A partir del esquema freudiano, R Roussillon nos recuerda que percepción y conciencia deben ser situados en los dos extremos del aparato psíquico, la percepción es concebida como un proceso somático, que parte de lo somático, que se organiza a partir del soma y que antes de acceder al la conciencia debe atravesar el conjunto del aparato psíquico, es decir debe ser transformado por el conjunto de sistemas psíquicos que debe atravesar, el ello, el yo inconsciente y el yo pre-consciente[1].

Es decir partiendo del fondo somático del psiquismo, la percepción debe atravesar  este “circuito largo” o ante la solución perverso  narcisista y la adicción al contexto toxico intervisceral, lo percibido entra en un “circuito corto” y es descargado de un modo desubjetivado.

Tener presente este concepto es fundamental en nuestro abordaje intersubjetivo en sesión y clínicamente lo operacionalizamos a partir de la tensión toxica intercorporal[2] y la presencia de la libido intrasomatica en el momento de la búsqueda alucinatoria del objeto.

Del mismo modo que la neurosis es el negativo de la perversión podemos plantear que en el circuito tenso intervisceral que nos involucra, el acceso a la actividad co-alucinatoria en búsqueda del objeto (alucinable ) es el negativo de la preeminencia de la libido intrasomatica[3].

Situación que describimos tanto a partir de aquel sujeto vivo ubicado en la posición de cómplice o victima como a partir de la ubicación intraestructural complementaria del analista en sesión y su eficacia “a posteriori” dentro de la subjetividad transferencial. Aclaración que implica poder pensar en una temporo-espacialidad ampliada para la subjetividad del analista, ya que muchas veces los efectos del clima toxico vivido y algunas decisiones clínicas, por ejemplo decidir un llamado telefónico o adelantar una sesión, pueden ser tomadas a posteriori de la sesión, a partir tanto de  sueños o momentos de insomnio del analista en los que retornan, de un modo imprevisto fragmentos de sesión y la figurabilidad de la distribución posicional en la estructura imperante.

Dice R Roussillon que la percepción es por un lado “encontrada” y se impone de inicio, independientemente del sujeto o más bien del deseo del sujeto, al mismo tiempo debe ser “creada” a partir del investimiento alucinatorio, es decir  significada y construida por el conjunto del aparato psíquico, es decir debe ser “encontrada”- “creada”.

Intentando dar figurabilidad al proceso alucinatorio tenemos de inicio el registro somático de la necesidad, el seno es “alucinado, creado” y luego a partir del proceso perceptivo, el seno “aparece y es encontrado”. En nuestra experiencia en sesión, de un modo inverso la percepción es “encontrada” primero y luego debe ser “creada”, es decir apropiada subjetivamente a partir de ser significada y construida por el conjunto del aparato psíquico familiar y el acceso a lo alucinatorio.

Pensando en el espacio terapéutico no escindido desde un abordaje a partir de la intersubjetividad y dentro de un narcisismo y un Yo familiar, este es un momento de vital importancia en sesión.

En el partenaire del agente perversivo narcisista su Yo acorde a la posibilidad de su pervertizacion por medio de estrategias de sobrevida psíquica, puede atacar el conjunto de procesos por los cuales debe subjetivar lo percibido y adhiriéndose al agente perversivo, lo registra  como un hecho dado y es el afuera dentro de la psique.

Para que el objeto sea descubierto como objeto otro y no un tipo pervertido de doble, es necesario que sobreviva a los ataques de destructividad (Roussillon-Winnicott).

Dentro de una evolución esperable, ante la vacilación de la eficacia del circuito de complicidad de la solución perversivo narcisista, emerge en sesión en un primer momento, tanto en los partenaires como en el analista un miedo anticipatorio de algo catastrófico, un miedo a hablar que inhibe los movimientos progredientes y la posibilidad de pensar.

En un segundo momento se despliega a partir del agente perversivo las maniobras transubjetivas desubjetivantes[4] ya descriptas, como una tentativa destruir tanto la experiencia vivenciada como al registro subjetivo de esta[5].

Ante estas reacciones emerge en los otros miembros del grupo familiar, un tipo de culpabilidad, de confusión y desesperanza ante la sensación de haber destruido a este tipo de doble. Insisto un tipo particular de culpabilidad ya que no nos estamos refiriendo a la destrucción de un otro sino de un doble, un objeto narcisista reflejante de quien dependen las posibilidades de registrarse vivo. Son momentos de desesperanza en los que se supone destruido tanto al agente perversivo   como al analista y sus alianzas.

El mantenimiento del malestar del analista y su resistencia va hacer posible que los afectos de displacer que acompañan a la destructividad puedan ser percibidos y vivenciados.

En estas situaciones transferenciales, una posición fundamental de la persona del analista como objeto terapéutico subjetivo familiar es sobrevivir subjetivamente dentro de este malestar e imponer la presencia afectiva que incluye  su memoria.

Es la capacidad del analista a sobrevivir subjetivamente a los movimientos destructivos lo que va a hacer posible distintas alianzas a partir de las cuales se pueda descubrir y vivenciar dentro del grupo familiar la resistencia propia de alguno de sus miembros.

Redistribución posicional que ubica al hasta ahora ubicado en la posición de doble, como un objeto externo fuera del movimiento pervertizantedesubjetivante[6].

El objeto externo analista al resistir y sobrevivir a la destructividad, se tornó destruido – encontrado[7] y  diferenciado en el mismo movimiento.

Se accede a partir de la terceridad analítica[8] a la diferenciación sujeto y objeto, realidad interna y externa psíquicamente concebida en su simultaneidad y diferencia.

Dentro del espacio terapéutico no escindido el analista es destruido en la descarga del agente de la solución perversivo narcisista pero retenido y sostenido como “destruido-encontrado” dentro del espacio intersubjetivo transferencial.

Es un efecto deseable y logrado a partir de la apoyatura mutua de narcisismos[9] posible para la “persona del analista” con los otros miembros de la familia, que posibilita el movimiento de inclusión subjetivante desplegado incluso hacia el agente perversivo  pensado como una persona mas atrapada en su personaje. Intento del analista a partir de su inclusión subjetiva de dar acceso a un tipo de intrincación que le permita a este correrse de la fijeza de su posición defensiva-destructiva y acceder a un estado de la defensa más funcional y acorde a fines.


NOTAS

[1]R Roussillon
[2]Hurni- Stoll .Tensión intersubjetiva perversa.
[3]D Maldavsky
[4]fuga patógena y abandono del espacio subjetivo transferencial o  proyección orgánica.
[5]R Roussillon
[6] Y de laomnipotencia fantasmatica.
[7]R Roussillon
[8]T Ogden. Tercero analítico o sujeto tercero de la intersubjetividad.
[9]R Kaes.