*Por Eduardo A. Grinspon

Introducción.  

Intentando dar especificidad a nuestra escucha singular frente a soluciones narcisistas de sobrevida psíquica[1], enunciamos en un artículo anterior “nuestros pacientes no nacen ni comienza con el trauma[2]. Estos son personas en “posición de pacientes de alguien”, quienes a partir de aquellas experiencias de sufrimiento narcisista organizaron como pudieron su solución narcisista[3] y rasgo identitario con el cual se nos presentan en sesión. Nuestra especificidad en familia y pareja nos enfrenta a su vez con las múltiples posibilidades en la articulación de estas soluciones y el equilibrio interdefensivo operante a partir de la sinergia de las corrientes defensivas singulares preventivas defensivas, que muchas veces opera también de un modo ofensivo patógeno. En este equilibrio inter defensivo al ser dinámico y en permanente readecuación, lo patógeno deja restos, los cuales dentro de nuestra espacialidad terapéutica adquieren su función mensajera para alguien, un otro afín pero diferente disponible y utilizable. Nos referimos a un tipo de trabajo del negativo que enunciamos “trabajo del resto” o trabajo del trauma en un “entre dos”.

Ante lo específico del sufrimiento narcisista identitario[4] subyacente en estas soluciones de sobrevida, “el trabajo del trauma de alguien”[5] (tanto en nuestros espacios de terapia individual como dentro de la sesión de terapia de pareja o familia), pide una espacialidad ¿tróficamente clivada dentro del magma incestual?[6], en la cual se inaugure a partir de la presencia implicativa de un semejante, un “entre dos” con quien acceder al trabajo de simbolización necesaria para la apropiación subjetiva de las marcas de sufrimiento aun clivadas “de su subjetividad”.

Partimos de la idea que el retorno de estos restos de sufrimiento vivido (pero quizás aún no vivenciados) no cesa en su insistencia[7], dando lugar en nuestro espacio terapéutico tanto individual como familiar a este tipo de trabajo del negativo. À partir de la proposición que Lacan nos ha dejado [8]Wo es war soll ich werden”. R Roussillon nos propone “Allí donde Ello era (o estaba) el sujeto, (el Yo, el sujeto, el Yo instancia) debe advenir. Dicho de otro modo los contenidos del Ello deben integrarse en la subjetividad, deben ser apropiados en y por esta. Aquello que está en resto en la vida psíquica, aquello que resta bajo la forma de Ello, es decir sin sujeto ni objeto, debe advenir Yo considerado este como instancia de la subjetividad.  El trabajo de subjetivación de lo que insiste desde este tipo de negatividad, depende de una disposición fundamental “del otro”, que es exigido en primer lugar a nosotros como personas implicadas. Un tipo de pasividad necesaria que posibilita dejarnos penetrar por lo desconocido. Esta “pasividad activa” (en su diferencia con la pasivación) frente a estas situaciones clínicas, es la regla fundamental que nos posibilita ir a la búsqueda desde nuestra posición implicativa[9], a lo desconocido o más precisamente a lo aun impensable por nuestros pacientes.

Es pertinente diferenciar de inicio “nuestra escucha y posición clínica” frente a aquellas familias en las que el sufrimiento psíquico, su procesamiento de lo traumático y su transmisión[10] es causa y consecuencia de la sobrevida psíquica lograda a partir:

  • De catástrofes extra-familiares, (guerra, migraciones, desastres climáticos etc.), en las que las que se logró la supervivencia física,
  • de aquellas en las que lo sucedido dentro del espacio intrafamiliar, (incesto, incestualidad, abusos sexuales y narcisistas, cuadros psiquiátricos y sufrimientos psíquicos sostenidos sin salida etc.), adquirió el rasgo de “catástrofe familiar” poniendo en juego mecanismos defensivos preventivos y patógenos.

Como ya lo hemos planteado diferenciamos lo patológico, de lo patógeno en la medida que esto afecta a un otro en quien deja un resto, transformándolo en  depositario. En estas familias prima un clima de secreto familiar, al que metafóricamente lo enunciamos como lo secretado, un producto toxico de una glándula de secreción interna familiar, sostenida dentro del proceso de transmisión por las alianzas defensivas ofensivas patógenas. Este matiz se sostiene frecuentemente a través de generaciones, a partir del equilibrio interdefensivo parental y la comunión de desmentida[11] operante, con su consecuencia en el modo de “transmisión traumática de lo traumático[12]” . Sobrevivir dentro de este clima familiar, determina que la estructuración del narcisismo se haya dado a partir de estrategias de “sobrevida psíquica frente al sufrimiento narcisista identitario[13]”, soluciones narcisistas  que implicaron a su vez un modo singular de:

  • nacimiento del “objeto para un yo”,
  • de la “estructuración del narcisismo” y el rasgo identitario logrado.
  • “del yo”,

A partir del modo en el que se haya dado la inevitable transmisión, nos enfrentamos en la clínica actual con familias en las que en la pareja parental[14], impera una alianza patógena dada a partir de la articulación de soluciones narcisistas frente al singular sufrimiento narcisista padecido[15]. Al darse la transmisión traumática de lo traumático, este andamiaje defensivo trans-generacional arrasa el imperativo que impone a cada generación el trabajo de apropiación subjetiva de lo transmitido, para acceder a la inter-generacionalidad.

Acerca del sentido de la realidad incomprensible.

Ante este escollo clínico ¿Cómo tornar comprensible en nuestros pacientes, “el sentido[16] de una realidad” que inevitablemente fue vivida, pero no vivenciada y que se sostiene aun, a partir de una re-edición[17] en lo actual de un modo contextual y atemporal? Refiero a dar lugar desde nuestra intersubjetividad transferencial tanto individual como familiar, al trabajo de subjetivación historizante[18] del propio sufrimiento padecido, un tipo del trabajo del negativo frente a la negatividad operante en los recursos de sobrevida psíquica.

¿Desde dónde parte el retorno de los restos cuantitatvos presubjetivos, huellas perceptivas[19] de las experiencias vividas en su diferencia con las huellas mnémicas?

Decidí apelar al uso metafórico del término testigo intrasubjetivo, a partir del “testigo” enunciado en las patologías constructivas y referidas a estructuras de hormigón. Este es un material vivo en el qué su elasticidad y capacidad acotada de transformación, lleva a que ante grietas posibles, un técnico instale un “testigo de yeso o de vidrio” que registra y evidencia lo que “va” o “fue” sucediendo, un testigo puesto por alguien y vigente para alguien.

En nuestra clínica dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica, refiero tanto al testigo intrasubjetivo del analista en sesión, como al testigo intrasubjetivo del sufrimiento padecido por nuestros pacientes. El testigo no  refiere a un momento puntual, sino una posición dentro de la propia singularidad subjetiva, que sostiene un registro intra-estructural de las variaciones transitadas en su medio relacional. De un modo homologo al testigo vigente frente a las grietas del hormigón, planteamos al testigo intra subjetivo singular como una posibilidad disponible en nuestros espacios intersubjetivos transferenciales, siempre y cuando “sus registros” lleguen a ser un testimonio a partir de ser significativos para alguien.

En aquel sector que enunciamos como el “testigo intra subjetivo del sufrimiento padecido, habitan las marcas cuantitativas, pre-subjetivas y diversos registros de aquellos interrogantes, incluidos los somáticos (por ej. el hambre y sus derivaciones), que fueron surgiendo al tratar de comprender y dar sentido a “su realidad”. A partir de la respuesta posible de su medio familiar esta se fue tornando inentendible e innombrable, quedando como conclusión[20], que solo el sufrimiento y la cantidad del dolor operan como organizadores[21]. Este registro se tornó causa de su solución narcisista de sobrevida psíquica, una solución lograda a partir del trabajo psíquico que nos impone lo traumático ante la necesariedad de apropiación y transformación posible[22] de lo transmitido. En estas soluciones de sobrevida en las que la temporalidad es reducida a la imperiosidad, y la experiencia de satisfacción al alivio y la calma, queda habitualmente como resto “intrasubjetivo” una convicción, “la vida es así” y “el sufrimiento sin salida es un organizador posible”. En una retracción que tiende al anonimato, se inaugura, un tipo de singularidad y soledad en su referencia al objeto otro sujeto, frente a la violencia y la desesperanza. Como ejemplo introductorio recuerdo una paciente quien refiere un clima familiar, organizado a partir de las discusiones violentas entre sus padres, con descargas sin borde posible y ella posicionada como la hija mayor responsable del cuidado de sus hermanos. En un momento frente a una crisis y la impudicia de la violencia dada entre sus padres, “que se mataban”, “salió aterrorizada” a la calle para que alguien los ayude, frente al desenlace catastrófico temido. A partir de su singular testigo del sufrimiento psíquico no desvitalizado, pudo recuperar a partir de la desesperación[23] y dentro de su egoísmo necesario[24] para sobrevivir, el temor y la esperanza o ilusión de una diferencia. Su registro de realidad promovió su salida, a partir de la cual, la realidad familiar gritó hacia el afuera, un llamado a la exogamia y un pedido de salida del imperio del superyó incestual (surantimoi[25]) super anti yo singular imperante en familia.  . Hubo algo “propio” en esta paciente que le posibilitó la vigencia de este sector de su superyó singular, que le permitía cuidar a sus hermanos, quizás a ella misma proyectada en ellos, y ante su desesperación pudo acceder a un movimiento de salida. Este pasaje por el acto recuperaba la función mensajera, que tendía a ser desvitalizada y tornada en desesperanza en el circuito de complicidades imperante en su medio familiar. En la alianza parental se sostenía una solución narcisista “a deux” , una alianza defensiva -ofensiva patógena con graves consecuencias en sus hijos. Se sostenía en esta paciente un “yo sujeto” con un testigo intra subjetivo “aun” en “búsqueda de la objetalización” necesaria para acceder al testimonio, afectos, representaciones y palabras entendibles por un otro, un humano como uno.

Estamos enfrentados al modo en el que en las soluciones logradas (frente al sufrimiento narcisista identitario) de nuestros pacientes, quedan los restos de la transmisión traumática de lo traumático.

¿Cuál es el destino posible de estos restos al pensarlos en su proceso terapéutico y dentro de la intersubjetividad transferencial que nos implica?

Al estar posicionados dentro de los movimientos enloquecidos y enloquecedores que se dan en sesión, sus efectos nos involucran “más allá del momento de sesión”. Estos efectos o afectación “inter-sesión”, nos llevó a ampliar el concepto de transferencia al de “inter-subjetividad transferencial”, una espacialidad que nos implica en el neogrupo[26] que constituimos dando lugar a la posibilidad de la penetración actuada[27] del clima toxico “invivible” en el que sobreviven estas familias. Una afectación dada en nosotros al sostener la vitalidad de nuestro sentir frente a los movimientos perversivos narcisistas y la desvitalizacion adaptativa del sentir de “nuestros pacientes”.

En nuestro espacio intersubjetivo transferencial con estos pacientes, y pensando que la re-edición “de la misma escena” en sesión es un tipo de  re-petición en búsqueda de la diferencia posible, nos preguntamos ¿desde qué  posición  nuestra presencia posibilita la objetalización necesaria para acceder a la presencia “intra sesión” del testigo del propio sufrimiento narcisista y que “aquello que no ha podido ser reflejado de manera suficiente en la historia significativa del sujeto[28], pueda advenir a su  espacio psíquico?

Intentamos dar figurabilidad al transito somato psíquico dado a partir de los restos que habitan aun en

  • aquel hijo cuya posición hemos nombrado “el pibe ojo” quien mira en silencio y soledad, diferente pero no excluyente del,
  • “pibe oreja”, cuyos oídos fueron abusados por intrusiones inelaborables, aturdido y aterrado por ruidos y violencias enloquecedoras, o silencios dolorosamente audibles.

Al ser el oído el único orificio de nuestro cuerpo sin esfínter, el equivalente de un esfínter posible es acceder a pensar desde una singularidad subjetiva y pulsional, que en estos pacientes es una dimensión a recuperar o a co-construir a partir de nuestra presencia implicativa.

Estamos frente a lo que D Maldavsky llama contagio afectivo, referido al modo en el que afecta a los hijos testigos un clima en la pareja parental de desconexión   o de violencia expulsiva. Estos hijos, (en quienes se da una parte afectiva somática y otra cognitiva), a partir de su interdependencia trans-narcisista y trans-subjetiva[29], se conectan con el sufrimiento identitario parental.

Llamamos testigo a un aporte “desde al analista” quien,  corriéndose de una posición explicativa o descriptiva y no desvitalizando su extrañeza, confusión o malestar en sesión, que evidencia su propia posición de testigo, puede imaginar, preguntar y nombrar “a su modo” esta posición subjetiva dentro de estas escenas. Al nombrarla estamos inaugurando la intersubjetividad necesaria para que advenga la posibilidad en nuestros pacientes de “no estar solo frente a su pulsión en presencia de la ausencia del objeto”, escena que también habita como una posibilidad en el sufrimiento del analista.

A partir de nuestra intersubjetividad transferencial intentamos relanzar el transito somato psíquico y salir de la estasis, impasse, o impassé[30]. La dimensión de catástrofe generacional[31] y su inevitable transmisión, es un concepto que habita en nuestro pensamiento y va adquiriendo figurabilidad a partir de la co-generatividad asociativa interpsiquica[32] lograda a partir de la inclusión intra-estructural de nuestra subjetividad en el proceso terapéutico vivido con nuestros pacientes, parejas o   familias.

¿Cuál es el modo en que cada analista “se aporta” dentro del vínculo transferencial (tanto individual, pareja o familiar), para sostener el “objeto otro sujeto (y su pulsión)” necesario para que emerja “entre nosotros” esta dimensión de testigo en su camino a ser testimonio y vacile la escena de estar “solo frente a su pulsión en presencia de la ausencia del objeto[33] ?

Cuando enunciamos los “singulares recursos para la sobrevida psíquica”, retorna el interrogante acerca del modo posible de incluir en el paradigma relacional[34] vigente  en el que estamos implicados, lo poco pero “quizás” alguna vez habido de un continente narcisista positivo, un recurso muchas veces necesario para la autoconservación y potencialidad en nuestro espacio analítico. Esta posición implicativa del analista tiende a posibilitar a partir de los recursos propios de cada paciente el trabajo de apropiación subjetiva de lo alguna vez habido. Nos referidos a su pulsión de sanar como un aliado fundamental del terapeuta[35], si esta última tiende al retorno a un estado anterior, ¿cómo implementar la objetalizacion para dar lugar a un sector de la pulsión de sanar que regrese a un estado alguna vez habido y que a su vez posibilite el tránsito de las carencias narcisistas presubjetivas y atópicas a heridas narcisistas, a su cicatrización y re lanzamiento subjetivo? Pensamos que si nuestros pacientes tienen “ombligo y hablan”, algo “han recibido e hicieron lo que pudieron”, quedando de nuestro lado posibilitar el trabajo de simbolización para acceder a la   subjetivación historizante de estas marcas. Un objetivo clínico para el cual la conceptualización clínico teórica de esta posición de testigo intra estructural, nos parece fundamental. Es decir al habitar en nosotros la posibilidad de dar lugar a estas escenas, accedemos a intervenciones[36] surgidas a partir de nuestro registro y un tipo de transferencia a la que R Roussillon enuncia paradojal en la medida que se sostiene un movimiento transferencial por retorno de un tipo particular de negatividad, que al pulsar y no cesar de insistir en búsqueda del objeto “otro sujeto”, lo lleva a un uso singular de la disponibilidad de su analista. Esta posición subjetiva transferencial sostiene “a partir de nosotros” como personas de “su analista”, un tipo de esperanza (“espoir”) que nos lleva a diferenciar, “lo imposible y nunca habido” sostenido en lo que muchas veces se presenta como un supuesto rasgo de carácter, de lo muy poco probable pero “quizás alguna vez habido” y teniendo que respetar el modo en el que estas “personas como uno”, accedieron a sus recursos de sobrevida psíquica. Estamos refiriendo a un “a posteriori” que inaugura nuestra disponibilidad empática y afectiva a los matices del sufrimiento identitario. Con estos pacientes, son los momentos en los que la situación analizante[37] adquiere la función necesaria[38] de ser un “un dispositivo social[39]”.

Entre las intervenciones que he utilizado, muchas de ellas partieron de poder recibir las escenas que iban surgiendo en mí y en lugar de desecharlas por imposibles, ingenuas o reducirlas con una explicación,  poder transformarlas en interrogantes, los que al ser planteados en sesión con palabras entendibles por humanos, abrió en el vínculo transferencial dado “en ese momento” la condición de posibilidad (por ej. preguntar por recuerdos a partir del cuerpo o de la palma de la mano de “mi paciente” cuando era chiquito, o en una familia preguntar y proponer ver “juntos” en sesión fotos de la familia qua alguna vez fueron y “no aceptando” que esta familia se inaugura con lo traumático, etc. ) .

Intento acceder al trabajo de subjetivación historizante de los afectos singulares, a partir de una ilusión o esperanza sostenida en mí, que “me y nos” lleva  a dar figurabilidad al chico alguna vez ubicado “solo frente a la pareja de sus padres”[40], que hemos llamado  el pibe ojo y  al pibe oreja. Estos momentos de sesión nos permite una co-generatividad asociativa no explicativa que nos lleva a la co-construcción y configuración de escenas, que “ya son parte de nuestro patrimonio”, y es nuestra memoria la que tiene que sostenerlas en una continuidad procesal.  Aceptamos necesario que una vivencia insoportable o innombrable, deba ser olvidada o sostenida clivada del yo (tanto singular como familiar), para luego ser pasible de ser recordada[41] por un “yo sujeto” “en presencia de un objeto otro sujeto como uno”, en nuestro caso “su analista”. ¿Cómo adecuar este matiz a nuestro memoria y posición clínica dentro del trabajo de subjetivación en sesión “fragmento por fragmento” de lo “aun no subjetivado”? Estas escenas muchas veces nos asombran y es lo que enuncio como lo aún desconocido en\o de nuestros pacientes.

Nos encontramos con pacientes quienes por su retorno incesante a la misma posición intra proceso, pensamos en la vigencia de “rasgos de carácter”. Refiero a procesos terapéuticos en los que frente al retorno compulsivo a la misma escena, se genera en nosotros un tipo de malestar que, al resistir a  a la explicación confirmatoria, nos lleva a recordar otros momentos, en el mismo paciente ya sea singular, pareja o familia, en los que  se evidenciaban sectores diferentes y acorde a defensas tróficas. Estos registros “en mi”, me han llevado a diferentes intervenciones[42] y una de ellas consistió en intervenir relatándole o comentándole a la paciente, pareja o familia en sesión “ahora” presente subjetivamente y “a partir de mi memoria”, diferentes momentos de “mi paciente” y el proceso que pudimos transitar. Fue notable la sensación de comodidad y derecho a hacerlo, que pude sentir en aquellos momentos en los que, incluyendo la dimensión de lo propio no negociable desde un egoísmo necesario y dentro de la intersubjetividad transferencial, no interpreto “diciendo a”, sino relato a alguien “presente”, mi registro subjetivo singular.

En pacientes en los que el supuesto rasgo de carácter, nos posiciona frente a soluciones narcisistas de sobrevida psíquica “a deux”, tenemos que revalorizar, como ya lo hemos planteado, las diversas facetas del testigo del sufrimiento narcisista padecido y su derivación identitaria acaecida.

Conclusión

Del mismo modo que en las patologías constructivas[43], lo registrado por el testigo está disponibles, siempre y cuando llegue a ser significativos para alguien, en nuestro desarrollo nos posicionamos frente a las consecuencias de “nuestro registro” articulado de un modo no articulable con el registro de “nuestro paciente”, pero somos nosotros quienes desde nuestra posición de testigo intra proceso y por medio de nuestras intervenciones, vamos a la búsqueda de la dimensión cuantitativa del  testigo de nuestros pacientes para co-construir la dimensión cualitativa del testimonio.


NOTAS

[1] E Grinspon www.eduardogrinspon.com. “La supervivencia psíquica, una diversidad cultural en nuestra escucha psicoanalítica frente al sufrimiento narcisista identitario familiar”.

[2] E Grinspon, www.eduardogrinspon.com. “Nuestros pacientes no nacen ni comienzan con el trauma: co-construcción de “nuestros pacientes”.

[3] R Roussillon, define la “solución” en su referencia al modo de presencia del objeto, es decir la plantea como un “testimonio del esfuerzo del psiquismo para ligar las experiencias de dolor compulsivamente alucinadas, que no han sido simbolizadas primariamente sino solamente ligadas mediante una solución que impronta a lo erótico su poder de ligadura evitando el encuentro con la necesidad del objeto. Esta solución resta narcisista y está bajo la primacía del principio de placer pero no necesariamente implica satisfacción. Diferencia fundamental que plantea R Roussillon entre el acceso al “placer” por medio de la descarga y “el acceso a la experiencia de satisfacción en presencia del objeto subjetivamente presente”.

[4] R Roussillon,

[5]  E Grinspon, www.eduardogrinspon.com. “El trabajo del trauma en un “entre dos” y su especificidad en TPFP frente a soluciones de supervivencia psíquica.

[6] E Grinspon posibilidad del “Espacio terapéutico ampliado no escindido”.

[7] R Roussillon, compulsión a la repetición en búsqueda de la apropiación subjetiva.

[8] À partir de la proposition que Lacan a rendu tellement célèbre « Wo es war soll ich werden », R Roussillon nous propose «là où était le Ça le sujet (le Ich, le sujet, le Moi, le Moi-sujet) doit advenir », autrement dit les contenus du Ça doivent s’intégrer dans la subjectivité, doivent être appropriés dans/par celle-ci. Ce qui est en reste dans la vie psychique, ce qui reste sous une forme « Ça », c’est-à-dire sans sujet ni objet, doit devenir Ich, doit devenir Moi considéré comme instance de la subjectivité ».

[9] Es su diferencia con la estéril, pero tranquilizadora para nosotros, posición explicativa.

[10] E Grinspon. Continuidad narcisista identitaria 2014.

[11] No solo frente a la diferencia de sexo y de generaciones, sino fundamentalmente de la autonomía narcisista, de la diferencia vivo-muerto y de la interdicción a la intercambiabilidad de seres

[12] A Ciccone,

[13] R Roussillon.

[14] Pareja fundante de la institución familia,

[15] R Roussillon,

[16] A Ciccone, el sentido de la experiencia vivida,

[17] Diferencio la re-edición hacia un más de lo mismo, de la re-petición en búsqueda de una diferencia y pienso que la re-edición en el espacio transferencial es un tipo de re-petición de la objetalizacion necesaria.

[18] R Roussillon,

[19] E Grinspon, www.eduardogrinspon.com, « Posición implicativa de la persona del analista en momentos tóxicos intrasesion y su derivación en equivalentes pre oníricos.  Lo alucinatorio en sesión.

[20] Luego de transitar los tiempos lógicos  de “ver, comprender, concluir”

[21] R Roussillon ; les termes de scènes ou l’enfant est présent et confronté aux effets sur lui des particularités de la relation pulsionnellement investie du couple de ses parents, c’est-à-dire de scène dans lesquelles, sans être formellement inclus et impliqué (il ne s’agit pas de la question des « parents combinés »), il est néanmoins le témoin privilégié. (E Grinspon una anticipación del testigo intrasubjetivo hoy enunciado)

[22] A Ciccone, Le traumatisme comme exigence de travail psychique ».

[23] E Grinspon, Porque vos…! Un modo posible de sostener la coexistencia paradojal de varias realidades , Actualidad Psicológica Marzo 2015

[24] Diferencio el egoísmo mezquino “a costa de otro”, del egoísmo necesario para la sobrevida psíquica, relacionado con el masoquismo guardián de la vida (B Rosemberg), un masoquismo del sujeto y para el sujeto.

[25] PC Racamier, Superantiyo Esta instancia es un heredero de la seducción narcisista, es débil en libido pero fuerte en destructividad.   Se coagula con un ideal del yo soberano. Exige de creer todo prohibiendo saber, el incesto es la exigencia de ceder junto a la interdicción de desear. No es una ley severa, es una tiranía. Prohíbe pero no protege. Presenta la verdad como una falta, el pensamiento como un crimen y los secretos como intocables.

[26] E Granjon,

[27] R Roussillon,

[28] R Roussillon : L’analyste est appelé à devenir le « miroir du négatif » de l’analysant, appelé à ressentir et éprouver ce que l’analysant, pour ne pas succomber, a dû répudier de lui. Plus qu’a une logique de la perte, ou là encore, en parallèle à celle-ci, c’est à une logique de ce qui n’a pas pu avoir lieu psychique, à ce qui n’a pu advenir à la psyché que l’analyse est confrontée, à ce qui de celle-ci n’a pu être reflété de manière suffisante dans l’histoire significative du sujet.

[29] Diferenciamos lo trans-narcisita y lo trans-subjetivo incestual,   de lo inter-narcisista y lo inter-subetivo.

[30] P Denis,

[31] E Grinspon 2014 “Continuidad narcisista identitaria”

[32] R Roussillon.

[33] R Roussillon,

[34] A Abella, Nosotros sufrimos de nuestro pasado, pero más exactamente de los paradigmas relacionales inconscientes que hemos construido a partir de nuestro pasado, construyéndolos a partir de nuestra pulsionalidad. La transferencia, eje específico de nuestra tarea es la tendencia del individuo a actualizar sus paradigmas inconscientes en la relación con el analista. Refiere… ni a los objetos externos del paciente arcaico o actual sino que sus objetos internos y la calidad de su relación entre ellos, tales como el sujeto los ha construido y que son transferidos.

[35] S Freud Conferencia 32 ª « Angustia y vida pulsional »

[36] Intervención contra-afirmativa E Grinspon (2014)

[37] JL Donnet,

[38] R Roussillon À moins que son contre–transfert ne manifeste une réaction contre ces éprouvés déplaisants. L’analyste est appelé à devenir le « miroir du négatif » de l’analysant, appelé à ressentir et éprouver ce que l’analysant, pour ne pas succomber, a dû répudier de lui. Plus qu’a une logique de la perte, ou là encore, en parallèle à celle-ci, c’est à une logique de ce qui n’a pas pu avoir lieu psychique, à ce qui n’a pu advenir à la psyché que l’analyse est confrontée, à ce qui de celle-ci n’a pu être reflété de manière suffisante dans l’histoire significative du sujet.

[39] A Ciccone Par leurs témoignages, ils convoquent le regard du groupe social et exposent leur histoire. Ils essaient de dépasser la situation traumatique, la honte, la culpabilité, en la racontant, en la partageant avec d’autres, dans un « dispositif social » pourrait-on dire.

[40] R Roussillon

[41] A Ciccone,

[42] E Grinspon, Intervenciones contra-afirmativas 2014,

[43] Construpedia, enciclopedia construcción.