Es necesario definir qué tipo de negatividad opera en cada uno de los miembros de la pareja, quienes como estrategia de sobrevida psíquica y una salida posible del dolor, una dimensión cuantitativa sostenida en desesperanza, mantienen en una articulación patógena, una escena atemporal y vigente en la cual un yo, producto de la sobrevida psíquica, es sostenido por alguien en una escena atemporal en la que: “yo puedo reclamar con razón lo que “vos”, o un otro, me debe en una dimensión humana y actual”[1], es decir en una lógica entendida por humanos y sosteniendo una razón válida frente a la presencia del “analista en persona”. Estas relaciones de pareja están habitualmente centradas en poder pedir desde el reproche, aquello que el otro no puede dar “quedando yo ligado desde mi sufrimiento y siendo mi dolor el testimonio de tu falla o ausencia”. Estas escenas al darse en familia convocan inevitablemete a los hijos a ser parte de este paradigma relacional patógeno
Son pacientes que al no poder procesar el conflicto de un modo intrapsíquico e inter-instancias, necesitan que éste se juegue permanentemente a través de lo actual de un modo “trans-subjetivo”, tendiendo al acto desubjetivante, predominancia de la descarga en la tendencia entrópica de la pulsión. Si la pulsión es exigencia del trabajo impuesto a lo psíquico a partir de su articulación con lo somático, pensamos que cuando referimos una negatividad a la presencia fallida del objeto primario, estamos refiriendo a la sumatoria de experiencias de un yo en su momento de constitución, frente a su pulsión y en presencia del objeto en “su singular condición de posibilidad”. Es decir es la resultante de los diversos movimientos pulsionales de cada ser vivo en búsqueda del objeto posible, lo que va a dar como resultado las marcas o restos que quedan en el yo sujeto, a partir de las fallas en la función narcisista del objeto otro sujeto para ese yo en constitución.
Una derivación clínica sostenida en acto y en lo actual en el equilibrio interdefensivo vigente, es la dificultad en estos pacientes en “aceptar el límite del otro”, evidenciada en las escenas habituales, en un empecinamiento adictivo “a deux” en sostener un tipo de comunión de desmentida en la cual el accionar del otro es voluntario y es “mi accionar el que puede transformarlo”. Una referencia que se torna un argumento autoreferencial permanente.
Es clínicamente útil recordar que R Roussillon enuncia un “retorno a” para evitar el “retorno de”. Es decir un tipo de transformación pasivo – activa, que posibilita “retornar a” la escena traumática primaria, para evitar el “retorno de” la misma escena padecida de un modo pasivo. Este modo de entender estas escenas que “nos implican”, es fundamental para definir la posición intersubjetivo transferencial que tomamos. Pues, por más intenso que parezca el sufrimiento desde la manifestación sintomática, como ya dijimos, al estar dado dentro de una escena, hacia un otro, en acto y a través de lo actual, sostiene un “dolor en esperanza” (en espoir), mientras que aquel dolor ante cuyo retorno, se despliega este andamiaje defensivo preventivo, es un dolor que por provenir de la marca de agonía, es “en desesperanza”, innombrable, sin origen y sin fin (en desespoir).
Como analistas estamos subjetivamente implicados ante el “modo posible” de retorno de sectores aun no subjetivados[2], “presentados”[3] en la fijeza del accionar de estas personas atrapadas en personajes que definimos como “su apellido otro”, en el cual el sufrimiento fue y es un organizador dado en acto y en lo actual por su aferramiento al dolor. Pensamos que la singularidad dada en estas alianzas defensivas patógenas[4], define una especificidad que pide en la re-petición[5] posible, un abordaje a partir de nuestra posición en el espacio terapéutico con parejas y familias.
Nuestro registro de estancamiento sostiene un resto el cual al no ser desvitalizado, nos ubica dentro de la tendencia a la re-edición “a deux o a más de dos” y refiere al hecho de regresar de un modo compulsivo y atemporal a la misma escena sin salida posible. En lugar de la re-petición posible y resiliente, estamos implicados frente a la re-edición “a deux o más de deux”, de escenas en las que discutiendo en acto la realidad (“que nosotros no conocemos”), en un clima en el que prima el mutuo reproche, queja, deuda y acusación, se sostiene una coraza de co-excitación fusional. Este aferramiento contestatario mantiene la posibilidad paradojal “a deux”, de la coexistencia de la doble realidad, y a su vez, que cada uno en lugar de enfrentarse con el propio dolor aún sin nombre y “su agujero negro identitario” dado por el doble negativo del objeto alguna vez fallido, pueda transformarlo en una realidad consensuable acerca de “lo que vos alguna vez me hiciste, me haces, o lo que alguna vez me dijiste o me decís”. Este funcionamiento intrasesion, en la base configura un equilibrio interdefensivo en su estado “exitoso-fracasado”, ya que en su estado “exitoso”[6] no hay acceso al motivo de consulta[7].
Es a partir de nuestra singular resistencia (“endurance”) expresada en poder sostener nuestro malestar el tiempo necesario, tanto en el espacio intra como en el intersesion, que va emergiendo una alianza terapéutica trófica lograda con “algún sector de nuestros pacientes”. Esto posibilita que la vacilación del equilibrio interdefensivo acceda al estado de “fracasado en búsqueda de la diferencia”[8]. Momento en el que la búsqueda de una función reflexiva objetalizante de “nuestros pacientes”, que no cesa de insistir[9], habilita que nuestra respuesta sea subjetivable[10]. Estos son los momentos en los que si resistimos a lo tranquilizador de la dimensión explicativa, nos encontramos de un modo no previsto con nuestra confusión y asombro. Acercarnos a esta dimensión de lo “desconocido de nuestros pacientes”, nos posibilita comenzar a dirigirnos y “hablarle” a alguien que puede sentirse reconocido por un otro cómo “sujeto del propio dolor padecido”.
Pienso que si referimos “nuestros pacientes” de un modo explicativo y circular al mismo paciente a través del tiempo, está operando un tipo de complicidad resistencial, en la cual estamos al servicio de la eficacia del estado exitoso-fracasado del equilibrio patógeno[11]. Son escollos clínicos en los que la atención flotante tiene poca probabilidad de eficacia, y es nuestra memoria subjetiva transferencial la que posibilita un acceso a la diferencia.
Habitualmente ante la posibilidad de lo diferente, nos encontramos con la protesta o reacción en el otro miembro de la pareja. Es necesario que a partir de nuestra endurance podamos resistir sosteniendo de un modo no negociable nuestra memoria y lo nuevo advenido, ya que lo que podría ser pensado como una reacción a la exclusión, es la inevitable reacción a la vacilación del estado del equilibrio interdefensivo “a deux”. Son situaciones en las que el acto analítico de ampliar el espacio terapéutico a su dimensión de “no escindido” y que el mismo objeto “su analista de pareja en persona”, sea quien a partir de su padecimiento y el efecto que tiene el resto intersubjetivo transferencial subyacente, aceptando el limite dado por la coraza de co-excitación[12]fusional, pueda ampliarlo a entrevistas singulares articuladas con las de pareja, habilita un tránsito trófico que nos posibilita muchas veces relanzar el proceso terapéutico.
Esta posición intersubjetiva transferencia posibilita muchas veces acceder a matices de la catástrofe generacional vivenciada. Es el malestar singular de la persona del analista, su dolor y sufrimiento singular, lo que aporta la reflexividad necesaria para la subjetivación en nuestros pacientes, de lo padecido y aun clivado, adviniendo en sesión el sujeto del “propio dolor”. Esto permite salir de la re edición compulsiva en términos transgeneracionales y recuperar el trabajo necesario de subjetivación historizante que corresponde a cada generación dada por una alianza parental exogámico.
NOTAS
[1] articulación de la clínica del impasse y del sujeto aun no constituido.
[2] R Roussillon,
[3] En su tránsito posible a la representación y figurabilidad,
[4] Diferenciamos lo patológico de lo patógeno que hace mal o enloquece a un otro en quien queda el resto del accionar patógeno,,
[5] Refiere a la compulsión a la re-petición en búsqueda de la subjetivación de lo clivado no subjetivado
[6] Una alianza defensiva patógena en su estado exitoso, logra expulsar algo fuera del yo “familiar” y sostiene la ilusión de vivir en una “neo realidad” “auto producida” y con la “fantasía de autoengendramiento”.
[7] Ver evolución posible del estado de las defensas a partir de D Maldavsky.
[8] E Grinspon.
[9] R Roussillon, Compulsión a la subjetivacion,
[10] E Grinspon, “Lo alucinatorio en sesión”
[11] Frente a la amenaza del retorno de lo clivado, se da la aparición de manifestaciones sintomáticas y sus re-adecuaciones defensivas necesarias. El estado de la alianza patógena se torna “exitoso fracasado”, en este se mantiene lo expulsado, pero ya la ilusión de omnipotencia o rédito narcisista es relevada por experiencias de sufrimiento psíquico.
[12] A la cual retornan de un modo compulsivo e involuntario,