*Eduardo A Grinspon
Fragmento proveniente de articulo ubicado en Investigación clínico conceptual…: “Posición pre-onírica del analista en sesión. Resistencia (endurance) necesaria del analista frente a los movimientos pervertizantes dados en la articulación patógena de diferentes soluciones narcisistas”.
Al estar implicados dentro de la violencia desplegada “impúdicamente”, quedan en nosotros restos, los cuales al no ser desvitalizados se tornan signos que sostienen a su vez la posición del testigo transferencial quien funciona como un punto de convergencia y coherencia[1].Un “atractor” que convoca la vida pulsional, creando las condiciones para la transformación de los elementos en bruto y relanzar la vida psíquica.
Si partimos de una concepción de los sueños desde la perspectiva de la realización de deseos[2], nuestra presencia opera como un punto de convergencia y proyección en el que cada miembro del grupo familiar “a su modo” aporta algo para que nuestro espacio[3]se ordene alrededor del sector más vital del proyecto familiar inconsciente, –dentro del cual al referir solo a familias en tratamiento–, entiendo a la re-petición en búsqueda de la diferencia. Ante esta convocatoria funcionamos como un Yo nocturno, en regrediencia del pensamiento y desde nuestro malestar vamos integrando los elementos clivados que “deberían” ir a la descarga.
Al sostener la eficacia de “nuestra membrana de protección” anti estímulo, los recibimos como elementos preoníricos, es decir aquellos “restos diurnos” que penetran el aparato psíquico, y a partir de los cuales se va realizando dentro de nuestro espacio intersubjetivo, un equivalente del trabajo del sueño. Esto es posible al abrigo de un contenedor interno, que nos permite conectarnos con lo potencialmente traumático, conservando la vitalidad de “nuestros” afectos, y pudiendo poner en juego el potencial alucinatorio propio.
Diferenciamos estos momentos pre-oníricos en su tránsito hacia el objeto alucinable, de un momento posterior dado en el trabajo de subjetivación historizante.
Tipo de Reverie posible ante estas configuraciones vinculares.
Nuestra inclusión al dar lugar a la apoyatura mutua de narcisismos[4], posibilita recuperar la eficacia en su función del potencial alucinatorio del psiquismo.
El momento de violencia en sesión, es un momento de descarga somática del afecto, “una dimensión cuantitativa que al ir en la búsqueda de cualidad”, despliega un potencial alucinatorio que es expresión de empuje, movimiento y aferencia hacia el objeto[5]. Este movimiento a su vez está en búsqueda del potencial alucinatorio de un otro sujeto y su pulsión[6], en nuestra propuesta el analista en persona, con quien a partir del continuum co-alucinatorio pueda acceder a la co-generatividad asociativa y figurabilidad.
Es la adecuación del analista[7] dentro de la situación analizante lo que posibilita recuperar la eficacia del fondo alucinatorio del psiquismo y el acceso a la subjetivación de lo clivado a un no subjetivado.
Este continuum co-alucinatorio al ser contenido en nuestra subjetividad transferencial, deviene un “alucinatorio de transferencia”[8] que nos involucra.
Habitualmente en este tipo de familias, en un momento se accede a este encuentro con alguno de sus miembros dentro de una tensión inevitable y padecida por el analista, ya que este encuentro entra simultáneamente en contradicción con sectores del resto del grupo familiar, representantes de la eficacia de la defensa transubjetiva[9]y del circuito de complicidades.
Lo alucinatorio debe estar contenido y organizado en un aparato psíquico grupal para soñar[10]. En estas familias, más que soñar el sueño que no pueden soñar, nuestra endurance singular permite que advenga la pesadilla que la familia no podía soñar o no se animaba a seguir soñando. Nuestra endurance nos posibilita recibir aquello que obturaba incluso la pesadilla
A partir de nuestra presencia “en persona”, del “sentir con” empático y la relación asimétrica en la “situación analizante”, se accede a este sueño compartido cuyo efecto se hace evidente y figurable a posteriori, lo mismo que el sueño al que le damos figurabilidad a posteriori con un sector yoico diferente al que sueña.
Tránsito hacia lo “soñable” o a la pesadilla soñable, habitualmente dado a partir del resto que queda en nosotros producto de una escena dada en el espacio intra e inter sesión, que nos convoca de un modo singular y que accede en el “tempo posible” a la intersubjetividad transferencial que nos implica, hasta adquirir cierta figurabilidad. Explicito la dimensión de “tempo” ya que estas situaciones clínicas se dan habitualmente a partir de un tipo de transferencia marcada por múltiples pasajes “por el acto”.
[1]C Botella.
[2]No excluyente como plantea R Roussillon, de un resto de historia que se hace presente, al ser re-presentada.
[3]Subjetivo transferencial.
[4] R Kaës.
[5] C Botella, G Lavallee.
[6] Lugar del objeto para simbolizar el objeto a simbolizar.
[7]Transferencialmente “endurer” no es dejar hacer, es co sostener la esperanza (“espoir”) frente al núcleo de desesperanza (“desespoir”) subyacente.
[8] G. Lavallee.
[9]S.Wainrib.
[10]R.Kaës.