Posición del analista “dentro” del andamiaje defensivo patógeno dado por la articulación de la solución perversiva  narcisista en su derivación tiránica con una solución sacrificial.
*Por Eduardo Alberto Grinspon.


Diversas evoluciones clínicas de varios años en las que partimos pensando  en la perversión narcisista, nos despertaron la inquietud de repensar este diagnóstico y su cambio clínico posible, a partir de los registros subjetivos del analista  referidos al proceso terapéutico vivido con este tipo de familias o parejas.  En nuestro caso estuvo centrado en la historicidad y la subjetivación historizante[1] lograda, a partir de la gradual variación del estado de las alianzas defensivas patógenas.

Pensar el concepto de perversión narcisista e incestualidad a partir de los atrapamientos transferenciales padecidos por la persona del analista dentro del “proceso terapéutico”, nos posibilitó ubicarnos dentro del clima incestual  vigente en estos grupos familiares. En este clima tóxico en el que priman las maniobras abusivas desubjetivantes, descalificantes e intrusivas, el sufrimiento es un resto expulsado y disponible para un “otro”, necesario en esta estructura.

Es decir subyace la tensión generada entre los movimientos pulsionales “en búsqueda del objeto”, moción pulsional[2] objetalizante en su función mensajera[3], a la que describimos como “lo pervertible aun no perverso”, existente en todo grupo familiar y los “movimientos perversivos” de estos, sostenidos  habitualmente “a partir y dentro” de la  alianza  defensiva  patógena  parental. En esta se impone por su protagonismo el supuesto perverso narcisista, pero en una familia hace falta más que un protagonista para sostener la vigencia de este “pacto narcisista” en el que se da la comunión de desmentida no solo ante la diferencia de sexos sino fundamentalmente ante la diferencia de generaciones,  ante la autonomía narcisista, ante la diferencia de vivo-muerto y ante la interdicción de la intercambiabilidad de seres. Entramos en el terreno de las alianzas narcisistas inconscientes defensivas[4] y patógenas sostenidas por más de una persona y que se tornan ofensivas y alienantes[5] al involucrar a otros.

Esta posición nos posibilitó salir de la fijeza dada por la destructividad y la consecuente demonización del supuesto perverso narcisista, y pensar en la función de este dentro de la economía pulsional vincular, por ejemplo la de ser sostenedora de la continuidad narcisista transgeneracional pervertizante de la diferencia intergeneracional familiar. Estos registros fueron surgiendo frente a nuestra necesidad de resistir, sosteniéndonos psíquicamente vivos junto al reconocimiento del “agente perverso narcisista” como un “ser humano más”.

Este tránsito nos llevó a diferenciar los matices y derivaciones dadas en aquellas parejas o familias que resisten junto a nosotros, el tiempo necesario hasta acceder a una situación analizante[6]. Esta última va a estar dada por la progresiva co-construccción de un objeto terapéutico disponible para utilizar, es decir “su analista” y la generatividad asociativa intra e inter-psíquica lograda a partir del movimiento objetalizante que llevó a la variación del estado de las alianzas defensivas patógenas garantes de la continuidad narcisista pervertizante transgeneracional.

Recuperar el concepto de movimiento pulsional, tanto pervertible como perversivo, nos llevó a corrernos de la fijeza dada por el término “perverso” y revalorizar al movimiento perversivo sus efectos y posibilidades.

Estos movimientos enloquecidos y enloquecedores nos implican e involucran   “más allá del momento de sesión” y fueron estos efectos o afectación “inter-sesión”, lo que nos llevó a ampliar el concepto de  transferencia al de subjetividad transferencial. Una espacialidad intersubjetiva en la que se da la posibilidad de la penetración actuada[7] del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.

Es impensable imaginarlos reunidos pudiendo hablar sin caer en la palabra acto provocante y convocante de la descarga toxica conducente a un más de lo mismo. Clima de no salida e inseparabilidad en el que ante la discusión de la realidad y su sentido, se despliega un frenesí de argumentaciones contestatarias que pervierte la posibilidad de acordar cual fue la realidad vivida y el sufrimiento psíquico padecido

Presencia de la negatividad en la transferencia, transformada a partir de nuestra presencia en  pedido de salida y signo de llamado. Nos encontramos frente a una transferencia paradojal[8] en la que  se nos demanda ser el espejo de esta presencia de la no presencia y su derivación dada frecuentemente en un apego al negativo[9]. Este tipo de apego es una estrategia de sobrevida psíquica frente al sufrimiento narcisista identitario en la que la presencia del dolor es el último testimonio subjetivo de la no presencia adecuada del objeto[10]. Se genera un clima toxico en el que insiste la omnipresencia de la deuda, queja, reproche, nostalgia y añoranza como una derivación pervertida del vinculo y temporalidad posible.

Este tipo de transferencia también nos posiciona frente a la re-petición compulsiva sostenedora del retorno en acto y a través de lo actual de lo clivado aún no subjetivado[11], un “tipo de re-petición compulsiva sostenedora del  retorno por presencia de lo aún no subjetivado, retorno de lo clivado en la subjetividad parental y de la subjetividad de los hijos[12].

Si bien el inicio de nuestro camino estuvo marcado por el estudio de la perversión narcisista y sus efectos destructivos sobre el otro, las diversas evoluciones clínicas nos llevaron en primer lugar a detenernos en aquel que operaba de cómplice-víctima, y su necesario corrimiento posicional dentro de la economía pulsional vincular[13], para acceder a la plasticidad y el cambio clínico posible de estas familias. Luego nos acercamos a la imposibilidad de pensar a la perversión narcisista como entidad aislada y la apertura que nos generaba poder pensarla como una solución perverso narcisista, o ¿perversiva narcisista?, por ejemplo en su derivación tiránica ya que hay otras[14]derivaciones posibles, articulada de un modo inevitable a otra solución narcisista sacrificial, dentro de un equilibrio patógeno con sus efectos desubjetivantes transgeneracionales.

El carácter pervertizante de esta articulación esta dado por su posibilidad perversiva del narcisismo y de la subjetividad del otro, quien al perder la singularidad de su movimiento pulsional se transforma en un objeto no objeto o utensilio[15]. En sesión, presenciamos el modo en el que ante el movimiento intrusivo del agente perverso narcisista, dado tanto por una descarga expulsiva como por la presencia de un silencio toxico, se despliega en el supuesto cómplice o victima una adaptación en espejo con la intrusión, que lo torna un supuesto utensilio[16]. Plasticidad adaptativa banalizante de los efectos destructivos, la cual junto al rédito narcisista que le genera, es la variable de ajuste en esta articulación de soluciones narcisistas,

El agente de la solución sacrificial registra, dentro de esta toxicidad pulsional enloquecida y enloquecedora[17], a “la descarga visceral” ajena, como una urgencia propia que lo atrapa y le promueve en su insistencia y búsqueda[18] trans-subjetiva, un efecto de fuente pulsional propia–ajena que lo transforma  en  un “otro-no otro”, un “objeto-no objeto”[19]. Esta posibilidad perversiva adquiere matices al ser pensada desde el proceso terapéutico que nos implica revitalizando el fondo alucinatorio del psiquismo[20] y dando lugar a un tipo particular de reverie[21] o encuentro co-alucinatorio que nos lleva a intervenciones antiperversivas o anticolusivas. En estas situaciones familiares altamente toxicas[22] el índice de destrucción posible es una referencia a la presencia y disponibilidad subjetiva y narcisista del objeto.

Es el analista  quien aporta ese “objeto otro” cuya memoria dentro de la historia del proceso recorrido, permite registrar lo confuso entre lo singular propio o ajeno del movimiento pulsional.

Son  momentos en los que  nuestro malestar, desvitalización, desesperanza o asombro evidencian un tipo de tensión transferencial dado ante la emergencia de la diferencia entre lo esperable por nosotros de nuestro grupo interno de pacientes y las respuestas de estos a través de lo actual.

Las soluciones narcisistas frente al sufrimiento narcisista identitario, son situaciones límites o extremas de la subjetividad y de la subjetivación[23], en las que las fallas en la diferenciación “Yo” “No Yo”, “sujeto-objeto” están en el centro de la cuestión[24] y son a su vez la expresión de conflictos dados en el advenimiento de la relación de sujeto del Yo previo a la relación de objeto del Yo[25].

Nos queda aún por despejar, las diversas articulaciones de soluciones narcisistas  que dan como resultado evidente el protagonismo destructivo del supuesto perverso narcisista. Son los efectos de su maniobrar los que se tornan pedido o llamado para alguien subjetivamente vivo, por ejemplo el analista.

Son familias en las que las alianzas inconscientes defensivas y ofensivas estructuran un andamiaje defensivo patógeno que garantiza la continuidad narcisista identitaria transgeneracional dentro de un tipo de masoquismo guardián del clivaje y de la sobrevida psíquica[26], sin acceso a la objetalidad y asegurando este narcisismo y paradojalidad cerrada[27].

En este andamiaje defensivo diferenciamos la distribución posicional dentro de la economía pulsional vincular[28] y la interdependencia funcional, entre aquel ser vivo ubicado como el agente de la solución perversiva tiránica, para quien su manipulación o descarga expulsiva es una tercer vía entre el repliegue narcisista y el acceso al objeto, de aquel ubicado como agente de la solución sacrificial en  posición de cómplice o víctima.  Pensar que este último  es quien aporta la variable de ajuste o plasticidad adaptativa patógena necesaria para el sostenimiento del estado de la alianza defensiva, nos permitió corrernos de tener el foco puesto en la supuesta víctima como testimonio de la destructividad y consecuente demonización del agente de la solución perverso narcisista. Esta reflexión nos llevó a pensar en la plasticidad adaptativa necesaria de la situación analizante[29] para acceder al encuadre posible y singular para la puesta en tratamiento de cada una de estas familias. La evolución del estado de la alianza defensiva imperante depende fundamentalmente del corrimiento posicional del supuesto cómplice-victima a partir de la alianza funcional posible con la subjetividad del analista.

En sesión presenciamos como el supuesto cómplice-victima, hasta cierto momento posicionado como “nuestro aliado”, cambia abruptamente de posición y como si no tuviera memoria del tránsito procesal recorrido, se posiciona sosteniendo la argumentación acorde a la alianza patógena defensiva-ofensiva con el agente perverso narcisista.

Es la confusión registrada en el lugar del analista y su sobrevivir creativamente, lo que abre un camino hacia lo diferente y posibilita otro tipo de alianza funcional acorde a fines, dada solo con algún sector de alguna de las personas atrapadas dentro del movimiento perversivo incestual desobjetalizante[30]. Momento de resistencia necesaria del analista, que a su vez nos posibilita dar figurabilidad al tipo de re-adecuación defensiva de la distribución posicional.

Esta readecuación es inevitable ya que[31] al darse estos movimientos dentro de la trans-subjetividad, son algunos sectores los que progresivamente acceden a un tipo de alianza diferente, mientras que otros deben sostener la alianza patógena para no atentar contra la continuidad narcisista identitaria familiar.

La inclusión intraestructural del analista implica que este sea una función dentro del sistema narcisista imperante en la familia y monopolizado por el supuesto perverso.

Es un tipo de transferencia narcisista que involucra al analista en persona  y abre una posibilidad a los agentes de estas soluciones, y sobre todo al demonizado supuesto perverso narcisista para que su sufrimiento identitario y vacío constitutivo pueda entrar en la re-petición hacia una diferencia y a “reconstituir o quizás a constituir la piel de su yo”. Es decir no quedar también él atrapado en su personaje a partir de la adaptabilidad dada por la solución sacrificial de su partenaire.

Nos encontramos habitualmente ante la presencia del  agente perverso narcisista en posición de salvador o destructor de su  “cómplice-víctima”, quien a su vez a partir de su solución que sostiene al sacrificio como valor y rédito narcisista, y para evitar un desenlace catastrófico, debe y puede aplacar al supuesto loco, eternizándolo de este modo dentro de su solución.. Esta producción de un  “tipo de doble regulador del sufrimiento narcisista identitario”,  está en la base de estas configuraciones vinculares.

Esta escucha desde adentro “pide” nuestra disponibilidad subjetiva, nuestros afectos e historia para recibir los efectos que nos produce este tipo de discurso o más bien de relato “en latencia”, que se va haciendo gradualmente  subjetivable, a partir de la generatividad asociativa intra e inter-psíquica[32] que nos implica o involucra.

Pensamos que para la puesta en tratamiento de este tipo de patologías es necesario.  

  • Co-construir una espacialidad terapéutica familiar continente que resista en los momentos de retorno de aquello ante lo cual fue eficaz la alianza defensiva patógena en su estado exitoso.
  • Este tipo de resistencia implica sostener la posibilidad transformacional tanto en sesión como en el espacio inter-sesión, hasta acceder a la situación analizante posible en la cual pueda advenir progresivamente la singularidad del movimiento pulsional de cada miembro de la familia en su búsqueda hacia el objeto. Son los momentos de pasaje del estado exitoso de la alianza defensiva patógena a exitoso fracasado y fracasado[33].
  • Un encuadre continente dentro del cual aquello se presentaba en bruto en su camino hacia la descarga, pueda acceder a la subjetivación historizante y ser propio de “esta familia y su historia”.
  • Este efecto es coincidente con las sucesivas readecuaciones posibles del estado de las alianzas defensivas patógenas hasta alcanzar a partir de un motivo de consulta eficaz, el estado de  patógeno fracasado en búsqueda de la diferencia.

RESPECTO AL TIPO DE FAMILIA DE LA QUE HABLAMOS.

Son familias que viven en un clima tóxico cohesionado por lo secretado o por lo no dicho de lo dicho, un clima de secreto familiar al que podemos imaginar como el efecto de una glándula de secreción interna pervertizante del narcisismo y sostenida por la alianza parental.

Es impensable imaginarlos reunidos pudiendo hablar y acordar cual fue la realidad vivida y el sufrimiento psíquico padecido. En un clima sin salida e inseparabilidad y dentro de un frenesí de argumentaciones contestatarias, la realidad  entra en  una discusión, que pervierte la posibilidad de acordar cual fue el sentido de la realidad vivida y el sufrimiento psíquico padecido.  Discusión que ataca los registros perceptivos de la misma y en un clima enloquecedor produce un equivalente del delirio en y con elementos de la realidad[34].

Ante un motivo de consulta dado en este tipo de pareja o familia, nos enfrentamos a los momentos de vacilación de la eficacia de este andamiaje de alianzas defensivas, el que operando a partir de la comunión de desmentida y sus derivaciones patógenas, se transformó en un pacto perverso y pervertizante que involucró de un modo ofensivo el narcisismo de los hijos. Esta alianza sostiene asignaciones inmodificables y en ciertos casos mortíferas a posiciones dentro del funcionamiento familiar. Esto  explica la fijeza de los personajes interactuantes en las escenas en las que quedan atrapadas las personas a través de generaciones

A partir de diferentes evoluciones clínicas, pensamos que la vacilación de este equilibrio patógeno está dada:

1) Por  los efectos generados por el actuar (agieren) de alguno de los hijos,

2) Por el corrimiento posicional de la supuesta víctima,

3) Por su desvitalización auto supresora ante la imposibilidad de “salida” frente al fracaso del acceso a la fuga refleja.

4) Por la respuesta de la legalidad desde un afuera social e institucional.

Es la respuesta subjetiva de cada analista la que va dar inicio al tránsito clínico posible para este tipo de familia “y su analista”, hasta poder configurar una “espacialidad terapéutica familiar” que represente su entrada en tratamiento.

El termino espacialidad lo referimos al tránsito dado entre el espacio toxico cerrado e incestual en el que se dio lugar a un pedido de diferencia y salida, hasta llegar a una espacialidad ampliada que logró ser continente de la singularidad de los movimientos pulsionales. Este transito debe posibilitar un cambio transicional dado por pequeños corrimientos posicionales y la subjetivación de sus efectos en el “afuera –adentro” terapéutico familiar. Estas variaciones son, como ya lo hemos señalado, coexistentes con la vigencia de las alianzas patógenas sostenedoras de la continuidad narcisista.

Hablar de asociación libre en estas familias o en los miembros que las constituyen es imposible. Este rasgo de imposibilidad está dado por la vigencia de la trans-subjetividad y su necesidad de mantener el clima de paradojalidad cerrada y secreto. Es más apropiado pensar en la generatividad asociativa intra e interpsiquica lograda, producto de la libertad y creatividad aportada por la persona del analista. Un objeto disponible que resista[35] frente a la tensión dada entre los movimientos pervertibles aún no perversos y los movimientos perversivos de estos. Movimientos pulsionales,  que si bien se presentan como desesperados y enloquecedores, también están en búsqueda de un objeto cuya presencia subjetiva y pulsional posibilite a la pulsión recuperar su función mensajera y salir de lo cerrado de la paradojalidad.

El término objeto disponible y utilizable refiere a la necesariedad de su presencia subjetiva para poder salir de las eficacia patógena de estas soluciones,  estrategias de sobrevida psíquica  frente al sufrimiento narcisista identitario[36].

 Función Forica del analista necesaria frente al retorno de lo clivado en y de la subjetividad. Tipos de negatividad operante.

Son familias en las que opera una negatividad dada:

1) Por la presencia del apego al negativo[37]sostenido dentro de un clima de no salida, dependencia  e inseparabilidad, como estrategia de sobrevida psíquica,   en el que como ya enunciamos  el dolor opera como organizador derivando en la omnipresencia de la queja, la deuda, el reproche, la añoranza y la nostalgia.

2) Por la presencia del clivaje familiar como producto de la alianza defensiva patógena. Lo clivado en la subjetividad parental refiere a una catástrofe generacional secretada dentro de una comunión de desmentida que interfirió la apropiación subjetiva historizante familiar. Se produjo un resto expulsado e indecible dentro de la espacialidad familiar, el que a su vez quedó clivado de la subjetividad de los hijos. En estos la marca de la nada tomó el lugar de aquello desmentido y desencadenó nuevas modalidades defensivas. Estas sostienen a su vez en la presencia del actuar a través de lo actual la posibilidad del retorno de lo clivado aun no subjetivado[38].

En estos momentos de vacilación de la alianza defensiva garante del masoquismo guardián del clivaje, debe darse un tipo de presencia del objeto terapéutico familiar para la progresiva co-construcción de un espacio terapéutico en el cual pueda devenir la subjetivación  historizante[39].

Función forica del analista[40], para el sostenimiento de un tipo de encuadre quizás “inhabitual pero no transgresivo”[41], que posibilite su función semaforizante productora de signos “para alguien” en el camino hacia el trabajo de “metaforización”.

En familias en las que el pasaje al acto fue la defensa contra la toma de conciencia y elaboración del sufrimiento, el valor del actuar y sus restos se torna central a nivel del espacio transferencial, en el que basculan la interacción comportamental con el “entre-jeu”[42]o intersubjetalizacion[43] posibilitada por la presencia psíquica del analista.

Ante este tipo de soluciones narcisistas la descarga o evacuación sobre el otro de aquello que no encuentra “aun” lugar, debe poder  transformarse en “signo para alguien”.

El signo producto del actuar sobre otro transforma la forma autística del comportamiento en una interacción portadora de un mensaje dirigido hacia un doble potencial, a partir de quien recupera su valor intersubjetivo y la  búsqueda de un sentido apropiable e utilizable dentro de la situación analizante[44].

Lo que sería un pasaje al acto en el clima endogámico incestual familiar, pura descarga que pide un objeto no objeto con la función de calmar o aliviar, pasa a ser un pasaje por el acto en el espacio subjetivo transferencial en el cual el valor del actuar es pensado en su función mensajera y en  búsqueda del objeto  “alucinado-destruido-encontrado-creado”[45].

La tensión intersubjetiva sale de ser perversa[46] para entrar en la interacción con otro sujeto, quien no es ya un receptáculo pasivo, sino que va apareciendo el doble aun desconocido por el sujeto del acto, pero secretamente esperado, un doble diferente al doble regulador del sufrimiento narcisista imperante y  que posee sus diferencias y aspiraciones propias a partir de su singularidad pulsional y subjetiva.

Una posible evolución del estado[47] de las alianzas defensivas patógenas[48] dentro de la incestualidad producto de la articulación de diferentes soluciones narcisistas.

A partir del modo en que D Maldavsky plantea los diferentes estados de la defensa y aplicándolo a las alianzas defensivas patógenas imperantes en ciertos grupos familiares, podemos suponer que en la formación de familias como las que describimos, en un primer momento en la pareja parental se dio a partir de la articulación exitosa de las diferentes desmentidas ya enunciadas[49], una alianza defensiva patógena en su estado exitoso, una alianza inconsciente defensiva[50] sostenedora de la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”.

El estado exitoso de la  alianza defensiva lograba rechazar algo fuera del yo “familiar” y al mismo tiempo mantenía la continuidad narcisista identitaria parental bajo la egida de un tipo particular de instancia superyoica organizadora de los vínculos intra familiares.  

Luego de un tiempo y avatares de la vida ante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza defensiva patógena se torna exitoso fracasado.

Cuando el estado es exitoso-fracasado, mantiene el rechazo de algo (y por lo tanto no hay retorno de lo rechazado), pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras, habitualmente previas a la presencia del actuar de algunos de los hijos posicionado como el hijo actuador predestinado[51].

Debemos estar atentos al tipo y estado de las alianzas defensivas ya que si bien involucra a  cada uno de los miembros del grupo familiar, no debemos perder de vista la necesaria diferencia generacional en el proceso de transmisión, partiendo de la pareja parental su pacto narcisista fundante y el modo en el que cada integrante de esta queda incluido en ella.

Se genera en la pareja parental de un modo provocante-convocante fundamentalmente entre ellos pero “también” hacia los hijos como partenaires forzosos[52], una alianza inconsciente defensiva patógena en la cual cada miembro, de un modo fijo y estereotipado, sostiene su disponibilidad para  aportarle a su partenaire el personaje necesario para su escena privada, sostenedora esta de su singular continuidad narcisista identitaria respecto a su mito familiar de origen.

Es decir se produce un tipo de doble al servicio de sostener la eficacia del desmentir dentro de esta alianza inconsciente “defensiva”, la cual por darse a costa del narcisismo de otro e involucrar a los hijos se torna para estos “ofensiva” o alienante[53].

Resumiendo podemos enunciar en términos transgeneracionales que el estado de la alianza defensiva patógena comienza a ser exitoso- fracasado al darse fisuras o grietas que hacen presente la amenaza del retorno de aquella herida narcisista del narcisismo familiar, frente a la cual fue eficaz la  comunión de desmentida y se tornó finalmente fracasado con la emergencia del sufrimiento psíquico familiar ante el actuar del hijo actuador  predestinado.

Presencia del agieren  que puede dar lugar al retorno en acto y a través de lo actual [54] tanto de lo clivado en la subjetividad parental como de aquello clivado de la subjetividad del hijo[55]. Son los momentos en los que los movimientos perversivos narcisistas o  se  tornan más destructivos.

Siguiendo la definición de G. Bayle acerca de los diferentes clivajes, nos enfrentamos con el efecto del fracaso  del estado exitoso del clivaje funcional de la ´pareja parental, en la que se daba la articulación de herida narcisista y desmentida eficaz, ante la insistencia del actuar de algún hijo posicionado como el hijo actuador predestinado. Este “agieren” es la expresión del estado de fracasado del clivaje estructural, articulación de carencia narcisista y desestimación subyacente  dentro del grupo de hermanos.

Al pensar esta situación de retorno en “nuestro espacio intra e intersesión”, lo que estaba clivado “de la” subjetividad del hijo pasa a ser en sesión “lo clivado en” la subjetividad transferencial que incluye al hijo su familia y al analista. A partir de  esta subjetividad transferencial se da un nuevo estado de la defensa que hemos llamado “fracasado en búsqueda de la diferencia”[56] siendo necesaria la presencia y disponibilidad narcisista del analista para sostener el momento co-alucinatorio en búsqueda del objeto y la subjetivación historizante.

Es un estado de la alianza defensiva diferente a la que  habiendo sido exitoso fracasado en los padres se tornó fracasado ante el retorno dado a partir del actuar de alguno de los hijos, pasaje por el acto que posibilita  recuperar la función mensajera y objetalizante de la moción pulsional.

Recordemos que Roussillon enuncia a la compulsión a la subjetivación dentro del automatismo de repetición, como un tercer principio junto al de placer y realidad, así como  al retorno de lo clivado de la subjetividad como un cuarto vasallaje del yo (además del ello, del superyó y de la realidad), teniendo que definirse en cada caso la articulación de desmentida o desestimación ya sea de los afectos, de la instancia paterna, o de la realidad, sin perder de vista que  estamos pensando estos conceptos a partir de un “yo y un  narcisismo familiar” dentro de la intersubjetividad.

Son momentos en los que si el analista sostiene el imperativo de “cuidar un hijo de las maniobras perversivas del agente de la solución perverso narcisista”, se accede a la diferencia entre ser El Hijo Único atrapado en la solución fetichizante de la pareja parental o ser un hijo en términos intergeneracionales. Este posicionamiento subjetivo transferencial tiene un efecto a posteriori ya que involucra también al hijo que alguna vez fue quien es hoy el agente perverso narcisista.

Ante esta situación transferencial que nos involucra e implica en sesión, es nuestro malestar el que pone en juego nuestra memoria y disponibilidad subjetiva que nos posibilita resistir a las maniobras desubjetivantes,

Resistencia necesaria que sostiene el camino somato-psíquico y la apertura alucinatoria en búsqueda del encuentro co-alucinatorio dentro el espacio intersubjetivo. Este encuentro en búsqueda del objeto necesario para el acceso a la simbolización y la subjetivación historizante, abre la posibilidad de acceso a alianzas intersubjetivas inconscientes no patógenas, funcionales y acorde a fines.

Algunos registros subjetivos transferenciales del proceso vivido con estos grupos familiares. Valor del acceso al mecanismo de fuga refleja en la variación posible del estado de las alianzas defensivas patógenas.

Dentro de  las maniobras desubjetivantes mas frecuentes en el accionar del agente perverso narcisista hemos notado 1) ausentarse del espacio terapéutico a partir de un mecanismo de fuga patógeno exitoso que lo torna un omnipresente como ausente y 2) un movimiento intrusivo a partir de la descarga en una proyección orgánica[57]. Ambos dejan restos en el “cómplice- victima” en quien se despliega en nuestra presencia los diferentes grados de desubjetivación.

Pensando en los momentos de tensión intersubjetiva perversa[58], circuito toxico intervisceral dado por un movimiento regrediente en el que se regresa a la lógica de la  libido intrasomática, recordemos que en este nivel, una defensa básica es la desestimación del afecto la que suele ir acompañada de la posibilidad de acceso al mecanismo de fuga refleja del yo real primitivo. Cuando esta defensa fracasa, aparece otro tipo de defensa que se hace presente a través de un tipo de estallido y son los momentos de proyección orgánica expulsiva[59].

Proceso de evacuación mediante el cual el aparato psíquico delega o impronta sus características al campo motor. Este debe evacuar aquello de lo que no puede fugar. Es decir al no poder apelar al mecanismo de fuga, este tipo de salida se le impone compulsivamente al agente de la solución perverso narcisista. En el que opera de partenaire, al fracasar la fuga posible ante esta proyección orgánica, se le aparece la opción de la auto-sustracción pudiendo llegar hasta el acto suicida.

El origen de las defensas psíquicas reside en el éxito inicial de la fuga refleja ante estímulos displacenteros[60]. El mecanismo de “fuga refleja” corresponde al   mecanismo de defensa por excelencia del yo real primitivo que pretende eliminar los estímulos displacenteros exógenos, aquellos de los que es posible fugar. Evitación motora, fobia primaria[61] o fuga posible es decir alejarse físicamente y mantenerse alejado de la fuente de confusión cuando esto es posible

¿Es posible la fuga en estos momentos altamente tóxicos? ¿Qué es endógeno y que es lo exógeno cuando la pulsionalidad del agente perverso narcisista, en el movimiento intrusivo, se torna para el cómplice o victima una fuente pulsional “propia-endógena” –“ajena-exógena”?

Hay momentos en los que la dependencia con el agente tiránico de la solución perversiva narcisista se nos torna fundamental para la continuidad del tratamiento. Esta depende de la articulación entre las diversas disponibilidades subjetivas para el acceso al mecanismo de fuga, la intensidad de la proyección orgánica y su efecto dado en el nivel de autosustracción o desubjetivación producida. El estado de esta articulación depende de la presencia de la subjetividad y memoria del analista como expresión de su resistencia y sobrevivir creativamente.

En quien opera como agente tiránico habita un vacio constitutivo, un núcleo de  desvalimiento, desamparo y necesariedad paradojal del “otro-no otro”, que lo lleva a impedirle a aquel que opera como su partenaire, ya sea cómplice o víctima,  que acceda al mecanismo de fuga. Es esta derivación la que lleva a este último a la autosustracción como salida posible. Autosustracción, muchas veces dado por una desvitalización imparable, la que por darse dentro del espacio terapéutico es “también” hacerse presente como ausente para un analista subjetivamente presente, es decir, al mismo tiempo que adquiere una función confirmatoria del más de lo mismo dentro de la historia familiar, también recupera una función mensajera a partir de la subjetividad del analista.

Cuando su presencia en el espacio terapéutico familiar se le torna insoportable, el agente de la solución perverso narcisista suele abandonar abruptamente el espacio subjetivo transferencial. Esta “huida” nos muestra un tipo  de evitación compulsiva e imparable, no fóbica, sino que es nuevamente una evidencia de la necesariedad de evitación del yo real primitivo.

Las diferentes posiciones dentro de este momento de la economía pulsional vincular frente al mecanismo de fuga patógeno, articula la fuga fracasada en el cómplice-víctima y fuga patógena exitosa en el agente perverso narcisista. El registro subjetivo transferencial de este escollo clínico despierta en el analista un tipo de malestar y enojo del cual, el poder resistir creativamente  lo lleva a diferentes intervenciones, entre las cuales está la posibilidad de continuar el proceso terapéutico dentro del Espacio Terapéutico No Escindido, es decir articulando la espacialidad individual  y familiar pudiendo incluirse la co-terapia.

Pensar a la subjetividad transferencial[62] como transferencia posible y al espacio terapéutico no escindido[63] como “situación analizante”[64]no habitual pero no transgresiva, abre posibilidades en situaciones clínicas en las cuales el narcisismo puesto al servicio de la  estrategia de sobrevida “grita” el vacio constitutivo subyacente a sus problemas estructurales de constitución[65]. Nos referimos al desvalimiento y sufrimiento subyacente en todos aquello seres vivos atrapados en la articulación de diferentes soluciones narcisistas.

La espacialidad terapéutica no escindida es una situación analizante posible e indicada en estas configuraciones vinculares en un momento dado del proceso recorrido, pero “en camino a lograr una sesión familiar en la que opere una continencia[66] que contenga a  todas las singularidades y “se pueda hablar”.  

Es dentro del espacio terapéutico no escindido que se dan intervenciones que tienden a des-demonizar al personaje agente de la solución perverso narcisista y hacer presente a la persona “algunas veces” disponible para esta convocatoria, por ej. llamándolo por teléfono desde el espacio de sesión y acordar un encuentro en presencia del víctima o  cómplice o del resto del grupo familiar.

El acto analítico de la propuesta del Espacio Terapéutico No Escindido es aceptar el límite de la estructura y la puesta en juego de una implementación de defensas más funcionales y acorde a fines, las que aportan una temporalidad no urgente y una espacialidad ampliada que nos permite imaginar un momento de síntesis subjetiva posterior. Implica articular gradualmente la espacialidad individual singular de alguno de los miembros, con la grupal familiar, pudiendo “el analista ser subjetivamente el mismo” en ambas espacialidades y aceptando que como “su analista ya es una función” dentro del sistema narcisista imperante en la familia y monopolizado hasta ese momento por el supuesto agente de la solución perverso narcisista. Un tipo de apoyatura o anaclisis (etayage) del narcisismo fallido de la soluciones narcisistas identitarias sobre el narcisismo del analista

A partir del malestar del analista podemos imaginar un tipo de masoquismo erógeno subjetivo transferencial que nos lleva a sostener un Yo piel necesario subjetivo transferencial que junto al compartir del afecto[67] opere de continente para el momento del retorno de lo aun no subjetivado. Una economía pulsional vincular de urgencia que intenta recupera un masoquismo guardián de la vida[68] ante la pérdida de la eficacia de la contrainvestidura narcisista patógena que operaba como un guardián del clivaje.

Un ejemplo de fracaso de este abordaje terapéutico ante la preeminencia de alianzas defensivas patógenas defensivas y ofensivas hacia los hijos, se da cuando el agente perverso narcisista se ubica en un más allá del espacio terapéutico, es decir ni dentro ni periférico sino mas allá de…., rehusándose a seguir sosteniéndose en una posición periférica dentro del espacio terapéutico no escindido.

Es un momento crucial al servicio del sostenimiento transgeneracional de los clivajes de la subjetividad al darse como “posible” continuar viviendo como si nada hubiera pasado y obturando “en ese momento” cualquier posibilidad de subjetivación de aquello que estaba retornando en búsqueda de subjetivación.   


NOTAS:

[1] de la singularidad del sufrimiento padecido.
[2] A. Green.
[3] R. Roussillon.
[4] R. Kaes.
[5] R. Kaes
[6] J.L. Donnet.
[7] R. Roussillon.
[8] R. Roussillon
[9] R. Roussilon, D. Anzieu.
[10] R. Roussillon.
[11] R. Roussillon.
[12] Estamos pensando estos conceptos a partir de un yo y un  narcisismo familiar dentro de la intersubjetividad. Estos fragmentos de historia se tornan una realidad histórica que tienden compulsivamente a repetirse y actualizarse en acto y a través de lo actual.  Automatismo de repetición dentro de la compulsión a la repetición y a la subjetivación  que Roussillon enuncia  como un tercer principio junto al de placer y realidad así como al retorno de lo clivado de la subjetividad como un cuarto vasallaje del yo (además del ello, del superyó y de la realidad)
[13] D. Maldavsky.
[14] Por ejemplo la incestuosa o pedófila descripta por A. Eiguer.
[15] P.C. Racamier.
[16] P.C. Racamier.
[17] Es la imperiosidad y el tipo de soledad que habita en el desvalimiento narcisista  lo que opera como un atractor para que se produzca este efecto.
[18] Transnarcisista.
[19] P.C. Racamier.
[20] R. Roussillon.
[21] C. Botella.
[22] en las cuales parece imposible acceder a la capacidad de  pensar,  y el estado la pulsión parece no prestarse a ninguna actividad tendiente a la ligadura.
[23] R. Roussillon.
[24] R. Roussillon.
[25] D. Maldavsky.
[26] E. Grinspon.
[27] A. Carel.
[28] D. Maldavsky.
[29] Co- construcción de la misma, J L Donnet.
[30]  La escena trasferencial que se juega ante el brusco cambio posicional en el cómplice-victima, es “yo muestro para alguien subjetivamente presente mi desorientación al perder mi conexión con mi pulsión como parámetro interno”.
[31] al darse estos movimientos dentro del trans-narcisismo o de la trans-subjetividad.
[32] R. Roussillon.
[33] D. Maldavsky.
[34] P.C. Racamier.
[35] R. Roussillon. Objeto destruido-encontrado – creado
[36] R. Roussillon. “Testimonio del esfuerzo del psiquismo para ligar mediante una solución  las experiencias de dolor compulsivamente alucinadas evitando el encuentro con la necesidad del objeto. Esto habla tanto  del equilibrio incestual  así como de la necesidad de la presencia adecuada del objeto terapéutico para salir  de la eficacia patógena de estas soluciones.
[37] R. Roussillon.
[38] Actualización significante dada en acto ya a través de lo actual.
[39] Frente al retorno compulsivo de un modo alucinatorio de experiencias presubjetivas en búsqueda del encuentro co-alucinatorio con el objeto necesario.
[40] R. Roussillon.
[41] M. Berger.
[42] R. Roussillon.
[43] A. Carel.
[44] A. Ferrant, A Ciccone.
[45] R. Roussillon.
[46] M. Hurni, G. Stoll.
[47] D. Maldavsky.
[48]  R. Kaes.
[49] de la autonomía narcisista, de la diferencia de sexo, de generaciones, de vivo-muerto, y de la intercambiabilidad de seres.
[50] R. Kaes
[51] P.C. Racamier.
[52] Hijo rehén cautivo y cautivado por los movimientos fetichizantes dados por la alianza patógena parental.
[53] R. Kaes.
[54] E. Grinspon
[55] R. Roussillon.
[56] E. Grinspon
[57] D Maldavsky.
[58] M Hurni, G Stoll.
[59] D Maldavsky.
[60] D. Maldavsky
[61] A. Green
[62] E. Grinspon.
[63] E. Grinspon.
[64] J. L. Donnet.
[65] R. Rousillon.
[66] A. Ciccone.
[67] Le partage d’affect, A. Ciccone.
[68] B. Rosemberg  plantea que el masoquismo guardián de la vida “es la defensa del sujeto por el sujeto”.