Eduardo A Grinspon 

Un disparador para este desarrollo, fue nuestro malestar frente al estancamiento de procesos terapéuticos con parejas y/o familias, no referimos a la interrupción sino al estancamiento o impasse, especialmente en el tratamiento de parejas, ya que la presencia de los hijos en la familia, detonan interrogantes que muchas veces relanzan los procesos. Llamamos estancamiento a un registro advenido en el analista a partir de su malestar intra e inter sesión, es decir, es nuestro registro subjetivo singular que evidencia el estancamiento. Este matiz tiene su importancia, ya que si pensamos en el estado de los equilibrios inter defensivosen familia y pareja, al acceder al estado de exitoso fracasado, puede mantenerse en estado de “impasse” de un modo atemporal, pero al incluirnos e implicarnos subjetivamente, articulando nuestra historia intersubjetivo transferencial en el proceso recorrido con nuestra   historia personal, el equilibrio inter defensivo, pluripsíquico y plurinarcisista puede acceder al estado de “fracasado en búsqueda de una diferencia”. Un pasaje del sufrimiento sostenido “en desespoir” y sin salida hacia un sufrimiento “en espoir”, que al ser en búsqueda del objeto posible ¿nosotros en el proceso?, ya es del orden de la herida narcisista y la falta. Si no accedemos a esta derivación en espiral y trófica, entramos en un circuito de complicidad y nuestros pacientes y familias pueden mantenerse en la re-edición del más de lo mismo de un modo atemporal. Es el malestar de cada analista en los procesos vividos lo que conduce a una modificación. Por esta razón, no son nuestros pacientes los que van a plantear el estancamiento, es nuestro malestar que alguna vez llamé “hartazgo, cansancio, somnolencia, registro somático,” entre otros, que nos lleva a auto sustraernos del magma incestual y a partir de nuestro padecimiento singular intervenir de algún modo.  Nuestro malestar “singular” nos sustrae y posibilita implicarnos dentro de la interpulsionalidad en juego.  Al implicarnos interferimos e interpelamos el continente tensional pervertizante y desde nuestra subjetividad inauguramos una continencia a co-construir y sostener.  A partir del imperativo del acceso a la  singularidad y diferencia, es desde nuestra singularidad en sesión que vamos a la búsqueda de la singularidad del sufrimiento generalmente de uno de los miembros de la familia y pareja,.

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa. En una de estas parejas, luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré” enunciando de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. Si bien no fue claro en ese momento, porque lo enuncié de este modo, fue notable y causa de asombro, el efecto trófico que ha tenido.

Luego de una primera experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevó a sostener esta posición y a desplegar interrogantes a partir de “lo sucedido en mí y sus derivaciones”.

Al enunciar en sesión “como analista en persona”, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de “impasse” útil, sin tensión, en el que “me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor”. Es decir de un modo personal, luego de enunciar al dolor, continué aportando la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo no estratégico.

Al intervenir sosteniendo  una posición clínica implicativa en la que:

  1. en lugar de explicar “desde afuera” de la escena, enuncia en una afirmación que refiere al plural ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!
  2. Pude registrar que ante esta enunciación “implicativa” de “su analista en persona”, esta pareja en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, dio lugar a un silencio expectante en ambos, que posibilitó o convocó que yo continuara hablando y accediera  a la dimensión cualitativa de la vergüenza. Podría abordarse una segunda lectura, en la que esta escena se yergue como una referencia a un otro, a la presencia de una “tercera” mirada, y a través de la misma se produce la recuperación del pudor alguna vez avasallado, y la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad. 
  3. Al dirigirse la Sra a su esposo y refiriendo al nombre de la persona del analista presente, le pregunta si este conoce un dato especifico de su historia. En una referencia a la terceridad vaciló el aferramiento pudiendo el Sr aludir a su sufrimiento singular. 
  4. Mientras por mi parte interpelaba mi archivo de escenas, el Sr continuo desplegando un sector de su historia referidas a las situaciones singulares en las que su padre fallece pocos meses antes que el nazca.  
  5. Esta mutación en el desarrollo acostumbrado de la sesión, permitió el  despliegue de un sector de la historia del Sr refiriendo a situaciones singulares y consecuencia de la pérdida un padre “en ausencia” y solo conocido por referencias. 
  6. Experiencia traumática familiar que alteró la posición subjetiva de su madre quien comenzó un periodo de penurias económicas casándose luego de varios años con un agente proveedor con graves movimientos perversivos que afectaron y están implícitos en la solución narcisista del Sr. Hecho traumático “del que no se habla”
  7. Es notable que la pregunta sostenida por su esposa en sesión, pudo apelar a la memoria saliendo del impassé y del aferramiento. Adviene lo desconocido de “mi paciente” y accediendo al trabajo del resto, pudo  rescatarse de permanecer coagulado en un sector de su historia nunca hablado,.
  8.  Cambia “mi paciente”, varía el clima de la sesión y emergen vivencias del sufrimiento singular ahora co-construidos en la intersubjetividad transferencial.