En varios procesos estancados con parejas en las que subyace un pacto narcisista de “inseparabilidad”[1], se impone paulatinamente la degradación de la función tercera, en un acuerdo respecto a la impunidad y banalización de las consecuencias de la violencia, expresada en el plano verbal por insultos, paulatina “negociación de la propia dignidad y el respeto por el otro”, llegando incluso a la violencia física. Nuestro malestar frente al estancamiento, nos enfrenta con el concepto, (ya enunciado en la melancolía), de “la incapacidad del sujeto a desplazar su investimiento sobre otro objeto”, es decir con el problema del carácter patógeno de la dimensión irremplazable del objeto transformado en “único”, pero ¿cómo conceptualizar de un modo no explicativo, nuestro malestar coincidente con esta descripción, al referirlo a un pacto dado “entre dos o más de dos, configurando un vínculo adictivo a partir de sus singulares soluciones narcisistas? ¿De qué sujeto hablamos?

Al pensarlo dentro de una economía pulsional vincular, nos enfrentamos con la necesidad de re-definir la cuestión de la especificidad del “objeto otro sujeto” y sus consecuencias, y no solamente referirlo al hecho que la libido tenga una dificultad de abandonar una posición establecida. Al intentar pensar la especificidad del objeto, nos acercamos en primer lugar a la precocidad del vínculo con el objeto en la constitución del yo sujeto, y al hecho que las particularidades singulares del objeto otro sujeto, fue “la puerta abierta”[2] a las marcas o huellas del impacto del objeto sobre la pulsión en el yo sujeto. A la pareja fuente/objeto se agrega ahora, la pareja pulsión introyectada en el seno del yo / receptividad del objeto al aspecto pulsional del sujeto y sus consecuencias[3]. Ampliando la referencia hecha en la melancolía a las patologías narcisistas identitarias, pensamos que el carácter singular de la consecuencia o efecto de la “pérdida”, está dado por el carácter narcisista del objeto, por lo cual la perdida al ser narcisista, es la perdida de una parte del sí mismo (Soi) y está ligada a la huellas de la sobrevida psíquica lograda, a partir de la decepción provocada por la respuesta del objeto.

A partir de lo planteado, no podemos seguir enunciando de un modo generalizante “las consecuencias del objeto perdido”, sino que a partir de la articulación narcisismo, yo sujeto, presencia necesaria del objeto, pensamos que la dimensión a la que referimos está ligada al modo decepcionante, fallido[4] de presencia del objeto. No referimos a una escena única, sino a la multiplicidad de escenas dadas tanto, en “la constitución del yo sujeto”, como a la de “su objeto posible” en su dimensión narcisista. A esta faceta referimos la dimensión singular de las soluciones narcisistas de sobrevida psíquica, es decir al modo que cada ser vivo pudo sobrevivir psíquicamente. Un efecto traumático dado sobre la regulación narcisista identitaria del sujeto. 

Las consecuencias de las vicisitudes del objeto en su dimensión narcisista, es que este porta una parte del yo y esto hace que su duelo o equivalente se torne imposible, ya que no es respecto a “una pérdida” sino a una “falla en su función necesaria”.

Es importante no perder  de vista que estamos centrados en las posibilidades narcisistas de autoconservación de cada sujeto vivo, ya que  el duelo lo hace el ser vivo para seguir viviendo. En estas situaciones clínicas  nos encontramos frente a estrategias de sobrevida psíquica en las que cada agente de estas ecuaciones vinculares, “hizo lo que pudo y no lo que quiso”. Nos alejamos de la dimensión voluntarista que inaugura un tipo de culpabilidad y terceridad que habita muchas veces en el ideal del analista, obturando la emergencia del sufrimiento en el modo posible para cada singularidad. Esta escena que está en la base de las configuraciones vinculares que estamos encarando, nos enfrenta clínicamente a la difícil pero posible salida del apego al negativo[5] del objeto a partir de la elaboración del “duelo de lo no habido”.  ¿Cuál es la posición clínica adecuada para sostener la objetalizacion necesaria?

En la constitución de un narcisismo de sobrevida psíquica, el objeto en su dimensión narcisista no ha desaparecido de la percepción, ni es perdido, como habitualmente se lo ha descripto, sino ausente y fundamentalmente fallido para alguien. Esta particularidad y sus consecuencias, evidencian su modo de disponibilidad y presencia “alguna vez habida”, frente a los encuentros y a las esperas del sujeto. No hablamos solo de su modo de presencia, sino “y sin duda” también de su deseo[6].

El objeto narcisista participa en la regulación narcisista del Soi y la marca de la decepción o falla en el uso de esta función, ataca la economía narcisista identitaria y este efecto traumático está en la base de la solución narcisista eficaz lograda. Esta característica deja al sujeto ante un tipo de desvalimiento (desamparo) y es su solución posible el modo con el que se presenta en nuestra clínica, a la que R Roussillon enuncia como “clínica del sujeto perdido” y nosotros agregamos, ¿ausentado?, o ¿aún no eficazmente constituido? Un efecto de aquello ausentado del “sí mismo” (Soi) por la sombra del objeto al que resta unido desde su negatividad.

Como analistas de parejas y familias, y buscando su especificidad, tenemos que revisitar estos conceptos que han sido descriptos dentro de una clínica “del impasse”[7]o del “sujeto clivado” o “aun no constituido[8].

El carácter enigmático de la formula “la sombra del objeto cae sobre el yo”, nos lleva en primer lugar a una reflexión, pues la sombra del objeto no es el objeto mismo, sino el doble negativo del objeto[9] necesariamente demandado[10] por un Yo en su constitución, aquel objeto otro sujeto quien por sus características singulares, en su función de objeto narcisista, ha limitado el investimiento necesario, expresión de aquello que no fue reflejado de “sujeto a sujeto”.

La decepción narcisista primaria referida al objeto, concierne a aquello que el objeto, en razón de sus características propias, no reenvía de manera adecuada: estamos refiriendo a “la sombra del objeto para el Yo de alguien”[11]

¿En qué devienen la sombra del objeto cuando esta es caída sobre el yo?

La sombra es el negativo del objeto, aquello que el objeto no reenvía al sujeto o reenvía de manera inaceptable. La incorporación del objeto viene en lugar de una verdadera introyeccion[12] que supone un acceso a la experiencia de satisfacción[13], es decir al principio de placer y una elaboración representativa suficiente. Bion y Winnicott completan este modelo señalando la necesidad delante de la cual se encuentra ubicado el joven niño[14], pero no solo el joven niño ya que es una buena definición de nuestra posición subjetiva transferencial intraproceso, que el medio maternante ¿analizante? le forje representaciones tranquilizantes ¿calmantes? de sus estados internos, es decir que sean compartidos, reconocidos, nombrados de un modo humano e inscriptos en una forma primera de lenguaje de significación. En estas estrategias de sobrevida psíquica, el sujeto, haciendo lo posible, incorpora una parte negativada del objeto, junto a la parte de él que porta “su objeto posible”, es decir se da un incorporar (un incorporat) en lugar de poder introyectar la función narcisista potencial del objeto “su objeto”.  Esto abre la posibilidad del apego a las consecuencias dadas por la negatividad de la objetalizacion necesaria[15]. Este rasgo que lo podemos referir a lo que enunciamos como un rasgo de carácter, R Roussillon lo refiere a[16]la posibilidad que se dé una modificación durable del yo que asimila aquello a lo que fue confrontado para que una respuesta se perfile[17].

¿Cómo encontramos este matiz en nuestra clínica con familias y parejas?

Este efecto del “incorporat[18] es lo que subyace en este tipo de pacto narcisista a deux o más de deux, y el consecuente clima toxico de descarga imparable, provocante y convocante de un modo desesperado de un otro no otro. Una mezcla mortífera de la necesidad de descargar, expulsar lo intolerable, junto a una necesidad de aferramiento contestatario dentro de la coexcitacion”. Este clima intersubjetivo transferencial nos implica, con el riesgo para las posibilidades tróficas de “nuestros pacientes”, que quedemos degradados subjetivamente a ser parte de lo que enunciamos como cuerpo común incestual”[19]. Estas coyunturas clínicas, en las que nuestros pacientes hacen lo que pueden, nos enfrenta con un tipo de retorno que pone en el tapete nuestra capacidad de “endurance” (resistencia) subjetivo transferencial, en la posición clínica de “objeto “destruido-co-alucinado –encontrado”[20].

Nos encontramos en sesión dentro de una escena en la que un agente acreedor con “su razón” necesita que: “alguien convalide mi sufrimiento “frente a mi pulsión y en presencia del objeto”. En esta escena “el objeto”, es tanto la referencia al agente “actual de mi sufrimiento”, como a la terceridad que habilite el tránsito de testigo del sufrimiento padecido, hasta acceder a un testimonio frente a un otro, es decir acceder a la figurabilidad y a la representación.

En estas configuraciones vinculares patógenas, nuestra posición como analistas sostiene esta función del objeto

Son problemáticas en las que el trabajo de acceso a la sublimación[21] esta distorsionado, ya que la función objetalizante, que abriría la posibilidad del investimento significativo hacia el objeto sustitutivo[22], esta obturado. También lo está el sistema de representancia de la pulsión[23], y su producción de “objetos representación” que devendrán representación de objetos.

¿Puede este tránsito, estar mediatizado por nuestra presencia implicativa, nuestro malestar y sus destinos?

Estas descripciones clínicas conducen a profundizar la exploración psicoanalítica de las alianzas y pactos posibles sostenidos por sujetos presentando una patología importante de su economía narcisista.

Nos enfrentamos con la cuestión de las defensas narcisistas frente a traumas narcisistas primarios, y en particular frente a la manera en la que el sujeto intenta “re-petir”[24] para transformar “dentro del medio humano en el que convive”, sus carencias narcisistas en heridas posibles de ser sostenidas de un modo atemporal referido a un agente actual, o a partir de un espacio terapéutico “adecuado” acceder al trabajo de subjetivación del sufrimiento padecido y a una cicatrización posible. 

No olvidemos que el tejido cicatrizal, evidencia un mecanismo de auto conservación singular que pone “hoy de un modo trófico, recursos actuales para cicatrizar”. La marca de la herida sigue vigente y si “uno la busca la encuentra”, pero ya no duele, es una demanda prescripta. ¿Podemos pensar que nuestra función implicativa como analistas es la de facilitar o posibilitar, la acción trófica de este tejido cicatrizal? (Diferenciamos la dimensión cuantitativa del dolor de la dimensión cualitativa del sufrimiento de alguien para alguien)

Reflexión clínico teórico, surgida a partir de una singular intervención y luego sostenida en diversas evoluciones clínicas.

 Como ya lo hemos planteado, en este tipo de coyuntura clínica altamente patógena y con tendencia al estancamiento y la atemporalidad, nos enfrentamos con la ardua tarea de sostener o relanzar de algún modo el proceso del trabajo de subjetivación historizante de lo clivado de la subjetividad, o de lo aun no subjetivado[25].

En las escenas dadas “en sesión”, en las que ambos miembros de la pareja son agentes responsables del sufrimiento del otro, nosotros como analistas podemos imaginar las escenas que operaron como traumáticas, pero es difícil no caer en la estéril dimensión explicativa.  En una de estas parejas luego de rescatarme de mi desesperanza, “me encontré enunciando  de un modo comprensivo y no acusatorio, quizás refiriendo más a un comentario personal que abriendo interrogantes, “en ustedes, ¡que poco registro tienen ambos del dolor padecido! y ¡qué difícil que se torna para ambos honrar el propio dolor padecido!”. No entiendo aun, porque lo enuncié de este modo pero es notable y me asombró, el efecto trófico que ha tenido. Luego de una primer experiencia que despliego a continuación, esta dejó un resto en mí que me llevo a sostener esta posición y en este momento a interrogarme por su origen “en mi”.En esta pareja al enunciar en sesión como analista en persona, el dolor de este modo, se generó un silencio, un momento de impasse útil, sin tensión, y en el que yo me encontré refiriendo a la vergüenza como una consecuencia posible de este tipo de dolor. De un modo personal y sin preguntar, luego de enunciar al dolor, aporté la dimensión de la vergüenza como una derivación posible del registro del propio dolor padecido. Fue notable para mí que al sostener una posición clínica que:

1) en lugar de explicar “desde afuera” la escena, enuncia “en un plural” ¡qué difícil es para ustedes honrar el propio dolor padecido!

2)  Registrar subjetivamente el momento en el que al ser enunciado “honrar el dolor” por “su analista en persona”, se generó una situación de silencio expectante en ambos, momento que en lugar de retornar al conocido aferramiento contestatario en el que cada uno declamaba con razón el sufrimiento que el otro le generaba, posibilitó que yo continuara hablando y acceder a la dimensión cualitativa de la vergüenza. ¿Referencia a un otro, a una mirada otra?, ¿recuperación del pudor, de la posibilidad de la intimidad, y un acceso a la terceridad? Es notable que tanto la palabra honrar, dolor y vergüenza lo he aportado desde mi registro subjetivo transferencial de un modo sincero y no estratégico.


[1] Refiero a su condición de posibilidad,

[2] R Roussillon

[3]R Roussillon

[4]E Grinspon, Lo consideramos fallido al referirlo a su función que de algún modo opero en todo sujeto vivo, “que tenga ombligo y respire”.

[5]R Roussillon, D Anzieu,

[6]R Roussillon

[7]R Roussillon

[8] en la que como ya dijimos, se abre la cuestión de las marcas o huellas ligadas a la  “fallida función del objeto narcisista en la economía del sujeto.

[9]R Roussillon,

[10]Demandado y no pedido, retomando el concepto de demanda en términos inconscientes.

[11] E Grinspon.

[12]R Roussillon,

[13]P Denis,

[14] R Roussillon,

[15] Apego al negativo del objeto,

[16]Freud 1926,

[17]junto a Winnicott y Bion, a partir de quienes pudimos conceptualizar los interjuegos de la decepción narcisista primaria en el núcleo de la melancolía.

[18]R Roussillon

[19]o un cuerpo para dos J M Dougall,

[20] R Roussillon, C Botella,

[21]Cambio de objeto y modificación de meta, inhibición en cuanto a meta

[22]A Green

[23]R Roussillon

[24]R Roussillon; Compulsión a la re-petición y a la subjetivación de lo aun no subjetivado,

[25]Diferenciamos a partir de G Bayle el clivaje estructural en el que priman la carencia narcisista y ls desestimación, de los clivajes funcionales en los que priman la herida narcisista y la desmentida.