado, se nos manifiesta en sesión como signos perceptivos, a partir del retorno de huellas perceptivas singulares (C Botella) en concordancia a lo que enuncia R Roussillon como una “actualización perceptivo alucinatoria”. En sesión a partir de “lo actual”, esta actualización evidencia el retorno compulsivo[4] de aquello que “está en resto de la experiencia traumática singular y que no cesa en su insistencia en espera de la simbolización”. Este “resto aun” en su dimensión cuantitativa, retorna en búsqueda del objeto otro sujeto necesario para acceder al trabajo de figurabilidad[5] y subjetivación. En la especificidad de la Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja, a partir de la vacilación del equilibrio interdefensivo vigente nos acercamos a la posibilidad de la trasferencia por retorno[6] y al trabajo de apropiación subjetiva[7] de estos restos subyacentes.
Como resultado de esta situación, estos restos se re-presentan “también” en el espacio intersubjetivo transferencial y generaron los siguientes interrogantes:
- Al estar el analista “personalmente implicado[8]” ¿De qué manera este retorno se “presenta” en sesión en relación a su reverie posible?
- Estas configuraciones transferenciales implican al analista dentro de escenas fijas y estereotipadas, que le generan malestar, confusión y asombro, provocándole un encuentro con sus propios registros subjetivos.
- Son configuraciones transferenciales en las que nos encontramos implicados dentro de escenas fijas y estereotipadas. Decir “nos encontramos” no es casual, ya que a partir de nuestro malestar, confusión y asombro, nos encontramos con nuestros propios registros subjetivos.
- Las escenas se sustentan en la interacción de personajes cuyas posiciones subjetivas en su rigidez e invariancia sostienen y refuerzan recíprocamente la vigencia de las corrientes defensivas singulares.
- Se constituyen “en un entre deux” afirmaciones identitarias, que expresan la derivación identitaria de cada solución narcisista de sobrevida psíquica lograda y que desde la perspectiva de la metapsicología individual son descriptas como rasgos de carácter.
- Estas afirmaciones identitarias “deben” sostenerse dentro de paradigmas relacionales fijos, ya que para cada uno de estos pacientes su solución narcisista singular fue “su” modo de resolver “su” necesidad de ser alguien para alguien. Aun en condiciones extremas de supervivencia física y psíquica debe mantenerse de algún modo presente (incluso alucinando o delirando) a un humano otro “como uno”.
Volviendo a la experiencia en sesión de TPFP y pensando que el retorno de estos restos, son retorno “de alguien” “para alguien, el analista se encuentra implicado como participe en el siguiente transito:
- Trabajo “del resto”.
- Poder cuestionarse si la re-presentación[9] para alguien, está dirigida a él, considerando su posición implicativa. Prestarse a sostener una reflexividad necesaria que dará apertura a un continuum co-alucinatorio[10] inaugural, a partir del cual la presencia e intervención del analista facilitará el acceso al trabajo de figurabilidad[11] necesaria para el trabajo de subjetivación en los pacientes. Para alcanzar esa calidad de presencia no debe banalizar ni desvitalizar sus propias sensaciones de malestar y confusión, que traen a la luz sus propios “registros e interrogantes” insistentes.
- Establecer el modo singular de resistencia (“endurance”) de cada analista para sostener en momentos puntuales de la sesión, la continencia necesaria y la apertura co-alucinatoria para lograr la receptividad del resto cuantitativo de lo aun no subjetivado, que retorna en búsqueda de su presencia y disponibilidad como un otro sujeto y su pulsión, necesario para el acceso a lo cualitativo.
Consideramos que a partir de la posición implicativa se sostiene el efecto de presencia en sesión, brindando la co-generatividad necesaria para pasar de la re-presentación dentro de la intersubjetividad transferencial a la representación para el paciente.
- Determinar el modo en que el analista “se implica”.
- Considerar en la sesión y en el espacio inter-sesión, a las sensaciones de malestar y confusión que le pertenecen y permiten al analista sostener la presencia de la dimensión del testigo, tanto del testigo intra-subjetivo[12] propio, como del testigo intra-subjetivo del sufrimiento que padece “su paciente”.
- Se hace presente un tipo de reverie sostenida por la posición de “objeto otro sujeto y su pulsión” mantenida por el analista, frente a pacientes y familias que no pueden soñar.
- Tránsito en la transformación del registro subjetivo transferencial singular de cada analista, en una intervención.
- Travail de Passibilite[13]. Passeur.
- Trabajo de pasaje por medio de un objeto de transición en su diferencia con el transicional[14].
- Emprender un trabajo de pasaje por medio de un objeto de transición. Para ello puede servirse de la imagen metafórica desde lo biológico y la función de las enzimas en el proceso de transformación: el analista pre digiere lo indigerible y no metabolizable del sufrimiento narcisista padecido por “su paciente” y comparte desde lo afectivo generando un espacio “entre dos intersubjetivo transferencial”, accediendo “en lo actual” a lo pensable y nombrable entre “humanos”.
- Asumirse como un objeto de “transición” y “no transicional”: ser objeto de transición para el interjuego[15] que posibilita una travesía, una movilidad en el espacio “externo interno”, para que el paciente alcance lo que le es propio y singular[16]. Jerarquizamos la diferencia con el objeto transicional que favorece la creación de una zona intermediaria entre un “adentro y un afuera”, una zona de no diferenciación que desdibuja el origen y la pertenencia, colocando a su paciente en una zona transicional entre sujeto y objeto.
- La posición implicativa ubica al analista a partir de sus registros subjetivos transferenciales dentro del paradigma relacional[17] sostenido de un modo “vital-identital[18]” por estos pacientes.
- A partir de su malestar y confusión, poder recuperar la capacidad de imaginar apelando a sus propios registros, que convocan e interpelan archivos de escenas vividas durante el proceso terapéutico recorrido, así como también de la propia historia personal del analista.
- Evaluar el destino que el analista dispone para esas imágenes que le son propias pero han sido motivadas dentro de la situación analizanteco-construida.
- Intervenir dentro de la escena jugada en el espacio intersubjetivo transferencial.
- Visualizar la potencialidad de un trabajo del trauma en dos tiempos: una primer tiempo sustentado en la labor “con el analista”, como un objeto de pasaje y facilitador dentro de un espacio “co- construido entre dos” (paciente – analista), para dar luego lugar en una segundo tiempo al trabajo de subjetivación y apropiación singular.
Reflexión clínico conceptual que dio origen a “intervenciones contra-afirmativas”frente al estancamiento de un proceso y su diferencia con su interrupción.
Un disparador para este desarrollo, fue nuestro malestar frente al estancamiento de procesos terapéuticos con parejas y/o familias, no referimos a la interrupción sino al estancamiento o impasse, especialmente en el tratamiento de parejas, ya que la presencia de los hijos en la familia, detonan interrogantes que muchas veces relanzan los procesos. Aclarando: Llamamos estancamiento a un registro advenido en el analista a partir de su malestar intra e inter sesión, es decir, es nuestro registro subjetivo singular que evidencia el estancamiento. Este matiz tiene su importancia, ya que si pensamos en el estado de los equilibrios inter defensivos[19]en familia y pareja, al acceder al estado de exitoso fracasado[20], puede mantenerse en estado de “impasse” de un modo atemporal, pero al incluirnos e implicarnos subjetivamente, articulando nuestra historia subjetivo transferencial en el proceso recorrido con nuestra historia personal, el equilibrio inter defensivo, pluripsíquico y plurinarcisista puede acceder al estado de “fracasado en búsqueda de una diferencia”. Un pasaje del sufrimiento sostenido “en desespoir” y sin salida, a un sufrimiento “en espoir”[21], que al ser en búsqueda del objeto posible ¿nosotros?, ya es del orden de la herida narcisista y la falta. Si no accedemos a esta derivación en espiral y trófica, entramos en un circuito de complicidad y nuestros pacientes y familias pueden mantenerse en la re-edición del más de lo mismo de un modo atemporal. Es el malestar de cada analista en los procesos vividos lo que conduce a una modificación. Por esta razón, no son nuestros pacientes los que van a plantear el estancamiento, es nuestro malestar[22] que alguna vez llamé “hartazgo, cansancio, somnolencia, registro somático,” entre otros, que nos lleva a auto sustraernos del magma incestual y a partir de nuestro padecimiento singular intervenir de algún modo[23].
En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa. En una de estas parejas, luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré” enunciando de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. Si bien no fue claro en ese momento, porque lo enuncié de este modo, fue notable y causa de asombro, el efecto trófico que ha tenido.
Luego de una primera experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevó a sostener esta posición y a desplegar interrogantes a partir de “lo sucedido en mí y sus derivaciones”.
Al enunciaren sesión “como analista en persona”, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de “impasse” útil, sin tensión, en el que “me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor”. Es decir de un modo personal, luego de enunciar al dolor, continué aportando la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo no estratégico.
Al intervenir sosteniendo una posición clínica implicativa en la que:
- en lugar de explicar “desde afuera” de la escena, enuncia en una afirmación que refiere al plural ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!
- Pude registrar que ante esta enunciación “implicativa” de “su analista en persona”, esta pareja en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, dio espacio suficiente para que tuviese lugar un silencio expectante en ambos, que sirvió para promover o convocar que continuara hablando y accediera en este caso singular, a la dimensión cualitativa de la vergüenza. Podría abordarse una segunda lectura, en la que esta escena se yergue como una referencia a un otro, a la presencia de una “tercera” mirada, y a través de la misma se produce la recuperación del pudor alguna vez avasallado, y la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad.
- Al dirigirse la Sra a su esposo y refiriendo al nombre de la persona del analista presente, le pregunta si este conoce un dato especifico de su historia. En una referencia a la terceridad vaciló el aferramiento pudiendo el Sr aludir a su sufrimiento singular.
- Mientras por mi parte interpelaba mi archivo de escenas, el Sr continuo desplegando un sector de su historia referidas a las situaciones singulares en las que su padre fallece antes pocos meses antes que el nazca.
- Esta mutación en el desarrollo acostumbrado de la sesión, permitió el despliegue de un sector de la historia del Sr refiriendo a situaciones singulares y consecuencia de la pérdida un padre “en ausencia” y solo conocido por referencias.
- Experiencia traumática familiar que alteró la posición subjetiva de su madre quien comenzó un periodo de penurias económicas casándose luego de varios años con un agente proveedor con graves movimientos perversivos que afectaron y están implícitos en la solución narcisista del Sr.
- Es notable que la pregunta sostenida por su esposa en sesión, pudo apelar a la memoria saliendo del impassé y del aferramiento. Adviene lo desconocido de “mi paciente” y le permite ser rescatado de permanecer coagulado en un sector de su historia nunca hablado, accediendo al trabajo del resto.
- Cambia “mi paciente”, varía el clima de la sesión y emergen vivencias del sufrimiento singular ahora co-construidos en la intersubjetividad transferencial.
Continuando con aquellos interrogantes surgidos a partir de nuestras intervenciones y sus derivaciones en procesos terapéuticos.
A posteriori de conceptualizar acerca de la necesidad de habilitar el hecho de “honrar el propio dolor padecido”, me encontré con un tipo de intervención en la que enuncio a una paciente:
“Usted no es el dolor que sufrió, usted es quien sufrió el dolor”.
Al mismo tiempo otra paciente, que afirmaba una posición paradojal y ambivalente en sus relaciones afectivas, refiere a su padre “afirmando y concluyendo”: “finalmente yo soy como él”.
En este caso intervengo diciendo:
“Usted no es como él. Usted es “quien sufrió su propio dolor frente al modo en el que “él funcionaba en su familia”.
Otra referencia clínica:
Una paciente que refiere de modo explicativo al efecto patógeno y desubjetivante padecido ante manipulaciones perversivas narcisistas de su madre, se mantiene “atemporalmente” sometida a un supuesto imperativo materno paradojal, en el que no hay lugar para su nacimiento como “otra mujer”.
Sin haber podido apelar a una función paterna eficaz, la que por el contrario, describe como aquella en la “que brillaba por su ausencia”, posiciona a su padre como una persona funcional a las manipulaciones maternas distorsionantes del sentido de la realidad.
Esta paciente no puede sostener situaciones de pareja y mantiene al mismo tiempo a una dificultad en creer y confiar. En varias experiencias sus relaciones de pareja se arruinan abruptamente por maniobras de su partenaire aparentemente no previstas por ella.
Ante su decir de un modo afirmativo “yo estoy identificada con lo pasivo de mi padre”, registro que “mi paciente”, desde una posición explicativa queda acorralada, coagulada en su paradigma relacional en una posición “sin salida”, homologa lo padecido en su registro histórico y se ofrece en este momento “a sí misma como agente responsable”, frente a su analista en persona. Este registro intersubjetivo transferencial me lleva a intervenir diciéndole:
“Corrámonos de la palabra identificación y pensemos que Usted no es el dolor que padeció sino quien padeció el dolor”.
La paciente expresa un cierto asombro y se genera un silencio en el que yo recupero, escenas que habitaban en mi memoria, en las cuales “mi paciente” era un testigo implicado frente a lo que sucedía en su medio familiar, e intervengo aportando alguna de estas escenas en las que “ella, pequeña, quedaba impotente ante la pasividad de “su padre” frente a las afirmaciones y acciones enloquecedoras de “su madre”. Una referencia a la posición de testigo homóloga a la que yo me encontraba en sesión.
A partir de mi aporte, la paciente lo continua y comienza a enunciar varias escenas, pudiendo ahora entre nosotros y en sesión, co-construir el efecto que tuvo en ella estar ubicada en el lugar de testigo impotente padeciendo sus experiencias de sufrimiento, vergüenza y desesperanza frente a las maniobras (manipulaciones) enloquecedoras de su madre.
Con cierta autoafectación, continúa enunciando la pena por su padre “sumiso” en quien el dolor y el sacrificio fue un valor y estuvo siempre ubicado en la posición de objeto del sufrimiento generado por otro, y para quien la única salida posible fue morir.
Este tipo de intervención despliega una serie de interrogantes sobre:
¿Cuáles son aquellas situaciones subjetivo transferenciales dadas en cada analista, que lleva a que entre las diferentes intervenciones posibles se haga presente nuestra referencia a la “dimensión del ser”?
Al sentirnos implicados en un movimiento anti proceso, una reedición destructiva, una regresión pulsional extintiva dada por la vigencia patógena de un “superantiyoincestual[24]antiproceso”, estas intervenciones en nombre de las pulsiones de vida, hacen referencia a una creatividad y “acto analítico inminente” que G Bayle enuncia de un modo metafórico como la tiranía de Eros.
Para que nuestras intervención como “persona del analista”, representando al “analista en persona de mi paciente”, sea eficaz, es necesario en primer lugar hacer presente al “sujeto del propio dolor”, para tener presente a quien hablarle.
¿Cuál es el transito intersubjetivo transferencial hasta acceder a este registro?
En estos procesos, este matiz se da en primer lugar en nosotros a partir de nuestra historia subjetivo transferencial[25] dentro del proceso recorrido y desde esta posición hablamos. Es cualitativamente diferente “decir” en sesión, que hablarle a alguien subjetivamente presente. Esta variable es la que posibilita la eficacia de nuestra presencia como una función objetalizante necesaria. A partir de entonces, en el momento del retorno del resto aun no subjetivado, adviene el dolor en su dimensión cuantitativa en búsqueda del otro necesario para acceder al matiz cualitativo y así es vivencia de dolor y sufrimiento de alguien “para alguien”.
En el transito clínico conceptual que intento desplegar, en un primer momento al escucharme decir “honrar el propio dolor padecido”, se hizo significativa mi afirmación acerca del “propio dolor”, la cual abre la posibilidad de “sufrir el dolor ajeno”. Esta posibilidad[26] está presente en muchos de nuestros pacientes quienes solo encontraron su propia calma y un lugar “en y para alguien”, siendo[27]en el paradigma relacional subyacente en “su historia familiar”, una función eficaz en aliviar, calmar o suprimir el dolor de alguno de sus padres ante sufrimientos instalados en un clima contextual de “sin salida” (impasse).Referimos a climas familiares en los que dado un hecho traumático y a partir de la vigencia y eficacia de la transmisión traumática de lo traumático[28] (retracciones sostenedoras de secretos encriptados, duelos no resueltos etc), este adquirió el rango de “catástrofe generacional”. Explicito la dimensión de eficacia ya que para que esta se concrete, tienen que sostenerse vigentes en la alianza parental, un circuito de complicidades.
A posteriori de este registro, me encontré con este tipo de intervención que enuncia la “dimensión del ser” de nuestros pacientes y a las que denomino “contra afirmativas”, frente a la afirmación narcisista e identitaria sostenida por la posición de “mi paciente” en las escenas intersubjetivo transferenciales que nos implican.
Partimos como hemos visto hasta ahora, de la posibilidad de un tipo de transferencia por retorno, que sostiene en el vínculo transferencial la presencia de aquello clivado que pulsa desde el negativo en nuestros pacientes y que no cesa de insistir buscando la objetalización necesaria para la apropiación subjetiva.
Estas intervenciones enunciadas como afirmaciones “contra afirmativas” sostenidas por “su analista” en persona, pueden ser pensadas en respuesta a una petición que de algún modo registramos dentro de un movimiento de la re-petición resiliente que adviene y nos implica.
Mi intervención es una afirmación, “yo afirmo algo respecto a la historia subjetiva de mi paciente”, es como si a partir de nuestra historia, yo supiera algo y haciendo uso de mi “saber”, le digo a alguien “dentro de nuestro vinculo” “usted no es lo que sufrió, usted es quien sufrió”, o en otro paciente, “usted no es la miseria que lo avergonzó, usted es quien sintió la vergüenza”. Respondo entonces interpelando a una “asociación de “mi paciente” del orden de lo explicativo», que lo encierra en su núcleo identitario fruto de su solución narcisista de sobrevida psíquica, mediante una posición analítica subjetivo transferencial “contra-afirmativa”.
De esta manera voy a la búsqueda del testigo intra-subjetivo del propio dolor vivido “aun no vivenciado o subjetivado”, en su camino a acceder en nuestro espacio (a deux) “entre dos”, al testimonio que le posibilite acceder a ser sujeto del sentimiento o de la vivencia del dolor.
La afirmación identitaria de mi paciente, en su dimensión explicativa en sesión, podría conducir a que el analista exprese un tipo de acuerdo convalidante (por medio de un gesto o decir “claro”). Tal afirmación resulta en una respuesta que coagularía un acuerdo transferencial patógeno acerca de algo respecto al ser de “mi paciente” y a la identificación con su sufrimiento en impasse, un sin salida homologo al que subyace en su solución narcisista identitaria.
En estos pacientes, ante su afirmación en sesión equivalente a “yo soy”, este tipo de intervención generó una vacilación, y al vacilar su discurso fijado a “ser” el objeto del sufrimiento generado por otro, emergieron diversos comentarios o asociaciones que nos enfrentaron, como ya lo hemos planteado, con lo aún desconocido de nuestros pacientes.
Dado que estas “intervenciones, no estratégicas” tienen lugar dentro de un contexto de dialogo, es habitual que surjan comentarios “aparentemente conocidos pero aún desconocidos por el analista”.
Pensamos que “nuestras” intervenciones contra-afirmativas son respuesta a un tipo de “pedido-interrogante” de “mi paciente”[29], si no fuera de este modo no serían significativas “para alguien”. Posiblemente este acto analítico recupera dentro de “nuestra asimetría” los interrogantes coagulados en su núcleo identitario producto de su solución narcisista de sobrevida psíquica.
Habitualmente sus efectos se notan en un corrimiento del lugar desde donde “mi paciente” habla, varia el tono, vacila su paradigma relacional y cambia el efecto en mí. Desde ese momento, se abre la posibilidad de historizar, accediendo a la figurabilidad de diferentes escenas, que refieren a lo que enuncio como “lo aún desconocido de nuestros pacientes”.
La “dimensión narcisista identitaria a nivel del ser”, lo vital identital[30], se establece como el eje que se da en estas situaciones desde el paciente o desde el registro del analista. Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y los recursos singulares posibles con los que pudo sobrevivir psíquicamente en su sufrimiento narcisista en el tránsito a su constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.
Freud[31] decía que la curación de un paciente depende de una disposición que hay en todos los seres vivos, la llamaba pulsión de sanar y que está relacionada con estas respuestas en sesión que nos asombran. Si la pulsión de sanar implica la posibilidad de un retorno a un estado anterior, nuestra posición aporta la objetalizacion necesaria para poner en marcha un sector de la pulsión de sanar que vaya a un estado alguna vez habido que permita la cicatrización y el re lanzamiento subjetivo.
La pulsión de sanar habitualmente opera silenciosamente para reparar problemas que han surgido en cualquiera de nosotros, pero hay otras veces dice Freud, que no alcanzan los recursos de cada uno y ahí es el momento en que interviene la posición del analista, para quien la pulsión de sanar es el principal aliado en su función.
Los recursos antes mencionados son los que están en la base de la pulsión de sanar como aliado fundamental del terapeuta, ya que cuando hablamos de los estancamientos de los procesos, referimos a la dificultad de acceder a una anaclisis suficiente para que la pulsión de sanar posible se ponga en juego.
En el momento de la constitución del yo sujeto, se dan equivalentes de interrogantes dirigidos al “objeto otro sujeto”[32], y a partir de su respuesta posible, se dieron las consecuencias traumáticas de este momento. Estas son la base de estas situaciones patológicas y patógenas, en las que nos encontramos con una afirmación que transforma al sufrimiento en un estado estable de su defensa exitosa fracasada. Una solución narcisista que sostiene una síntesis, sin posibilidad de vacilación e interrogantes.
La recuperación de estos por la subjetividad del analista, relanza la búsqueda objetalizante que nos posibilita abrir la dimensión del conflicto y que advenga el sujeto del “propio dolor padecido”, dándole un marco de enunciación en la sesión donde se instala como significativo para el paciente.
A modo de conclusión:
Estas soluciones narcisistas de sobrevida psíquica sostienen en estos pacientes, lo que hemos nombrado “su apellido otro”[33], el cual al ser enunciado por su analista en persona, nos posibilitaba co-construir entre los dos (analista y paciente) su marca identitaria[34] mediante la cual esa `persona pudo sobrevivir a los abusos por exceso o por defecto. Pero en esta comunicación estamos desplegando otro matiz, en el que en lugar de co-construir juntos una “afirmación síntesis en la diferencia”, recupero desde mi malestar, mi memoria singular y desde una particular soledad en sesión, enuncio este tipo de intervención que contiene interrogantes y abre diversas dimensiones.
Al enunciar como persona del analista “Usted no es lo que sufrió, sino quien sufrió”, aludiendo a ser sujeto del propio dolor, implica la aceptación que alguna vez algo hubo, a partir de lo cual algún esbozo de sujeto puede estar en latencia en su solución narcisista. Dentro de las escenas fijas en las que los movimientos patógenos sostienen la posición de “objeto quejoso y sufriente” que garantiza la sobrevida como “único” ante un organizador tiránico, alterna un accionar acorde con un “yo culpable y deudor” o con un accionar destructivo sostenedor de un “yo soy el mal”, A partir de la posición de “su analista” de no dudar que algo hubo, podemos salir del desvalimiento sin salida y la fantasía de autoengendramiento, e ir a la búsqueda de los recursos y la objetalización alguna vez lograda.
Ante esta especificidad clínica, como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” frente a estrategias de sobrevida psíquica, que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistira los climas abusivos, ya sea por exceso o por defecto,y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria. Es decir los agentes de estas soluciones, tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido (endurance singular) frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.
Referir a una marca identitaria implica no perder de vista que esta síntesis subjetiva posible de nuestros pacientes opera como “lo propio” o sostiene la dimensión de lo propio y nos permite pensar el paradigma relacional de base y los recursos singulares posibles con los que pudo sobrevivir psíquicamente en su sufrimiento narcisista en el tránsito a su constitución del yo sujeto. Cada ser vivo nace como puede, vive, sobrevive y muere a su manera.
[1] R Roussillon,
[2]R Roussillon,
[3]Diferenciamos a partir de G Bayle el clivaje estructural en el que priman la carencia narcisista y la desestimación, de los clivajes funcionales en los que priman la herida narcisista y la desmentida.
[4] R Roussillon,Compulsion a la repetición y al subjetivacioón ,
[5]C Botella,
[6] R Roussillon, Transfer par retournement,
[7]R Roussillon, Psychothérapie psychodynamique : quelques principes et analyseurs ,Car quand on souffre de réminiscence on ne souffre pas de ce qui a pu avoir lieu en un autre temps et avec d’autres, on souffre plutôt de ce qui n’a pas pu avoir lieu en ce temps-là, de ce qui des potentialités contenues dans l’événement ou l’accident de vie n’a jamais pu s’accomplir et s’intégrer dans la subjectivité. Et quand le travail de remémoration s’effectue il permet d’avoir lieu, d’actualiser dans le récit ce qui était en souffrance d’appropriation subjective, quand on se remémore on reconstruit et déploie ce qui n’a pu avoir lieu, on rejoue mimétiquement l’absent de soi.
On souffre du non-symbolisé de l’histoire, on souffre de l’insensé de soi et de son histoire, de ce qui n’a pu être subjectivement approprié, de ce qui s’est ou a été absenté de soi.
On souffre du non-approprié de l’histoire, dans toute la polysémie du terme, on guérit en se remémorant, en se remémorant on rejoue, en rejouant on symbolise. Tel pourrait être le processus de fondement actuel de la théorie du soin, des théories du soin sous-jacentes aux psychothérapies, transformer par le jeu et la symbolisation l’expérience subjective vécue, la transformer pour pouvoir l’oublier tout en la conservant, la transformer pour pouvoir se l’approprier et l’intégrer dans la trame vivante de son présent. Ceci ne veut bien évidemment pas dire que l’actualité du sujet n’a pas à être entendue et prise en compte, qu’elle doive être négligée au nom de la seule histoire ou préhistoire infantile du sujet, que l’on doive négliger ce qui des besoins actuels du moi du sujet est en souffrance de repérage et d’intégration. C’est au contraire à partir de ce qui se répète dans son actualité que pourra être cerné ce qui de son histoire vécue est resté inapproprié et continue de l’être au détriment du présent de sa vie, qui continue de se transférer “sur la situation actuelle” et de lui imprimer son empreinte inadéquate.
[8] Diferencio la persona del analista que somos, del analista en persona de nuestros pacientes , un objeto subjetivo coconstruido a partir de nuestra disponibilidad como personas
[9]JC Rolland,
[10] C Botella,
[11]C Botella,
[12] E Grinspon, https://eduardogrinspon.com/es/trabajo-de-subjetivacion-del-testigo-intra-subjetivo-del-sufrimiento-padecido-por-nuestros-pacientes-eduardo-a-grinspon/
[13] D Scarffone,
[14]No se trata de favorecer la creación de una zona intermediaria entre un adentro y un afuera, una zona de no diferenciación en cuanto al origen y la pertenencia, es decir una zona transicional entre sujeto y objeto.
[15]para el interjuego R Roussillon, (entre jeu. entre je(u)
[16]A Ciccone, Pág. 101: La comprensión no es el resultado de un proceso activo de pensamiento, como en la resolución de un problema matemático A. Reich considera que la clarividencia se cumple via el inconsciente del analista, y ella es el resultado de una identificación al paciente, que da un tipo de convicción en cuanto a lo que pasa en el inconsciente del paciente, esta identificación debe ser breve y precisa, hace falta que el analista, pueda retornar a su posición de exterioridad para estar en medida de evaluar eso que él ha sentido del hecho de esta identificación parcial. Meltzer describe este trabajo interno del analista que lo conduce, a partir de una experiencia de confusión en la cuallo hunde en el enunciado de un material a llegar repentinamente a la experiencia de una comprensión.
[17]A Abella,
[18] M de M’ Uzan, a partir de jerarquizar la autoconservacion
[19]a partir del modo en el que D Maldavskydefineel estado de las defensas,
[20]Eduardo Grinspon, Una posible evolución del estadode las alianzas defensivas patógenasdentro de la incestualidad: en “La perversión narcisista, una solución perversiva dentro de un equilibrio patógeno de soluciones narcisistas. Posición del analista dentro de la incestualidad”.
[21] R Roussillon en “L’erranceidentitaire”
[22] Mi sensación de malestar “singular” me sustrae, me posiciona fuera y me lleva a implicarme desde mi malestar hacia la inclusión. Al implicarme interfiero e interpelo el continente pervertido de la tensión e inauguro desde mi subjetividad una continencia a co-construir y sostener. A partir de mi malestar singular voy a la búsqueda de la singularidad del sufrimiento generalmente de uno de los miembros de la familia y pareja, a partir del imperativo del acceso a la singularidad y diferencia.
[23]A Ciccone, Pag 100: La interpretación no describe (degage) el sentido de un hecho, despliega un sentido potencial a condición que el observador esté disponible al desplegamiento de este sentido, la interpretación interpreta la metáfora de la cual el mensaje observado es portador, metáfora de un mensaje inconsciente. Y ella misma es a menudo una metaforizacion
[24]PC RacamierSurantimoi (Superantiyo). No es adecuado pensarlo como un precursor arcaico del superyo. El superyo de la incestualidad es de otra línea que el superyo verdadero de una línea edipica.
El superyo de la incestualidad, deja pasar las pulsiones incestuosas saluda haciéndole chapeau, golpea directamente al yo y lo golpea en el corazón; y se arregla para que los vecinos tiemblen igualmente de terror. Lejos de organizar los interdictos , castigar en nombre de la ley social y paternal, amenaza en beneficio de un narcisismo privado insondable. Su mandato no es “renuncia a desear a tu madre sino yo te castro”, sino “renuncia a pensar y renuncia a saber sino yo muero y tu morirás”.
Esta instancia es heredera de la seducción narcisista totalitaria. Es débil en libido pero fuerte en destructividad. Coordenando estrechamente la exigencia y la interdicción, exige creer todo prohibiendo saber. El incesto, es ya la exigencia de ceder junto a la interdicción de desear. No es una ley, es una tiranía, es una instancia implacable, prohíbe pero no protege. Presenta la verdad como falta, el pensamiento un crimen y los secretos como intocables. (resaltado en negritas E Grinspon)
[25]Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de transferencia al de inter-subjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[25] que constituimos y en la que se da la posibilidad de la penetración actuadadel clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.
[26]Condición de posibilidad en su diferencia con la condición de probabilidad.
[27]A partir de su Solución narcisista,
[28] A Ciccone,
[29]homologo al utilizado por los adolescentes, quienes preguntan en acto afirmando acerca de la realidad dentro de la asimetría generacional necesaria,
[30]Michel de M’Uzan, modo de explicitar la dimensión autoconservativa.
[31](1933a) Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis,
[32]objeto primario y terceridad necesaria,
[33] La supervivencia psíquica, su impronta narcisista singular y familiar. www.eduardogrinspon.com
[34]por ejemplo “la que no”, “la abortada que pudo vivir”, “el vivo pero también muerto” etc.