Artículo publicado en Actualidad Psicológica 2015 con el título: ¡Porque vos…! Un modo posible de sostener la coexistencia paradojal de varias realidades.
Eduardo A Grinspon
Un pensamiento clínico fruto de los interrogantes frente a los cuales nos posiciona la clínica actual, nos ha llevado a buscar la especificidad de los conceptos aplicable en la, TPFP (Terapia Psicoanalítica de Familia y Pareja). Es probable que cada concepto que habita en nuestro patrimonio conceptual psicoanalítico, no sea reductible en estos términos, sino que es nuestra plasticidad posible la que posibilitará encontrar el matiz singular de cada concepto y de cada familia. Nuestros pacientes “se presentan” en sesión, nos muestran cómo viven o sobreviven y nos corresponde encontrar la adecuación de cada concepto en relación la posición clínica a tomar.
En nuestro intento de desplegar esta especificidad y frente a la presencia en nuestra clínica actual de patologías narcisistas, nos ha surgido el interrogante acerca de aquellas problemáticas habitualmente pensadas desde el psicoanálisis individual[1], las cuales por medio de un tipo particular de alianza defensiva y su equilibrio interdefensivo[2] patógeno, al vacilar este y pasar de su estado “exitoso” a “exitoso-fracasado”[3],llegan a la consulta posible accediendo a una terapia de familia o de pareja. Enunciamos un equilibrio interdefensivo pues a partir de nuestra perspectiva clínica, en TPFP las defensas no pueden seguir siendo enunciadas en términos individuales, ya que refieren a la articulación de economías y corrientes defensivas singulares, dentro de una economía pulsional vincular[4] dada en familia y pareja. Este equilibrio por ser pluripsíquico y plurinarcisista, es dinámico y en permanente readecuación.
Intentaremos pensar nuestra posición clínica frente al estancamiento del proceso analítico de las parejas y familias en las que prima la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista identitario[5]. Este último refiere tanto a las fallas en la constitución de un narcisismo trófico, como a sus consecuencias en el núcleo identitario posible.
Esta especificidad clínica implica no perder de vista que como analistas, nos encontramos “subjetivamente implicados” ante estrategias de sobrevida psíquica, las que refieren al singular modo de haber sobrevivido psíquicamente a las fallas en el modo de presencia del objeto “otro sujeto” y la terceridad necesaria. Es decir de algún modo se logró resistir a los climas abusivos ya sea por exceso o por defecto y acceder a una “solución narcisista” sostenedora del sentimiento de sí y del núcleo identitario posible. Éstas operan para cada uno como su marca identitaria, a la que enunciamos, “su apellido otro”. Es decir los agentes de estas soluciones tienen una singularidad subjetiva, producto del modo de haber resistido frente a su necesario llegar a ser alguien para alguien.
Pensar en este tipo de estrategia de sobrevida psíquica (anonimato, imperiosidad, alivio y calma), con una lógica diferente a aquella de la vida psíquica, (objetalizacion necesaria, experiencia de satisfacción, acceso al principio de placer), nos permitió dar matices al concepto de perversión narcisista y acercarnos a la solución perversiva narcisista[6] y sus derivaciones patógenas dentro del “siempre presente” espacio relacional. Esto nos posibilitó dar sentido y figurabilidad a las escenas en las que se articula tanto el sufrimiento que el agente perversivo narcisista inflige de un modo compulsivo a un “otro no otro”, quien posicionado tanto como víctima o cómplice, es agente de una solución sacrificial, adhesiva, auto-abusiva antinarcisista[7], como al sufrimiento “desesperanzado-desesperado” que subyace en el agente perversivo.
Este neoconcepto de solución perversiva narcisista surge a partir de la articulación del concepto de “solución narcisista” en el que R Roussillon refiere al “esfuerzo y posibilidad del psiquismo, de ligar las experiencias de dolor que retornan compulsivamente evitando el encuentro con la necesidad” del objeto, con el de perversión narcisista de PC Racamier, quien la enuncia como “la manera organizada de defenderse de todo dolor y contradicción interna expulsándolos en otro”. También R Roussillon, enuncia la posibilidad de pervertir las funciones de autoconservación, para asegurarse la descarga de lo que no pudo integrarse y significarse en su tránsito a “ser significativo para alguien”, en la propia economía pulsional. Este espectro clínico nos enfrenta con la necesidad de definir:
- ¿a qué nos referimos el enunciar la dimensión de las experiencias de dolor? ¿refiere a una dimensión cuantitativa en su camino a ser el sufrimiento de alguien, en su dimensión cualitativa?
- ¿a qué tipo de retorno referimos lo compulsivo?, ¿al retorno de “lo clivado en” la subjetividad familiar, o a “lo clivado de” la subjetividad de algún hijo, lo que nos conecta con la posibilidad del retorno de “lo aun no subjetivado”? Una referencia a la compulsión a la subjetivación[8] que “no cesa en su insistencia” e implica un tipo de retorno sosteniendo como lo plantea R Roussillon un cuarto vasallaje del yo , esta vez ampliado a su dimensión del Yo familiar.
- Al enunciar la “necesidad del objeto,” tenemos que precisar ¿necesidad de quién? ¿de un Yo? ¿de qué tipo de yo? ¿del Yo sujeto de la pulsión o del yo objeto del investimiento pulsional?
- Y al referir a objeto ¿objeto de la pulsión en su dimensión intercambiable, u objeto para el yo en su dimensión narcisista?
- ¿A qué movimiento de descarga y a qué tipo de contradicción interna nos referimos?, ¿necesidad de descargar ¿de quién? y ¿en quién? ¿deja este movimiento expulsivo un resto? ¿un resto para quién?
- La autoconservación habla de un egoísmo necesario para el sujeto, ¿de qué sujeto hablamos? ¿está constituido el sujeto para poder referir a él?
Frente a los interrogantes enunciados, se nos impone la diferencia de pensarlos dentro de una economía pulsional singular, o incluir el matiz dado en la economía pulsional vincular de las parejas y familias a las que nos dedicamos. Esta especificidad nos posibilitó conceptualizar el hecho que en las parejas en las que prima un pacto narcisista dado por la articulación de soluciones narcisistas, la marca de una carencia narcisista producto de una falla grave en la presencia del objeto y la terceridad necesaria, se pueda transformar en un “entre deux”, en una herida narcisista, con un agente responsable y “siempre” deudor ahora presente. Esta solución “a deux” posibilita salir del dolor “en desesperanza”, sin un origen, sin fin, atemporal e innombrable. Nos encontramos subjetiva y transferencialmente implicados, en un circuito trans-subjetivo sostenedor de un apego al negativo del objeto[9], dentro del cual, a partir del “sufrimiento que “hoy padezco y vos me lo provocas”, “mi dolor”, último testimonio presubjetivo de las fallas en la presencia del objeto en la constitución del yo sujeto, es sostenido y adquiere en lo actual la dimensión cualitativa de sufrimiento “de alguien” como un organizador posible de la escena vivida.
A partir de una transformación pasiva activa “a deux” en su estado exitoso y dentro de un tipo de vínculo en el que al operar el “apego al negativo del objeto”[10]el aferramiento al dolor es un organizador y priman la deuda, la queja y el reproche; un Yo puede activamente, reclamar desde una posición de “agente acreedor con su razón”, a un agente “siempre deudor”, el sufrimiento dado a partir de las consecuencias de algo sucedido en una atemporalidad innegociable sostenida por “siempre vos….”en una referencia al “habría o hubiera”. A su vez el agente “siempre” deudor, de un modo desesperado necesita demostrar a “su supuesto otro no otro”, que “yo no soy ese que vos afirmas que soy”.
Queda velada en esta descripción la desesperanza transformada en desesperación y las consecuencias patógenas dadas por las afirmaciones provocantes-convocantes sostenidas por el agente perversivo acreedor.
Una secuencia posible pensada dentro de la subjetividad transferencial que nos implica,
Aclaremos el concepto de “intersubjetividad transferencial”. Desde una posición implicativa que nos posiciona dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en estas parejas o familias, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de transferencia al de intersubjetividad transferencial, una espacialidad intersubjetiva que nos implica como analistas en persona, en el neogrupo[11] que constituimos y en la que se da la posibilidad de la penetración actuada del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias.
Secuencia posible dada en estos equilibrios interdefensivos,
Dolor, una dimensión cuantitativa en búsqueda de la objetalizacion necesaria, “en desesperanza”, un tipo de desvitalizacion representante de la hemorragia libidinal equivalente a lo agónico, Alerta que lleva a la desesperación, dimensión humana que enuncia la, Recuperación pre subjetiva de la condición de posibilidad,
Ante esto, nos encontramos implicados frente a diversas opciones entre las cuales distinguimos:
- A) rumiación “intrasubjetiva” y posibilidad de instalar un “incorporat” intra somático, o
- B) apelar a una agresividad necesaria en su función objetalizante, pero degradada a un tipo de violencia con:
Tendencia a la descarga provocante y convocante ahora de un “otro no otro”, un tipo de doble narcisista y,
– respuesta de este otro acorde a su propia posibilidad, dada por su singular solución narcisista de sobrevida psíquica.
Configuración en acto y en lo actual, en un “entre dos”, de una escena entre un acreedor con “su razón entendible por humanos”, frente a “su pulsión” y al objeto “ahora presente y deudor”, Al darse esta escena en sesión el registro de presente y deudor implica a una terceridad demandada e impotente, por ejemplo “un padre pintado” presente físicamente y ausente en su función tercera, sostenido en latencia en el malestar del analista, pero ¡este registro ya es un resto “dentro de nuestra intersubjetividad transferencial!.
En esta secuencia de escenas se recupera de un modo aun pervertido y patógeno, la posibilidad identitaria en su referencia a un otro necesario y a una negatividad singular, dada por las consecuencias del negativo del objeto.
¿Pero negativo de qué objeto y objeto para quién?
Esta clínica nos invita a profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista. Nos enfrentamos con el núcleo de las defensas narcisistas frente a traumas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[12] para transformar “dentro del medio en el que convive” sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal y referidas a un agente actual, o en nuestra propuesta, “a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación historizante del sufrimiento padecido y a ser sujeto del propio dolor.
En sesión se despliegan escenas en las que discutiendo la realidad se da un mutuo aferramiento contestatario, una coraza de co-excitación fusional, sostenedora de la posibilidad paradojal de la co existencia de varias realidades, haciendo posible que lo sucedido y padecido quizás no haya sido así. En un clima de acusaciones y defensas posibles, se abre “frente a nosotros” la dimensión de la culpabilidad, pero sostenida por agentes culpables de “algo sucedido y comprobable”.
La preeminencia de esta solución “a deux”, su necesario retornar de un modo circular a sus personajes en posiciones fijas y sin salida, atrapados en una vigencia “a veces mortífera” en acto de lo actual y la no memoria del proceso recorrido, genera en nosotros un malestar que referimos a un registro del estancamiento o “impasse” del proceso terapéutico, al que por su no acceso al pasado lo enunciamos “impassé[13]. Pensamos que aquello que en lo manifiesto, se presenta como una problemática grave y sin salida, en su base, sostiene un equilibrio interdefensivo o una solución narcisista “a deux”[14] en su estado “exitoso fracasado”.
A partir del modo en el que D Maldavsky desarrolla los estados de las defensas y aplicándolo a la especificidad dada en familia y pareja, podemos suponer que en la formación de estas familias, en algún momento en la pareja parental se dio una alianza y un equilibrio interdefensivo que en su estado exitoso, sostenía la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”. Esto se daba dentro de la articulación exitosa de diferentes desmentidas: de la autonomía narcisista, de la diferencia de sexo, de generaciones, de vivo-muerto, y de la interdicción ante la intercambiabilidad de seres. El estado exitoso lograba rechazar algo fuera del yo “familiar” y al mismo tiempo mantenía la continuidad narcisista identitaria parental.
En su estado exitoso no hay motivo de consulta, pero ante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras y esta es la opción que estamos planteando.
La dimensión de estancamiento y nuestro malestar podría pensarse de un modo generalizante como una reacción terapéutica negativa, pero en estos casos lo pensamos como “la presencia de la negatividad en la transferencia”, dada en una transferencia por retorno[15], diferente a la transferencia por desplazamiento a la que generalmente referimos.
Estas relaciones de pareja habitualmente están centradas en poder pedir desde el reproche, aquello que el “otro no puede dar, accediendo al aferramiento adhesivo y “siendo mi sufrimiento el testimonio de tu falla o ausencia”, una solución a la que Paul Denis enunció algógena. Son pacientes que al no poder procesar el conflicto de un modo intrapsíquico e inter-instancias, necesitan que éste se juegue permanentemente en una “trans-subjetividad”, tendiendo al acto desubjetivante, predominancia de la descarga en la tendencia entrópica de la pulsión.
En varios procesos estancados con parejas en las que subyace un pacto de “inseparabilidad” se impone paulatinamente la degradación de la terceridad, sosteniendo la banalización de las consecuencias de la violencia, perdida de la dignidad y respeto tanto por el otro como consigo mismo, presencia de insultos e incluso llegando a la violencia física. “Vivir mal, y aguantar, en un contexto en el que es posible la lógica abusiva “a costa de alguien….”, no tiene consecuencias e incluso la solución sacrificial autoabusiva y anti-narcisista[16] es un valor”. Nuestro malestar frente a la inseparabilidad, nos enfrenta en un primer momento con “la incapacidad del sujeto a desplazar su investimiento sobre otro objeto”, es decir con el problema del carácter patógeno de la dimensión irremplazable del objeto transformado en “único”.
¿Cómo conceptualizar esta singularidad al referirlo en TPFP, a un pacto dado “entre dos o más de dos”, configurando un vínculo adictivo a partir de sus singulares soluciones narcisistas? Además ¿está constituido el sujeto al que referimos?
Partir de una economía pulsional vincular y de una intersubjetividad innegociable desde la construcción primordial del yo sujeto, nos enfrenta con la necesidad de re-pensar la especificidad del “objeto otro sujeto y su pulsion”, y sus consecuencias. Nos acercamos en primer lugar como lo plantea R Roussillon[17] al hecho que “la singularidad del objeto otro sujeto, fue la puerta abierta a las marcas o huellas del impacto del objeto sobre la pulsión en el yo sujeto. A la pareja fuente/objeto se agrega ahora, la pareja pulsión introyectada en el seno del yo / receptividad del objeto al aspecto pulsional del sujeto y sus consecuencias. A partir de la articulación narcisismo, yo sujeto, presencia necesaria del objeto, pensamos que las marcas a las que referimos están ligada al modo decepcionante fallido[18] de presencia del objeto. No referimos a una escena única, sino a la multiplicidad de escenas dadas tanto, en “la constitución del yo sujeto”, como a la de “su objeto otro sujeto y su pulsion” en su dimensión narcisista y “su singular condición de posibilidad”. A esta faceta de un traumatismo acumulativo referimos la dimensión singular de las soluciones narcisistas de sobrevida psíquica. Un efecto traumático dado sobre la regulación narcisista identitaria del sujeto. Son estas soluciones con las que nos encontramos en nuestra clínica, a las que R Roussillon las incluye en una “clínica del sujeto perdido” y nosotros agregamos, ¿perdido o aun no eficazmente constituido? en referencia a “sectores aun no subjetivados” en búsqueda de la subjetivación posible. Un efecto de aquello sustraído de él mismo por la sombra del objeto “al que resta unido desde su negatividad”.
El carácter enigmático de la formula “la sombra del objeto cae sobre el yo”, nos lleva en primer lugar a una reflexión, pues la sombra del objeto no es el objeto mismo, sino el doble negativo del objeto, necesariamente demandado[19] por un Yo en su constitución, a partir de lo cual enunciamos “la sombra del objeto para el Yo de alguien”. Aquel objeto otro sujeto quien por sus características ha limitado el investimiento necesario y es expresión de aquello que no fue reflejado de “sujeto a sujeto”, o lo fue de una manera fallida y a veces inaceptable.
¿En que deviene la sombra del objeto cuando esta es caída sobre el yo?
La incorporación del objeto viene en lugar de una verdadera introyeccion[20], que supone un acceso a la experiencia de satisfacción, y una elaboración representativa suficiente. En estas estrategias de sobrevida psíquica el sujeto, haciendo lo posible incorpora la parte negativada del objeto junto a la parte de él que porta “su objeto posible”, es decir se da un incorporar en lugar de poder introyectar la función narcisista potencial del objeto. Esto abre la posibilidad del apego a las consecuencias dadas por la negatividad de la objetalizacion necesaria. Esta derivación que habitualmente referimos a un rasgo de carácter, R Roussillon lo refiere a la posibilidad que se dé una modificación durable del yo que asimila aquello a lo que fue confrontado para que una respuesta se perfile.
En el equilibrio vigente se percibe la dificultad en estos pacientes en “aceptar el límite del otro” al que “mi sufrimiento” me enfrenta. En sesión nos encontramos con un empecinamiento adictivo “a deux” en sostener un tipo de comunión de desmentida en la cual el accionar del otro es transformable y es “mi accionar el que puede lograrlo”. Una referencia que dentro del apego al negativo, se torna un argumento autorreferencial permanente.
Es clínicamente útil incluir la posibilidadde un “retorno a” para evitar el “retorno de”[21]. Es decir un tipo de transformación pasivo – activa, que posibilita “retornar a” la escena traumática primaria, para evitar el “retorno de” la misma escena padecida de un modo pasivo. Este modo de pensar las escenas que nos implican, define la posición intersubjetivo transferencial que tomamos. Pues, por más intenso que parezca el sufrimiento desde la manifestación sintomática, como ya dijimos, al estar dado dentro de una escena, hacia un otro, en acto y a través de lo actual, sostiene un “dolor en esperanza”, mientras que aquel dolor ante cuyo retorno, se despliega este andamiaje defensivo preventivo, por provenir de la marca de agonía, es innombrable, sin origen y sin fin (en desepoir).
Este efecto del “incorporat”[22] es lo que subyace en este tipo de pacto narcisista y el consecuente clima toxico de descarga imparable, provocante y convocante de un modo desesperado de un “otro no otro”. Una mezcla mortífera de la necesidad de descargar, expulsar lo intolerable, junto al aferramiento contestatario a un “otro imprescindible dentro de la coexcitacion”. Este clima intersubjetivo transferencial nos implica, con el riesgo para las posibilidades tróficas de “nuestros pacientes”, que quedemos degradados subjetivamente a ser parte de lo que enunciamos como un cuerpo común incestual”. Estas coyunturas clínicas, en las que nuestros pacientes hacen lo que pueden, nos enfrenta con un tipo de retorno que pone en el tapete nuestra capacidad de endurance[23] (resistencia) a la destructividad en la posición implicativa de “objeto “destruido-co-alucinado –encontrado”[24].
Nos encontramos en sesión dentro de una escena en la que a partir de un agente acreedor con “su razón”, es convocada la objetalizacion que habilite el tránsito de testigo “intrasubjetivo” del sufrimiento padecido, hasta acceder a un testimonio frente a un otro, accediendo a la figurabilidad y a la representación.
Es a partir de nuestra endurance singular y sostener nuestro malestar el tiempo necesario, tanto en el espacio intra como en el intersesion, que va emergiendo una alianza terapéutica trófica lograda con algún sector de “nuestros pacientes”. Esto posibilita que la vacilación del equilibrio interdefensivo acceda al estado de “fracasado en búsqueda de la diferencia” Momento en el que la búsqueda objetalizante de “nuestros pacientes”, que no cesa de insistir, habilita que nuestra respuesta sea subjetivable. Son los momentos en los que si resistimos a lo tranquilizador de la dimensión explicativa, nos encontramos de un modo no previsto con aquello “desconocido de nuestros pacientes”, que nos posibilita comenzar a dirigirnos y “hablarle” a alguien que puede sentirse reconocido por un otro cómo “sujeto del propio dolor padecido”. Si a través del tiempo referimos “nuestros pacientes” de un modo explicativo y circular “al mismo paciente”, está operando un tipo de complicidad resistencial, en la cual estamos al servicio de la eficacia del equilibrio patógeno. Son escollos clínicos en los que la atención flotante tiene poca probabilidad de eficacia, y es nuestra memoria intersubjetiva transferencial la que posibilita un acceso a la diferencia.
Habitualmente ante la posibilidad de lo diferente, nos encontramos con la protesta o reacción en el otro miembro de la pareja. Es necesario sostener de un modo no negociable nuestros registros y lo nuevo advenido, ya que lo que podría ser pensado como una reacción a la exclusión, es un matiz inevitable ante la vacilación del estado del equilibrio interdefensivo. Son situaciones en las que el acto analítico de ampliar el espacio terapéutico a su dimensión de “ampliado no escindido”[25] y que el mismo objeto “su analista de pareja o familia en persona”, sea quien a partir de su “propio” padecimiento acepte el limite dado por la coraza de co-excitación[26] y pueda ampliarlo a entrevistas singulares, en su diferencia con las individuales, articuladas con las de pareja, habilita un tránsito trófico que nos posibilita muchas veces relanzar el proceso terapéutico. Por esta vía y a partir de un tipo singular de malestar del analista, ¿su dolor–sufrimiento singular? accedemos junto a nuestros pacientes al “sujeto del dolor singular”, a través de un tránsito hacia la subjetivación de lo padecido y aun clivado. Una posibilidad de salir de la re-edición compulsiva, muchas veces en términos transgeneracionales y recuperar el necesario trabajo de subjetivación historizante que le corresponde a cada generación habilitada por una alianza parental de inicio exogámica.
Como analistas estamos subjetivamente implicados ante el “modo posible” de retorno de sectores aun no subjetivados” ,“presentados” en la fijeza del accionar de estas personas atrapadas en sus personajes en quienes el sufrimiento fue y es un organizador dado en acto y en lo actual por su aferramiento al dolor . Pensamos que la subjetividad del analista es la que puede aportar la objetalización necesaria para acceder al trabajo de subjetivación de los agujeros negros narcisistas identitarios clivados o aun no subjetivados Nuestra endurance (resistir durando y durante el tiempo necesario), nuestra memoria y posición activa consecuente y prospectiva, posibilita una transformación pasivo activa terapéutica a partir de la condición de “disponible y utilizable” de la persona del analista. Hacemos extensiva a la transferencia dada en TPFP ante estas soluciones narcisistas “a deux”, lo planteado por R Roussillon cuando enuncia que el analizando ha podido desarrollar una forma de “utilización del analista”, pero una utilización negativa y paradojal. El analizando, en nuestro caso la pareja o familia, viene (como puede) a “hacer entender, ver o sentir aquello que de él no ha podido ser integrado psíquicamente, aquello que ha sido repudiado sin representación, clivado mas que reprimido. Viene a hacer vivir al otro aquello que el mismo no está en condiciones de soportar o resistir de su propia historia, aquello que él no ha podido inscribir en su subjetividad, aquello a lo que ha estado sometido sin poder integrar”[27].
En estas situaciones transferenciales tan difíciles para nosotros, aceptar nuestros asombros y confusiones, sin banalizar de un modo reduccionista nuestra memoria, nos conecta con los momentos del retorno de lo clivado al modo posible. En la especificidad de esta posición clínica, nuestra memoria responde a un tipo de escucha que sostiene un modo singular y activo de dar lugar en nuestro espacio a la dimensión cuantitativa del dolor de alguien, “mi paciente” y su tránsito a ser sujeto de su propio dolor en su dimensión cualitativa. Accedemos a intervenciones que habilitan una salida posible de la posición quejosa y pasiva del objeto sufriente del dolor causado por el accionar de un otro ubicado como agente del propio sufrimiento. Aclaro “mi” paciente porque esta búsqueda se da dentro de un tipo particular de intersubjetidad transferencial sostenedora de la objetalizacion necesaria para el nacimiento subjetivo de “alguien para alguien”, en primera instancia para “mi-nuestro analista de pareja”. En estas situaciones clínicas, es a nosotros a quienes nos corresponde sostener la dimensión continente e interrogativa, sin olvidar que nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma, que el todo preexiste a la parte, acceder a una lógica diferente a la abusiva sostenida en retracción y con certeza, a partir del “accionar a costa de… ”.
En estos procesos se da un trabajo de subjetivación historizante en el que lo que varía son “nuestros pacientes”. Al primar estrategias de sobrevida psíquica, la variación es lenta y progresiva y en lo manifiesto se van a mantener en la misma posición dentro de sus personajes. Dado este punto de inflexión, pensamos que aquello diferente que se genera en nosotros frente a estos “procesos estancados”, es lo que puede posibilitar una salida del “impassé” en el que se mantienen estas parejas y familias a través del tiempo, y dar al pasado su lugar dentro de la historia que nos implica. Referimos a la posibilidad de salir de la re-edición sostenida a partir de la articulación inconsciente de garantizarse mutuamente “ser un objeto del dolor producido por el accionar del otro”, y acceder a la re-petición y a un tipo particular de nacimiento subjetivo que posibilite ser sujeto del “propio dolor padecido”, el tiempo necesario hasta acceder a la apropiación de su singularidad subjetiva y las adecuaciones posibles en el equilibrio interdefensivo que nos implica.
NOTAS
[1] o singular, acorde al desarrollo a desplegarse.
[2] E Grinspon,
[3] Aplicación del modo en el que D Maldavsky desarrolla los estados de las defensas a la especificidad dada en familia y pareja. En su estado exitoso no hay motivo de consulta, pero aante la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias, el estado de la alianza patógena se torna exitoso fracasado. En este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por vivencias displacenteras.
[4] D Maldavsky
[5] R. Roussillon,
[6] E Grinspon , www.eduardogrinspon.com
[7] F Pasche,
[8] R Roussillon,
[9] R Roussillon D Anzieu,
[10] R Roussillon, D Anzieu,
[11] E Granjon,
[12] R Roussillon; Compulsión a la re-petición y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,
[13] P Denis,
[14] E Grinspon a partir de R Roussillon,
[15] R Roussillon, desplegada en pag 11,
[16] F Pasche,
[17] Revue française de psychanalyse, Mars 2014 N° 1
[18] E Grinspon, Lo consideramos fallido al referirlo a su función que de algún modo opero en todo sujeto vivo, “que tenga ombligo, respire y hable”.
[19] Demandado y no pedido, retomando el concepto de demanda en términos inconscientes.
[20] R Roussillon,
[21] R Roussillon,
[22] R Roussillon
[23] E Grinspon, www.eduardogrinspon.com
[24] A partir de R Roussillon, C Botella,
[25] Desplegado en E Grinspon Posición del analista dentro de la solución perversiva narcisista ,
[26] A la cual retornan de un modo compulsivo e involuntario,
[27] L’analysant a bien développé une forme « d’utilisation de l’analyse », mais une utilisation « négative », « paradoxale » là encore, il vient faire entendre, voir, ou sentir ce qui de lui n’a pas pu l’être, ou ne l’a pas été assez, ce qui a été répudié de son intégration psychique, répudié sans représentation, clivé plus que refoulé. Il vient faire vivre à l’autre ce que lui-même n’a pas été en mesure d’endurer dans son histoire, ce qu’il n’a pu inscrire dans sa subjectivité, ce à quoi il a été soumis sans pouvoir l’intégrer..